viernes, 30 de noviembre de 2012

WELCOME TO GUBLERLAND






WELCOME TO GUBLERLAND

“Las manos frías de Halloween están finalmente en el aire.” 
 Matthew Gray Gubler

Saben los que me conocen cuáles son las tres pasiones que rigen mi alocada existencia: Los Beatles, la poesía y la televisión. Si bien durante mucho tiempo intenté ocultar mi amor exagerado por la caja boba para que no ser considerada por la gente seria como una pazguata de poco seso, hoy en día, con más de cuarenta años, no tengo empacho en confesar que mi vida no sería la misma si no existiera la tele (recuerden, antes de juzgarme apresuradamente, que John Lennon tenía un televisor encendido todo el día en cada una de las habitaciones de su casa y, a pesar de esta sobredosis de TV, fue un genio hecho y derecho).  ¿Y qué es lo que miro en la tele? Cine y series. Pero sobre todo, series.  Soy adicta a las series. Adicción que se ve incrementada de forma alarmante cada vez que  un chico lindo me desordena las hormonas. Simon Baker, Michael C. Hall, Peter Krause, Jensen Ackles, Jared Padalecki, Misha Collins… todos tuvieron su lugar destacado en mis preferencias. Hoy es el turno de Matthew Gray Gubler, el Dr. Spencer Reid de “Criminal Minds”, quien, además de ser muy lindo, me recuerda a mis novios de la adolescencia, tan flaquitos ellos que si se ponían de perfil desaparecían.
Matthew Gray Gubler nació el 9 de marzo de 1980, en Las Vegas, Nevada. Mientras estudiaba dirección de cine en Nueva York, fue descubierto por un cazatalentos e inició su carrera como modelo, trabajando para Tommy Hilfiger, Marc Jacobs y Burberry, entre otros. Hizo su debut en el cine en el año 2004, con un pequeño papel en la película “The Life Aquatic with Steve Zissou”, protagonizada por Bill Murray y dirigida por Wes Anderson. Y, casi inmediatamente, se convirtió en el Dr. Spencer Reid de “Criminal Minds”, un niño prodigio que forma parte de la Unidad de Análisis de Conducta, sección del FBI con sede en Quantico, Virginia.
Matthew dirigió varios capítulos de “Criminal Minds”, actuó en un par de películas y prestó su voz al personaje de Simon Seville en la saga de “Alvin y sus ardillas” (razón por la cual empecé a mirar con cariño a esas malditas ardillas que odié durante toda mi vida). Pero además de ser modelo, actor y director, Matthew Gray Gubler es aficionado a la fotografía y el dibujo, y hasta se anima a escribir algún poema. Tiene un sitio web encantador, GublerLand ,  donde se pueden ver sus dibujos, sus fotografías (algunas de marionetas de tela confeccionadas a partir de sus caricaturas), un falso documental sobre su vida como actor en “Criminal Minds” y grabaciones de su voz leyendo “Annabel Lee”, de Edgar Allan Poe,  y cantando a capella las bandas sonoras de las comedias “Cheers” y “The Golden Girls”. Si después de visitar Gubler Land” no terminan perdidamente enamoradas de Matthew, vean lo que dice sobre sí en su página de Facebook: “¿Actividades? Dibujar caracoles con lápices de colores. ¿Intereses? Los Muppets y hacer helado. ¿Música favorita? El viento en los árboles. ¿Película favorita? Mary Poppins.”

¿No es bello?


BUSCO NOVIA - POEMA DE MATTHEW GRAY GUBLER

debe amar decorar para las fiestas
las travesuras
besarse en los automóviles
y las campanadas al viento

sin altura específica
peso
color de cabello
o filiación política necesaria
pero preferiría una no racista cálida y vehemente

cínicas
críticas
pesimistas
y “rutinarias” no califican

figuras voluptuosas son un plus

cualquier similitud en el aspecto, la forma de pensar y el sentido de la moda con
Mary Poppins
Claire Huxtable
Blancanieves
o Elvira es bienvenida de corazón

tengo dudas sobre actrices, delincuentes y lesbianas
pero no quiero descartarlas por completo

debe ser tolerante con el ronquido
la tortura con cosquillas
James Taylor
y dormir hasta tarde

tengo una leve cojera
manos extrañamente suaves
y un amor sobrenatural al otoño

una vez malinterpreté ser llamado “dandy de ojos carbón” como un cumplido
cuando pretendía ser un insulto

meneo mis pie
s mientras duermo
me asusta la oscuridad
y creo que “Muppets Christmas Carol” 
es una de las mejores películas de todos los tiempos

todo lo que quiero es
besos de mariposa en las mañanas
sándwiches de mantequilla de maní en forma de corazón
y que te hagan reír hasta que duela

 





HIGHWAY TO HELL


HIGHWAY TO HELL 

“El infierno y el paraíso me parecen desproporcionados. Los actos de los hombres no merecen tanto.” 
Jorge Luis Borges

