viernes, 22 de febrero de 2013

14 TIPOS DE SEXO SIN ATADURAS


  14 TIPOS DE SEXO SIN ATADURAS

“Una de las supersticiones del ser humano es creer que la virginidad es una virtud.” 
Voltaire

Once upon a time, cuando yo era tan blandita como un matambrito tiernizado con leche, mi madre y mi abuela repetían como una soporífera letanía que el revoleo de chancleta en materia sexual sólo debía darse cuando una estuviera muy, pero muy, pero muy enamorada. Y, obviamente, después de haber pasado por el Registro Civil. Para estas damas bienintencionadas pero un tanto arcaicas, la virginidad femenina era un tesoro que había que custodiar y proteger de los inescrupulosos que pretendían hacerse con tan noble trofeo. En las telenovelas, las heroínas jamás entregaban el rosquete, y si lo hacían eran brutalmente castigadas con un embarazo no deseado que irrumpía en sus pobres vidas después de la primera vez que perpetraban el acto lúbrico, poniendo en evidencia la triste puntería de sus partenaires. Estos desgraciados, que en general tenían bastante más fortuna que las pobres ilusas, las dejaban en Pampa y la vía y se casaban con unas guachas tan adineradas como ellos. Semejante situación les quitaba a las muchachas cualquier atisbo de ardor sexual y las empujaba a un lúgubre celibato. Leonor Benedetto en "Rosa de Lejos" y Verónica Castro en “El derecho de nacer”, entre otras, experimentaron estas lamentables peripecias. Como para que a una le quedara bien clarita la sombría máxima popular que postula condenatoriamente “Pájaro que comió voló.”
Los años han pasado y no en vano. Hoy en día, las madres y las abuelas son mucho más modernas y no se ocupan de los escarceos eróticos de las señoritas de la familia. La virginidad perdió su calidad de tesoro y las chicas no tienen ningún problema en revolear las chancletas, las alpargatas, los borceguíes y los stilettos. Y de repimpolotear con muchachos a los cuales no aman con frenesí. Una, que además de prestarle oído a las adalides de la castidad durante años y años, creció juntando figuritas de Sarah Kay y leyendo “Mujercitas”, no adhiere demasiado al peliagudo asunto del sexo casual y sin compromiso. Tiene la cabeza llena de ideas extravagantes y está convencida de que para intimar con un masculino hay que estar 100% segura de que el señor en cuestión es lo suficientemente limpito, lo suficientemente sanito y no tiene veleidades de psicópata. Pero una es un dinosaurio.
Investigando, como siempre, acerca de los usos y costumbres sexuales de las nuevas generaciones, me topé con una lista escandalosa, “14 tipos de sexo sin ataduras”, orientada, claro está, a las jovencitas del nuevo milenio. Como es mi insoportable costumbre, voy a hacerlos partícipes de este indecoroso descubrimiento. Para ilustrarlos debidamente y para tener a otros dinosaurios con quienes compartir mi estupor.

14 TIPOS DE SEXO SIN ATADURAS

1- SEXO RECREATIVO: Antes las mozas nos recreábamos viendo la televisión, escuchando a “The Beatles” o bordando en bastidor. Ahora, la entretención pasa por tener sexo con un inescrupuloso que jamás nos juró ni nos jurará amor eterno. “Imaginemos que este tipo de encuentro sexual es como una divertida cabalgata por el campo, donde estás felizmente subida a otra criatura... u otra criatura está subida sobre ti”, dicen los puercos mentores de la lista. Para esta graciosa incusión por encima o por debajo de un señor con ínfulas de Rocinante, es preciso sentirse feliz y positiva, porque nada puede ser considerado recreativo si una está a tres pasos del suicidio. “El sexo recreativo no te salva de posibles complicaciones futuras (como celos o enfermedades sexuales), pero mientras lo tienes, estás viviendo en el presente sin preocuparte por lo que vendrá después”, continúan los enlistadores. Y una no puede dejar de putear a esos disolutos irresponsables. Siempre hay que preocuparse por lo que vendrá después. Porque si lo que viene después es sífilis o VIH, la recreación te la metés en el culo.

2- SEXO DE ÚLTIMO MINUTO: “Esta modalidad de sexo se da entre amigos con beneficios y suele acordarse por teléfono luego de las once de la noche, básicamente porque él (o tú) no encontraron a nadie mejor con quien irse a la cama... o estuvieron bebiendo”, cacarean los autores de la lista. Y a mí se me pone la piel de pollo. El sexo de último minutoes tan emocionante como ver crecer un geranio. Adherir a esta tristísima modalidad erótica equivale a llevar colgado del pescuezo un cartel lastimoso que reza “SALE – 100% OFF” en grandes letras de neón.

3- SEXO POR CITA: El sexo por cita es casi similar al sexo de último minuto, sólo que el mustio encuentro se acuerda con 24 hs. de anticipación y no por teléfono sino por correo electrónico (¿?). Parece que este modo de tener actividad lujuriosa es muy común entre los workaholics (en castizo, adictos al trabajo) y los padres solteros que no tienen ni tiempo ni ganas para salir a buscar algo mejor que un ente tan insulso y desahuciado como ellos.

