domingo, 27 de enero de 2019

5 TIPOS DE MUJERES QUE ENLOQUECEN A LOS HOMBRES



5 TIPOS DE MUJERES QUE ENLOQUECEN A LOS HOMBRES

"Hay en ti una fuerza tan fascinante que me apresto a acusarte yo también de perder a los seres candorosos seduciéndolos con tu esplendidez."
Aleksandr Blok

Todos y todas sabemos que hay mujeres que enloquecen a los hombres. Son absolutamente irresistibles y no dejan a ninguno indiferente. Pero, ¿quiénes son esas féminas arrolladoras que van por la vida rompiendo corazones o, mejor dicho, cazándolos, como si de perdices subyugadas se trataran? Según el sitio web NuevaMujer hay cinco estereotipos de personalidad femenina que los hombres aman, afirmación respaldada por varios estudios (ya se sabe que si uno busca en la red encuentra estudios que justifican todo). Teoría que expone en una nota sin firma (achaquémosela al inefable Equipo de Redacción) intitulada ¿Será cierto? Dicen que estos son los 5 tipos de mujeres que enloquecena los hombres.
Para que ustedes se enteren y coincidan o no con el postulado de este folletín virtual, me hago eco de las cinco personalidades femeninas que doblegan la voluntad del hombre y lo obligan a amarlas con frenesí. De nada.


Mujer amiga: Si sos de esas damas amantes de los deportes, pronta a salir de copas con tu tórtolo y sus amigotes, reidora compulsiva de sus chistes por lamentables y desubicados que sean, y con el suficiente sentido del humor como para mofarte de vos misma alegremente, sos, sin duda, una hembra irresistible. Con estas mujeres los hombres se sienten sumamente cómodos y libres de hacer cualquier barrabasada, porque saben que no serán censurados, lo cual, es muy positivo, por lo menos para el sitio web NuevaMujer. Junto a estas féminas los varones descubren que, además de sexo, las mujeres pueden ofrecer amistad, lo que hace un combo perfecto. Parece que, según una encuesta  realizada por la revista masculina Men’s Health (ya nos ocuparemos de ella más adelante) entre sus lectores, el sentido del humor es la cualidad que los hombres más valoran en el sexo opuesto.


Mujer madura: Ya no sos una piba y se te complica conseguir citas. Estás convencida de que semejante catástrofe es totalmente atribuible a tu edad, pero podrías estar equivocada. Según una encuesta publicada por el diario Clarín y realizada por la consultora TNS, 6 de cada 10 hombres de entre 18 y 65 años eligen mujeres mayores de 40. Parece que las señoras de las cuatro décadas son las que más ratones despiertan en la grey masculina. La lozanía no garpa tanto como la experiencia. Un datito: la parte negativa que le ven los hombres a salir con mujeres maduras es que ellas hablan demasiado de sus relaciones anteriores. Así que buscate un pendex pero dejá de regodearte en los vericuetos de historias pasadas. Viví el hoy, que es lo único que tenemos.


La seductora: Es un hecho: los hombres se derriten frente a una mujer sensual, algo misteriosa, con movimientos y mirada felinos, sofisticada, con caderas sinuosas y piernas eternas. Atributos que la mayoría de las damas y damitas aquí presentes no tenemos. Pero no hay que preocuparse: los hombres salen con estas mujeres por curiosidad y, por lo general, se dan cuenta de que nos prefieren a nosotras, petisitas y rellenas, con movimientos tan elegantes como los de la hipopótama de “Fantasía”. Porque comprenden que la cuestión física por sí sola no puede sostener una relación. Menos mal. NuevaMujer se apura a aclarar que, si alguna de las lectoras del sitio reúne las virtudes de la seductora no debe dudar en usarlas, pero teniendo en cuenta que, si busca una relación duradera, es recomendable que, además, muestre sus cualidades internas.


Profesional e intelectual: Un estudio publicado en The Journal of Sex Research reveló que los varones se sienten más satisfechos cuando su pareja tiene una formación académica adecuada y se desarrolla profesionalmente. Si no la tienen que mantener, bah.  Aunque el estudio dice que a los machos los jode dejar de ser proveedores. Gataflorismo puro.


Mujer espíritu libre: Si te gusta salir de viaje sin planificaciones previas, disfrutás de la vida al aire libre, no te interesan los bienes materiales ni tenés idea de lo que va a pasar en tu vida dentro de un par de años, hay un hombre por ahí que va a enloquecer por vos. La creatividad, la intuición, la inspiración, la libertad de espíritu, hacen a una mujer sumamente atractiva. Este tipo de mujeres tan sueltas de cuerpo consiguen que los hombres se relajen, sobre todo porque ellos notan que las susodichas no necesitan grandes bienes ni escenas románticas demasiado elaboradas para ser felices.

