martes, 25 de abril de 2017

CONQUISTAR, SEDUCIR, ENTRETENER



CONQUISTAR, SEDUCIR, ENTRETENER

“En amor la más bella conquista es la que más cuesta, y la más difícil de conservar, la que nada ha costado”. 
 Madame de Puysieux

El mundo está lleno de mujeres solas. Deshabitadas. Despobladas. Desguarnecidas. Bah, sin un hombre a quien romperle las pelotas. Muchas señoras y señoritas están solas por elección, cómo no. Pero hay muchas, también, que están solas porque no les queda otra. Han tratado de hacerse de un macho y, por una infinidad de razones que no voy a detallar, esta empresa les ha resultado arduamente imposible.
Yo siempre pensé que conseguir a un tipo para tener con él algo más que una noche de amasijo y lujuria carnal no era nada sencillo. Pero parece que pensé erradamente. Porque, según algunos sitios femeninos de Internet, donde se habla de esas cosas que supuestamente interesan a las mujeres (caballeros, dietas, moda y bebés), la clave del asunto son las claves. Con algunas claves una puede conseguir a un hombre, seducirlo, enamorarlo, arrastrarlo al altar y hacerle lavar los platos.

10 CLAVES PARA CONQUISTAR A UN HOMBRE

Lo primero es lo primero. Lo primero es lograr que un señor se interese en nosotras con fines más elevados que un revuelque ocasional. ¿Cómo se hace? Según la psicoterapeuta estadounidense Jacqueline Lapa Sussman, impulsora de un modelo de mujer más sensual (¿?), lo fundamental en este delicado asunto es conservar una actitud positiva. Ir por la vida con la cabeza gacha porque somos feas, gordas y nos comemos las uñas, es absolutamente contraproducente. Si nosotras nos vemos como un desecho tóxico, los hombres nos verán de la misma manera lastimosa y huirán lejos, muy lejos. Por eso debemos amarnos, mimarnos y preguntarle a un espejito obsecuente, de esos que siempre dicen lo que queremos escuchar, quién es la más hermosa del reino. El espejo nos dirá que somos nosotras, y de esta manera sencilla y natural, nos cagaremos en Nicole Kidman, Catherine Zeta-Jones y Liv Tyler.
La psicoterapeuta Lapa Sussman, autora del libro “Imágenes de Deseo: Cómo Encontrar tu Ser Sensual en la Sociedad de Hoy” (qué manera de currar, por Dios), afirma que la belleza es relativa y que la sensualidad para atraer a un hombre no tiene nada que ver con la estética, sino que es algo que toda mujer lleva dentro, y que cuando encontremos nuestro ser sensual los señores caerán ante nos como moscas. "Cuán atractiva se hace una mujer depende de ese algo especial que emana y que dice que se 'sabe' atractiva. Es ese conocimiento personal el que terminará por atraer irremediablemente a los hombres".
A mí estas claves para conquistar a un hombre me resultan harto sospechosas. Pero aquí se las dejo, caras amigas, por si a alguna damisela desesperada le reportan alguna utilidad. Anoten, anoten.

1-Seguridad: Parece que a los hombres no hay nada que le guste más que las mujeres que van por la vida con seguridad. Las féminas decididas, fuertes y capaces de tomar decisiones. Esto es, por lo menos, lo que dicen las gentes inciertas que pergeñaron este decálogo. Yo no sé. Para mí que a los hombres les atraen las mujeres económicamente autosuficientes porque se ahorran el engorroso trabajo de llenarles el buche. Pero nada más. Las decididas, las fuertes y las capaces de tomar decisiones son absolutamente relegadas cuando aparece una tetona complaciente que no se decide entre el Big Mac y el Cuarto de Libra con Queso, no soporta cortarse las uñas sin largar un aullido lastimero y ni siquiera es capaz de hilvanar una frase coherente.

2-Feminidad: Ser femenina, según estos sitios precisamente femeninos, es no putear. En el sentido de decir obscenidades. No hay que putear nunca. Jamás de los jamases. Porque si una putea los hombres la verán como una amigota con la cual chuparse unos cuantos litros de cerveza pero no como la chica soñada. Y una quiere ser la chica soñada. Convengamos en que putear es una lamentable costumbre. Muy lamentable. Sobre todo si una es fea, gorda y se come las uñas. La tetona puede putear sin asco. Porque es tetona. Y las tetonas pueden ser cloacas ambulantes sin perder la feminidad. Que reside en sus tetas, obvio.

3-Vestuario: El vestuario de una muchacha que desea pescar a un señor para fines serios debe ser sexy pero nunca demasiado atrevido. Ante los vestuarios demasiado atrevidos los hombres se asustan. Hay que escotarse adecuadamente pero no andar por la vida en bolas. Estos sabios entes sostienen, como mi distinguida abuela, que es mejor insinuar que mostrar. Que a los hombres les gusta más imaginarse cosas que verlas. ¿Por qué compran entonces la Playboy, la Hombre y cuanto pasquín ostente las desnudeces de unas cuantas señoritas calenturientas que no dejan nada librado a la imaginación? No sé, no sé.

4-Elogios: No hay que excederse con los elogios. Nada de estar diciéndole al tipo las 24 horas del puto día lo bueno y maravilloso que es. Llegado este punto, estas escamadas claves entran en conflicto con las de otros profesionales que consideran que es conveniente y hasta necesario dorarle la píldora al señor que pretendemos. Háganle caso a quien quieran.

5-Aspecto físico: Parece que los hombres no quieren top models, ni estrellas del rock. ¡Es cierto! Los hombres no quieren ni a Claudia Schiffer ni a Madonna. Nos quieren a nosotras, que somos feas, gordas y nos comemos las uñas. Cuidar el aspecto físico está bien, pero no es lo más importante. Porque si hay feeling el aspecto físico pasa absolutamente desapercibido. Hasta que aparece la tetona, of course.

