domingo, 28 de agosto de 2016

MIS AMADOS MONSTRUOS I


MIS  AMADOS MONSTRUOS I

“Para conquistar a una mujer, llévatela a ver Drácula.” 
 Béla Lugosi

Cuando digo que me encanta el cine de terror, todo el mundo me mira raro. Se supone que este género es para los adolescentes y que las cuarentonas nos dedicamos a ver las almibaradas películas de “Cosmopolitan”, con el alto riesgo de sufrir un coma diabético (un poco de baboseo está bien, pero tampoco la pavada) o las novelas pedorras de la TV abierta, historias boludas cuyo único atractivo reside en un par de pendejos en cueros.
Amo el cine de terror. Y amo ciertos personajes que, sin ninguna duda, han pasado a formar parte de la historia del cine. Aquí se los traigo, mis queridos, para que los amen tanto como yo. De nada.

 
THE PHANTOM OF THE OPERA (LON CHANEY)

Cuando yo era chica, vivía en mi barrio un viejo tétrico a quienes todos llamaban “Loncha”. No entendí el sobrenombre (que asociaba, más bien con una feta de salame) hasta muchos años después, cuando descubrí a “El hombre de las mil caras”.
Chaney nació en Colorado, EEUU, en 1883, hijo de padres sordomudos, lo que hizo que desde muy pequeño aprendiera a comunicarse mediante la pantomima.  Fue un prolífico actor en la época del cine mudo.
En 1925, dirigido por  Rupert Julian, protagonizó el film “The Phantom of the Opera” ("El fantasma de la Ópera"). Y fue el Fantasma más maravilloso que haya existido jamás.
Ray Bradbury, refiriéndose a Lon Chaney, dijo cierta vez: “Él pone al descubierto esa parte de uno, porque uno teme que no lo amen, uno teme que nunca lo amen, uno teme que una parte suya sea grotesca, que el mundo le de la espalda”.
Chaney falleció en 1930, víctima de un cáncer de pulmón. Una curiosidad: la lápida de su tumba, en el Forest Lawn Memorial Park Cemetery de California, ha permanecido todos estos años sin ninguna inscripción.
La película de 1957 “Man of a Thousand Faces” "El hombre de las mil caras", dirigida por Joseph Pevney,  retrata la vida de Lon Chaney, que fue interpretado por James Cagney. 


DRÁCULA (BÉLA LUGOSI)

Béla nació en Lugoj, Transilvania, región del Reino de Hungría que estaba anexado al  Imperio Austro-Húngaro (Rumania), en 1882. Comenzó su carrera de actor en Europa, pero tuvo que exiliarse  en EEUU por motivos políticos. Luego de interpretar al Conde Drácula en distintos teatros de Brodway, llegó con su personaje a Hollywood. En 1931, dirigido por Tod Browning, protagonizó “Drácula”.
Nadie interpretó al Conde como Béla.  Sus amenazadores colmillos, acompañados por unos expresivísimos ojos, brillantes y desorbitados, no tuvieron parangón dentro del mundo del cine fantástico. Lugosi creó un Drácula aristocrático y atractivo, que lo catapultó a la fama mundial.
Béla tuvo un triste final: adicto a la morfina y los estupefacientes, y después de interpretar una serie de películas de bajo presupuesto, algunas de ellas dirigido por el mítico Ed Wood, falleció a los 73 años, en 1956. Dicen que sus últimas palabras fueron: “¡Soy el Conde Drácula, rey de los vampiros! ¡Soy inmortal!”. Fue incinerado llevando puesto su disfraz del Conde, tal como lo había especificado en su testamento.
Es impresionante ver a Martin Landau personificando a Lugosi en el film “Ed Wood”, de 1994, dirigido por Tim Burton.
Hubo otros vampiros en la historia del cine (incluso algunos a los que una les hubiera pedido un mordisco de rodillas, como Brad Pitt o Tom Cruise), pero Béla es Drácula.


FRANKENSTEIN (BORIS KARLOFF)

Así como Lugosi es Drácula, Boris Karloff es Frankenstein. Nació en Londres, Inglaterra, en 1887. En el año 1931, bajo la dirección de James Whale , cuyos últimos años, valga el dato, están maravillosamente retratados en el film de 1998 “God and monsters” ("Dioses y monstruos"), interpretado por Ian McKellen y Brendan Fraser, y dirigido por Bill Condon, protagonizó “Frankenstein”. Cuenta la leyenda que Lugosi rechazó este papel, por tratarse de un personaje con poco diálogo y mucho maquillaje.
¿Cómo no amar a este monstruo adorable, de cara cuadrada y simpáticos tornillitos a cada lado del cuello?


IMHOTEP (BORIS KARLOFF)

Karloff interpretó, un año después y bajo la dirección de Karl Freund, “The Mummy” "La Momia"), donde se lució en el papel de Imhotep, un sacerdote del Antiguo Egipto resucitado por unos arqueólogos estúpidos (esa fue una momia con todas la de la ley, la momia que amamos y tememos, y no las porquerías modernas que son un híbrido detestable entre “Indiana Jones” y “The Mummy”).
Boris falleció en 1969.