4- SEXO CON EL EX: Lógicamente, es mucho más fácil tener sexo con un malo conocido que con un bueno por conocer. Por eso algunas féminas concretan encuentros carnales con mozos con los que ya tuvieron algún tête-à-tête, aunque las relaciones con los susodichos hayan acabado de forma brutal. Los creadores del listado aconsejan darse un lindo revolcón con el ex cada vez que aparecen unas picarescas cosquillitas ahí abajo, pero no intentar recuperarlo entre las sábanas, so pena de un corazón destrozado. A mí esto del sexo con el ex no se me da. Terminé tan mal con ellos que no me quieren ver ni en figuritas.

5- SEXO UNILATERAL: Antes de leer la escueta descripción que hacen los autores de la lista, especulé que el sexo unilateral se daba en aquellas situaciones en las que uno de los integrantes de la yunta amatoria estaba dormido o muerto y el partenaire todavía no se había dado cuenta. Pero no: el sexo unilateral es aquel en el cual uno de los amadores supone que el encuentro es meramente sexual y el otro barrunta que es el inicio de un gran romance. El sexo unilateral también es triste. Sobre todo para la pavota que ya está eligiendo el salón donde van a celebrar la fiesta de casamiento.

6- SEXO TENTEMPIÉ: Este sexo con vocación de canapé es el que se da cuando una está muerta de hambre y es capaz de comerse cualquier cosa o coso. Es un refrigerio ligero que, si bien no quita el apetito, sirve para engañar al estómago.

7- EL SEXO DÉJÀ VU: Esto es más o menos así: en el viaje de egresados tuviste un encuentro cercano con un mocito al que, previa graduación, no volviste a ver en la puta vida.  Pero resulta que, después de diez años, te lo volvés a encontrar. Y terminás retozando con él entre las sábanas: eso es sexo déjà vu. Yo, personalmente, desconfío de este encontronazo erótico. La vida no es “El efecto mariposa” y el muchacho con el cual te revolcaste en Bariloche tampoco es Ashton Kutcher. Así que no vale la pena.

8- SEXO MISERICORDIOSO: He aquí el sexo que ofrece una buena samaritana: “En realidad el chico no te atrae mucho, pero te da lástima. Quizás haya estado enamorado de ti toda la vida y lo único que desea es "una noche contigo entre sus brazos" para recordarla por siempre. También puede que el chico tenga 30 años y aún sea virgen, o que esté pasando por una larga abstinencia sexual.” Hacer el amor por lástima es el postulado más escabroso del que tuve noticias. Una no puede andar bajándose los calzones con todos sus enamorados platónicos. Tampoco está en el mundo para desvirgar pajarones ni para volver a poner en circulación a señores retraídos o traumados. La que quiera hacer caridad tiene que vaya a la iglesia. 

9- SEXO LA ESCALA TÉCNICA: Esta modalidad sexual consiste en interrumpir tus actividades diarias para echarte un rapidito y después volver a tus diligencias. Los hacedores del listado no especifican con quién te echás el rapidito. Lo dejo a su criterio.

10- SEXO EL CALDO DE POLLO: “Tuviste un día horrible en la oficina, se murió tu perrito o acabas de romper con el amor de tu vida y necesitas calor humano para reconfortarte. Tal vez tengas que pedirle a alguien que te haga el favor (vuelve a leer el número 8). Será lento, en posición misionera, sostendrás su cara entre tus manos y quizás haya música clásica de fondo.” Como verán, el sexo caldo de pollo es como el sexo misericordioso pero al revés. Acá, la que anda dando lástima es una. ¿Cuán desesperada debe estar una damisela para arrastrarse por el puto fango y pedirle a un masculino que le haga el favor? No sé, no sé.

11- SEXO CIRCUNSTANCIAL: El sexo circunstancial se da, como su nombre lo indica, cuando las circunstancias se confabulan para que nos urja sacarnos la bombacha. Estas circunstancias pueden ser “un gran apagón (se fue la electricidad y no había otra cosa que hacer), una declaración de guerra o hasta la euforia que provoca el lanzamiento del nuevo álbum de tu artista favorito.” A mí lo de la guerra mucho no me cierra. Pero, en fin, por ahí las chicas modernas se hacen eco del consabido consejo del vulgo: “A repimpolotear que se acaba el mundo”.  

12- SEXO LA MENTA: Para sacarse el mal gusto que un ex nos dejó en la boca, nada mejor que echar mano a un señor con vocación de caramelo Mentho-Lyptus. Este sexo también es conocido por las gentes sapientes como sexo sorbet, ya que, al igual que los sorbetes de limón que se ofrecen entre plato y plato en las cenas copetudas, sirve para limpiar el paladar. 