Yo, para hacerme la machita, siempre digo que no creo en Dios. Pero un poquito creo. No sé si en Dios como lo concibe gran parte de la humanidad, pero creo en algo. Sabrán ustedes disculpar la vaguedad de estas declaraciones. Pero que se sepa: así como creo en Dios (un poquito), también creo en Lennon y McCartney. Confío en que también sepan disculpar tamaña herejía. Pero yo soy así. Una maldita apóstata. Más o menos. Agradezco a quien corresponda no haber nacido en plena Inquisición. Porque me hubieran incinerado. Es una fija.
Malmirada y sacrílega como soy, tengo, sorprendentemente, un nivel de tolerancia prodigioso. Aguanto, aguanto y aguanto. Aguanto cada cosa.
Creo haber comentado con anterioridad que, en cierta ocasión, estuve dos largas horas prestándole la orejita a una Testigo de Jehová que intentaba convencerme de lo satánico que es el rock, y hasta me quedé con un par de números de “La Atalaya”. La experiencia fue bastante deplorable y no me interesa repetirla. Así que a partir de ese aciago momento cada vez que algún Testigo de Jehová golpea mi puerta, me asomo a la ventana con cara de circunstancia y grito: “¡Soy judía!” Total me llamo Raquel. Se preguntarán ustedes por qué falto a la verdad de ese modo vergonzoso y no digo abiertamente que soy católica. La respuesta es sencilla: los Testigos se empecinan en reclutar a los católicos en sus piadosas filas. Pero a los judíos les tienen miedo. Doy fe.
Que quede bien clarito que yo no tengo nada contra los Testigos. No me gusta que las personas vivan asustadas por un hipotético Infierno, que estén convencidas de que necesitan a alguien que les ayude a interpretar la Biblia porque ellas son tan inútiles que no pueden hacerlo solas y que tengan el seso sorbido a tal punto que se nieguen a un tratamiento médico indispensable para salvar sus vidas o las de sus seres queridos. Me dio enorme pena el alumnito hijo de Testigos que tuve una vez. Había que avisarle a su sacrosanta madre cuando se iba a festejar un cumpleaños en el Jardín, así ese día no lo mandaba. No fuera a ser que el alma impoluta del crío se contaminara para siempre jamás con un par de globos y una porción de torta. Pero contra los Testigos no tengo nada.
Ellos tienen algo contra mí.
Por lo que pude leer por ahí (ya saben que lo mío es leer y escribir huevadas) los Testigos consideran que yo soy una descerebrada. Y que he sido seducida por Satanás de la forma más inmunda. La verdad que esta última afirmación me da un poco de rabia: si sabía que estaba destinada a entregarle el rosquete a Satanás hubiera pedido algo a cambio. Qué se yo. Un revolcón con Di Caprio o unas tetas más orondas. Pero soy tan pavota que se lo entregué gratis. Al final los Testigos tienen razón: tengo el mismo entendimiento que un paramecio.
Un pío Testigo (que no representará a todos los Testigos, imagino) anda diciendo: “Hay cosas que el demonio ha creado para atrapar a jóvenes y mentes descerebradas, cosas que los apartan del camino de la Salvación. Sexo, drogas, TV… y muy en especial, la música.” Yo no sé si los Testigos más recalcitrantes nacen de un rabanito. Porque se ve que sexo no tienen. Eso cosa de Mandinga. Ya se lo que me dirán ustedes. Que antes del acto los tipos miran al cielo y recitan misericordiosamente: “No es por vicio, ni por fornicio. Es para dar un hijo a tu servicio.” Ah.
Qué se yo. Para mí el sexo lo inventó Dios.
A las drogas no las voy a defender. Aunque algunos Testigos me tilden de descerebrada, venero demasiado mis neuronas como para ponerlas en riesgo. Así que la droga conmigo no va. Pero a la TV, sí. A la TV la defiendo. Y obviamente, a la música también. Porque será cosa del Diablo, pero vivir sin música sería vivir en el mismísimo Infierno. Valga la paradoja.
Este dislocado Testigo, tal como la amable señora que me tuvo dos horas escuchando huevadas (porque cuando yo digo que aguanto, aguanto), sostiene que los rockeros no son humanos: son engendros demoníacos que deben ser borrados de la faz de la Tierra. Lucen como nosotros pero no son como nosotros: “Son escoria bastarda que no merece compasión alguna.” Afirma que hay que eliminarlos de cualquier modo. Total, matar a un asesino (y los rockeros son asesinos de almas) no es malo. Al contrario. “Es un servicio prestado a la Comunidad” (che, ¿este Testigo no será Dexter?).
El Testigo en cuestión culpa un poco a la Iglesia Católica por la proliferación del rock. Ya sabemos que la Iglesia Católica es como el diario Clarín: tiene la culpa de todo. Y propone una apoteósica fogata donde deberán arder los discos de los Ramones, las figuritas de Kiss(cuando era mozalbeta yo juntaba figuritas de Kiss) y los calzones de Axl Rose (permítanme sacárselos, todo lo hago por celo divino).
Hasta acá, el delirio cristiano es tan pavote como esa idea peregrina que tiene esta gente de que, cuando Dios se deshaga justamente de los indeseables como yo, retozará en un mundo ideal donde los leones comerán de sus manos y no existirán los hincha pelotas de los curas. Pero a partir de aquí, el Testigo desquiciado comienza a mentir de forma harto descarada: “Conjuntos de ‘rock’ como Judas Priest (Sacerdote Judas, claro signo de irreverencia religiosa) extorsionaron por medio de llamadas telefónicas, cartas, amenazas y visitas sorpresa a dos descuidados seguidores de este grupo americano, a los cuales les exigieron que se quitaran la vida” (aclaro que este párrafo estaba escrito de manera bastante engorrosa y yo lo retoqué un poco para que se entienda). La realidad de todo este asunto dista bastante de la versión descabellada que el Testigo enloquecido da de la misma: el 23 de  diciembre de 1985, Raymond Belknap y James Vance, dos jóvenes de Reno (Nevada), se suicidaron. A los padres, gentes con muy poca autocrítica, se les metió en la cabeza que era culpa de Judas Priest. Se basaron en un supuesto mensaje subliminal que estaba camuflado en una de sus canciones. Pero nadie habló de llamadas telefónicas, cartas o visitas inesperadas de Ian Hill a la casa de los desprevenidos jóvenes. De todos modos, la justicia desestimó las acusaciones de los padres de Belknap y Vance. Y Rob Halford comentó sabiamente que, de meter mensajes subliminales en sus canciones, no pedirían a sus seguidores que se suicidasen sino que comprasen sus discos.