6-Comprensión: Comprender a un hombre es escuchar todas las huevadas que quiera decirnos y darle siempre la razón. No vale hacer como que una escucha y pensar en el culo de Jared Padalecki. Hay que sacrificarse y escuchar si nuestro fin último es llegar al altar.

7-Detalles: A los hombres les gustan los detalles. Un regalito debajo de su almohada, una llamada divertida, ir a buscarle a la salida del trabajo. Cómo tener acceso a la almohada del tipo si una está en trámite de engancharlo, no sé. Por llamadas divertidas se entiende cazar el teléfono para contarle algún chiste pavote, creo. Ir a buscarlo al trabajo me parece un atrevimiento.

8-Sensibilidad: Hay que ser sensible y dulce. Que debe ser algo así como llorar con Titanic y usar remeras con estampas de Hello Kitty. La tetona puede reírse de Di Caprio ahogado y retorcerle el pescuezo al gato del vecino. Porque es tetona.

9-Iniciativa: Para conquistar a un hombre es menester tener planes y proponérselos. Eso sí, siempre con sutileza. Los profesionales con los cuales estamos tratando no dicen qué tipo de planes hay que proponerles a los hombres. Yo sugiero alquilar Matrix, jugar con la PlayStation y ver un partido de Boca.

10-Mesura: Ser mesurada significa callarse la boca. Si a una le gusta hablar, se jode. No hay que preguntarle nada a un hombre. Hay que dejar muchos enigmas para que los resuelvan el misterio, el tiempo, el azar... El tiempo te develará si el tipo es un mugriento o está casado.

10 CLAVES PARA SEDUCIR A TU HOMBRE

Sí, el hombre ya es tuyo. Gracias a Dios, la tetona no dio señales de vida. Albricias. Llegado este momento de gloria, es absolutamente imprescindible no sólo continuar con el juego de seducción sino intensificarlo. Para esto hay 10 claves. Sigan anotando.

1-Sé vos misma: No hay que intentar ser lo que una no es. Esto quiere decir que si una no es tetona no es lícito usar corpiños push-up. Porque a la hora de los papeles el corpiño se descarta y nuestras insuficiencias se hacen públicas. Y eso a los hombres los decepciona.

2-Querete a vos misma: De esta premisa ya hemos conversado largo y tendido. Hay que adorarse. Porque si una no se quiere ningún hombre la va a querer. Si una se detesta el hombre lo notará y la relación se irá al carajo.

3-Cuidá tu imagen: La belleza es relativa pero tampoco es cuestión de ir por la vida con los bigotes de Garfield. Hay que depilarse, lavarse los dientes, enjabonarse el sobaco, peinarse de vez en cuando y elegir buena ropa, tanto exterior como interior. Ya lo dijo la filósofa Cynthia Fernández: “Con una bombacha toda roñosa no va”.

4-Mantené el misterio. No hay que decirle a ningún hombre, ni siquiera al nuestro, cómo somos, qué sentimos y qué queremos. Nada de más abajo, más arriba, más rápido o más despacio, bestia. Hay que mantener el misterio. Que el tipo adivine. Sé por lúgubre experiencia que si una espera que un tipo adivine ciertas cosas, a la hora de los bifes se queda pagando. Mal. Pero retomemos el tema del sacrificio y mantengamos el misterio.

5-No lo agobies: Nada de regalitos debajo de su almohada, llamadas divertidas ni apersonamientos imprevistos en el lugar de trabajo de nuestro partenaire. Ya sé que esto se opone a la clave Nº 7 del infructuoso decálogo “Claves para conquistar a un hombre”. Pero estos consejeros son así. Jodidamente contradictorios.

6-Tené sentido del humor: El hombre debe reír. Mientras ría no desertará de nuestro amor sacrosanto para ir en pos de un par de tetas orondas. Hay que ser graciosa y sandunguera. Eso sí, sin caer en la payasada.

7-Nada de ex: No hay que hablar de los hombres que pasaron por nuestras vidas para hacer sus furiosos estragos. Si el hombre se siente comparado con otro hombre, por más hijo de puta que sea el rival, se molestará considerablemente. Ni hablar de soltar de modo guarango y despiadado: “Mi ex la tenía más grande”. Las comparaciones siempre son odiosas.

8-No hables demasiado: No debemos monologar. Hay que dejar que el hombre se exprese y hable de sí y del Universo todo. Nuestra misión es escucharlo con la boquita abierta para que él se sienta único, impar, extraordinario.

9-Prepará una primera cita perfecta: De la primera cita dependen la segunda, la tercera y la cuarta. Y hasta el vestido de novia. Así que hay que esmerarse. Según estos equívocos profesionales, una puede preparar una cena apoteósica o elegir un restaurante encantador. Yo me quedo con el restaurante encantador. Cocinar no cocino ni en loca.

10-Relajate y no tengas prisa: La seducción no es un juego de dos minutos, ¿capisci? Dura considerablemente y hay que estar preparada para perder mucho, pero mucho tiempo orientándonos a que el señor que nos acompaña se sienta convenientemente seducido. Ya quedó bien clarito que nosotras nos queremos pero no nos importamos. Sólo nos importa el bienestar de nuestro reverenciado macho.

10 CLAVES PARA NO ABURRIR A TU HOMBRE

Es de público conocimiento que el hombre ya está conquistado y seducido. Pero corremos el inmundo riesgo de que se aburra. Para que no suceda esta catástrofe tenemos otras 10 claves. Aleluya.

1-No a los sermones: Estas gentes alumbradas andan diciendo que a las mujeres nos gustan el drama y los monólogos. Yo no sé de dónde sacaron semejante burrada. Señalan que nos quejamos porque nuestro pastelito miró a otra mujer, llegó tarde, no nos llamó y no nos escucha. Para que el hombre no se aburra hay que morderse la lengua antes de hacerle algún reclamo. Aunque tengamos razón.