13- SEXO TEMPORAL: Resulta que una está esperando que aparezca el príncipe azul que le prometieron los estudios Walt Disney. Podría esperar fumando, como dice el tango. Pero, no. Espera teniendo amantes temporarios, cosa de que no se le apolille “la Zona V”. “El bar de los happy hour o el club literario pueden ser considerados como agencias de empleo temporal", prometen los mentores del puerco inventario que nos ocupa. El bar de los happy hour, puede ser. Pero el club literario, definitivamente no. En un club literario las mujeres se encuentran con pavotes con anteojos o con babosos desquiciados que escriben poemas empalagosos. Si hay algún espécimen que valga la pena, seguro que viene munido de una señorita con alma de vigilante.

14- SEXO DE ODIO: Permítanme decirles que éste es el mejor sexo de todos. “El sexo con alguien a quien odias con toda tu alma puede ser incendiario”, sugieren los responsables de la lista. Y tienen razón, nomás. “Gritarle "Te odio" mientras llegas al orgasmo posiblemente sea una buena terapia”. Morderlo, arañarlo y darle un lindo trompazo, también. Si vamos a odiar, odiemos como Dios manda. Porque de pico odia cualquiera. Hay que odiar a trompada limpia.

Aquí culmina la lista que desencadenó mi estupor y me hizo tomar conciencia de mi triste condición de triceratops. Porque de todos estos escandalosos sexos el único que tuve es el sexo de odio. Ya se sabe que soy un mal bicho y tengo una tendencia a odiar que da calambre. Odio a mis ex, odio a mi actual y odio a los señores que vendrán. Odio a los hombres en general. Mucho más a los que están tan estropeados como para relacionarse conmigo. El sexo de una sola noche no me va, porque a mí a los hombres me gusta atormentarlos. Y para atormentarlos como corresponde se necesita un poco más de tiempo.
Yo sé, queridas gentes, que haber dejado atrás los prejuicios con los que debieron cargar nuestras madres y abuelas es algo que amerita una fastuosa celebración. Y que el hecho de que la “Zona V” de señoras y señoritas haya perdido su condición de tesoro inexpugnable es una gran noticia.
Me despido de ustedes con una frase de José Luis Alvite con la que me siento totalmente identificada: Detesto cualquier ejercicio físico cuya última consecuencia no sea el orgasmo.”   

Buenas tardes.

jueves, 14 de febrero de 2013

CÓMO PASAR SOLA SAN VALENTÍN Y NO MORIR EN EL INTENTO


CÓMO PASAR SOLA SAN VALENTÍN Y NO MORIR EN EL INTENTO

“Ahora ella me manda tristes saludos 
por el Día de los Enamorados,
desde allá, en Filadelfia,
para marcar el aniversario
de algo que supe ser.
Y se siente como si alguien hubiera emitido
una orden para arrestarme.”
Tom Waits 