El Testigo insensato sigue faltando a la verdad, aunque de manera bastante más bochornosa: “Otro grupo de ‘psicópatas’ instrumentados es Kiss (Beso). Han hecho gala públicamente de su deplorable actitud satánica en infinidad de ocasiones. Lo que no saben sus descerebrados ‘fans’ es que no son humanos. Aquello que el público cree que es maquillaje facial no es más que su piel real. Lo sé porque llevo años investigando este tema, y viejos libros de la tradición judeo-cristiana describen a ‘demonios de cuero y de piel negra y blanca’, tales a esta panda de degenerados.” Ustedes creerán que el que escribió esto está jodiendo, que todo es un gran chascarrillo y que yo pierdo mi precioso tiempo analizando los dichos de un conspicuo bromista. Pero yo les digo que no es así. Porque la Testigo que estuvo dos horas machacándome con la faena musical de Belcebú me dijo lo mismo. Tal cual. Me dijo que los integrantes de Kiss eran demonios, que no estaban maquillados y que tenían como pérfida misión corromper a sus incautos seguidores. Cómo explican estos Testigos las fotos de los integrantes de Kiss con la cara lavada no sé.
Ignoro si será por el maquillaje, pero los grupos fundamentalistas suelen atacar a Kiss con especial virulencia. Este loco, loco Testigo dice que Gene Simmons bebe sangre y viola niñas en los orfanatos (no sé cómo se mete en los orfanatos), que Ace Stanley (que debe ser una cruza entre Ace Frehley y Paul Stanley) mató a su pobre abuela y que Peter Criss se anduvo haciendo el loco por ahí (en honor a la verdad, esto último puede ser cierto).
Como era de suponerse, porque estos Testigos de novedosos no tienen nada, el próximo grupo en caer en desgracia con las huestes celestiales es W.A.S.P. Grupo al que también le tienen una particular ojeriza los siervos de Dios. Según el Testigo el nombre del grupo en cuestión tiene dos significados impíos: We Are Sexual Perverts (Somos pervertidos sexuales) y We Are Satan´s Prayers (Somos oradores de Satán). “Cantan canciones con títulos tan explícitos como Fuck Like a Beast (Fornica como una bestia) o The Headless children (Los niños decapitados). W.A.S.P. es el demonio en esencia pura. A estas canciones tontas y groseras hay que añadir su deplorable actitud así como sus conciertos, al cual sólo deben acudir animales lobotomizados y rameras heroinómanas, conciertos en los cuales el grupo lanza carne putrefacta al público, así como gusanos, preservativos rellenos de heces humanas… y por si fuera poco, su líder, ese sinvergüenza llamado Blackie Lawles, tiene la desfachatez de sodomizar a un maniquí vestido de monja.” Esto de sodomizar al maniquí disfrazado de monja me hizo acordar a una canción de Joaquín Sabina que, aunque el Testigo no lo diga, es otro degenerado. La canción en cuestión es “Ocupen su localidad” y dice, entre otras cosillas non sanctas: “El joven Marqués de Sade actuará a continuación sodomizando a una monja del Sagrado Corazón”. Una chanchada.
Yo nunca fui a un concierto de W.A.S.P., será porque no soy una ramera heroinómana o porque vivo en Avellaneda, no sé (aunque alguna vez los tipos anduvieron cerca de casa). Así que no sé que catzo hacen. Lo único que sé es que deben tener las pelotas por el suelo con ese asunto del significado del nombre de la banda. Tal es así que, cierta vez, ante la pregunta de un periodista que quería saber qué corno quería decir W.A.S.P., Blackie Lawless respondió (seguramente con cara de fastidio): We Ain't Sure, Pal (No estamos seguros, amigo).
Como si todo esto fuera poco, el Testigo exaltado tiene más acusaciones que hacer a W.A.S.P.: “Al parecer, el grupo, una vez que han terminado el concierto, se reúnen en el camerino. Allí empiezan a masturbarse unos a los otros, y eyaculan en un recipiente semejante a una barrica de madera. Llevan años haciéndolo, y lo peor de todo es que no vacían el cubo (…) …llevan a algún fan al camerino, y una vez allí, es sometido a diversas vejaciones sexuales… (…) … obligan a punta de pistola a sus víctimas a beberse parte de los fluidos, o peor todavía, meter la cabeza dentro de la barrica…” Ya sé, el Testigo escribe para el culo. Pero qué quieren que haga.
Debo reconocer que la Testigo que me atosigó con la palabra de Dios no dio detalles tan puercos de lo que hacen los rockeros. Englobó todo dentro de una misteriosa palabra: “Iniquidad”. Que no la inventaron los Testigos, aunque parezca que sí.
Las acusaciones siguen. Ya conocen ustedes la infinita huevada de los mensajes subliminales. Parece que los grupos de rock, además de instarlos a adorar a Satanás, instruyen a sus lobotomizados partidarios acerca de cómo asesinar y deshacerse discretamente de los cuerpos de sus víctimas. Y también fornican entre ellos. Y se ponen unos a otros veneno para ratas en las bebidas (pero no se mueren, clara muestra de que andan culo y calzón con Satanás). Ni siquiera Los Beatles se salvan de la pérfida lengua del Testigo: “Los Beatles obligaban a sus seguidores a inyectarse drogas con un bolígrafo” (¿¿¿¿¿?????).
El Testigo deja de acusar para pasar a hacer una confesión. Parece que tiene un hijo llamado Daniel al que tuvo que cagar a palos duro y parejo para que dejara de poner en peligro su ánima impecable escuchando rock and roll. Pobre pibe.
Ustedes pensarán que lo más probable es que este Testigo sea un Testigo Falso. Y seguro que tienen razón. Pero doy fe de que algunos Testigos Verdaderos dicen cosas así de descabelladas. Yo los escuché. Además, en mi búsqueda de la verdad me topé con otro Testigo que pregunta: “¿Robert Smith o Jesús? ¿Marylin Manson o Jesús? ¿Black Sabbath o Jesús? ¿Van Halen o Jesús?” Yo no sé por qué el mundo de los Testigos hay que elegir entre Jesús y Charly García. Si trabajan en diferentes rubros. Este Testigo no es como el otro, no ataca a la sacrosantísima Iglesia Católica, sino que se basa en ciertos dichos de Joseph Ratzinger (que es medio nazi, Dios me perdone) para sustentar su idea de que el rock es nocivo. Según Ratzinger, el rock and roll es la "expresión de pasiones elementales", mientras el pop "es un culto de la banalidad". Eso sí, del Diablo no dice nada.
Que resulte clarísimo para estas generaciones y las venideras: intolerante no soy. Que cada uno crea en lo que quiera. En Mahoma, en Jesús, en Krishsna o en Ringo Starr. Todo bien. Pero déjense de joder con el asunto del Diablo. Es arcaico, lastimoso y poco serio.
Para mí, el mundo ideal no es uno en el cual los leones comen de mi mano y los elefantes me llevan a dar la vuelta del perro. Para mí es un mundo donde el creer en algo no implica defenestrar otra cosa. Donde nadie trata de convencerme de que tiene la verdad porque, ¿cómo estar seguro de que uno es el dueño de la verdad sin pecar de soberbio? (este no convencerme implica también, como comprenderán, no tocarme el timbre un sábado a las 9 de la mañana para atosigarme con buenas nuevas). Donde ninguna Iglesia interviene en la vida privada de las personas y si me quiero casar con un potus, me caso. Total, si el susodicho es un vegetal en el catre, la que se jode soy yo
Este opúsculo puede resultar irritante para algunos espíritus sensibles. Sepan perdonar si le he faltado el respeto a alguien con esta diatriba insustancial. También mi almita se siente afrentada cuando ponen en duda las buenas intenciones de Lennon y McCartney. Y, además,  tengo una propensión malsana a decir cosas enojosas.