2-No limites su espacio: El hombre necesita espacio para el deporte y para ponerse embriagarse con los amigos. Esto es harto sabido. Y es nuestro deber dárselo. Las mujeres también necesitamos espacio. Para juntarnos con nuestras amigas y llorar sobre sus hombros porque él prefiere mirar deportes y emborracharse con unos tipos repugnantes antes que jugar al escrabel con nosotras.

3-No intentes cambiarlo: Los profesionales explican que si una encontró al hombre de su vida, el príncipe soñado, el hombre que la hace sentir feliz y completa, no debe intentar cambiarlo. Al pedo que digan esto. Si tuviéramos la fortuna de encontrar a un macho con estas radiantes características no intentaríamos cambiarlo jamás. Las mujeres intentamos cambiar a los hombres que nos hacen infelices e incompletas.

4-No seas monótona: No ser monótona implica planificar viajes a lugares paradisíacos (no se aclara a cargo de quién corren los gastos), ir a exposiciones fotográficas (¿?), tomar cafés en los parques (¿?) y probar nuevas posturas en la cama. Yo adhiero a la última moción.

5-No seas intensa: Las mujeres tendemos a ser intensas. Es decir, hincha pelotas. Eso está mal. Los hombres se aburren de nuestras intensidades. Dejémonos de joder.

6-No seas celosa: Los celos son muestra de inseguridad. Ser celosa es una pelotudez. Yo lo aprendí con los años. Si el tipo te quiere cagar te va a cagar a cualquier batihora y por cualquier baticanal. La persecución inquebrantable del aludido y la inspección sistemática de sus calzones no cambiarán esta cruel realidad.

7-No lo integres con tus amigas: No hay que llevar al señor a tomar café con nuestras amigas, ni a la peluquería cuando vamos a cortarnos el pelo ni a la manicura cuando acudimos a hacernos las uñas esculpidas. No hay que pretender que charle con nuestras compañeras de trabajo sobre estrellas famosas, moda, dietas y ejercicios. Hay que ser muy turra para hacer estas cosas.

8-No lo lleves de compras: Parece que los tipos no dan vueltas y vueltas como nosotras y compran sin tanto preámbulo. Si los arrastramos hasta el shopping, nos dirán inescrupulosamente que cualquier cosa nos queda bien para apurar el trámite y huir cuanto antes de ese antro repulsivo. Llevarlos de compras es una boludez: ellos se fastidiarán y nosotras tendremos ganas de matarlos.

9-No le preguntes qué le pasa: Aunque tu hombre tenga una portentosa cara de culo y no te toque un pelo, ni siquiera los sábados a la noche, cuando el intercambio de fluidos es prácticamente obligatorio, no le preguntes nada. No lo acoses. No le pidas explicaciones. No lo presiones. Evitarás que se canse de tu amena persona.

10-No lo hagas esperar: Los hombres no quieren esperar. No quieren. Cortá con el boludeo y no estés tres horas eligiendo qué ropa te vas a poner para salir mientras el tipo fumando espera. Hay que ser más natural y demorarse menos. Mientras los hombres esperan se aburren. Y un hombre aburrido es una presa excelente para una tetona sin principios. Un hombre no aburrido también, pero esa es otra historia.

Estas claves, como ustedes habrán notado, no son nada del otro mundo. Al leerlas, analizarlas y transcribirlas tuve por momentos la rara sensación de que estos loables consejeros confunden sensualidad con servilismo. Eso de quererse, confiar en una misma y ser auténtica está bien. Está más que bien. Pero cuando empiezan con la historieta de no hablar, no agobiar, no reclamar y no preguntar derrapan groseramente. Porque gran parte del placer inherente a una relación -he repetido esto millones de veces- consiste en tener alguien a quien romperle las pelotas. Y es difícil romperle las pelotas a un señor sin hablar, ni agobiar, ni reclamar ni preguntar. Sí, ya sé: una puede llorar, hipar y desmayarse. Pero créanme: sin hablar no es lo mismo. Sin putear y carajear, menos.
Espero que este opúsculo sea de utilidad para aquellas mujeres que están solas sin haberlo elegido y para aquellas dispuestas a embelesar al hombre que supieron conseguir y a recrearlo como Dios manda. Este espacio pretende, las más de las veces, obrar como un servicio público para las damas en apuros.
A esta altura de mi vida, con unos cuantos hombres conquistados en mi haber, amén de otros tantos fugitivos que partieron en pos de tetas mejores, no me interesa seducir ni entretener a nadie. Sólo quiero ver The Mentalist sin que un ente masculino me fragmente la paciencia. Pero eso es porque yo soy una señora grande y ya estoy de vuelta. De vuelta de dónde, no sé.

Pero que volví, seguro.

sábado, 15 de abril de 2017

SWEET CHILD OF MINE II


SWEET CHILD OF MINE II

“Jamás ha habido un niño tan adorable que la madre no quiera poner a dormir.”
Ralph Waldo Emerson 

Aquí les traigo, mis queridos, la segunda parte de mi lista de pequeños demonios. Que la disfruten.

  
LOS NIÑOS DEL MAÍZ (Children of the Corn)

“Children of the Corn” (“Los niños del maíz”, 1984) es una espeluznante película de 1984 basada en un cuento homónimo de Stephen King.  Es la historia de Burt Vicky, una pareja en proceso de disolución que, luego de haber atropellado a un niñito que había sido previamente degollado, desemboca en un pueblo ficticio llamado Gatlin, en Nebraska. Allí, una entidad demoníaca que se hace llamar “El que camina detrás de los surcos” (“He who walks behind the rows”), ejerce una poderosa influencia sobre los niños y adolescentes del lugar, a quienes insta a asesinar a todos los adultos, considerados pecadores,  para asegurar el éxito en la cosecha del maíz. Cuando  un habitante de Gatlin cumple dieciocho años debe ser sacrificado, al igual que cualquier forastero que ose poner un pie en este pueblo de pesadilla.
Pocos críos maléficos son tan escalofriantes como los niños del maíz. Que vengan en patota los hace más pavorosos todavía. Cuando uno termina de ver esta película no puede dejar de mirar de reojo a sus hijos y a los hijos del vecino por un par de días. 