Cada año, promediando febrero, por obra y gracia de la bastardeada globalización y aún contra nuestras voluntades, nos vemos atrapados en una inmunda telaraña de azúcar cual moscas desahuciadas prontas a ser engullidas por esa alimaña psicópata llamada AMOR. Revistas femeninas, vendedoras de shoppings, programas de televisión atontados por los ardores del verano, fabricantes de Chandon y sospechosas brujas amarradoras de hombres díscolos, nos recuerdan que febrero es el mes de la pasión y el romance y nos urgen a calzarnos diminutas bombachas de encaje colorado (¡como si nos entraran!), comprar cualquier adminículo inútil con forma de corazón, preparar cenas con velitas, beber hasta que las mentadas velitas no ardan y tirarnos las cartas para saber cuánto nos ama el señor que supimos conseguir. Tareas por demás agotadoras que hay que cumplir sí o sí porque el 14 de febrero es San Valentín y el día de San Valentín amadas y amantes le mostramos al mundo que lo mejor que nos pasó en la vida es no quedarnos para vestir santos, si somos señoras de caderas respetables, o tener con quien esquivar tan aciago futuro, si somos aún tiernas palomitas.
Después de este preámbulo muchos de mis lectores supondrán que el Día de los Enamorados es una fecha que me resulta harto fastidiosa. Craso error, mis queridos. Me encanta San Valentín, aunque venga escoltado por calzones rojos, mensajitos babosos, velitas de colores y brujas oportunistas. Aunque más no sea para llevarle la contra  a los aguafiestas de siempre, quienes protestan ante tanta muestra de amor angloparlante argumentando que vivimos en Argentina y en Argentina comemos asado con cuero que casi me muero y festejamos el Día de la Lealtad Peronista.
Contrariamente a lo que creen a pie juntillas los desinformados de siempre, el origen del Día de los Enamorados poco tiene que ver con el Pato Donald, el Big Mac y las películas de John Wayne. El festejo de San Valentín no se inició en el noble país del norte sino en la alocada Roma de tiempos idos, donde, en los primeros años de la Era Cristiana, creyentes y paganos se entregaban con intensidad a las distintas festividades relacionadas con los ciclos solares y lunares. Luego de las Saturnalias y de la Candelaria -ambas celebraciones ligadas a la luz solar-, el pueblo de Roma, siempre ávido de revolcones y jolgorio, organizaba una fiesta en honor del dios Pan, también conocido como Lupercus, quien era la encarnación misma del furor sexual y la fecundación. Durante las Lupercales, los sacerdotes se cubrían con pieles de cabra con las que confeccionaban, además, látigos con los que dos mancebos que simbolizaban a Rómulo y Remo azotaban a los romanos con el fin de impregnarlos de la potencia fecundatoria de las cabras (yo los hubiera azotado con un látigo hecho de piel de conejo, pero bue, gustos son gustos) y, al mismo tiempo, purificar sus cuerpos para que sus hijos nacieran sanos. Otro ritual de la fiesta consistía en introducir en una caja prendas con los nombres de las muchachas casaderas para que, cada uno a su turno, los varones sacaran de la caja -como si de una lotería amorosa se tratara- el nombre de la mujer que sería su compañera hasta la fiesta del próximo año. Que se entendía por compañera no sé, pero sospecho que también fueron los inefables romanos los que inventaron el peliagudo asunto de la amistad con derecho a roce. La Iglesia Católica, siempre atenta a que sus fieles no se bajen los calzones con fines orientados a la fornicación más febril, se opuso a que los jóvenes cristianos se vieran envueltos en el puterío desenfrenado de las Lupercales y, aprovechando que el emperador Claudio II había convertido a un obispo llamado Valentín en mártir, al decapitarlo por casar en secreto a las parejas de enamorados luego de que él hubiera prohibido el matrimonio mediante un edicto, ya que los recién casados se negaban a ir a la guerra, proclamó al malogrado hombre de Dios, ejecutado un 14 de febrero, Santo Patrono de los Enamorados. Y transformó a las lujuriosas Lupercales en una celebración inocua y más bien pavota. Conservó, eso sí, la costumbre de la lotería improvisada, pero los jóvenes ardientes no extraían ya de la misteriosa caja los nombres de señoritas con las cuales desfogarse durante el año, sino los de santos cuyas virtudes debían imitarse en ese período de tiempo. De más está decir que los jóvenes romanos putearon a los curas hasta quedarse sin voz.
La celebración del Día de los Enamorados llegó hasta nuestros días, alimentada, no sólo por el romance, sino también por el más vil comercio, aunque, curiosamente, su mayor auge se dio en países no católicos. La costumbre de enviar tarjetas (valentines) en esta fecha, que tiene su origen en la carta que Carlos, Duque de Orleans, preso en la Torre de Londres, escribió a su esposa allá por el 1415, firmándola como “tu Valentín” (misiva que hoy se conserva en el Museo Británico), se hizo masiva a partir de la aparición de la primera tarjeta creada con fines comerciales, en 1840. Y si bien en el principio de los tiempos tenía un plus de crueldad (estaba permitido mandarle tarjetas ofensivas a las pobres solteronas y a las feas que van procurando que el mundo no las vea), hoy en día es un divertimento de lo más inofensivo.
Nos guste o no, San Valentín ya no es propiedad exclusiva de las gentes del norte. Ha desembarcado en nuestras rústicas pampas y se ha instalado cómodamente entre nosotros. Las mujeres sabemos usufructuarlo, porque el usufructo de cualquier situación en nuestro beneficio está, sin dudas, en nuestros veleidosos genes. Los hombres lo soportan con estoicismo, como soportan cada uno de nuestros caprichos. Esposas, concubinas, novias y amantes, obtenemos, el 14 de febrero, algún regalito o alguna salida más o menos vistosa. Y aprovechamos el día, como dije anteriormente, para mostrarle al mundo que no estamos solas. ¿Pero qué pasa con aquellas pobrecitas con la misma puntería para elegir hombres que la cascoteada Mónica Farro? ¿Con las que llegan a mediados de febrero solitas y solas? ¿Con las que hace años que no ven a un calzoncillo con un señor adentro? Para ellas, mis queridos, está la Cosmopolitan. Que este mes, además de ofrecernos portaligas rojos y de ponernos al tanto de las chanchadas que cierta juventud disoluta lleva a cabo en la misma arena donde una apoya el culo inocentemente cada vez que se acomoda debajo de la sombrilla para comerse un sánguche de milanesa en la otrora impoluta Santa Teresita, nos acerca una serie de cosmomandamientos para que las mujeres solas pasen este San Valentín de la manera más decorosa posible. Como lo mío es pura vocación de servicio y ayudar a las damas y damitas en apuro me hace enormemente dichosa, paso a transcribirlos. De nada.

10 CONSEJOS PARA LAS SOLTERAS EN SAN VALENTÍN

-No quieras conseguir a tu nuevo príncipe azul en 24 horas para tener con quien festejar. Si durante los 363 días restantes del año no pudieron enganchar a un pavote que les comprara, aunque sea, un Dos Corazones derretido para homenajearlas en el Día de los Enamorados, es iluso pensar que el 13 de febrero se van a cruzar con Andrea Casiraghi montado en caballo blanco y con ganas de revolear los calzones en vuestro honor. Los hombres (mucho más los dispuestos a tolerar una reverenda pelotudez como San Valentín) no crecen en los árboles y no es tan sencillo hacerse de uno de ellos para cursar con felicidad esta  cara celebración. Engancharse con cualquier marmota para evitar estar sola el 14 de febrero es poco recomendable.