Porque Sheena será una punk rocker, pero yo soy una maleducada. 

martes, 20 de noviembre de 2012

DE LEYENDAS Y MITOS



DE LEYENDAS Y MITOS

“El hombre que presume, al primero que quiere convencer de su valía es a sí mismo.” 
Doménico Cieri Estrada

Los hombres son tan mentirosos y tan informales, que ni siquiera son capaces de ponerse serios una vez en la vida y hablar de sexo sin caer en la falacia. Puede ser que la palabrita sexo esté todo el día rebotando de aquí para allá en sus cabecitas calenturientas, pero a la hora de hablar del asunto, en lugar de confesarse como Dios manda, echan mano a una serie de ficciones que ni ellos se creen. Es así como aparecen en el imaginario popular tamaños exorbitantes, proezas apoteósicas y apetitos insaciables. Los hombres echan al ruedo rumores favorables sobre su virilidad que, con el tiempo, se convierten en mitos. Y estos mitos van engordando hasta alcanzar el status de verdades irrefutables. Pero estas verdades tienen los pies de barro. Por lo menos, eso es lo que dice la “Cosmopolitan”, y ya se sabe que para mí lo que dice la “Cosmopolitan” es palabra bíblica.
Vale aclarar que esto del “yo la tengo más grande” es, según parece, una vicio latinoamericano. Gentes de otros lares se ocupan de asuntos más graves como el calentamiento global o la extinción del paramecio. Pero los latinoamericanos viven obsesionados con demostrar que son los más machitos de todos.
Aquí les traigo, queridas lectoras, los “Mitos errados sobre los hombres y el sexo”. Estoy en condiciones de acercarles este jugoso material porque hoy amanecí deprimida y, para levantar los ánimos, enfilé para el kiosco de revistas y me compré la “Cosmopolitan”.

¿Y qué?

MITOS ERRADOS SOBRE LOS HOMBRES Y EL SEXO

MITO 1: PIES/ NARIZ/ MANOS GRANDES: PENE XL
Parece que ni los pies, ni las manos ni la nariz grandes garantizan un pene de dimensiones escandalosas. Ni siquiera lo garantiza medir dos metros como Jared Padalecki. Qué lástima. Ya sé que desenmascarar este mito es asestar un golpe brutal en la autoestima de los narigones y disminuir sus posibilidades de colocarla en un 50 %. Pero ya lo dijo Serrat: “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.”
Científicos jacarandosos con ganas de perder el tiempo, encabezados por el canadiense Richard Edwars, un ñato que calza 36, elaboraron un informe esclarecedor: el “Definitive Penis-Size Survey” (Informe definitivo sobre el tamaño del pene). Esta gente adicta a la jarana midió los penes de 31.000 voluntarios poco pudorosos que no tenían algo mejor que hacer y concluyó en que el tamaño del pie masculino no tiene absolutamente nada que ver con las dimensiones de su pene.
También los ingleses (¡con lo formalitos que parecen!) se despacharon con un informe sobre las proporciones masculinas, elaborado en el University College London, intitulado pomposamente “Can Shoe Size Predict Penile Lenght?” (¿Puede el tamaño del zapato predecir el largo del pene?), con el que llegaron a la misma conclusión que los canadienses: calzar como Pie Grande no significa estar bien dotado sexualmente. Ahora, digo yo, si esta preocupación por el tamaño del pene es netamente latinoamericana, ¿por qué estos científicos anglosajones no se ocupan de algo más edificante?