Hasta aquí, amables lectores, la escueta lista de  el sitio web NuevaMujer  que reúne a los cinco tipos de mujeres que enloquecen a los hombres. Espero que haya sido de su utilidad. Me despido hasta la próxima con un pensamiento de Milo Manara: "Todo pasa por la inteligencia. Sin seres inteligentes no hay seducción. La hermosura que se puede encontrar en un cuerpo tiene que ver con una forma de percibirlo, y eso ya es pensamiento."

Buenas noches.

viernes, 18 de enero de 2019

SEX ON THE BEACH (Y OTRAS CONFESIONES DE VERANO)


SEX ON THE BEACH (Y OTRAS CONFESIONES DE VERANO)

“Cuando calienta el sol aquí en la playa
siento tu cuerpo vibrar cerca de mí.
Es tu palpitar, es tu cara, es tu pelo,
son tus besos, me estrmezco, oh, oh, oh…”
Rafael Gastón Pérez

Ya saben ustedes, mis queridos, lo que vuestra servidora opina del verano: que es una época del año repugnante y hostil en la que la boludez en sangre de la raza humana sube hasta niveles alarmantes. Una inmundicia que sólo se hace tolerable cuando se piensa que sólo es una antesala del maravilloso otoño, romántico, íntimo, sensitivo y lo suficientemente fresco como para volver a las mangas largas y dejar de mostrar los voluminosos bracitos que Dios nos dio. Pero parece que, también, es una época en la que los instintos hot tienen piedra libre. Sobre todo en las vacaciones. Sobre todo si esas vacaciones son en la playa. Por lo menos eso es lo que dice la Cosmopolitan, luego de haber realizado una calenturienta encuesta ente lectores fervorosos y desinhibidos.
La ausencia de obligaciones, la abundancia de tragos vespertinos y la proliferación de gente linda y con poca ropa despatarrada en la arena, hace que los buenos cristianos olviden rosarios y agua bendita y se larguen a tener sexo como conejos desenfrenados. “El cortar con la rutina y con los horarios nos predispone al encuentro con el otro”, asegura la psicóloga Mónica  Cruppi, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Y una, continente y templada como es, no puede dejar de preguntarse por qué el encuentro con el otro tiene que ser necesariamente sexual.  ¿No podemos encontrarnos para tomar mate o para jugar al Ludomatic?
Para que ustedes sepan de qué se habla cuando se habla de puterío veraniego, en el mejor de los casoso experimenten lamentables ramalazos de envidia, en el peor, he decidido poner en vuestro conocimiento los escandalosos resultados de la encuesta Cosmo. Tomen nota

-El 69% de las mujeres y el 72% de los hombres que respondieron a la jacarandosa encuesta de la Cosmo reconocieron que durante las vacaciones se fijan en personas que usualmente evitarían.  Según parece, durante las vacaciones (y a tono con el crecimiento fatídico de boludez en sangre del que les hablé anteriormente) damas y caballeros posan sus ojuelos en seres que, con las neuronas menos recalentadas por el sol, evitarían. Junto con las prendas íntimas, estas gentes ansiosas de reventar el verano, revolean, también,  sus más básicos instintos de supervivencia. Es así como se enredan con bebedores, adictos a las maquinitas del Casino, muertos de hambre, psicópatas y degenerados varios.

-El 58% de las mujeres y el 43% de los hombres encuestados afirmaron que durante el verano prueban cosas nuevas en la cama. Es normal que en la temporada de los calores uno esté más suelto en la cama. Sobre todo porque no está cuasi asfixiado por cinco voluminosas  frazadas y un acolchado de pluma de ganso. Pero también porque en el verano hay más predisposición a tener sexo con compañeros ocasionales. Y es de público conocimiento que lo que no se hace con consortes encorsetados se hace con aves de paso con ganas de experimentar.

-El 5% de los hombres y las mujeres consultados por la Cosmopolitan admitieron haber sido infieles en vacaciones. Qué quieren que les diga. A mí 5% me parece poco. Si durante el verano los instintos hot se descontrolan, los instintos de supervivencia brillan por su ausencia, las neuronas y algunas partes del cuerpo menos nobles se recalientan, la boludez en sangre crece, los tragos vespertinos hacen estragos y todo el mundo está casi en bolas, un 5% es nada.