 EL JOROBADO DE NOTRE DAME (CHARLES LAUGHTON)

Charles Laughton  fue un excelente actor y director de cine y teatro nacido en Scarborough, Reino Unido, 1 de julio de 1899. Se nacionalizó estadounidense en 1950. En el año 1939 se puso en la piel del contrecho Quasimodo imaginado por Victor Hugo, en un espectacular remake del éxito del cine mudo “The Hunchback of Notre Dame” (“El jorobado de Notre Dame”), protagonizado por Lon Chaney en 1923. La película fue dirigida por  William Dieterle y coprotagonizada por una jovencísima Maureen O Hara en el papel de Esmeralda. La actuación de Laughton fue increíble. A lo largo de la historia del cine ha habido Jorobados y Jorobaditos, pero a todos les pasa el trapo. Una maravilla.
Charles Laughton estaba casado con Elsa Lanchester, la preciosa novia de Frankenstein. Años después de su muerte, Elsa  confesó en sus memorias que Charles era homosexual, hecho del que ella se enteró después de un año de matrimonio (más un año de vida en común anterior a la boda). Ambos optaron por continuar casados ya que por entonces la actitud de la sociedad hacia los homosexuales era muy hostil. La preferencia sexual de Laughton no fue de dominio público, aunque sí fue conocida por sus amigos y algunos colegas. Laughton y Lanchester se entendían en muchos aspectos y tenían aficiones en común más allá de la vida conyugal. Su relación les daba protección ante el escrutinio público y libertad personal puertas adentro. Su compenetración desde el punto de vista profesional era excelente.
Charles Laughton falleció en Hollywood el 15 de diciembre de 1962.

Hasta aquí, mis queridos, la primera parte de la lista de mis amados, amadísimos monstruos. Me despido hasta la próxima con una encantadora y espeluznante frase del escritor Kurt Vonnegut, nacido, como yo, un 11 de noviembre, aunque algunos añitos antes: "El verdadero terror es levantarse una mañana y descubrir que tus compañeros de instituto están gobernando el país".

Buenas noches. 

sábado, 20 de agosto de 2016

¿SOLTERA O CASADA?


¿SOLTERA O CASADA?

“No es verdad que el matrimonio sea indisoluble. Se disuelve fácilmente en el aburrimiento.”  
Chumy Chúmez

“El hombre soltero es un animal incompleto. Se asemeja a la mitad de un par de tijeras.” 
Benjamín Franklin

Michel de Montaigne sostuvo, alguna vez, que el matrimonio era como una jaula y que uno podía ver a los pájaros que estaban afuera desesperados por entrar y, a los que estaban adentro, igualmente desesperados por salir. Esta apreciación estaba muy bien para el siglo XVI, pero en estos días, cuando son muchos los hombres y mujeres que optan por la soltería como estilo de vida sin renegar de ella y sin abominarla, parece algo desproporcionada. Hace tiempo que, entre el casamiento y la soltería, la última es la opción más taquillera. En Estados Unidos, el 40 % de los  ciudadanos son felices singles. Otro tanto sucede en Europa, donde Hamburgo, la ciudad alemana donde Los Beatles hicieron sus primeros pinitos musicales, es conocida como “la ciudad de los solteros”, debido al alto número de habitantes de la misma que eligieron no pasar por el Registro Civil. Esta opción tan en boga fue reflejada en series de TV como The Single Guy, Seinfeld,  Two & Half Man, The Big Bang Theory  y Will & Grace, entre otras, que no sólo mostraron lo que estaba pasando en relación al tema, sino que establecieron el paradigma del soltero de hoy: exitoso y fóbico. Para él, la paternidad no es un tema trascendente y huye del matrimonio con la intención de no repetir los patrones familiares inadecuados que padeció en su niñez y su adolescencia.  Parece que la generación X (que abarca a quienes hemos nacido entre 1964 y 1980) ya ha hecho su elección: “¡Solteros “pa toa” la vida!”, tal como reza la famosa coplita española “Compuesta y sin novio”.
Desde 1960 hasta el día de hoy, la cantidad de solteros en el mundo ha crecido un 500%.  En la actualidad, no pesa sobre ninguna mujer el mandato cultural que la urgía a encontrar marido, y las señoritas que pasan los 30 sin vestido y sin torta han dejado de considerarse pobres solteronas que se han quedado sin ilusión y sin fe. Pero, más allá de ser la soltería una elección de vida que cuenta cada vez con más adeptos, todavía está en discusión quiénes la pasan mejor, solteros o casados. Según estudios de las Universidades británicas de York y de Warwick, los casados no sólo viven más años sino que tienen, además, una mejor calidad de vida.  Esta aseveración,  que resulta harto sospechosa para quienes estamos dentro de la jaula de Montaigne, se basa en que los sueldos que ambos cónyuges aportan a la pareja contribuyen a lograr cierta seguridad económica, en que el soporte emocional que supuestamente viene de la mano del matrimonio reduce las posibilidades de sufrir depresiones  y en que las personas que viven en pareja son menos propensas a realizar actividades que pongan en riesgo sus vidas (escalar el Everest, por ejemplo, salvo que se de el caso en que ambos cónyuges sean locos de la guerra y encuentren más atractivos el congelamiento y la falta de oxígeno que un domingo con panzada de ravioles).
De más está señalar que los solteros no están muy de acuerdo con las conclusiones de las antedichas Universidades británicas y rebuznan que la independencia es la fuente máxima de la felicidad. Están bien contentos con la posibilidad de malgastar sus sueldos como gusten, entrar y salir de sus casas sin darle explicaciones a nadie y escalar, aunque sea, alguna sierrita en Tandil.
Después de mucho investigar en la web y de toparme con 5.000 opúsculos escritos por cristianos recalcitrantes que planteaban razones de toda índole para defenestrar el matrimonio homosexual, he dado con un pequeño artículo que plantea, por un lado, las ventajas de estar casado y, por el otro, las de seguir libre como el viento. Les anticipo, desde ya, que no es gran cosa. Pero bue, es jueves a la tarde, llueve a cántaros y no tengo otra cosa mejor que hacer, así que paso a enumerar los provechos que ofrecen estas dos opciones de vida (según la web, claro).