MITO 2: LOS HOMBRES SIEMPRE TIENEN GANAS
La fábula del latin lover siempre dispuesto a bajarse la bragueta es un mito dañino que genera en los señores ansiedad y estrés. Los masculinos creen que si no andan por la vida alzados tienen algún problema serio. Pero no es así. Los hombres, aunque ustedes no lo crean, son tan seres humanos como las mujeres. Así que, como a las mujeres, les puede doler la cabeza, pueden tener sueño, pueden andar deprimidos o pueden estar cansados de verle todos los días la cara a la misma mina. Y esta falta de inclinación al acto amoroso no los hace ni menos hombres ni entes fallados o fallidos. El deseo sexual masculino suele disminuir en momentos críticos: algún entuerto laboral, un cuadro familiar complicado, una mala posición de Boca en la tabla o una sobredosis de Play 3. Hay que asumir de una vez que los hombres no siempre tienen ganas de hacer el amor. Y que nosotras no tenemos absolutamente nada que ver con esa libido decaída.
Parece que hay un dato certero que avala esta realidad que nos cuesta aceptar: durante el último año, el 23 % de los varones solteros de los Estados Unidos, no tuvo sexo. Cómo se entera la “Cosmopolitan” de estas cosas, no sé. Lo único que queda claro es que el hombre no es una máquina. Y a veces no tiene ganas.

MITO 3: SU DESEO SEXUAL ES MÁS POTENTE QUE EL NUESTRO
No es que el deseo sexual del hombre sea más potente que el de la mujer. Lo que sucede es que, entre hombres y mujeres, hay un desfase erótico directamente relacionado con la edad. El hombre alcanza su mayor potencia sexual alrededor de los 20 años. La mujer, en cambio, logra su mayor capacidad orgásmica alrededor de los 30. Entre los 20 y los 30 los señores son mucho más fogosos que las señoritas. Durante unos años los deseos de unos y otras andan más o menos parejos, hasta que alrededor de los 50, el masculino comienza a decaer. El problema es que señoras y señoritas tienen por delante diez años más de feliz matraca. Hete aquí porque a los 50 nos urge buscarnos un amante tiernito.
Como las mujeres somos, en general, romanticonas a más no poder, nuestro deseo sexual se incrementa durante los 18 primeros meses de una relación, cuando el masculino involucrado en la misma, todavía no mostró la hilacha. La calentura de los señores dura más, no porque nosotras carezcamos de hilacha, sino porque, a la hora de los bifes, ellos no se fijan en esas cosas.

MITO 4: LA ERECCIÓN PROMEDIO MIDE 20 CENTÍMETROS
Este mito extravagante ha hecho infelices a cientos de varones, a pesar de que ha sido generado y divulgado por ellos.
Cuando los señores se enteran de la fábula de los 20 centímetros, se convencen de que su pene es diminuto y de que todos, absolutamente todos los hombres de la Tierra, lo tienen más grande. Para colmo, consumen pornografía y ven a actores con miembros colosales, cosa que los hace sentir aún más míseros y microscópicos.
Parece que para los varones el tamaño del pene es una obsesión: la consulta médica por la dimensión peneana una de las más comunes. Vale aclarar que el 99 % de los consultantes están normalmente dotados.
Una investigación de la revista British Journal of Urology comparó los resultados de cincuenta estudios internacionales y concluyó que la erección promedio mide entre 13,9 y 15,7 centímetros de largo, y entre 11,9 y 12,9 centímetros de ancho. A olvidarse, entonces, de los milagrosos 20 centímetros, tan irreales como los chanchos con alas.

MITO 5: PIENSAN EN SEXO CADA 7 SEGUNDOS
Vaya uno a saber de dónde salió semejante pavada, pero son muchas las personas que repiten que los hombres piensan en sexo cada 7 segundos. Ya es un prodigio suponer que un hombre piense. Mucho más, cada 7 segundos. Pero si así fuera, el señor que permanece despierto 16 horas al día, estaría pensando en sexo 57.000 veces por jornada. Hasta para los más degenerados parece mucho.
Mito derribado: los hombres no piensan en sexo cada 7 segundos. ¿Con qué frecuencia lo hacen, entonces? Según una encuesta publicada por la revista estadounidense Journal of Sexual Medicine, el 54 % de los señores entrevistados dijo que pensaba en sexo todos los días, el 43 %, un par de veces por semana, y, el 4 %, menos de una vez al mes. Nada del otro mundo.

MITO 6: ELLOS TAMBIÉN FINGEN ORGASMOS
Los hombres, parece, son pésimos actores. Si se enfrían en mitad del acto amoroso, se ponen muy mal y se les nota en el cuerpo. En una de esas situaciones en que la mujer pone cara de Meg Ryan con el mayor de los desparpajos, el hombre se devana los sesos tratando de entender por qué el amigo funciona a media máquina. Comportamiento que hace que el amigo desfallezca del todo.
Si bien los hombres no pueden fingir erecciones, algunos fingen orgasmos. Pero no es un vicio demasiado extendido en la grey masculina. ¿Por qué lo hacen? Por los mismos motivos que nosotras: para no herir el ego de su pareja o para dar por terminada una sesión amatoria que ya no da para más.
Hasta aquí, la información de la “Cosmopolitan”. Lo que no me quedó demasiado claro es cuál es el mito. ¿Ellos también fingen orgasmos? ¿Ellos no fingen orgasmos? Qué se yo.

MITO 7: NO LES INTERESA LA PREVIA
Las mujeres nos quejamos constantemente de la pobreza de la previa que nos ofrecen nuestros novios, maridos y amantes. Sentimos que a los señores en cuestión sólo les interesa la penetración y que todos los chiches que la anteceden son, para ellos, tiempo perdido. Pero no es que a ellos no les interese la previa. Sucede que la respuesta sexual masculina se desencadena más rápido. Y nosotras pretendemos jugueteos cuando el tipo ya está totalmente desencadenado.
A las mujeres nos cuesta mucho más alcanzar un orgasmo que a los hombres. Supongo que esa facilidad para el placer es un beneficio que les concedió Dios a cambio de dotarlos de una pobre inteligencia. Las mujeres somos mucho más vivas, pero los hombres la pasan mejor. Para que nosotras podamos alcanzar el clímax, la cantidad de sangre que tiene que llegar a nuestra pelvis es diez veces superior a los 70 mililitros requeridos para una erección. Y como nuestro corazón es más chico y nuestras arterias más finas, el proceso del orgasmo femenino demanda más tiempo.