-El 71% de los caballeros y el 67% de las damas encuestados admitieron haber tenido sexo con un extraño en las vacaciones. ¿Qué les dije, mis queridos? Que durante las vacaciones los instintos de supervivencia desaparecen. Y los sistemas de alarma, también. Por esa causa, confiadas gentes en celo corren a encerrarse con cualquiera para desfogarse sin evaluar los riesgos que esta conducta desaprensiva acarrea. Que pueden ir desde un simple disgusto ante humanidades poco dotadas o performances lamentables hasta el contagio de enfermedades varias y el riesgo de cuellos rebanados por atractivos psicópatas sedientos de sangre. Por eso yo le digo NO al sexo con extraños. Antes de encerrarse con alguien uno debe asegurarse de que sea lo suficientemente limpito, lo suficientemente sanito y de que no tenga veleidades de Jack el Destripador. Los disolutos de siempre dirán que no hace falta encerrarse con alguien para tener sexo y que el intercambio carnal puede realizarse en la playa sin ningún tipo de inconveniente. ¿Y qué? Cualquier perturbado puede cercenar una garganta amparado por la sombra de los médanos.

-El 3% de las mujeres y el 7% de los hombres consultados dijeron haber olvidado el nombre del compañero sexual que tuvieron en las vacaciones. Los tragos, los calores, la promiscuidad y los Beach Boys cantando “Kokomo” consiguen esto: que uno se olvide hasta del nombre del mortal con el que compartió un alegre revolcón. Vergüenza debería dar.

-El 32% de las mujeres y el 39% de los hombres que confesaron sus chanchadas veraniegas a nuestra revista favorita tuvo sexo en la playa. Con lonita o sin lonita (ya dijimos  más de una vez que un poco de arena en el culo no le hace mal a nadie), el sexo en la playa es una de las opciones más taquilleras del verano. Una, que ya peina canas, no le encuentra mucha gracia a que la actividad erótica abandone el tálamo y se instale en lugares más excitantes pero menos cómodos. Pero una es una vieja sedentaria con un sillón domesticado a la Homero Simpson. Así que, para las nuevas generaciones, el sexo en la playa está muy bien.

-El 100% de los hombres y las mujeres encuestados aseguraron que no perdonarían a sus parejas si llegaran a engañarlos durante el verano. Mirá vos, esta gente moderna. Y una la hacía tan desprejuiciada. Ante esta afirmación vale hacerse una pregunta vital: ¿estás personas que no perdonarían a sus parejas si las engañaran en verano serían más clementes si la corneada aconteciera en cualquier otra estación del año?  Porque de ser así lo de no perdonar una canita al aire estival no es más que un capricho enfadoso. Yo sé que no es fácil olvidar un desliz de nuestro partenaire, pero aquí nadie habla de olvidar. Perdonar una infidelidad pero no olvidarla es bueno: uno tiene material para echarle en cara al traidor en todas las peleas que acontezcan en la pareja de aquí a la eternidad. Y eso, señores, vale mucho más que la indignación ante la derrapada y el orgullo mal entendido.

-El 100% de los varones y el 18% de las mujeres juraron que nunca perdonarían a sus parejas si supieran que besaron a otros en vacaciones. Déjense de joder, che. Un beso no amerita tanto escándalo. En este asunto, por lo visto, las damas son mucho más razonables que los caballeros.

-El 70% de los hombres encuestados por la Cosmo confesaron que no se sienten muy seguros cuando exhiben sus cuerpos en la playa. Lamentablemente y por obra y gracia de los medios de comunicación masivos que nos bombardean con fotos de agraciadas e ignotas señoritas embutidas en diminutos bikinis y de David Beckman en calzoncillos, lo que antes era ir a la playa a disfrutar del sol, tomar mate y jugar al truco ahora se convirtió en ir a la playa a exhibir el cuerpo. Este cambio brutal nos ha afectado a los mujeres de forma contundente: las que antes éramos felices comiéndonos un sánguche de milanesa debajo de la sombrilla o juntando almejas en un baldecito ahora nos las pasamos mirándole los culos a las otras damas para evaluar si están más o menos caídos que el nuestro o si tienen más o menos celulitis (ese punto invento de los tiempos modernos). Y, según parece, también ha afectado a los varones. Una lástima.

-El 35% de las mujeres y el 66% de los hombres consultados afirmaron que sus romances veraniegos no duraron más que un verano. Y, sí. Eso de fijarse en gente en la que usualmente uno no lo haría y, encima, darle al trago a destajo, no podía terminar más que terminando. Para evitar quilombos venideros, cuidar el hígado y volver a calzarse la pareja insulsa de todos los días. Los amores de verano son efímeros. Son como delicadas mariposas que expiran cuando uno se sube al micro de vuelta a casa y se pregunta cómo era que se llamaban los entes con los que se revolcó en la arena.

-El 48%  de las señoritas que respondieron las sesudas preguntas de la Cosmopolitan confesaron que se sienten más sexys y seguras cuando están bronceadas. Ante esta afirmación lamentable sólo me cabe citar a la Bardot: “Las beldades bronceadas de hoy son las pasas arrugadas de mañana.” Ojo.