7 VENTAJAS DEL MATRIMONIO SEGÚN LA WEB

1- El matrimonio ayuda a tener una vida mas larga, ya que según varios estudios las personas  casadas viven más. Si bien este dato parece ser irrefutable, tiene, según mi sedicioso punto de vista, dos lecturas posibles. La lectura positiva es la que lo incluye como una de las ventajas del matrimonio, ya que asume que una vida más larga permite disfrutar más y mejor de las mieles del himeneo. La lectura negativa, por el contrario, lo incluiría en una de sus desventajas: vivir más sería dilatar de manera lastimosa un tiempo de padecimiento legalizado por un Juez hijo de puta y por un cura más hijo de puta todavía.

2-Se comparten los gastos del hogar: Es cierto que estando casados (y si ambos cónyuges trabajan fuera de la casa), los gastos del hogar se comparten. Pero también es cierto que los gastos del hogar se pueden compartir con un roomie más o menos piola al que no tenemos que darle tantas explicaciones como a un consorte hincha pelotas. Así que no sé.

3-El matrimonio nos estimula a tener una casa y un auto mejores. Que el matrimonio sea un estímulo para la superación económica es una aserción algo traída de los pelos que corre por cuenta de la gente de la web y con la cual vuestra servidora no está muy de acuerdo. Son infinitos los casos de matrimonios añosos que todavía viven en una casita de morondanga, propia en el mejor de los casos, y alquilada, en el más triste. La superación económica poco tiene que ver con el Registro Civil. Un señor emprendedor lo es soltero o casado y a un indolente que gusta de las siestas largas y el mate en el patio no lo corrige ni Cristo.

4-Se evita llegar solo a la vejez. Esta ventaja es incuestionable. Salvo en el caso de una viudez prematura e inesperada, el matrimonio evita que nos convirtamos en viejas solitarias que mascullan obscenidades mientras le dan de comer a las palomas. Casadas seremos viejas belicosas con maridos a quienes putear a viva voz.

5-Se tiene más y mejor sexo: Permítanme dudar, señores. Más sexo se tendrá en los primeros años de matrimonio, cuando todo es jolgorio y fogonazo. Mejor sexo, no sé. Mejor sexo que con los cónyuges se tiene con los amantes y con los desconocidos, al mejor estilo “El último tango en París”. 

6-Las personas casadas son más felices siempre y cuando ambos estén felices con la unión. Para que esta ventaja se de es necesario contar previamente con un matrimonio en el cual ambas partes estén felices con la unión. Que debe haber, cómo no. Tampoco vamos a ser tan pesimistas.

7- El matrimonio nos ayuda a madurar,  crecer y ser mejores personas. Cierto es que las solteras se siguen portando como adolescentes aún pasados los 35. El matrimonio es bueno para sentar cabeza y dejarse de pelotudear con los jueguitos de Facebook. Si eso nos convierte en mejores personas, no sé.

7 VENTAJAS DE LA SOLTERÍA  SEGÚN LA WEB

1-La soltería ayuda a lograr mayor éxito en el trabajo, ya que la falta de compromisos en el hogar permite dedicarle más tiempo. Yo no le encuentro ninguna ventaja a ser una workaholic. Al contrario, obsesionarse con el trabajo me parece una desventaja tremenda.