CLAUDIA (Interview with the Vampire: The Vampire Chronicles)

Para ser absolutamente sincera en la redacción de este opúsculo debo reconocer que Claudia (Kirsten Dunst), la pequeña vampiro (¿o vampiresa?) de “Interview with the Vampire: The Vampire Chronicles” (“Entrevista con el vampiro”, 1994), más que miedo me genera envidia: imagínense lo que sería para cualquier damita casadera vivir durante décadas con Tom Cruise y Brad Pitt y, como yapa, ¡sin envejecer!
El vampiro Lestat convierte a la pequeña Claudia en una bebedora de sangre para que Louis (el vampiro sensible) tenga una compañera. Cuando la chica se da cuenta de que, aunque su espíritu sea el de una mujer su cuerpo seguirá siendo por siempre el de una infante, comienza a odiar a Lestat y decide matarlo.  Al final, la niña es eliminada por una horda de vampiros vengativos, que la castigan por haber matado a Lestat.
Kirsten Dunst tenía once años cuando interpretó a Claudia y besó a Brad Pitt, de veintinueve, con una intensidad conmovedora. “Fue asqueroso, sentí que besaba a un hermano mayor”, declaró la blonda niñita en aquel entonces. Y una pensó, por supuesto, Dios le da pan a quien no tiene dientes.


KAREN COOPER (Night of the living dead)

Karen Cooper  (Kyra Schon) es una dulce niña que termina convertida en zombie después de haber sido atacada por uno en “Night of the living dead” (“La noche de los muertos vivientes”, 1968). Aparece en la película casi siempre inconsciente y sólo pronuncia la frase “Me duele”. Ya convertida en zombie, devora a su padre muerto y asesina a su madre apuñalándola con una espátula de jardín.
La imagen de Kyra Schon como Karen Cooper, la niña zombie, es una de las más conocidas del cine de terror. En el año 2005, la revista especializada “Entertainment Weekly”, en su edición de Halloweeen, la eligió como “Mejor Zombie” de la historia del cine. 


HENRY (The Good Son)

Henry (Macaulay Culkin) es, en apariencia, un niñito modelo, que ofrece a sus encantados progenitores cientos de razones para sentirse orgullosos de él.  Cariñoso, sensible, obediente: Henry es considerado por todos como un buen hijo, a pesar de esconder debajo de una fachada de perfección su espíritu diabólico capaz de intentar asesinar a su pequeña hermanita o generar un accidente de tránsito para regodearse con la muerte. Cuando su primo Mark se muda a su casa, Henry es descubierto. Mark trata de alertar a los adultos acerca de la verdadera naturaleza del buen hijo, pero nadie le cree. Al final, Henry empuja a su mamá, Susan,  por un acantilado, pero ella logra salvarse gracias a la oportuna intervención de Mark, quien se trenza en lucha con su primo. Ambos niños quedan al borde del acantilado, casi a punto de caer. Susan los toma a los dos de las manos, pero comprende que sólo puede salvar a uno de ellos. Henry le dice: “¡Mamá, te amo, necesito tu otra mano!”, pero la pobre mujer sabe que su hijo es un psicópata y decide salvar a su sobrino.
“The Good Son” (“El buen hijo”, 1993), cuyo guión fue escrito por el novelista inglés Ian McEwan, nos presenta a un Macaulay Culkin bastante menos agradable que el de “Home Alone” (“Mi pobre angelito”). El papel de Mark está interpretado por un jovencísimo Elijah Wood, antes de recibirse de hobbit. 


REGAN MacNEIL (The Exorcist)

Regan MacNeil (Linda Blair) es una preciosa niña de doce años, hija de la actriz Chris MacNeil. Es tímida y dulce, pero empieza a tener comportamientos cada vez más extraños y agresivos. Descartado cualquier tipo de problema neurológico y ante la violencia de los síntomas experimentados por Regan, su madre, a pesar de ser atea, considera la posibilidad de un exorcismo.
“The exorcist” (“El exorcista”, 1973) fue estrenada con asistencia masiva del público. Exageración o no, se cuenta que los acomodadores y encargados de los cines se quejaban de tener que estar limpiando continuamente los vómitos de gran parte del público asistente y de tener que atender  los desmayos y las reacciones histéricas de otra gran parte. Hay quienes aseguran que ciertos testigos de la proyección del film sufrieron ataques cardíacos y que se produjo, incluso, algún repentino aborto. En Bekerley (California) un hombre llegó a lanzarse contra la pantalla gritando que quería “atrapar al demonio”. Las escenas en las que Linda Blair vomita un sucedáneo de sopa de arvejas, levita o hace girar la cabeza sobre sus hombros son de las más recordadas en la historia del cine de terror.
“The exorcist” está basada en la novela homónima de William Peter Blatty, quien se inspiró en un exorcismo realizado por sacerdotes jesuitas a un niño de trece años, Robbie Mannheim.


BONUS TRACK: RHODA PENMARK (The Bad Seed)

Rhoda Penmark (Patty McCormak) es una niñita de ocho años, rubia y de cara angelical, responsable de más de un asesinato y de estafas y manipulaciones varias. Su mamá, Christine, es la hija natural de una conocida asesina en serie, Bessie Denker, ejecutada cuando ella era niña.  Cuando su madre se percata de la verdadera naturaleza de la pequeña, intenta asesinarla con somníferos y luego suicidarse. Pobre mujer: falla por partida doble. Rhoda y su mamá son llevadas al hospital y salvadas a tiempo. Poco tiempo después, la niña intenta recuperar una medalla que la involucra en el asesinato de un compañerito de escuela, supuestamente ahogado en un día de campo, es alcanzada por un rayo y muere.
“The Bad Seed” (“La mala semilla”, 1956) está basada en la obra de teatro del mismo nombre, inspirada, a su vez, en la novela de Maxwell L. Anderson. En dicha novela, escrita en 1954, Crhistine muere y la malvada Rhoda sobrevive. Final inquietante que fue cambiado en la película debido a las exigencias del Código Hays, estatuto de producción cinematográfico que determinaba con una serie de reglas restrictivas qué se podía ver en pantalla y qué no en las producciones estadounidenses. Para el mentado Código, era intolerable que la pequeña delincuente se saliera con la suya.

