lunes, 30 de enero de 2012

THERE’S A PLACE


THERE’S A PLACE
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 "Las mujeres necesitan una razón para tener sexo. Los hombres sólo necesitan un lugar." 
Billy Crystal

Hay un momento en la vida de toda mujer en el que el aburrimiento más absoluto se convierte en un ingrediente no deseado pero ineludible en su vida amatoria. La que dice que no, miente o todavía está en la escuela primaria. El sexo deja de ser una actividad placentera y pasa a ser un trámite engorroso. Una piensa, entonces, que la solución a tanta diligencia amatoria con visos de hastío es cambiar urgentemente de partenaire. Pero una piensa eso porque, en el fondo, es una degenerada. La solución a este entuerto tedioso no pasa, según los sitios de Internet que gustan atiborrar a las damas de consejos descabellados, por cambiar al masculino que supimos conseguir, sino por cambiar las sábanas. No, no. Por sábanas limpias, no. Por otros ámbitos más propicios para tener intercambios carnales satisfactorios.
Parece que hacer el amor en la cama es una antigüedad. La cama es para los enfermos, los moribundos y los vagos. Para tener buen sexo hay que atreverse a revolear la chancleta en los lugares menos pensados. Pasen y vean. 

HACER EL AMOR EN UN PROBADOR:

El probador, mis queridos, es un lugar ratoneador como pocos. Esto se debe a que es un sitio estrecho, íntimo y caluroso donde esconderse del resto del mundo, pero no tanto. Porque una está adentro del probador y sabe que afuera hay un montón de gente. Y eso es estimulante. Además, el probador es uno de los pocos lugares en donde las personas se pueden desnudar completamente.
Según cuentan en Internet, el probador tiene varias ventajas, a saber: la adrenalina de ese delicioso momento hará menos doloroso el paso por caja, tendremos una experiencia que todas nuestras amigas envidiarán y puede que, si soplan buenos vientos, nuestros masculinos se hagan adictos a las compras. Yo agregaría que es más barato que un hotel. Hasta puede ser gratis. Probarse no implica comprar. Eso lo sabemos todas las mujeres.
Pero el probador tiene, cómo no, sus inconvenientes. Un espejo gigante a ½ centímetro de nuestros cuerpecitos baqueteados y unas luces de lo más botonas que ponen en evidencia arrugas, celulitis y cualquier marca de fábrica que puede camuflarse decentemente a la luz de una vela. Una vendedora idiota preguntando: “¿Y, cómo te quedó?” cada 45 segundos. Una cortinita de mierda que en cualquier momento se va al carajo. Etc.
El probador, obviamente, no es apto para claustrofóbicos. Pero puede ser un buen escenario para levantar la autoestima de los eyaculadores precoces. Porque en este lugarcito estrecho, íntimo y caluroso hay que hacerlo todo a los piques, como se imaginarán. 

HACER EL AMOR EN UN ASCENSOR:

El ascensor, queridos míos, es un clásico de clásicos. El que no hizo el amor en el ascensor no sabe lo que es el sexo. Por lo menos, es lo que dicen estos sitios orientados a enloquecer a las mujeres y provocar en nosotras comportamientos que rayan en lo psicótico. El ascensor también es un lugar estrecho, íntimo y caluroso en el que corremos el delicioso riesgo de ser atrapadas con las manos en la masa. Y también tiene la ventaja de ser económico. Pero igualmente tiene un espejo de mierda y unas luces de mierda, y, aunque la “Cosmo” y “enfemenino.com” nos doren la píldora, nuestra vida no es un fotograma de “Felices para siempre” y el tipejo con el que sudaremos tres pisos en ascensor nunca será Johnny Deep. Ni siquiera Joaquín Sabina.
El ascensor tampoco es apto para claustrofóbicos. Ni para señoras que necesiten un precalentamiento más o menos elaborado. Pero ofrece la posibilidad de tirarnos una canita al aire con un perfecto desconocido y hacernos la ilusión de que somos Maria Schneider. 