2-Una administra su dinero, no depende de nadie, puede entrar y salir de su casa sin pedir permiso ni hacer consultas. He aquí las ventajas más claras que ofrece la soltería. Una es dueña de hacer con su vida lo que se le canta, sin rogar permisos ni lidiar con caras de traste. Puede ir, venir y salir con quién se le ocurra. ¡Pero cuidado! En nuestros años mozos no nos faltarán candidatos para ese living la vida loca que promete la soltería. Pero en cuanto nuestros encantos comiencen a mermar empezarán a escasear los voluntarios para reventar la noche con nos. Y con el paso irrebatible del tiempo nos convertiremos en esas viejas que les daban de comer a las palomas puteando por lo bajo, ¿se acuerdan?

3- Se tiene mejor figura, ya que las personas casadas por lo general engordan. Esto es una verdad irrefutable. La casada tiende a achancharse y darle a los vigilantes con membrillo y pastelera a destajo.  Que un raviolito aquí que un canelón allá, y cuando nos queremos acordar no nos entra ni la sotana del Reverendo Alegría.

4-Se tiene más espacio libre en la casa y se puede usar el televisor o la computadora sin  restricciones. Estas ventajas son relativas. El espacio libre depende más del tamaño de la casa que del estado civil de sus habitantes. Y usar el televisor y la computadora sin restricciones no tiene ni comparación con tener a alguien a quien atormentarle la vida.

5-Se puede comer a la hora que uno desee y lo que uno desee. Esta es una verdad a medias. Si bien siendo soltera una puede comer a la hora que desee, eso de comer lo que desea está por verse. Ser soltera no significa haber renunciado de manera terminante al sexo y a sus delicias. Sólo implica no legalizarlo. Y para tener sexo fuera de un marco legal hay que estar más o menos presentable. Cosa que es imposible si una se pasa el santo día tragando porquerías, como una avestruz frenética.

6-Se gasta menos dinero en decorar la casa y hacer regalos, y  no hay visitas a los suegros. No es cierto que una soltera gaste menos dinero que una casada. El dinero que la casada supuestamente invierte en la mejora del hogar, la soltera lo emplea en su persona. Ropas, peluquería y tuneadas varias encarecen la vida de las solteras que desean verse deseables, valga la redundancia. Regalar regala todo el mundo, sea casado o soltero. Uno podría asumir que las solteras se ahorran los regalos de Navidad y Reyes y los huevos de Pascua. Pero estaría cayendo en una falacia, porque estas chicas también  tienen sobrinos, primos o hermanitos pequeños.  Lo de las visitas a los suegros sí es una clara ventaja de solteras sobre casadas.

7-Se cuenta con más tiempo para compartir con amigos y familiares. Es lindo estar con amigas, pero, tarde o temprano, las amigas se casan. Entonces tenemos que cambiar de entorno. Y buscamos amigas más jóvenes. Que también se casan. Y así sucesivamente, hasta que llegamos a los 40 con un grupo de amigas cuyas edades rondan los 20, que nos llaman cariñosamente (y con un poco de lástima) la abuela. A estar con los familiares no le encuentro la gracia.

Hasta aquí, lo poco que pude recabar en la web acerca de las ventajas del matrimonio y las ventajas de la soltería.  Como podrán constatar, dado lo insurgente de mis comentarios, a mí no hay estado civil que me venga bien.  Queda entonces, para ustedes, la tarea de dilucidar si es mejor estar soltera o estar casada. Porque yo no me decido.

Buenas tardes.

sábado, 13 de agosto de 2016

ACCIDENTS HAPPEN


ACCIDENTS HAPPEN

“Ha habido dos grandes accidentes en mi vida. Uno de ellos fue el de coche, y el otro fue Diego. Diego fue de lejos el peor.” - Frida Kahlo

Los accidentes, mal que nos pese a los accidentados, suceden todo el tiempo y en todos los ámbitos de la vida. Yo soy adicta a las caídas: la mitad de las veces que voy a la verdulería, por ejemplo, termino despatarrada en el piso con 1 kilo de manzanas, 1 planta de lechuga de manteca y 1 kilo de tomates esparcidos a mi alrededor. Esto se debe a dos razones fundamentales: las veredas de Avellaneda tienen más accidentes geográficos que toda América Central y yo no miro por donde camino. También suelo agarrarme los dedos con las puertas, golpearme la cabeza con los estantes de la biblioteca y quemarme cuando plancho. Ya sé, queridos míos, lo que están pensando: que los accidentes suceden y que yo soy una mujer muy torpe. Puede ser, puede ser.
Entre la gama infinita de accidentes a la que estamos expuestos los mortales, existen, cómo no, los accidentes sexuales. Una tendería a pensar que un accidente sexual es algo tan sencillo como la rotura de un preservativo en medio del acto amoroso. Pero parece que no. Hay otro tipo de accidentes que, algunas veces, pueden terminar muy mal, como fue el caso de un joven de 25 años que, en enero de 2011, en Floresta, murió al caer desde un balcón del 6º piso de un edificio de apartamentos en momentos en que intentaba ocultarse del marido de su amante. O el de una pareja alemana residente en Lübeck que se precipitó al vacío desde un 2º piso mientras mantenía una relación sexual de lo más vehemente, en julio del 2010, sufriendo ambos tórtolos diversas  contusiones.
La compañía norteamericana  Medical Insurance  ha realizado un estudio según el cual 240 millones de personas en el mundo tienen sexo cada día. Este estudio agrega, además, que cada una de esas personas sexualmente activas, tiene, aproximadamente, unas 112 relaciones al año. Pero ese no es quid de la cuestión: el quid de la cuestión es que casi un tercio de estos felices amantes termina experimentando un accidente derivado del sexo.