Hasta aquí, mis queridos, el listado de mis villanitos cinematográficos favoritos. Espero que hayan disfrutado su grata compañía del mismo modo que yo la disfruto cada vez que me siento frente a la TV a mirar películas de terror. Al principio meten miedo, pero les juro que, con el tiempo, uno se termina encariñando.
Me despido de ustedes con una frase del psiquiatra norteamericano Karl A. Menninger: "Lo que se les dé a los niños, los niños darán a la sociedad."

Estamos en el horno.

sábado, 8 de abril de 2017

SWEET CHILD OF MINE I


SWEET CHILD OF MINE I

“Los niños alivian todo, menos el hecho de tenerlos.” 
Hippolyte Taine

Esta mañana, mucho más temprano de lo que lo permiten las buenas costumbres, alguien tocó el timbre de mi casa. Entredormida salí de la cama y entredormida manoteé el portero eléctrico. Cuando pregunté qué deseaba la persona que me había sacado tan vilmente de mis ensoñaciones, me respondió una voz infantil: “Hola. Queremos saber si usted recibió una invitación para celebrar la muerte de Jesús. Porque anduvimos por acá la semana pasada y no sé si le dejamos la invitación.” En cuanto escuché eso de “celebrar la muerte de Jesús” me despabilé de golpe, suponiendo que la criaturita que me ofrecía una invitación para tamaña herejía era Regan MacNeil, vomitando sopa de arvejas. 
-No, mi amor, no me dejaron ninguna invitación. Pero ahora no puedo atenderte porque estoy a punto de entrar en la ducha. Si querés dejame la invitación en el buzoncito que tengo en el jardín.
-Bueno, señora. Yo le dejo la invitación. Ahí dice todo: la fecha, el lugar. Todo.
-Gracias, linda.
Cuando la chiquita se fue, me abalancé sobre el buzón muerta de curiosidad. Y me percaté de que la nena en cuestión no era una poseída  por Satanás sino una pequeña Testigo de Jehová con poca experiencia en el asunto de desparramar las buenas nuevas que había confundido la celebración de la resurrección de Jesús con la celebración de la muerte de Jesús. Pobrecita.
Me recriminé a mí misma haber sospechado que una niñita con una vocecita tan dulce era un ente diabólico  y me dispuse a abocarme a las tareas hogareñas. Pero no podía sacarme de la cabeza el asunto de los niñitos satánicos. ¿Por qué? Porque miro muchas películas. Por eso. Y porque soy maestra jardinera, además. Pero esa es otra historia.
Si bien los niños son concebidos por la imaginación popular como angelitos de Dios, dulces e impolutos, son abundantes en el cine los casos de infantes dañinos, endemoniados algunos y malos por voluntad propia otros.  Mentirosos, manipuladores y asesinos, los villanitos del cine han sido protagonistas  de muchas de mis más caras pesadillas y me han obsequiado felices (y feroces) horas de entretenimiento. He aquí, celebrando esos malos sueños y esas horas de recreación (cosa mucho menos sacrílega que celebrar la muerte de Jesús), mi Top Ten de críos maléficos cinematográficos. 


BONNIE (The Godsend)

Bonnie (Joanne Boorman/Wilhelmina Green) es una rubiecita en apariencia encantadora. Su madre (identificada en la película como la extraña) llega a la casa del matrimonio Marlowe a punto de dar a luz. Después de parir a la niñita la extraña desaparece y los dueños de casa, felices papás de cuatro infantes, inician los trámites de adopción para quedarse con su beba, a la que bautizan Bonnie. Pero Bonnie no es una blanca palomita: es un pichón de cuco. Los cucos son pájaros parasitadores que dejan sus huevos en nidos ajenos. Un huevo por nido. Cuando el polluelo nace (siempre uno o dos días antes que sus hermanastros, ya sabemos lo sabia que es la naturaleza), se las ingenia para empujar fuera del nido a los huevos legítimos y convertirse en hijo único y señor del nido. En “The Godsend” (“La enviada”, 1980), película basada en la novela homónima del escritor inglés Bernard Taylor, la pequeña Bonnie elimina uno a uno a sus hermanastros y ocasiona la disolución del matrimonio Marlowe (el señor Marlowe llega a darse cuenta de lo que es Bonnie pero su esposa, destrozada por la pérdida de sus cuatro hijos, no lo acepta y decide continuar criando a la niña). “The Godsend” es una película que le pone los pelos de punta a cualquiera. ¿Cómo puede ser que una nenita tan bonita, tan dulce, tan rubiecita, sea semejante monstruo? ¿Bonnie es decididamente maléfica o sólo cumple las fantasías de los niños en general: deshacerse de sus hermanos y  su progenitor y monopolizar el amor de mamá? ¿Quién corno me mandó ver esta película?