-El 74% de los caballeros y el 84% de las damas encuestados afirmaron que los decepcionaría volver del veraneo sin haber tenido sexo. Según la licenciada Laura Orsi, colega de la ya citada Mónica  Cruppi, las gentes en general fantaseamos demasiado acerca de lo que puede debe suceder en las vacaciones. Y cuando la cosa no se da la frustración nos invade. Nos carcome. Nos consume. Para evitar esta desagradable sensación es menester que bajemos nuestras expectativas acerca de lo que puede pasar en el Partido de la Costa. Si en Avellaneda no enganchamos ningún pavaote que nos haga el novio, ¿por qué habríamos de engancharlo en San Bernardo? 

-El 80% de los hombres y el 76% de las mujeres consultados aseveraron que son más proclives a tener historias de una sola noche durante las vacaciones. Durante el veraneo, señoritas y señoritos aceptan de mejor grado que su pareja durante una noche de lujuria no los llame por teléfono al otro día para ir a tomar un helado. Entre los turistas en edad de merecer cunde la mentalidad “esto es Bariloche”, típica de los egresados calenturientos que emprenden el  feliz viaje al sur de nuestras pampas con ansias desmesuradas de sexo, droga y rock and roll. Todo vale.

-El 16% de las mujeres encuestadas por la Cosmopolitan dijeron haber sido “retadas” por sus amigas a raíz de sus travesuras sexuales en vacaciones. Perdón, pero… ¿qué clase de amigas tienen estas chicas que andan respondiendo las preguntas de los sondeos llevados a cabo por las revistas femeninas? ¿Amigas envidiosas, resentidas, vírgenes a la fuerza, asexuadas o qué? Cualquier mujer que censure nuestras actividades carnales, legítimas o no, no merece ser llamada amiga. Las amigas están para aplaudirnos y cubrirnos las espaldas. Que quede bien clarito.

-La última pregunta de la encuesta Cosmo fue “¿Cuál es tu récord de parejas sexuales en una sola vacación?” El 15% de las damas y el 5% de los caballeros respondieron lacónicamente “Cero”. El 75% de las mujeres y el 74% de los hombres, recatados pero no tanto, mascullaron “Una”. El 6% de las féminas y el 16% de los masculinos, algo más desenfrenados, confesaron “Dos o más”. Y el 4% de los señoras y el 5% de los señores graznaron con desparpajo “Cinco o más”. Como verán, mis queridos, hay gente para todo, aunque la mayor parte de los veraneantes con una cana al aire por temporada se conforma.

Hasta aquí, caros lectores, las revelaciones que un grupo de ciudadanos que estaban al divino botón hizo a la querida y nunca bien ponderada revista Cosmopolitan. Sirvan estos datos para que se den por enterados de las actividades eróticas que señoritas y señoritos llevan a cabo en verano. Aunque más no sea para añorar tiempos mejores en los cuales a los caballeros les entraba el short de baño y las damas no debíamos parapetarnos detrás de un trapo inmundo al que los tahitianos gustaron llamar alegremente pareo.
Me despido de ustedes, mis amores, con una bella frase extraída de la también bella película “The notebook” (“El diario de Noah”), interpretada por la bonita Rachel McAdams y el apetecible ex integrante del The Mickey Mouse Club Ryan Gosling: "Los amores de verano terminan por todo tipo de razones, pero al fin y al cabo todos tienen algo en común: son estrellas fugaces. Un espectacular momento de luz celestial, una efímera luz de eternidad que en un instante se va."

Buenas tardes.

sábado, 12 de enero de 2019

CÓMO SABER SI ÉL TUVO BUEN SEXO


CÓMO SABER SI ÉL TUVO BUEN SEXO

“Para que una relación entre un hombre y una mujer sea realmente interesante, es preciso que haya entre ellos goce, memoria o deseo.”   
Nicolas Sebastien Roch Chamfort

Parece que, hoy en día, uno de los asuntos que más preocupa a las damas y damitas en edad de merecer es su desempeño sexual. Una preocupación exclusivamente masculina hasta hace algunos años, pero que en estas fechas, con tantas liberaciones de por medio, atormenta a las mujeres ávidas de saber si el hombre con el que han compartido colchón y sudores disfrutó lo suficiente. Como preguntarle algo así a un señor es inútil porque se apurará a decir que sí, que la pasó bomba, aunque esta afirmación sea tan falsa como un Pitufo rojo, hay algunas señales inequívocas que nos permiten saber si nuestro encuentro sexual fue un éxito rimbombante o un bochorno absoluto. 
Con mi proverbial espíritu de servicio, transcribo aquí una pequeña lista de las actitudes que delatan si él tuvo buen sexo o si, por el contrario, padeció entre nuestras sábanas. De nada.