-Evita ir al cine sola ese día: te vas a encontrar con una congestión de parejas, besándose a tu alrededor. Convengamos, chiquitos míos, que la chica Cosmo promedio no sobresale, precisamente, por su rapidez mental (no me tomen a mí como parámetro, yo leo la revista con fines estrictamente científicos y hace rato que dejé de ser chica). Pero ni a la más lenta de las féminas se le ocurriría ir al cine sola el 14 de febrero. Mucho menos a ver filmes del tipo “Un lugar donde refugiarse”. A lo sumo se puede intentar con una estruendosa “Duro de matar 2587” o con una embolante “Actividad Paranormal -6, precuela de la precuela de la precuela”. Pero tampoco. Ir al cine sola el día de San Valentín es exponerse al pedo a burlas cruentas y miradas de conmiseración.

-Alejate del celular durante todo el 14 de febrero. (Te puede agarrar la nostalgia de Cupido y terminás mandándole mensajitos de texto a tu ex). Sabrán ustedes, caros lectores, que la soledad es mala consejera. Y, si a los malos consejos se les suma un celular con crédito atiborrado de números telefónicos de señores a los cuales es mejor perderlos que encontrarlos, la cosa puede tomar ribetes de catástrofe. Mandarles mensajitos a nuestro ex en San Valentín sólo porque nos sentimos solas es tristísimo. Mucho más si el sátrapa en cuestión ya tiene palenque ande ir a rascarse.

-Tomate una tarde de relax. Un buen masaje en un spa te va a hacer olvidar de que la ciudad está inundada de corazones. Si bien descreo de esta afirmación optimista (lo más probable es que el spa en cuestión también esté inundado de corazones y haya  promociones especiales para babosos y enamorados de todo tipo), un buen masaje nunca está de más. Así que, adianchi.

-No te pongas la camiseta anti-San Valentín: quedás como una amargada cuando en realidad sos una romántica. La camiseta anti-San Valentín se puede llevar por varios motivos, a saber:
a) Nacionalismo mal entendido: Ya hemos hablado en varias ocasiones de los pavotes que refutan toda fiesta o costumbre extranjera (sobre todo anglosajona) en nombre de un nacionalismo rayano en la xenofobia. “Estamos en Argentina”, nos espetan en la cara a los fervientes seguidores de cualquier relajo que haya derivado de las Lupercales. Si estamos en Argentina que se saquen los Levi’s, se embutan dentro de una bombacha gauchesca y se dejen de romper las bolas.
b) Espíritu de contradicción: Muchos son los señores y señoras que reniegan de cualquier cosa sólo porque esa cosa tiene cierto grado de aceptación popular. Son los que gustan de decir sí cuando todo el mundo dice que no, y viceversa. Un asco.
c) Devoción a Joaquín Sabina: Sí, Joaquín Sabina dijo en una canción que no quería 14 de febrero. Pero también dijo que tampoco quería cumpleaños feliz, ni París con aguacero, ni Venecia sin ti. En síntesis, lo único que quiere este gallego es cagarnos la vida. Y nosotras le seguimos comprando discos.
d) Resentimiento feroz: Dentro del grupo que repudia a San Valentín y su cohorte de corazones almibarados por resentimiento, las mujeres que están solas en esta fecha crucial son mayoría. Son muchas las que dicen detestar el Día de los Enamorados por su estupidez y comercialidad y muy dentro de sí desearían ser atiborradas de globos, golosinas, osos de peluche y otras porquerías varias. Muy bien hace la Cosmo cuando aconseja a las damitas sin pareja no subirse al carro de los detractores de San Valentín. Queda feo y se nota que una sangra por la herida.

-Prohibida la revisión histórica: no te pongas a mirar fotos viejas o cartas de ex amores. Parece que la revisión histórica, sobre todo en fechas trascendentales, es garantía total de depresión. Ponerse a mirar fotos, releer cartas, oler flores marchitas y chupar envoltorios de chocolate viejos es un comportamiento malsano que hay que evitar como sea.

-Mirá el lado positivo: tenés free para cualquier capricho. (Por ejemplo, para comprarte esos zapatos que te vuelven loca). Que me perdone nuestra revista favorita, pero a mí esté cosmomandamiento me parece una reverenda huevada. ¿Qué sentido tiene que seamos nosotras mismas quienes satisfagamos nuestros caprichos? Los caprichos femeninos deben ser cubiertos por señores bien dispuestos: una no trabaja 8 horas diarias para tirar el dinero que gana comprando un par de zapatos que no necesita. Todo lo superfluo, innecesario, extravagante, excesivamente lujoso o excesivamente inútil en la vida de una mujer debe ser financiado por un masculino. Sino no tiene gracia.

-Si te quedás en tu casa, no mirés una comedia romántica (serías demasiado masoquista). Elegí una buena película de acción o un thriller. Las comedias románticas son trampas inmundas que nos enloquecen y nos llevan a creer que la vida puede ser rosada como un salto de cama de Doris Day. Son nocivas para la psiquis femenina en cualquier época del año. Mucho más aún el 14 de febrero. Mucho más aún si una está sola como perro malo.