GAGE CREED (Pet Sematary)

Y si de niñitos adorables hablamos, ¿cómo pasar por alto al tiernísimo Gage Creed (Miko Hughes)? Gage es, en “Pet Sematary” (“Cementerio de animales”, 1986), estupenda película basada en la novela homónima de Stephen King, el hijo menor de Louis y Rachel Creed, hermano de Ellie. El matrimonio Creed se instala en una nueva casa, ya que Louis ha sido contratado como médico en la Universidad de Maine. Cerca de la casa hay un pequeño sendero que conduce a un cementerio de mascotas, donde, desde hace años, los niños del lugar entierran a sus animalitos, especialmente perros y gatos atropellados en la carretera que pasa frente a la propiedad de los Creed.
Los pequeños Creed tienen un gato, Church, que es atropellado cuando los niños y su mamá están visitando a los padres de Rachel en otra ciudad. Aconsejado por su vecino Jude (Fred Gwynne, el entrañable Herman Munster de “The Munsters”), quien considera que Ellie no está preparada para enfrentar la muerte de su animalito, Louis entierra al gato en un misterioso cementerio indio que queda más allá del cementerio de mascotas. Church vuelve a la vida, pero no es el mismo de antes: es un ente maligno que hasta a Ellie le produce rechazo.
Poco tiempo después, un camión atropella y mata al pequeño Gage. Louis no puede soportar su pérdida y comente el error de enterrarlo en el cementerio indio. El pequeño vuelve a la vida convertido en un ser diabólico, que asesina a Jud y a Rachel. Louis lo mata… pero no puede evitar la tentación de enterrar a su esposa en el camposanto maldito. Ya se sabe que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.
Lo tierno e inocente que es Gage Creed en la primera mitad de la película (Miko tenía entre tres y cuatro años cuando lo interpretó) hacen que, cuando regresa de la muerte transformado en la encarnación del mal, sea doblemente horroroso. ¡Hasta yo cerré los ojos en algún tramo de “Pet Sematary” la primera vez que la vi!
Stephen King comentó que su novela está inspirada en el turbador cuento de W. W. Jacobs, “La pata de mono”. El mensaje intrínseco de “Pet Sematary” es “a veces la muerte es mejor”. Por mucho que nos cueste aceptarla.


LAS MELLIZAS (The Shining)

Apenitas unos segundos. Eso bastó para que las mellizas de “The Shining” (“El resplandor”, 1979) se convirtieran en un ícono del cine de terror y en las protagonistas de las pesadillas de generaciones enteras (hace un par de años Leonardo Di Caprio confesó que estas inquietantes gemelas aparecen todavía en sus malos sueños). Louise y Lisa Burns debutaron en el cine como las fantasmales mellizas Grady, asesinadas por su padre en el tenebroso hotel Overlook y no volvieron a figurar en ninguna otra película. En “The Shining”  se las puede ver tomadas de la mano, embutidas en idénticos vestidos celestes a lo Alicia en el País de las Maravillas, espectralmente pálidas y pronunciando las mismas palabras al mismo tiempo, atormentando al pequeño Danny Torrance, quien, al verlas, huye con su triciclo por un pasillo eterno. De terror.
“The Shining” está basada en la novela homónima de Stephen King, y, si bien el libro no se dice en ningún momento que las hermanas Grady son mellizas, el director de la película, Stanley Kubrick, decidió que lo fueran. Se especuló con que esta decisión estuvo orientada a hacer un guiño a la fotógrafa Diane Arbus y a su obra “Identical Twins, Roselle, New Jersey”, situación que fue desmentida por la viuda de Kubrick.


LOS NIÑOS MUTANTES (Village of the Damned)

“Village of the Damned” (“El pueblo de los malditos”, 1995) comienza cuando un pueblo entero cae en un misterioso estado de inconsciencia. Cuando este inusual momento pasa, todo vuelve a la normalidad, salvo por un pequeño detalle: todas las niñas y mujeres en edad de concebir han quedado embarazadas, situación que desencadena una serie de escándalos, ya que muchas mujeres son acusadas de haber mantenido relaciones sexuales extramatrimoniales o de haber sido infieles a sus esposos. Las acusaciones se desvanecen cuando se descubre la naturaleza extraordinaria de los embarazos. Todas las mujeres dan a luz el mismo día y todos los niños se parecen entre sí: son muy pálidos, de cabello casi blanco y ojos y uñas inusitados. A medida que crecen, los pequeños (que presentan el desarrollo físico y mental de un niño de doce años, a pesar de tener tres) se muestran cada vez más conectados entre sí (se comunican telepáticamente) y más aislados del resto de los habitantes del pueblo, a quienes empiezan a dominar con la fuerza de sus mentes, asesinando, incluso, a alguno de ellos. Sólo un niñito, David, parece más bueno que los otros, y consigue que John Carpenter lo salve al final de la película (si el director hizo bien o no, no se sabe).
"Village of the Damned" es la remake de una película británica homónima filmada en 1960 y basada en la novela de ciencia ficción “The Midwich Cuckoos” de John Wyndham.



DAMIEN (The Omen)

Damien
 (Harvey Stephens), hermoso niñito de fríos ojos azuleses nada más y nada menos que el Anticristo. En “The Omen” (“La profecía”, 1976), el bebé que Katherine Thorn da a luz en Roma fallece al nacer. Robert Thorn es convencido por el padre Spiletto para que reemplace a su hijo fallecido por un huérfano cuya madre murió al parirlo, sin decirle nada a Katherine. Trasladada la familia a Inglaterra, donde Robert Thorn es embajador, comienzan a sucederse los eventos macabros. Quienes se interponen en el diabólico camino de Damien (incluso su madre adoptiva) son pasados a cuchillo. El embajador Thorn, luego de atar cabos y contar cadáveres, cae en la cuenta de que su hijo legítimo fue asesinado al nacer por los acólitos de Satanás y de que Damien es el Anticristo. Lo lleva a una iglesia cercana e intenta matarlo con las míticas dagas de Megido (futuro escenario, según las Santas Escrituras, del temido Apocalipsis), pero es detenido por la policía que, ignorante del repulsivo origen del niñito en peligro, lo fulmina de un disparo.  Damien queda al cuidado del Presidente de Estados Unidos (¿o ustedes creyeron que el Anticristo podía criarse en otro lado?) y la película termina pero no termina: todavía faltan “Damien: Omen II”, film de 1978 que presenta a un Damien adolescente (Jonathan Scott Taylor) descubriendo su naturaleza diabólica y “Omen III: The Final Conflict”, film de 1981 en el que un Damien adulto (Sam Neill) vencido por las implacables fuerzas del Bien.