8 GESTOS QUE DELATAN QUE NUESTRO HOMBRE DISFRUTÓ DEL SEXO

1) NO SE DESPEGA DE NOS: Si después del tráfico carnal, nuestro varón nos abraza y permanece pegado a nuestra sudada humanidad es porque el encuentro erótico fue un éxito rotundo. Él ha disfrutado tanto de la escaramuza que quiere prolongar la sensación de la piel compartida. El hombre satisfecho es aquel que, apagados los ardores sexuales, permanece en el lecho mimando a su media naranja.
Señales de alarma: Si después de hacer el amor, el señor que supimos conseguir se da media vuelta y se pone a roncar intempestivamente, estamos en problemas. Si, en cuanto termina el lúbrico trajín, se abalanza sobre el control remoto (en caso de que no lo hubiera manoteado antes, lo que sería realmente triste), estamos en problemas. Ni hablar si corre a la ducha como si le hubiéramos pegado la peste: un hombre que corre a bañarse luego de tener sexo la pasó como el traste y le urge sacarse de encima hasta el último resabio de nuestro ADN.

2) MANTIENE LOS OJOS ABIERTOS COMO PLATOS: Si él tuvo buen sexo, luego de amarnos de punta a punta, se quedará tendido boca arriba con los ojos abiertos. El techo será, para nuestro amante, una pantalla en blanco donde reproducirá mentalmente la gloriosa revolcada de la que fue coprotagonista.
Señales de alarma: Si después de hacer el amor,  el hombre cierra los ojos, y, sobre todo, si se queda dormido, estamos en problemas.  Él se ha aburrido como una ostra teniendo sexo con nosotras y quiere que desaparezcamos de su campo de visión.

3) SE AUSENTA, SE CUELGA Y SE TILDA: Es de público conocimiento que los hombres se ausentan, se cuelgan y se tildan todo el tiempo. Para que se queden papando moscas no hace falta un orgasmo devastador. Pero si nuestro partenaire permanece en un estado semi catatónico después de hacer el amor es porque ha gozado tanto que le cuesta abandonar esa suerte de Nirvana en la cual lo introdujimos con nuestras buenas artes sexuales. El hombre tildado es como una pobre mosca atrapada en una tela de araña. Nosotras somos las tejedoras y él, el pobre bicho que sucumbió a nuestros encantos.
Señales de alarma: Si el encuentro sexual fue calamitoso, luego de concluido el mismo, el hombre se apurará a hacer cosas mundanas: revisar si tiene algún mensaje en su teléfono, fijarse si en algún canal transmiten el partido de Boca o apurarse a pedir una pizza.  Si nuestro varón no ha quedado atontado luego de consumado el acto carnal, estamos en problemas.

4) NO PARA DE SUSURRARNOS COSAS AL OÍDO: Cuando un hombre recién ejercitado sexualmente no para de susurrarnos cosas al oído, es porque ha quedado satisfecho con la faena. Necesita comunicarse con nosotras y sondear qué tal nos resultó el trámite amatorio. Y sentir que estamos cerca.
Señales de alarma: Si, por el contrario, luego del revuelque se instala entre la pareja un silencio sepulcral, estamos en problemas.  El hombre no dice nada porque no sabe qué decir. Porque decirle a una señora que estar en su cama fue un parto es feo y porque, además, los hombres no tienen ni la más puta idea de lo atroz que puede resultar un parto.

5) FUMA UN CIGARRILLO O SE TOMA UNA COPA: Un hombre satisfecho es un hombre relajado. Que nuestro varón fume un cigarrillo o tome una copa después de mantener relaciones sexuales con nosotras, es una muy buena señal, ya que estos gestos indican que él está atravesando un momento de calma y reflexión, orientado a disfrutar de la experiencia vivida.
Señales de alarma: Si el hombre con el que hemos tenido sexo culmina el encuentro chupándose una botella entera de fernetestamos en problemas. Ese hombre bebe para olvidar. Para olvidar lo horrible que fue acostarse con nosotras.

6) SE RÍE A CARCAJADAS O DEJA ESCAPAR ALGUNAS LÁGRIMAS: Hacer el amor, señoras, puede y debe ser algo divertido. Si bien una es un tiranosaurio que piensa que nada hay menos jocoso que el coito, hay personas más descontracturadas que celebran el sexo con la euforia de un payaso nuevo: si él ríe luego del trámite libidinoso, puede estar dando muestras de la profunda alegría que lo embarga después de un orgasmo apoteósico. También puede suceder que, si nuestro varón es excesivamente sensible, largue unas lagrimitas como prueba de lo sublime que fue tener sexo con nosotras.
Señales de alarma: Curiosamente, estas señales que pueden indicar una buen momento en la cama, también pueden indicar todo lo contrario. El hombre puede reírse de nuestro pobre desempeño sexual y puede llorar por lo horrible que lo pasó fornicando con nosotras. Si el hombre se ríe y nos señala, estamos en problemas. Si el hombre llora y nos señala, estamos en problemas.