-¡Cuidado! Hacerte un regalo está más que permitido. Pero autoenviarte flores o bombones al trabajo es un poco (muy) bizarro. A las mujeres nos encanta recibir regalos. Por eso es válido autoregalarnos cosas cuando no tenemos un galán mano suelta que haga nuestras delicias. Eso sí: hacerle creer a los demás que esos regalos llegan de parte de un romántico y misterioso  señor que se bebe los vientos por nosotras no es sólo bizarro, es psicopático.

-Mantenete lejos de tu muro de Facebook. Podés tentarte y escribir frases como: “Prefiero tener a mi gato que a un novio.” Desassstre. Chicas, a mí me encantan los animales. Pero cualquier hembra que se precie sabe que el peor de los novios es preferible al mejor de los gatos. A un gato no podemos llorarle en la oreja todo el día. Ni culparlo por nuestros fracasos. Ni exigirle regalos, festejos y recordaciones. Ni sacarle el último papel de $50 que le queda en la billetera.

Hasta aquí los 10 cosmomandamientos para que las mujeres solas no pasen un San Valentín tan tétrico. Como yapa (y como epígrafe de una bella foto donde una señorita solita y sola contempla como el sol  se mete a las siete en la cuna del mar a roncar) la Cosmopolitan dispara: “Disfrutar de un lindo atardecer sin que nadie te moleste también tiene su atractivo.” Y es cierto, señoras. Así que a no desesperarse: que San Valentín te agarre sin pareja no es la muerte de nadie. Es sólo una pequeña agonía sin consecuencias que dura 24 estúpidas horas. Nada más.

Y nada menos.

domingo, 3 de febrero de 2013

EL BLUES DE LA ESCLAVA


EL BLUES DE LA ESCLAVA

“…desde Kunta Kinte a nuestros días pocas mejorías…”
"El blues del esclavo", Mecano

Hace unas semanas, bah, unos meses, bah, unos años, que mi marido viene amenazándome con tomarse el buque. Yo no tenía muy claro a qué respondían estas vergonzosas intimidaciones, hasta que recalé en el blog de unas amigas, y encontré un folletito que me abrió los ojos: mi benemérito consorte quiere estampar la huella de su zapato en mi voluminoso trasero (inflado a fuerza de medialunas y no de metacrilato, aclaro) por una razón alarmante: no soy una buena esposa.
A qué viene esta afirmación rotunda que pone en duda mis habilidades domésticas se preguntarán ustedes. Viene a que, comparándome con la esposa modelo que promueve este pintoresco opusculito de 1953, soy una cucaracha rastrera que lo único que merece es que su maridito la pise sin miramientos. Porque peco de inútil, egoísta, amarga, desordenada y gorda. Qué feo. Para que ustedes, damitas lectoras, puedan complacer a sus esposos y conseguir  que se dejen de escorchar con tanta amenaza de fuga, hete aquí las enseñanzas de la “Guía de la buena esposa”, que ofrece 11 sencillas reglas para hacer felices a vuestros maridos y convertirse en las mujercitas que ellos siempre soñaron, auténticas esposas de Stepford con tornillos en el culo y aire en la cabeza. Una joyita, vean.

 
GUÍA DE LA BUENA ESPOSA


1) TEN LISTA LA CENA: “Planea con tiempo una deliciosa cena para su llegada. Esta es una forma de dejarle saber que has estado pensando en él y que te preocupan sus necesidades. La mayoría de los hombres están hambrientos cuando llegan a casa. Prepara su plato favorito.”

Las desalmadas mujeres de hoy tendemos a usar artilugios pecaminosos tales como el puré Chef, los calditos Knorr Suiza y las pizzas Sibarita. Somos tan malvadas que hasta atosigamos a nuestros bebés con sospechosas papillas Nestlé. Las salchichas, las hamburguesas y los nuggets son nuestros aliados. Todo esto, permítanme decírselos sin herir susceptibilidades, es una oda a la vagancia. ¿Cómo ignorar el amor infinito que conlleva pelar una papa? ¿Cómo pasar por alto la devoción enternecedora que proyecta sobre nuestra familia un hueso de caracú refocilándose en un caldito casero? ¿Cómo no comprender que amasar pizza equivale a darle nuestra almita a ese hombre al cual pertenecemos? ¿A ustedes les preocupan las necesidades de sus maridos o no, manga de haraganas? ¿Y el bebé? El bebé será carne de diván tan sólo porque no fuimos capaces de pisar una zanahoria. Muy triste.


2) LUCE HERMOSA: “Descansa 5 minutos antes de su llegada para que te encuentre fresca y reluciente. Retoca tu maquillaje, ponte un listón en el cabello y luce lo mejor posible para él. Recuerda que ha tenido un día duro y que sólo ha tratado con sus compañeros de trabajo.”