HACER EL AMOR EN UN AVIÓN:

Acá la cosa se encarece un poco. Pero la premisa es la misma: un lugar estrecho, íntimo y caluroso donde estemos incómodas y nerviosas, porque eso, señores, es el súmmun del placer erótico.
La primera opción para hacer el amor en un avión es el baño. Se imaginarán ustedes qué piensa vuestra servidora de los baños públicos como escenario de encuentros sexuales. Además, considerando que en el baño de un avión es difícil hasta hacer pis, hacer el amor debe ser complicadísimo. Vale tener en cuenta que un Boeing 777 tiene 9 baños para 300 pasajeros, dato que, en lo personal, me quita las ganas de cualquier peripecia erótica en tales reductos.
Otra opción es hacerlo debajo de la manta. Para esto es menester abordar un vuelo nocturno, cosa de que las azafatas no rompan las pelotas cada cinco minutos. Y ser medianamente discretos. Hacer el amor debajo de la manta no es apto para gritones o aulladores.
La tercera opción y, por qué no, la más interesante, es hacerlo con un miembro de la tripulación. Porque los uniformes… ¡ah, los uniformes nos vuelven locas! Esta experiencia provocará que nuestras amigas se mueran de envidia, pero, para no poner en riesgo al resto del pasaje se aconseja optar por el copiloto o por algún azafato más o menos en precio y dejar que el piloto siga con lo suyo.
La última opción y la más onerosa, es hacerlo en un vuelo privado. Esta variante suma comodidad pero quita adrenalina.

HACER EL AMOR EN UN TREN:

Si el cuero no nos da para costearnos un pasaje de avión, siempre nos queda la opción más barata: hacerlo en un tren. Opción bastante lastimosa, la verdad, porque si el baño de un Boeing 777 es poco glamoroso, faltan adjetivos elocuentes para calificar el de cualquier tren que surque nuestras pampas. También se puede hacer el amor en un coche-cama, teniendo en cuenta, eso sí, que el tren se mueve mucho y que las literas son más bien angostas. Esta variante, claro está, sólo es válida para viajes largos.
En los viajes cortos, lo más recomendable es agarrar fuerte la cartera y rezar un Padrenuestro.

HACER EL AMOR EN UN CINE:

A mí, hacer el amor en un cine me parece la pelotudez más grande del mundo. Pero gustos son gustos, dijo una vieja. Lo ideal, según dice la gente sapiente, es ir a una función que esté poco concurrida y elegir una película de mierda, cosa de que nadie se distraiga. El problema pasa por dilucidar cuál es una película de mierda. Porque, para mí, por ejemplo, una película de mierda es “Duro de matar” y para mi partenaire, “Los puentes de Madison”. Discrepancias de este tipo acaban con los ardores amatorios por el piso.

HACER EL AMOR EN UN AUTO:

Según los expertos, dentro del vehículo uno se siente como en una burbuja, un escondite alejado del mundo exterior, que nos protege de la mirada de los curiosos que puedan pulular por los alrededores. No sé, no sé. Vamos a sincerarnos. ¿Por qué querría una hacer el amor en un auto? ¿Chi lo sa? ¿Para rememorar viejos tiempos, cuando el vago con el que se entretenía no podía costearse un lugar decente? ¿Para sentirse otra vez como una adolescente fervorosa? ¿Para ver si aparece Jason Voorhees y pedirle un autógrafo…?

La lista, señoras, no termina acá. Sigue. Una puede hacer el amor en el sauna, en el subte, en la playa y en la cola de la panadería. La cuestión es buscar nuevos escenarios para nuestras peripecias eróticas. Descubrir lugares excitantes. Ahogarse en adrenalina y furor. Probar. Probar. Probar.
Déjenme confesarles, queridos leedores, que, después de escribir este esclarecedor artículo, empiezo a sospechar que estoy hecha una vieja chota. Porque a mí me tira la cama. Tengo mis atenuantes, eso sí: soy claustrofóbica, le tengo aversión a los trenes y repugnancia a los baños públicos. Y “Los puentes de Madison” me gusta mucho. 

Me gusta más que "Nueve semanas y media", carajo.

jueves, 19 de enero de 2012

IMÁGENES PAGANAS



IMÁGENES PAGANAS

“Nunca es demasiado tarde para empezar a hacerse santos.” 
Padre Raniero Cantalamessa
  
Es bien conocida por todos aquellos que me frecuentan asiduamente mi condición de hereje. Después de haber incursionado en la Iglesia Católica y en la Evangélica y de haber repetido “Hare Krishna, Hare Krishna” al mejor estilo George Harrison, haciendo denodados esfuerzos  por convertirme en vegetariana (lamentando, eso sí, que los mariscos no crezcan en los árboles), opté por declararme “agnóstica”, que suena mucho mejor que “atea” e, incluso, resulta más interesante.
Los santos, en general, me mueven a perplejidad, pero hay ciertos personajes que multiplican esa perplejidad de forma insospechada. Son los llamados “santos populares”, aquellos que fueron “canonizados” por el  vulgo, sin esperar el visto bueno del Vaticano. ¿Qué criterios se siguieron para santificar a estos especímenes? Lo ignoro, pero ahí va la gente a prenderles velas y a pedirles “milagros” de toda laya.