7) SE PASEA POR EL CUARTO COMO DIOS LO TRAJO AL MUNDO: Un episodio hot con resultados felices aumenta la autoestima del varón, porque ya se sabe, los machos siempre se adjudican los laureles de cualquier empresa exitosa en la que han participado, los merezcan o no. Orgulloso de su virilidad, el hombre que ha tenido buen sexo, se paseará frente a los ojos de la mujer con la que concretó como Dios lo trajo al mundo. Ante este despliegue de atributos digno de un pavo real (o de un real pavo, como gusten), una puede apurarse a arropar al descamisado para que no se resfríe o aplaudir el espectáculo sabiendo que este gesto no hará más que aumentar la de por sí inflamada autoestima del varón.
Señales de alarma: Si él tuvo una pésima experiencia erótica, se apurará a cubrir sus partes pudendas porque se sentirá avergonzado de haber participado en un acto bochornoso. Si, al culminar el encuentro,  el hombre con el que intimamos se envuelve en las sábanas como si fuera una momia egipcia, estamos en problemas. Si se tapa la cara con una almohada, estamos en problemas.

8) VA POR EL SEGUNDO ROUND: Si un hombre disfrutó como loco en nuestra cama es casi seguro que, luego de un tiempito prudencial en el que recargará las pilas, irá por la segunda vuelta. Como es natural, querrá repetir la hazaña que tanto goce le acarreó.
Señales de alarma: Sí, antes de que nos hayamos dado cuenta, nuestro partenaire se apuró a ponerse los calzones, estamos en problemas. Ni hablar si el tipo manotea el picaporte para huir de nosotras aún antes de terminar de vestirse.

Hasta aquí, mis queridas, la lista de gestos que delatan si él tuvo buen sexo. Espero que sea útil para despejar las dudas de algunas damas desorientadas. Personalmente, opino que la caridad bien entendida empieza por casa y que de poco sirve saber si nuestro hombre gozó si no gozamos nosotras. Pero ya se sabe que yo soy una egoísta.
Cierro esta parrafada con una sabia frase del artista checo Jindřich Štyrský: “Sólo es en los brazos del goce que tranquilamente duerme la moral.”

Buenas tardes.

miércoles, 2 de enero de 2019

COMER, REZAR, AMAR... PERO PRIMERO COMER

 

COMER, REZAR, AMAR… PERO PRIMERO COMER

 “Prefiero que me digan que soy amplia, no gorda.” 
Elizabeth Taylor 

Lo peor que se le puede decir a una mujer gorda es que está gorda. Es una falta de respeto, de sensibilidad y de bonhomía. Sin embargo, gran parte del vulgo desconoce, a sabiendas o no, esta verdad absoluta. Y hay individuos que, después de no vernos por muchos años, lo primero que nos largan en la jeta es un dañino “¡Qué gorda que estás!”. Si esta gente tiene ganas de hacer observaciones idiotas sobre nuestra persona podría decirnos “¡Qué largo tenés el pelo!” o “¡Qué lindo color de esmalte para uñas!”. Pero, no. Las observaciones giran siempre alrededor de nuestro peso. Salvo que hayamos adelgazado, porque nunca nadie se da por enterado de que una adelgazó, vaya Dios a saber por qué tara mental.
Además de estos especímenes obsesionados con nuestro peso, existen novios, maridos y amantes que, pretendiendo ser cariñosos, tienen la infeliz idea de llamarnos “Gorda”, “Gordi” o “Gordita”. Sepan, señores, que las mujeres en general detestamos estos apelativos, por más afectuosos que sean. Preferimos que nos llamen “Chichi”, “Pichi” o “Cuchuchita”. Y eso, considerando que tales apodos matan cualquier atisbo de pasión que pueda existir en una relación.
Las gordas tenemos siempre un abanico de excusas para justificar nuestras dimensiones: “A mí me engorda hasta el agua”, “Tengo el metabolismo muy lento”, “Me mato haciendo régimen y no bajo ni un gramo” o “Es por los corticoides.” Pero la verdad de la milanesa es que las gorditas nos comemos la milanesa, las papas fritas, las hamburguesas, los fideos del domingo y todo aquello más o menos sustancioso que se cruce en nuestro camino.
Engordamos porque comemos. ¿Y por qué comemos? La respuesta más lógica sería “Porque tenemos hambre”. Pero parece que este es sólo un postulado para salir del paso. Comemos por otras cosas mucho más retorcidas. Ante ciertas situaciones emocionales, el cerebro humano dispara el mensaje “Tengo hambre”, cosa de no ponerse a elucubrar sobre lo que realmente nos pasa. Para qué va a tomarse la molestia de indagar en nuestras necesidades más profundas, si con un pancho nos mantenemos  contentas por un rato.
Veamos, todos y todas, por qué comemos. Y veamos también qué estrategias debemos utilizar para no abalanzarnos sobre nuestra prometedora heladera.