Pelar un kilo de papas, señoras, no nos da derecho a lucir como Trapito, el espantapájaros. Nuestros esposos han laborado todo el día y merecen, al llegar al sacrosanto seno del hogar, encontrarse con una señora bella y perfumada, con un moño precioso ornamentando su cabecita hueca. No me vengan, por favor, con que 5 minutos no son suficientes para reponerse de los sinsabores que deparan tres críos maleducados, un perro sucio, una vecina belicosa y una suegra rompe pelotas. ¡5 minutos son más que suficientes! No olviden que sus esposos han trabajado todo el día como burros para traer el pan al hogar y ustedes se rascaron la barriga frente al televisor atosigándose con “Buenas tardes, mucho gusto” (¡Zas! ¡Se me cayó la cédula!) ¿Y todo para qué? Para aprender a cocinar manjares que no prepararán nunca, porque el 24 de diciembre del vitel thoné no las mueven ni con una grúa. ¡Sean bellas, carajo! ¡Maquíllense! ¡Sean sinuosas, sabrosas y apetecibles! Eso sí, sin pasarse de rosca. Una cosa es ser una esposa hermosa y otra muy distinta, un putón de Almodóvar.
  

3) SÉ DULCE E INTERESANTE: “Su aburrido día de trabajo quizás necesite mejorar. Tú debes hacer todo lo posible por hacerlo. Una de tus obligaciones es distraerlo.”

“Yo no me casé para ser Krusty”, pensarán ustedes. Porque entre el maquillaje y el entretenimiento temen convertirse en los payasitos de su consorte. No es así, señoras. No sean rebeldes. Al marido hay que entretenerlo: eso es lo que corresponde. Bailen la danza del vientre. Hagan malabarismo con las naranjas. Saquen un conejo del lavarropas. Eso sí, sin dejar de ser dulces e interesantes. Prueben debatir sobre la teoría de Darwin con una pollerita de bananas a lo Josephine Baker. Las bananas le dan el toque hogareño y entretenedor al espectáculo. También pueden recitar versitos de los “Dos Corazones” o cantar algún jingle de las publicidades del chocolate “Tofi”, de esos ochentosos que postulan que todo puede ser mejor si sabemos dar lo que llevamos dentro y proponen cambiar el mundo con una dulzura especial (¡Y otra vez se me cayó la cédula!).


4) ARREGLA TU CASA, DEBE LUCIR IMPECABLE: “Haz una última ronda por las principales áreas de la casa, justo antes de que tu marido llegue. Levanta libros de la escuela, juguetes, etc. Y limpia con un plumero las mesas.”

Ya sé lo que me van a decir: que no tienen plumero. Porque las malas esposas somos espíritus libres que no tenemos plumeros ni barremos las hojas de los árboles cuando llega el otoño. Pero eso no es excusa: van y compran uno. Y encarcelan de una vez por todas a ese espíritu romántico y desprolijo que festeja los libros y los juguetes tirados por ahí, porque tales infracciones hablan de una casa viva. Hay que fregar y fregar para que nuestro mártir trabajador se halle ha gusto en su hogar, dulce hogar. El polvo en los muebles es enemigo feroz de los buenos matrimonios. No lo olviden nunca.


5) HAZLO SENTIR EN EL PARAÍSO: “Durante los meses más fríos del año debes preparan la chimenea antes de su llegada. Tu marido sentirá que ha llegado a un paraíso de descanso y orden, eso te levantará el ánimo a ti también. Después de todo, cuidar de su comodidad te brindará una enorme satisfacción personal.”

Acá también sé lo que me van a decir: que no tienen chimenea. Qué turras que son. Van y la hacen construir. O la construyen con sus propias manos. A ver si se creen que, en tiempos inclementes, al marido se lo puede arreglar con una bolsa de agua caliente. ¿Qué pasa? ¿No quieren sentirse satisfechas? ¿Por qué no se ponen a laburar entonces? Y no me pataleen a lo Pimpinela “Me hace falta una flor, una flor, una flor”, porque no se los voy a permitir. Nada de flores. Vocación de servicio. Que pa’ algo se casaron.


6) PREPARA A LOS NIÑOS:
 “Cepíllales el pelo, lava sus manos y cámbiales la ropa si es necesario. Son pequeños tesoros y él los querrá ver relucientes. Tomate unos minutos para arreglar a los niños.”

¿Qué es eso de tener a los niños mugrientos y con los mocos colgando? ¿Qué pasa con ustedes, señoras? Los niños deben enceguecernos con su fulgor. Son pequeños tesoros, aunque rompan el vidrio del vecino de un pelotazo, envenenen al gato y se caguen a palos todo el día. Ustedes retrucarán, lo sé, que ningún tesoro que se precie está todo el día metiéndose los dedos en la nariz ni se limpia las manos en las cortinas después de comerse una pata de pollo. Lo que pasa es que ustedes no saben comprender a estas delicadas joyas. Vayan y cepíllenlos como Dios manda.


7) MINIMIZA EL RUIDO:
 “A la hora de su llegada apaga la lavadora, secadora y aspiradora e intenta que los niños estén callados. Piensa en todo el ruido que él ha tenido que soportar durante su pesado día de oficina.”