MITO 8: SE EXCITAN CON UN MÍNIMO ESTÍMULO
A los hombres les gusta hacernos creer que están a punto caramelo con sólo ver el elástico de una bombacha. Pero no es así. Ellos necesitan que la bombacha tenga un culo adentro. Tampoco son tan fáciles.
Las gentes de la “Cosmopolitan” dicen que ellos se calientan cuando nosotras jugamos y que gustan de la ropa interior de fantasía y de los disfraces de Halloween. Ya saben, amables lectores, cual es mi penosa creencia: el hombre promedio no diferencia una tanga de encaje de Bruselas de una bombacha de goma. Así que no voy a ser yo la que avale esta boludez de que el hombre necesita algo más que un traste para enardecerse.

Hasta aquí los supuestos mitos. Algunos lo son y otros no tanto. Pero como, si toda esta información fuera poca, la “Cosmopolitan” nos acerca también una serie de verdades sobre el erotismo masculino. Tomen nota.

VERDADES SOBRE EL EROTISMO DE ELLOS

VERDAD 1: LES ENCANTA EL PORNO
La fascinación que los hombres tienen con el porno se equipara con la que una tiene con “Supernatural” (y con los cuerpecitos de los Winchester). Esto sucede porque a la hora del sexo los hombres responden a los estímulos visuales. Lo que el porno genera en ellos es primario e inmediato. Ya se sabe que los hombres son unos primitivos.

VERDAD 2: QUIEREN QUE VOS TOMES LA INICIATIVA
Parece que los hombres aman que sus mujeres tomen la iniciativa en lo que a revolcones se refiere. Por lo menos, es lo que asegura la “Cosmopolitan”, avalada por el último reporte sobre sexo del Instituto Kinsey de los Estados Unidos. Si sus hembras los avanzan, los hombres se sienten deseados y responden de manera querendona. Eso sí, tampoco hay que ser una descontrolada, porque ante demasiada efusividad femenina los caballeros se descolocan.

VERDAD 3: SE PREOCUPAN MUCHO POR SU PERFORMANCE
Ningún hombre quiere arrastrar una triste reputación de mal amante. Ellos se preocupan seriamente por jugar un papel decoroso entre las sábanas. El 50 % de las consultas que reciben los urólogos se refieren a cuestiones sexuales. Los señores detestan los papelones eróticos.

VERDAD 4: ÉL SABE LO QUE LE GUSTA PERO QUIERE NUEVAS EXPERIENCIAS
Los varones, dice la “Cosmo”, se masturban mucho más que las mujeres. Por lo tanto, tienen más claro que una dónde, cómo y cuándo hay que tocar para alcanzar el clímax. Pero este conocimiento no les quita las ganas de experimentar cosas nuevas: ellos, al igual que nosotras, adoran la emoción que generan las sensaciones desconocidas.

VERDAD 5: ÉL LE CUENTA A SUS AMIGOS LO QUE USTEDES HACEN EN LA CAMA
Sí, los hombres son unos botones. Se van de boca con sus amigos, vecinos y ocasionales compañeros de ascensor de una forma escandalosa. Pero a no malinterpretar esta verborragia desmedida: si bien algunos hombres hablan de sus actividades sexuales para cancherear, la mayoría lo hace para intercambiar trucos y engañifas sexuales.

Hasta aquí los mitos y las verdades sobre el erotismo masculino. Sólo me resta hacer referencia a un pequeño circulito que encierra un enfático “¡Era cierto!” Según dicen los (las) que saben, el pene de un hombre asiático mide dos centímetros menos que el de un caucásico, que a su vez mide tres menos que el de un negro. Este dato tirado como quien no quiere la cosa es, para mí, lo más interesante de esta nota intrascendente. Era cierto, nomás: los negros la tienen más grande.

Me despido de ustedes con una frase de la escritora, novelista, ensayista, profesora y periodista colombiana: "Fueron reales, pero de tanto contarlos se hicieron leyenda. O al revés: fueron leyenda y de tanto contarlos se volvieron verdad. Es lo de menos."

Buenas noches.

sábado, 17 de noviembre de 2012

BRILLANTINA Y TACOS CARRETEL

BRILLANTINA Y TACOS CARRETEL

“Arrancá, que hay un lugar genial, donde es frío el gin y el piano es infernal. Algo ruidoso es, hay bronca dos por tres. Y siga el jazz.”