¿POR QUÉ COMEMOS?

1- TENEMOS HAMBRE: Y, sí. A veces tenemos hambre. No todo es desajuste emocional en nuestros estómagos. Acá el peligro lo plantea qué comemos. Naturalmente, nuestro apetito debería mantenerse equilibrado, pero la ingesta indiscriminada de porquerías hace que cada vez tengamos más hambre. Las grasas saturadas y los hidratos de carbono estimulan nuestra voracidad. Y ahí se va todo a la miércoles.
Estrategias: Mantengamos nuestra heladera prácticamente vacía, salvo por una lechuga mustia y una botella de agua Ser. Antes de ir a una fiesta, comamos dos insulsas zanahorias y tomemos una sopa Ser. Evitemos pasar por las puertas de panaderías y kioscos.

2- ESTAMOS ESTRESADAS: Las mujeres nos esforzamos, nos esforzamos y nos esforzamos. En el trabajo y en el hogar. A veces estamos bajo mucha presión y, lógicamente, sentimos que, ante tanta lucha, merecemos un premio. He aquí cuando echamos mano a los “alimentos gratificantes”: un chocolate Milka, unas galletitas Tentaciones o unos bizcochitos de grasa Don Satur (alabados sean). Con estas exquisiteces nos recompensamos por tanto esfuerzo y tanta presión. Pero, en realidad, no es comer lo que necesitamos en ese momento. Necesitamos un día en un spa. Así que la cosa se pone complicada para aquellas damas cuyos peculios escasean y, contando monedas, apenas llegan a un alfajor Jorgito. Pero a no desesperar. Tenemos estrategias más económicas para calmar el estrés. Porque acá tenemos de todo, como en botica.
Estrategias: Mascar un chicle Beldent, que no suma calorías y calma los nervios. Pegarle a alguien. Eso tampoco suma calorías y también calma los nervios. Gritar hasta quedarnos afónicas.

3- ESTAMOS CANSADAS: Parece que, después de una noche de insomnio o de un gran esfuerzo físico, nuestros cuerpecillos exigen hidratos de carbono. Piden facturas, mermeladas y galletitas. Porque necesitan una inyección de energía. ¿Y qué mejor inyección de energía que un vigilante con dulce de membrillo y crema pastelera? Paradójicamente, después de mandarnos una docena de churros rellenos, nos sentiremos más cansadas que antes. Los azúcares generan un aumento veloz de energía y un descenso igual de vertiginoso. Y, además, nos acercan tenebrosamente al talle 48. Así que las inyecciones de energía hay que buscarlas por otro lado.
Estrategias: Hacer ejercicio. Caminar (para mí estas cosas cansan más, pero qué se yo). Una porción de budín de pan, según los expertos, puede ser mágicamente reemplazada por un trote alrededor de la vuelta manzana.

4- ACABAMOS DE HACER GYM: Hacer ejercicio consume las proteínas de nuestras humanidades. Después de pasar por el gimnasio, queremos una milanesa a la napolitana, unas costillitas de cerdo o, a lo sumo, una latita de atún (en aceite; el otro no tiene gusto a nada). Abalanzarnos sobre estos manjares es una boludez hecha y derecha. Sufrir en el gimnasio para tirar todo el esfuerzo por la borda en pos de un sánguche de chorizo es un acto aberrante que sólo puede perpetrar una mina de poco seso.
Estrategias: Tomarnos un vaso de leche descremada. Comernos una barrita de Cereal Fort diet. Quedarnos a vivir en el gimnasio, lejos de cualquier otra tentación que no sea acogotar a nuestra profesora.

5- ESTAMOS RODEADAS DE GENTE QUE COME: Si estamos en un bar, un restaurante o un McDonald’s y la gente que nos rodea está comiendo, como era de esperarse, tenderemos a imitar a estos felices masticadores. Ver gente comiendo abre nuestro apetito. Comemos por imitación (del mismo modo que fumamos por imitación y chupamos por imitación).
Estrategias: Engañar al estómago con un trago (con un trago de agua Ser, por supuesto; los mojitos, la caipirinha y el Tía María con crema están estrictamente prohibidos). Charlar (ya sabemos que es de mala educación hablar con la boca llena, así que si charlamos todo el tiempo como radios enloquecidas evitaremos llevarnos cualquier alimento a la boca). Histeriquear. No ir a esos lugares; ir a un restaurante para no comer es algo decididamente masoquista.