Medical Insurance  elaboró una  infografía que nos acerca datos de lo más interesantes: cuáles son las lesiones más frecuentes que se sufren teniendo sexo, cuáles son los objetos que se rompen con más asiduidad en medio del frenesí erótico y cuáles son los lugares más peligrosos para un revolcón.  Pasen y vean.


 Las 10 lesiones más frecuentes que se sufren durante el sexo

El amor, señores, es maravilloso. Pero a veces resulta tan peligroso como cruzar la Autopista Richieri con los ojos vendados. Rasguños, moretones, magulladuras, torceduras y dolores varios pueden ser resultado de una sesión amatoria donde faltó precalentamiento o sobraron hervores. 

1) Tirón muscular: Parece que el traqueteo erótico es caldo de cultivo para los estiramientos o desgarros  de músculos y tendones, lo cual no significa que el 100 % de los amantes sean atletas consumados. Basta con un movimiento incorrecto o brusco para que, lo que pintaba como un revuelco de aquellos acabe antes de empezar.

2) Dolores en la baja espalda: Hacer el amor salvajemente (y no tanto) puede ser causa dolor, inflamación y contractura muscular.

3) Ardor en las rodillas: Estos ardores, productos de rasguños y raspones, son muy comunes entre los amantes que gustan de escenarios diversos y no se conforman con dar rienda suelta a la pasión en una cama común y silvestre. Para evitarlos suele aconsejarse a ciertas señoritas excesivamente efusivas el uso de rodilleras. 

4) Tortícolis: El sexo también puede provocar contracturas de cuello. Hay que tener cuidado de no excederse en los fervores y no andar revoleando el cuello a lo Raffaella Carrà.

5) Golpes en los codos y las rodillas: Típicas magulladuras amatorias.

6) Hombros magullados: Ídem.

7) Torsión de las rodillas: Consecuencia de las malas posiciones.

8) Esguince o tensión en las muñecas: Durante una escaramuza amatoria uno puede esguinzarse una muñeca por una mala posición o por una caída, que puede ser rimbombante como la de la  pareja de  Lübeck o, mucho más humilde: si andamos con mala estrella es suficiente caernos del catre para hacernos pelota contra el piso.

9) Esguince o tensión en los tobillos: Ídem

10) Dedos doblados: Recontra ídem.


Los 10 objetos que se rompen con más frecuencia durante el sexo
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Por más cuidadoso que uno sea a la hora de los bifes, siempre hay algo que termina roto, sobre todo si la casa es chica. 
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1) Bases de cama: A todos nos pasó alguna vez. Demasiado traqueteo demasiado intenso durante demasiado tiempo y a la mierda con la base o las patas de la cama. Este accidente, por lo general, no acarrea lesiones de gravedad y puede convertirse en una anécdota graciosa o en un elemento de flagelación cuando los ardores de la pareja han disminuido y ya no hay ni traqueteos, ni intensidades, ni nada que se le parezca.
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2) Copas y botellas de vino: Es muy común que, para avivar el fuego y desinhibir a los amantes, el alcohol esté presente en la previa de las relaciones sexuales. Si la cosa se desmadró antes de poder poner botellas y vasos a resguardo, la pasión puede terminar con unos cuantos vidrios rotos.

3) Cuadros de la pared: Los consabidos portarretratos pueden ser desbaratados de un manotazo o pueden desbarrancarse si se golpea la pared con demasiado ímpetu.

4) Sillas: Hacer el amor en una silla es un poco incómodo, pero no deja de tener su encanto. Hasta que las patas del mentado mueble ceden y la feliz pareja queda desparramada en el piso, con los culos al norte y con alguna de las diez lesiones enumeradas anteriormente.

5) Tazas de té: Algunas parejas antojadizas se lanzan a tener sexo luego de haber desayunado en la cama. Las tazas de té o café suelen tener el mismo triste final que las copas y las botellas de vino a las que hicimos referencia en el punto 2  de esta juiciosa lista.

6) Paredes dañadas: ¿Cómo se dañan las paredes teniendo sexo? Qué se yo. Mi experiencia en el tema es vasta, pero tampoco soy El Libro Gordo de Petete.

7) Cajones de cómodas: Los cajones también suelen sucumbir ante los manotazos y las patadas urgentes, tal como las copas, las botellas, los cuadros y las tazas de té.

8) Puertas: Las puertas se suelen dañar del mismo modo que las paredes, por lo tanto, no tengo ni puta idea cómo.