Hasta aquí la primera parte de mi listado de villanitos del cine. Me despido de ustedes amorosamente con un pensamiento del maravilloso Oscar Wilde: "Los niños comienzan por amar a los padres. Cuando ya han crecido, los juzgan, y, algunas veces, hasta los perdonan."

Buenas noches. 

sábado, 1 de abril de 2017

SEÑOR AMANTE


SEÑOR AMANTE

“Quisiera gritar, tremendo este amor,
es fruta prohibida de mi corazón.
Amor en secreto, dos vidas calladas,
perfume, experiencia que queda en mi almohada.
Yo bebo el veneno de un beso en la boca,
seguirte los pasos, hacerme tu sombra,
guardarme tu nombre apretando los dientes.
Cadenas de fuego quemando mi mente.”
“Señor amante”, Valeria Lynch

En mi familia, la historia es un tema que apasiona. Mi tío Luis, rosista a ultranza, es un libro abierto, aunque algo tendencioso. Mi hermano era otro libro abierto. Eso sí, de ribetes antiimperialistas. Mi hermana hizo de esta pasión su carrera y es Profesora de Historia. Mi esposo y mi hijo también se inclinan por esta ciencia sapiente, y discuten tácticas y estrategias de la Segunda Guerra Mundial, mientras yo escucho a los Beach Boys. Se preguntarán ustedes, con justicia, cómo puede ser que, entre tanta gente de cultura, haya aparecido yo, la Gossip Girl de los barrios del sur. Porque yo tuve, desde chiquita, una aversión profunda por las fechas y los nombres de batallas y escaramuzas, y una fascinación enfermiza por el correveidile.
La Historia Argentina me fue cuasi indiferente hasta que un grato día descubrí que nuestros ilustres antepasados también tenían sus cosillas y que señores tan circunspectos podían ser alcanzados por las lenguas de trapo y ser los blancos perfectos del el chisme feliz y sin culpa. Y fue así como nuestros héroes de bronce empezaron a resultarme tan atractivos como Calígula, su caballo cónsul y los revolcones con sus libidinosas hermanas.
Todo chisme es jugoso, pero el más jugoso es, sin dudas, el chisme de alcoba. Meter las narices en las sábanas ajenas y encontrar tela para cortar, es una experiencia esplendorosa. Sobre todo si de pequeños nos enseñaron que esas sábanas impolutas no habían sido rozadas jamás por las negras garras del pecado. Quién creyó que Camila O’Gorman y Ladislao Gutiérrez fueron los únicos ejemplos de pasión desenfrenada en la historia argentina, se equivocaron de palmo a palmo. Parece que la pluma, la espada y la palabra todavía dejaban tiempo para revolear la chancleta.
Los amores clandestinos atracaron en el Río de la Plata de la mano de Don Pedro de Mendoza, quien, con la excusa de las penurias del viaje, dejó a su legítima esposa en España y se vino para estas tierras con una jacarandosa damita de veintidós años, María de Ávila. Cierto es que María era una muchacha de condición humilde y carecía del rancio abolengo con el que contaba la legítima señora de Mendoza. Pero la chica en cuestión tenía menos años, menos kilos y mucho más entusiasmo que la susodicha, lo que la convirtió en la compañera ideal para aventurarse en el Nuevo Mundo.
Si bien Don Pedro y María fueron los primeros amantes en hacerse arrumacos en nuestra bella tierra, no fueron ellos los causantes del primer gran escándalo de alcoba. No olvidemos que la señora de Mendoza estaba a miles de kilómetros de América y hasta aquí no llegaban sus pataleos. El primer gran escándalo vio la luz en la época del Virreinato, cuando Don Santiago de Liniers se enredó con la apetitosa María Anita Perichón de Vaudeville, alegre mujer conocida como "la Perichona", que se quedó solita en estas tierras cuando su marido decidió regresar a España. María Anita, señalada erróneamente como la abuela de Camila O’Gorman, ya que era en realidad su tía abuela, fue una especie de Primera Dama extraoficial para la época de las Invasiones Inglesas. Nada discreta e inclinada a la jarana, "la Perichona" asistía a los desfiles militares con uniforme y a caballo, para escándalo de las damas de buen ver. Buena parte de las decisiones políticas de Don Santiago de Liniers fueron tomadas en la cama de esta señora apasionada.
Se dice que nuestro héroe patrio por excelencia, Don José de San Martín, tuvo una vida amorosa muy intensa, sobre todo cuando estuvo en el Perú, pero muy pocas de sus aventuras han trascendido, porque era un caballero muy pudoroso. Según varios historiadores, San Martín fue más que amigo de Rosita Campusano, pero jamás se lo vio en público con su amante. Rosita era una mujer sensual, de ojos celestes y aguda inteligencia, que volvió loco a Don José de San Martín. Otras de las amantes del Libertador fueron la peruana Fermina González Lobatón y la jovencísima viuda Carmen Mirón y Alayón, nacida en Guayaquil, como Rosita.
Manuel Belgrano, creador de la bandera argentina, de cuya sexualidad se tuvieron muchas dudas por su voz aflautada y el obsesivo cuidado de su aspecto físico (supongo que fue el primer metrosexual de nuestras tierras) jamás se casó, pero tuvo un hijo con María José Ezcurra, la hermana mayor de Encarnación Ezcurra, esposa de Juan Manuel de Rosas. La relación amorosa entre ambos se inició después de una tertulia (y nosotros creyendo ingenuamente durante años que tales tertulias eran un embole de aquellos). María Josefa se había casado muy joven con un primo, Juan Ezcurra, que decidió marcharse a España después de nueve años de matrimonio. Se enamoró perdidamente de Belgrano y no dudó en seguirlo a Tucumán cuando el blondo caballero fue nombrado Jefe del Ejército del Norte, en 1812. El fruto de esta unión clandestina fue adoptado y criado por Rosas, y recibió el nombre de Pedro Rosas y Belgrano.