Al fin se me dio.
Con nuevo elenco, brillo, plumas y tacos carretel, volvió a la calle Corrientes uno de los musicales más exitosos de todos los tiempos: “Chicago”. Contando con la producción general de Daniel Grinbank, se reestrenó en Buenos Aires esta joyita imperdible. La obra cuenta con la actuación de Melania Lenoir, Natalia Cociuffo y Martín Ruiz en los roles principales. Melania, estupenda, le pone su cuerpo a una Velma poderosa. Natalia es una simpatiquísima Roxie, y Martín, un atractivo Billy Flynn.
El origen de “Chicago” se remonta a los años ’20, cuando Maurine Dallas Watkins, una joven reportera del Chicago Tribune, siguió de cerca la historia de dos jacarandosas homicidas, Belva Gaertner, una cantante de cabaret acusada de asesinar a su amante, y Beulah Annan, una amita de casa de temer, que también se deshizo del suyo. Watkins se basó en los aspectos sensacionalistas de ambos casos y ofreció a sus lectores historias jugosas sobre estas dos “nenas del jazz” corrompidas por el licor y los hombres. Caracterizó a Belva como “la asesina más elegante” y a la joven Beulah como la “asesina más bonita”. Después de sonados juicios ambas mujeres fueron absueltas y Maurine Dallas Watkins escribió una obra de teatro basada en sus historias. Beulah Annan se convirtió en "Roxie Hart", Belva Gaertner en "Velma Kelly", Albert Annan, el insípido e invisible esposo de Beulah, en "Amos Hart", y los dos abogados que intervinieron en los casos, William Scott Stewart y W. W. O'Brien, se combinaron en el personaje de “Billy Flynn”.
La obra, llamada originalmente "The Brave Little Woman", se estrenó en Brodway en 1926 y, después de 172 representaciones, estuvo de gira durante dos años por todo Estados Unidos (como anécdota curiosa vale contar que Amos Hart fue representado en Los Ángeles por un joven y desconocido Clark Gable). En 1927, “Chicago” fue llevada por primera vez al cine, en una producción muda donde la bellísima Phyllis Haver dio vida a Roxie Hart. En 1942, la obra fue adaptada nuevamente a la pantalla grande, interpretada esta vez por la famosa Ginger Rogers, bajo el título de “Roxie Hart”.
En 1975, el talentosísimo Bob Fosse (que había perseguido a Maurine tenazmente para conseguir los derechos de "Chicago" y pudo adueñarse de ellos sólo después de la muerte de su autora) convirtió las andanzas de Roxie y Velma en un delicioso musical. Desde entonces y hasta el día de hoy, no ha dejado de representarse en los teatros de todo el mundo. "Chicago" fue llevado al cine en el año 2002, dirigido por Rob Marshall y magistralmente interpretado por Renée Zellweger (Roxie) y Catherine Zeta-Jones (Velma).
“Chicago” se representó por primera vez en Buenos Aires en el año 1978, con un elenco de lujo: Ámbar La Fox y Nélida Lobato tuvieron los roles protagónicos. En el año 2001 se repuso la obra, esta vez interpretada por Alejandra Radano y Sandra Guida.
Casi una década después, “Chicago”, el gran musical, está otra vez en la calle Corrientes. Sería un crimen perdérselo. Y yo no me lo perdí. Entré al Lola Membrives con muchas expectativas y salí contenta. Lo que es mucho decir, considerando que soy una fanática absoluta de “Chicago” y que después de ver a mi adorado Michael C. Hall en la piel de Billy Flynn todo me sabe a poco.
“Chicago” está interpretado por artistas jóvenes y talentosos. Melania Lenoir contó en una entrevista que se enamoró de Bob Fosse a los 12 años: “Hacer el personaje de Velma Kelly es una bendición única, porque toda actriz de comedia musical sueña con él. Protagonizar esta obra te enfrenta a tu artista interior, el aporte que le hacés a tu rol es muy genuino y personal.” Natalia Cocciufo, que, además de desempeñarse como actriz y bailarina, posee su propio grupo musical de rock y pop, Natural, comentó: “ ‘Chicago’ es tan poderosa porque tiene una música y una coreografía con extremos viscerales, que logran conmoverte desde un lugar muy profundo”. Por su parte, Martín Ruiz, quien tuviera el rol protagónico en el musical “La bella y la bestia”, puso un toque de humor al referirse a su papel en “Chicago”: “Del príncipe bueno ahora pasé a ser un abogado corrupto, me crucé a la vereda de enfrente.” Los tres se ven muy cómodos en los roles que les ha tocado jugar. Cabe destacar, también, las actuaciones de Horacio Vay (Amos), Alejandra Perlusky (Mama Morton) y M. Rivero (Mary Sunshine). Y el estupendo trabajo del ensemble y de la orquesta dirigida por Gerardo Gardelín.
Sólo me resta decir, por si no quedó claro, que esta puesta en escena de "Chicago" vale la pena. Y que, gracias a una intervención que juzgo divina, el papel de Roxie Hart no fue a caer en manos de la espantosa Florencia Peña, politizada y mediocre actriz que lo hubiese destrozado, como destrozó el de Fran Fine, el de Samantha Stephens y el de Peggy Bundy. Hubiese sido muy triste que esta pavota sobreactuada le pusiera el cuerpo a Roxie, como se barajó en algún momento.
A pesar de estar ambientado en los años '20, el musical es de una actualidad pasmosa. Será porque el crimen, la corrupción y la jarana existen desde que el mundo es mundo. Como pintan las cosas tenemos "Chicago" para rato.

Y sigue el jazz.
  


Fotografía 1: Melania Lenoir (Velma) y Natalia Cociuffo (Roxie)

Fotografía 2: Martín Ruiz (Billy Flynn)

lunes, 5 de noviembre de 2012

TUS REGALOS DEBERÍAN DE LLEGAR


TUS REGALOS DEBERÍAN DE LLEGAR

“Tus regalos deberían de llegar,
los elefantes locos, el vestido, el ajuar.”
Fito Páez

“Al asno, el palo, y a la mujer, el regalo.”

Aunque a muchas señoras y señoritas emparejadas con miserables les cuente creerlo, hay hombres que hacen regalos. Generalmente, los regalos masculinos aparecen en la primera etapa de una relación (pa’ que vamos a mentir, los femeninos, también) y, la mayoría de las veces, el señor obsequioso no da pie con bola y regala algo innecesario, inútil o directamente abominable.  ¿A qué se debe esta falta de sentido común a la hora de regalar? Según la psicóloga María Cristina Castillo, supervisora y docente de la Institución Fernando Ulloa, a la que nuestra entrañable revista "Cosmopolitan" ha consultado luego de devanarse los sesos con este asunto, “son pocos los hombres que captan la lógica femenina, y por eso no suelen elegir un obsequio que a una mujer le guste verdaderamente”. Pero a no descorazonarse, mis queridas: según la mentada licenciada lo más importante del regalo hecho por un hombre no es su buen gusto o su utilidad sino lo que ese presente les está queriendo decir. Porque cada obsequio trae consigo un mensaje a descifrar. Si no me creen, sigan leyendo.