9) Ventanas: Si la pareja es algo exhibicionista o si gusta de tomar aire cuando se entrega a la lujuria carnal, es común que haga el amor cerca de una ventana. Si la cosa se pone muy caliente, seguro que hay vidrios rotos o cortinas desgarradas.

10) Jarrones o floreros: Los jarrones y floreros que decoran mesas y mesitas pueden ser barridos por manotazos involuntarios en la vida real o por manotazos fríamente calculados en las películas, cuando el galán de turno arrasa con todo lo que hay sobre un mueble para consumar el acto sexual sobre el mentado bártulo.


Los 10 lugares más peligrosos para tener sexo

Buscando desbaratar la rutina o ponerle un plus de aventura al vínculo, muchas parejas tienen sexo en lugares que no son los que habitualmente se utilizan para los trámites carnales. Un auto, un baño público, un cuarto ajeno asaltado en medio de una fiesta, una plaza, la playa. Medical Insurance  ha confeccionado, después de sesudos estudios, una lista que abarca los 10 lugares más peligrosos para hacer el amor. Como esta es una cuestión de estadísticas y son escasos o directamente inexistentes los casos en los que una pareja se cae de un barranco o es atacada por una estampida de rinocerontes mientras hace el amor, los lugares que aparecen en esta lista pueden resultar de lo más prosaicos. 

1) Sofá: ¿Qué riesgo puede conllevar hacer el amor en un sofá? ¿Qué algún resorte se clave en las calurosas humanidades de los amantes? ¿Qué en el frenesí de la cópula rueden y terminen en el piso? Tampoco es para tanto.

2) Escalera: Tener sexo en una escalera sí puede ser peligroso, sobre todo si los embates eróticos arremeten contra las barandas.

3)  Auto: Salvo que el auto esté en movimiento y uno de los implicados en el acto sexual sea el conductor, yo no veo que sea demasiado alarmante hacer el amor en un coche. Los riesgos son, a mi criterio, clavarse una palanca de cambios en un lugar non sancto o ser abordados por Jason Voorhees en un mal día. 

4) Ducha: Si uno tiene sexo en la ducha corre varios riesgos: enredarse con la cortina, romper la mampara o resbalar y caer exponiéndose a recibir algunas de las lesiones enumeradas anteriormente u otras peores aún.

5) Cama: Ustedes dirán, y con razón, que una cama es el lugar más seguro para hacer el amor. Pero ya les expliqué que esto es una cuestión de estadísticas.  Parece que aún en un ámbito tan ramplón como una cama la gente tiene accidentes. Se caerán, supongo.

6) Silla: Ya hemos hablado anteriormente de los apuros que puede acarrear tener sexo en una silla. 

7) Mesa de la cocina: Parece que después de “The Postman Always Rings Twice” (“El cartero siempre llama dos veces”), muchas parejas han intentado emular a Jack Nicholson y Jessica Lange y dar rienda suelta a sus ardores eróticos sobre la mesa de la cocina. Si hay gente que se cae de la cama, imagínense ustedes cuántos chitrulos pueden llegar a caerse de la mesa.

8) Jardín: Hacer el amor en el jardínsobre todo en verano, es lindo y bucólico. El gran problema lo presentan los jardines delanteros, que nos exponen a la vista de curiosos y voyeurs. Otro inconveniente que ofrece el jardín es la proliferación de insectos y alimañas que pueden hacer estragos en zonas que, generalmente, no suelen  ver el sol.

9) Baño: Tener sexo en el baño puede acarrear una serie de accidentes: si lo hacemos sentados en la tapa del inodoro, la podemos quebrar e irnos a la miércoles, si lo hacemos contra la pileta, la podemos arrancar e irnos a la miércoles,  si lo hacemos en la ducha ya vimos lo que puede suceder (además de irnos a la miércoles), etc. 

10) Clóset: El riesgo de hacer el amor en el clóset es cerrar la puerta en medio del frenesí y después no poder abrirla. Situación de lo más espantosa para vuestra servidora, claustrofóbica si las hay, que la supone como una pesadilla de Edgar Allan Poe. Yo en un clóset no me meto ni con Jared Padalecki. Aunque el arrepentimiento me carcoma el resto de mis días.

Hasta aquí, mis queridos, los datos que Medical Insurance  ha aportado acerca del tema. Espero que les hayan sido de utilidad para tomar ciertas precauciones o, por lo menos, para entretenerse un rato. Como corolario de este escrito les dejo una frase de François de la Rochefoucauld: “No hay accidente, por desgraciado que sea, del que los hombres hábiles no obtengan provecho.”