6- ESTAMOS TRISTES: La tristeza, señores, ha sido mal compensada desde nuestra más tierna infancia. Llanto: teta. Llanto: mamadera. Llanto: chupetín. Llanto: Huevo Kinder.Este recurso, quiérase o no, está incorporado en nos y hace sus estragos. Ante cualquier sensación de vacío o inquietud, nos sentimos impulsados a buscar algo que nos colme. Teta. Mamadera. Chupetín. Huevo Kinder. Tortilla a la española. Hay que sacudirse esa costumbre malsana de comer para llenar vacíos, porque con esa conducta suicida lo único que llenamos es nuestro estómago.
Estrategias: Llamar a una amiga. Salir a caminar. Llorar a moco tendido.

7- NO QUEREMOS ENFRENTAR UNA OBLIGACIÓN: Es común utilizar la comida como excusa para postergar una actividad que no tenemos ganas de realizar (esto sería algo así como “No puedo hacer esta monografía porque antes tengo que comerme un sánguche”, “No puedo lavar la ropa porque antes tengo que comerme una porción de lemon pie”, etc.). También se utiliza la comida como pretexto para postergar la toma de una decisión (“No me separo antes de terminar este plato de fideos con tuco”, “No le pego a mi ex antes de terminar esta porción de Selva Negra”, etc.). Postergar comiendo nos hace sentir que no postergamos. Que estamos haciendo algo importante, no perdiendo el tiempo en Facebook. Para vivir una tiene que comer. Todo lo demás puede esperar.
Estrategias: Evitar decir lo que acabo de decir, o sea, “Para vivir una tiene que comer”. No engañarse con excusas autocomplacientes: el plato de fideos con tuco puede esperar, que para algo están los microondas. Dejarse de joder y ponerse a hacer lo que hay que hacer.

8- TENEMOS SED: Nuestro cerebro, ante una situación de sed, dispara señales muy parecidas a las que emite ante una situación de hambre. Entonces una, que es bastante pavota, creé que quiere un Mantecol cuando en realidad lo que necesita es hidratarse.
Estrategias: Tomar un vaso de agua antes de cada comida. Tomar un vaso de agua cuando se nos antoje un kilo de helado. Tomar un vaso de agua. Y otro. Y otro.

9- ESTAMOS ABURRIDAS: Las emociones más ligadas a la comida son la ira, el aburrimiento y la ansiedad. Una noche de sábado en la que una se quedó en la casa como una pavota y no encuentra una película decente en el cable, es el caldo de cultivo ideal para la ingesta de alimentos por aburrimiento. Una tarde interminable en casa, en la oficina o en donde sea, también se presta a la masticación compulsiva. Escuchar al novio, al marido o al amante decir las mismas burradas de siempre, es otra situación límite que nos empuja a la panadería. 
Estrategias: Decir “Estoy aburrida” en voz alta para convencernos de que lo nuestro es aburrimiento y no apetencia. Buscar alguna actividad entretenida para hacer con nuestras manos: coser, bordar y abrir la puerta para ir a jugar. Separarnos.

10- ESTAMOS MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL Y ESTAR GORDAS NOS IMPORTA TRES CARAJOS: Comemos por placer. Poseemos agallas. Sabemos que somos algo más que una bolsa (grande) de tornillos sueltos. Nuestra espiritualidad es muy elevada: estamos en la Tierra con una misión mucho más trascendente que caber en un jean talle 34. Fuimos flacas en algún momento de nuestras vidas y sabemos que una cinturita de avispa no nos hizo ni más felices ni más amadas. Tenemos la panza llena y el corazón contento. Nos importa bien poco lo que diga la vecina que nos cuenta los rollitos o la compañera de secundario que hace alusión a nuestras amplitudes (nosotras, que somos buena gente, callamos ante su tez rugosa y estropeada por horas de cama solar). Somos así: nos toman o nos dejan. Y si nos dejan, se lo pierden ustedes. 

Espero que esta parrafada haya servido para echar luz acerca de las causas que nos empujan a abrazarnos de manera demencial a un pollo al horno con papas. Cada mujer sabrá por qué come y de qué manera eso afecta su psiquis y su autoestima. Yo, que no soy ninguna sílfide, asumo que muchas veces como por ira, ansiedad, depresión o aburrimiento. Pero aviso, por las dudas, que unos kilitos de más no me quitan el sueño. Y que muchas veces como pura y exclusivamente por placer. Sin sentir, siquiera, un atisbo de culpa. Sin morirme de vergüenza. Sin castigarme por la picadita del domingo. La vida es una sola, señores. Como diría mi suegro, “De este mundo llevarás panza llena y nada más”. 

¿O hay algún iluso que pretenda llevarse otra cosa?




Ilustraciones: Duane Bryers