Mujeres, no puede ser que el hombre de la casa llegue y se encuentre con los aullidos de Bon Jovi y las detonaciones enloquecedoras del Call of Duty. Apaguen el tocadiscos (sí, ya sé, esto parece el túnel del tiempo, pero es para estar a tono con el folleto), apaguen la PlayStation, apaguen todo lo que puedan. Apaguen a sus hijos, que son unos gritones insoportables. Vuestros consortes necesitan un dulce silencio para poder relajarse. Están muy cansados: a no olvidar que estuvieron 8 horas con el culo en la silla firmando papelitos mientras ustedes corrían detrás del bebé, bañaban al perro, despiojaban al pibe del medio y abrían el paquete de Paty.


8) PROCURA VERTE FELIZ: “Regálale una gran sonrisa y muestra sinceridad en tu deseo de complacerlo. Tu felicidad es su recompensa por su esfuerzo diario.”

¿Depresión? ¿Qué carajo es eso? ¿Quién lo inventó? Algún psiquiatra con ganas de currar a la gente, seguro. Ustedes, carísimas lectoras, tienen que ser felices y estar siempre tan eufóricas como payaso nuevo (eso sí, sin hacer demasiado aspavientos ruidosos, no olviden por favor el apartado número 7). Sonrían todo el tiempo, aún cuando les duela hasta el último átomo de sus humanidades. Cuélguense del cuello de sus esposos cuando vuelvan del trabajo con una genuina alegría. Agradézcanles que les permitan servirlo. Tiren cohetes y otros fuegos de artificio para celebrar su gloriosa esclavitud (y nada de andar pidiendo descanso dominical, un salario normal, dos pagas, mes de vacaciones y una pensión tras la jubilación).


9) ESCÚCHALO: “Puede que tengas una docena de cosas importantes que decirle, pero a su llegada no es el mejor momento para hablarlas. Déjalo hablar antes, recuerda que sus temas son más importantes que los tuyos.”

Chicas, tengan en cuenta que un balance o un giro en descubierto en el banco son  mucho más importantes que un inodoro tapadoun caño roto en la cocina y un niño atragantado con un rulemán. ¿Por qué insisten en atosigar a sus esposos con nimiedades hogareñas? Déjenlos explayarse sobre sus asuntos, por lo menos hasta que la cara del chico pase de violeta a negra. No sean desubicadas.

10) PONTE EN SUS ZAPATOS: “No te quejes si llega tarde, si va a divertirse sin ti o si no llega en toda la noche. Trata de entender su mundo de presión y compromisos, y su verdadera necesidad de estar relajado en casa.” 

Ustedes son unas hincha pelotas que no quieren entender. Cuando el hombre llega a casa a cualquier hora con una tanga en la cabeza, una corneta en la mano y un aliento a alcohol que apesta, no tienen ningún derecho a presentar quejas. El tipo necesita estar relajado, no escuchar a una loca en camisón vomitando todo tipo de improperios. Sepan que sus maridos tiene compromisos con la secretaria y es duro para él tener que soportar la presión de sus siliconas cuando ella se le desparrama arriba. 

11) NO TE QUEJES: “No lo satures con problemas insignificantes. Cualquier problema tuyo es un pequeño detalle comparado con lo que él tuvo que pasar.”

Las mujeres acostumbramos a abrumar a nuestros hombres con problemas insignificantes. Nuestras dificultades no son nada comparadas con sus conflictos. ¿No se dan cuenta de que él sale como un león a enfrentarse con un mundo hostil mientras ustedes se quedan en casa cómodas y tranquilas? ¿Qué? ¿Qué tenés cáncer? ¡Ay, por favor, no vas a comparar esa pelotudez con una inspección de la DGI! Yo no sé por qué se empeñan en no entender que el hombre es grande y la mujer es pequeña. Por lo tanto, sus problemas son importantísimos y los nuestros, banales. Aunque el problema del hombre sea que perdió Boca y el nuestro que nos tapó el Riachuelo.


CONSEJO EXTRA: HAZLO SENTIR A SUS ANCHAS: “Deja que se acomode en su sillón favorito o se recueste en la habitación. Ten una bebida caliente lista para él. Arréglale la almohada y ofrece quitarle sus zapatos. Habla con voz suave y placentera.”
Sus matrimonios están al borde del precipicio, queridas mías, porque nunca les quitan los zapatos a sus maridos cuando se repantigan en sus sillones favoritos a lo Homero Simpson. Tampoco se los lustran. Tampoco les lamen las suelas. ¿Qué les pasa, por Dios, qué les pasa? ¿Cómo pueden ser tan ladinas e ingratas?

Hasta aquí, señoras, la “Guía de la buena esposa”. Pergeñada en 1953, es cierto, pero aún fresquísima en las cabezas de unos cuantos mamarrachos. A mí me pareció un capítulo de “Hechizada” sin Endora, qué quieren que les diga, pero de todos modos intenté hacerlas entrar en razón. Por favor, traten de seguir la guía al pie de la letra si desean conservar sus matrimonios. Porque siendo inútil, egoísta, amarga, desordenada y gorda como yo, tarde o temprano serán cambiadas por una mujer que sepa ocupar su lugar y honre su ventajosa condición de esposa. Perdón, ESPOSA.

O esposada, qué se yo.