Arrivederci.

miércoles, 3 de agosto de 2016

BLANCANIEVES VS LA MADRASTRA: EL ESPEJO CONTRAATACA


BLANCANIEVES VS LA MADRASTRA: EL ESPEJO CONTRAATACA

"Llévala lejos, al bosque, donde pueda cortar flores. Y ahí mi fiel sirviente... ¡la matarás!" 
La Madrastra

Hace un par de años, recién entrada en la cuarentena (de años, no  de días, que yo soy muy sanita), me quejaba amargamente por haber alcanzado la categoría de “señora” y lamentaba que, de ser actriz, ya nunca podría interpretar el deseado rol de “la chica” en ninguna película más o menos decente, salvo que prestara mi cuerpecito para una producción del tipo de “White Palace” (“Pasión sin barreras” o “Pasión otoñal”, como gusten ustedes), donde una madura Susan Sarandon se zampa a un James Spader joven pero inexpresivo. Porque es de público conocimiento que, en cine, si la mujer es mayor que su partenaire, se contará una historia que gire alrededor de la diferencia de edades, pero,  si el mayor es el hombre, la película versará sobre cualquier asunto, porque que una tontuela de 20 retoce con un cincuentón es la cosa más natural del mundo.
Muchas veces, señores, lamenté no caber ya en el primoroso vestidito de la impoluta Blancanieves. Pero hoy, después de ver como una espléndida Julia Robets humilla sin compasión a Lilly Collins en “Mirror, Mirror” (“Espejito, espejito”) y una más que regia Charlize Theron le pasa el trapo a Kristen Stewart, aletargada por tanto mordisco aunque se las quiera dar de guerrera, en “Snow White and the Hunstman” (“Blancanieves y el cazador”),  me di cuenta  que no. Que no quiero ser Blancanieves. Que quiero ser la Madrastra.
A la luz de este jubiloso descubrimiento, confeccioné una pequeña lista enumerando las razones por las cuales cualquier señor avispado en edad de merecer debe huir de Blancanieves y quedarse con  la Madrastra. Toda la vida. Aún cuando los medios de comunicación  (perversos a más no poder) pretendan convencerlo de otra cosa. Pasen y vean.

-Las Blancanieves reniegan de su cuerpo. No importa cuan perfectas sean: estas hijas de Dios siempre padecen a causa de rollos imaginarios, celulitis fantasma y narices que no son para tanto. Y tienen una convulsión si se encuentran una cana. Estas inseguridades hacen que, a la hora de los bifes, estén más pendientes de que no se les noten los rollos ficticios que de brincar alegremente sobre los masculinos que supieron conseguir.
Las Madrastras, en cambio, ya hemos aceptado todos los defectos de nuestras baqueteadas humanidades. Tantos años de “Espejito, espejito” (y de terapia, obvio) nos han reconciliado con nuestra grasa contante y sonante, nuestras piernas chuecas y nuestras cinturitas de pollo. No le tememos al “Koleston 2000”. Disfrutamos del cuerpecito que Dios nos dio (y que alimentamos esmeradamente durante años con facturas, papas fritas “Lays”  y caramelos “Cremino” de coco) porque es el único que tenemos.

-Las Blancanieves leen la “Cosmopolitan”. Esperan que el señor que las festeja tenga once erecciones diarias. Que los orgasmos les vengan solos como los estornudos. Que todo en la vida sea excitante y glamoroso. Y desprecian a un pene XS por considerarlo inútil.
Las Madrastras también leemos la “Cosmopolitan”, pero como si fuera un libro de Ray Bradbury. Sabemos lo que es la ciencia ficción.  Una sola y solita erección diaria de nuestro partenaire amerita una suelta de globos. Trabajamos alegre y concienzudamente en pos de nuestros orgasmos. Asumimos hace rato que la vida no es ni tan glamorosa ni tan excitante, pero que merece ser vivida. Y no despreciamos penes de ningún tamaño porque hasta un XS puede ser usado con pericia, y, ya se sabe, más vale maña que fuerza.

-Las Blancanieves esperan al Príncipe Azul. Pretenden que los hombres que las cortejan prendan velas, compren flores, reciten poemitas edulcorados de los que vienen en los “Dos corazones” y tengan un caballo blanco como el de San Martín.
Las Madrastras sabemos que los príncipes son feos y tienen madres inmortales que usan sombreros ridículos, y que los únicos azules son los  Pitufos.  Preferimos invertir en una botellita de vino más o menos decente el dinero dilapidado en velitas y flores. Nos gustan los “Dos corazones”, pero los versitos melosos que los acompañan nos parecen una inmundicia.  Y no queremos tener un caballo en el patio. Son animalitos muy lindos pero defecan a montones.

-Las Blancanieves se quieren casar.  “vivir en pareja”, en el mejor de los casos. Tienen una obsesión insana con esa cantinela boba que reza “Fueron felices y comieron perdices”. Quieren vestido, anillo, torta, luna de miel y todas esas cosas inútiles que ellas idealizan como si fueran las llaves del “Cofre de la Felicidad” de “Domingos para la Juventud”.
Las Madrastras ya estuvimos casadas, juntadas, adosadas y apelmazadas.  Queremos un señor que nos festeje, sí, pero lo queremos con cama afuera (lo más afuera posible).  Conocemos al dedillo la inutilidad de la Iglesia, del Registro Civil y de los trámites de todo tipo. No queremos que nos invadan y tampoco nos hace felices invadir a los demás. Y sabemos que lo único que lograríamos si nos metiéramos dentro de un vestido blanco es parecer un freezer.