SIGNIFICADO DE LOS REGALOS MASCULINOS

-Un ramo de flores. No hay que ser muy despierta para comprender que un hombre que regala flores es un romántico. El ramo de flores, además, nos indica que el galán que nos ha hecho tan fragante obsequio quiere impresionarnos y apuesta a una relación formal. Las flores son divinas, pero, disipados los últimos vahos de romanticismo, conviene sentar al hombre que supimos conseguir y ubicarlo un poco, tal como hice yo con mi sufrido consorte: “Mirá, a mí las flores me encantan, pero vos estás gastando tantos $$$$ en algo que se seca y se tira. ¿Por qué no te gastás unos $$$$ más y me comprás un cactus?”

-Lencería o ropa sexy. Cuando un hombre regala portaligas, tangas o blusas transparentes puede ser por dos motivos: a) Es un baboso y b) Quiere verte con estas provocativas prendas encima (estos dos motivos, aclaro, no son excluyentes). Según la licenciada Castillo, el hombre que regala un corpiño está pidiendo a gritos más intimidad con la dama obsequiada, a la que encuentra sexy y apetecible. No hay que ofenderse si el tipo se  equivoca con el talle: los hombres no tienen demasiada noción de esas cosas. Para ellos cualquier culo entra en cualquier bombacha.

-Un pase anual para el gym. ¿Qué clase de psicópata le regalaría un pase anual para el gym a la reina de sus desvelos? A mí, gracias a Dios, nunca me tocó ninguno, pero parece que hay turros que pretenden que sus chicas vayan al gimnasio. Si una es una dama extraña, más atenta al fitness que a las medialunas, este regalo exótico puede resultar halagador. Con él, el hombre está diciéndonos que conoce nuestros gustos y preferencias. Si, en cambio, abominamos el gym y encima tenemos un par de kilitos de más, este obsequio es un insulto mal disimulado: el tipo nos está urgiendo a mover el traste de una buena vez.

-Joyas. Ya lo dijo nuestra amada Marilyn: los diamantes son los mejores amigos de las chicas, así que un muy bien diez felicitado para los señores que enfilan para la joyería. Que un hombre regale joyas significa que está comprometido con la relación. Según la psicóloga María Cristina Castillo, “las joyas son sinónimo de alianza, simbolizan las ganas de que algo perdure”. Si la alhaja obsequiada no fue recientemente adquirida y perteneció a la madre o a la abuela del galán, hay casamiento en puerta.

-Un teléfono celular. El teléfono celular es un objeto que acompaña a la mayoría de las damas dondequiera que vayan (a mí no, porque yo jamás lo tengo encima, y si por esas putas lo tengo, está sin crédito o sin batería). Un hombre que obsequia un teléfono celular a su enamorada busca controlar todos sus movimientos y saber dónde y con quién está. Invadirla, profanar su privacidad, convertirla en un objeto de su pertenencia. Muy feo.

-Un perfume. Cuando un hombre regala un perfume puede estar dando dos mensajes absolutamente distintos. Si el perfume en cuestión es el que la dama suele usar, está diciendo que conoce bien a su media naranja, que presta atención a su aroma y que ese aroma lo seduce. Si el perfume es de una marca cualquiera, está diciendo que no sabía qué carajo regalarle  o que compró la fragancia cinco minutos antes de obsequiársela en el supermercado o en la farmacia.

-Un libro. Obviamente, para la "Cosmopolitan", los psicólogos y expertos que la revista consulta, y las pavotas que la leen, un libro es un regalo que no termina de convencer. Por un lado, creen que está bueno que alguien crea que una chica Cosmo es capaz de leer un libro entero o, por lo menos, algunos capítulos. Por otro, consideran que un libro es un regalo que deja de lado cualquier tipo de erotismo.  Craso error, por supuesto. Que un hombre te regale un libro no significa que te atosigue con la Enciclopedia Británica. Te puede regalar “Memorias de una princesa rusa” y pasarle el trapo a todos los portaligas del mundo.

-Un par de zapatos. El señor que regala zapatos ama. Aunque los zapatos en cuestión sean vomitivos. A todas las mujeres nos gustan los zapatos y, para ellos, entrar a una zapatería femenina y elegir algo para nosotras significa un esfuerzo que no podemos pasar por alto.

-Un viaje para dos. Según la licenciada Castillo, no importa si el viaje en cuestión es un fin de semana en Chascomús o un mes en la Isla de Pascua: lo importante es que este obsequio “es una clara señal de que tu chico quiere compartir más momentos con vos. No se invita a cualquier persona de viaje, sino a alguien a quien se considera especial”. El hombre que le regala a su mujer un viaje para dos (y piensa acompañarla, of course) le está diciendo que desea pasar más tiempo a solas con ella. En caso contrario (si la manda de paseo con la madre o con una amiga), se la quiere sacar de encima.

-Un electrodoméstico. El señor que regala un electrodoméstico es casi tan turro como el que regala un pase anual para el gym. Le está diciendo solapadamente a su dama que su lugar está en la casa fregando y cocinando y que se olvide de sus pretensiones sociales, profesionales y recreativas.

-Unos mangos. Cuando un hombre no nos trae un paquete con un moño y, en cambio, nos tira unos mangos para que seamos nosotras las que elijamos y compremos nuestro regalo es porque está harto de corramos a cambiar cualquier porquería que nos obsequia, cosa que las mujeres hacemos muy a menudo. Eso sí: después de esbozar una sonrisa  apócrifa y graznar el “¡Qué lindo!” más falso del mundo.

Hasta aquí, mis reinas, lo expuesto por la revista Cosmopolitan acerca de los regalos de la grey masculina. Con algunos comentarios de mi cosecha, basados en mi amplia experiencia como mujer sumamente regalada. Los dejo, esta vez, con un pensamiento de Richard Moss, quien refuerza la idea de que las cosas más valiosas del mundo no tienen precio: "El mejor regalo que podemos darle a otra persona es nuestra atención íntegra."

Buenas noches.