Casualmente, fue en Tucumán donde Manuel Belgrano conoció a la que sería la madre de su hija: María de los Dolores Helguero. Que ella tuviera diecinueve años y él cuarenta y seis no fue impedimento para que entre ambos naciera un amor apasionado, cuyo fruto fue Manuela Mónica del Sagrado Corazón. Para tapar semejante escándalo, los padres de María de los Dolores la casaron de prepo con un catamarqueño apellidado Rivas.
Juan Manuel de Rosas fue tutor de María Eugenia Castro por voluntad del padre de la niña, el coronel Juan Gregorio Castro, un militar que dejó a sus hijos encomendados al Gobernador. La chica tenía quince o catorce años cuando Rosas pasó de tutor a amante sin ningún tipo de remordimiento. Rosas andaba entonces por los cuarenta y cinco. Da un poco de cosita pensar que, de ser medidos con la vara de la justicia actual, la mayoría de los Héroes de la Patria estarían en cana por pedófilos. Eugenia dio a luz a cinco hijos ilegítimos del Restaurador, y siempre se la mantuvo en el anonimato, aunque su relación con Rosas era un secreto a voces. Los enemigos políticos de Don Juan Manuel la apodaban “la cautiva”. Después de su caída, Rosas le ofreció a Eugenia que viajara con él a Inglaterra, acompañada por dos de sus hijos, los favoritos de Juan Manuel, Ángela y Ermilio. Eugenia se negó a abandonar al resto de su prole. Terminó su vida sumida en la pobreza.
Don Juan Manuel de Rosas tuvo amores, también, con Juanita Sosa, una amiga de Manuelita, su hija legítima. Juanita era una joven beldad de ojos negros apodada "la edecanita".
Juan Lavalle fue uno de los bocados más apetecidos por las damas solteras –y casadas- de su época. Tuvo infinidad de amantes. Por considerarlos espías federales, Lavalle mandó a fusilar a Mariano y José María Boedo, tío y primo respectivamente de la joven Damasita Boedo. La muchacha, de veintitrés años, se presentó ante él para pedirle clemencia. No pudo impedir el fusilamiento de sus familiares y, buscando venganza, decidió sumarse al ejército de Lavalle como soldadera, con la secreta intención de matar al General cuando le fuese posible. Pero no lo mató: lo enamoró. Fueron amantes hasta la muerte de Juan Lavalle, asesinado mientras dormía con la joven Damasita. Una relación de amor-odio con ribetes de escándalo.
Domingo Faustino Sarmiento fue otro gran conquistador de nuestra historia. Casado con Benita Martínez Pastoriza, viuda, madre de Dominguito, con la que había mantenido relaciones amorosas en vida de su esposo, no dudó en enredarse con cuanta dama se le pusiera a tiro. “Hay mujeres de la Biblia, las hay de Shakespeare, las hay de Goethe. ¿Por qué no he de tener para mí las mujeres de Sarmiento?”, declaraba jocosamente este picaflor empedernido. En 1851, Sarmiento inició un largo romance con Aurelia Vélez Sársfield, hija de Dalmacio Vélez Sársfield, autor del Código Civil argentino. Esta relación, que duró hasta la muerte del sanjuanino, marcó el fin de su matrimonio con Benita. Sin embargo, durante su estadía en Estados Unidos, Domingo Faustino Sarmiento entabló una relación amorosa con Ida Wichersham, su maestra de inglés. Él tenía cincuenta y cinco años y la chica, veinticinco. Estaba casada con un médico. Cuando Sarmiento viajó a París, compró regalos íntimos para Ida. Lencería, bah. Un viejito pícaro.
Justo José de Urquiza fue uno de los grandes protagonistas de la historia de las sábanas. De apetito sexual desenfrenado, este señor disipado tuvo amoríos con cientos de mujeres. Si alguna le gustaba, la señalaba y los alcahuetes de turno le facilitaban el acceso a la damita. Sí, el modus operandi de los músicos de rock. Sin dudas, Urquiza fue un adelantado a su época. Se dice que tuvo más de ciento cincuenta hijos, pero sólo reconoció a diecisiete.
Julio Argentino Roca, dos veces Presidente de la República Argentina, se enamoró perdidamente de la mujer de uno de sus mejores amigos, Eduardo Wilde, Ministro de Justicia de su primera presidencia. La muchacha en cuestión se llamaba Guillermina y fue amante de Roca hasta que éste asumió su segundo mandato como Presidente. Guillermina se marchó del país junto a su esposo para evitar que la relación terminara en escándalo.
Este tipo de historias jugosas se repiten hasta el hartazgo en nuestros anales históricos. Cuando una las conoce, no puede evitar sentir cierta antipatía retroactiva por la profesora de historia del secundario, que la atiborró con datos inútiles y no le contó que Joaquín V. González vivía en concubinato con su joven sobrina. Tampoco me informó, la muy ladina, que, según parece, Manuel Quintana murió en la cama de una joven amante francesa, de la cual tuvo que ser retirado con absoluto sigilo, porque un señor de su importancia debía morirse en un lugar más digno.
Si todo esto les parece poco, termino este lujurioso e histórico opúsculo, con una anécdota que parece concebida para un culebrón mexicano: Roque Sáenz Peña se fue a la Guerra del Pacífico empujado por un desengaño amoroso, sin saber que la razón de sus desvelos era su joven medio hermana, producto de una canita al aire de su padre Luis Sáenz Peña.
Si bien según el filósofo francés Claude Adrien Helvétius, la historia es la novela de los hechos, y la novela es la historia de los sentimientos, estos hechos históricos son absolutamente novelescos. Será porque están teñidos de pasiones, odios y amores. Sentimientos.
Ante tal catarata de entuertos amorosos una se pregunta cómo todavía no se le ocurrió a nadie el programita “Intrusos en la Historia Argentina”.

¡Con lo lindo que es bajar a San Martín del caballo, por lo menos de vez en cuando!

Ilustración: Carlos Nine