-Las Blancanieves quieren tener hijos. Babean con cuanto crío se  cruza por su camino.  Tienen la peregrina idea de que un bebé la hará “mujeres completas”, como si antes de ser madres carecieran de un brazo, de una pierna o del hemisferio izquierdo del cerebro.
Las Madrastras ya tenemos hijos más o menos grandecitos. Y si no los tenemos, ya hemos adoptado a nuestros sobrinos, a los hijos de las vecinas o a un perrito querendón.  El universo de las mamaderas, los pañales y los llantos a las 3 de la mañana nos tienta tanto como una temporada en cualquier Infierno que no sea el de Rimbaud. Y no queremos convertir  forzosamente en  progenitores a señores que ya tienen hijos también grandecitos o han decidido que la paternidad es una responsabilidad que no quieren para sus vidas.

-Las Blancanieves pretenden que sus hombres coman porquerías. En pos de un ideal estético basado en la delgadez extrema y en las ojeras del Tío Lucas, estas chicas reducen drásticamente al consumo de cualquier alimento medianamente apetitoso o lo suprimen totalmente, en el más dramático de los casos. Ellas quieren lucir como si estuvieran muertas (y embalsamadas), así que un galán hambriento sólo encontrará en sus desnutridas heladeras una solitaria zanahoria, un apio desconsolado o una botella de insípida agua “Ser”. Ir a un restaurante con alguna de estas niñas es, prácticamente, un Vía Crucis. No pan, no papas, no pasta, no postre. Ni hablar de un vasito de vino. Cenar con una masticadora compulsiva de lechuga es deprimente.
Las Madrastras hacemos acopio de delicatessens. Lo último que deseamos para nos es lucir como si estuviéramos muertas.  Somos de una época gloriosa en la que las mujeres de bien usaban corrector de ojeras.  Y le hacemos honor a una buena comida, a una buena botella de vino y a un buen apple crumble (porque eso de que usamos las manzanas para envenenar chitrulas es una mentira inmunda: las usamos para cosas mucho más provechosas).

-Las Blancanieves son burras. Ni con toda la buena voluntad del mundo una puede pasar por alto la abrumadora ignorancia del 90% de estas chicas que gustan de ir por la vida dando lástima a cazadores y enanos.  No saben nada o casi nada, salvo los días en los que hay que ayunar porque así lo exige la oscurantista Dieta de la Luna y el lastimoso asunto de los penes XS (y eso porque se enteraron  en la “Cosmopolitan”).
Las Madrastras, en cambio, hemos leído mucho. Y si no hemos leído hemos vivido, que para el caso es lo mismo. Si bien es mucho más difícil engatusarnos tenemos una ventaja más que evidente: no condenamos a nuestros hombres  a escuchar todo el día boludeces sin ton ni son (porque nuestras boludeces, señores, vienen muy bien fundamentadas).

-Las Blancanieves son celosas. Las inseguridades de estas muchachas hacen que vivan con un temor enfermizo a ser abandonadas por sus pretendientes.  Son capaces de hacer escenas de celos apoteósicas si su partenaire osa poner los ojos durante 15 segundos sobre la humanidad de otra señorita. Entre hipos, llantos, desmayos y grititos histéricos acusan a sus hombres de canallas e infieles. Tienen conductas invasoras y cuasi delictivas: revisan bolsillos, agendas, teléfonos y computadoras buscando pruebas que les permitan redoblar sus hipos, llantos, desmayos y grititos histéricos. Los celos de las Blancanieves no dejan títere con cabeza: desconfían de las vecinas, las compañeras de trabajo, las primas y las amigas de Facebook.
Las Madrastras nos hemos deshecho del pesado lastre de los celos cuando cruzamos el umbral de los 30. No nos mueve un pelo que nuestros novios, concubinos, amantes o esposos le den una miradita a otra dama. Ya se sabe: estar a dieta no implica no poder echarle un vistazo al menú. No andamos hurgando en teléfonos y computadoras ajenos porque no nos gusta ni medio que hurguen en los nuestros. Las vecinas, primas y compañeras de trabajo de nuestros tórtolos nos tienen muy sin cuidado. Y nos reímos de sus amigas de Facebook. Sabemos, por experiencia, que la foto de perfil donde nuestra antagonista se parece a Jaclyn Smith poco tiene que ver con la caripela más bien anodina que la susodicha porta en la vida real.

Hasta aquí las razones -irrefutables- para que un caballero que sabe lo que hace opte por quedarse con la Madrastra y por mandar a Blancanieves a la casa de los enanos con una estampilla en el culo.  Espero que sean de utilidad para señores desinformados que creen que retozar con una veinteañera es mucho más gratificante que hacerlo con una regia cuarentona.

Au revoir.