EL GAUCHITO GIL: ¡OH! GAUCHITO GIL TE PIDO HUMILDEMENTE SE CUMPLA POR TU INTERMEDIO ANTE DIOS EL MILAGRO QUE TE PIDO…

Antonio Mamerto Gil Núñez era un gaucho vago, malentretenido y desertor. A su favor puede decirse que, para la época en que este personaje vivió, los gauchos eran reclutados en el ejército a la fuerza. También se dice que era ladrón, aunque, a la manera de un Robin Hood criollo, le robaba a los ricos y repartía su botín entre los pobres. El tipo fue pasado a cuchillo por la justicia local y ahí mismito empezó el cuento. El Gauchito fue convertido en “santo”.
Y todos los años, en enero, cientos de argentinos van para el “santuario” del Gauchito a mamarse, bailar, ofrendarle banderas y cintas rojas y pedir “milagros” variopintos que van desde ganarse la lotería a curarse de alguna enfermedad seria. ¿Locura colectiva? Puede ser. La cosa es que el Gauchito está más en auge que nunca.

 
GILDA: ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA

Gilda fue una maestra jardinera metida a cantante de cumbia, con voz cálida y rostro bastante atractivo. Tuvo la mala estrella de matarse en un accidente de tránsito siendo muy joven.
La muerte de una persona en la flor de la edad  siempre es impactante. Mucho más si esa persona es reconocida a nivel popular. Pero, además, el siniestro que terminó con la vida de esta pobre mina ocurrió un 7 de setiembre, a las 7 de la tarde, cuando ella tenía 34 años (3 + 4 = 7). En el accidente murieron 7 personas. Y, para colmo, unos días después del luctuoso episodio se encontró, tirado en la banquina, un cassette donde Gilda había grabado el demo de una nueva canción: “No es mi despedida”. Con esto fue suficiente para que Gilda entrara en la categoría de “santa”.
En el kilómetro 129 de la Ruta 12, en Entre Ríos, lugar donde el micro en el que iba la bailantera chocó contra un camión, se levantó un “santuario” en su honor. Y hasta allí se acercan aquellos necesitados de sus “milagros”.
En uno de mis paseos familiares pasé por el lugar:
-¡Quiero parar, quiero parar, quiero parar! ¡Quiero ir a sacar fotos al “santuario” de Gilda!
-Dejate de joder, Raquel. Estas boludeces se te ocurren solamente a vos.
-¡Quiero parar!
-Bueno, está bien, rompe pelotas. (Como se imaginarán, este es otro jugoso diálogo entre mi marido y yo).
Y ahí fui, a sacar fotos al “santuario” de la cantante. Y a pensar: “¡Qué pedo que tiene la gente!”


SAN LA MUERTE: PARA  AQUEL QUE EN EL AMOR ME ENGAÑA PIDO QUE LE HAGAS VOLVER A MÍ Y, SI DESOYE TU VOZ EXTRAÑA, BUEN ESPÍRITU DE LA MUERTE, HAZLE SENTIR EL PODER DE TU GUADAÑA…

San La Muerte es, sin duda, un “santo” de temer. Es algo así  como la versión local   del Crypt  Keeper  de los “Cuentos  de la Cripta”. Sin   su humor,  claro. Si usted le promete algo a este esqueleto antipático y no cumple, caerán sobre su cabeza sapos y culebras (el “santo” es jodido como el solo).
A San La Muerte no  sólo se le piden  “gracias” (a veces tan bizarras como “Que no me cague la cana”), sino también “daños”. Digamos que es una deidad todoterreno.
Para que su imagen sea más poderosa es menester que sea tallada en un hueso, preferentemente humano. Ya sé lo que están pensando: que esta historia es tan macabra como una película de Hannibal Lecter. Están en lo cierto, nomás.


  EL CHEEL SANTO DEL FUSIL

No contento con ser poster y remera, el Che se metió a “santo”. Bah, lo metieron. Lo que no deja de ser una incoherencia total porque el Che, como buen comunista, era ateo.
Los pobladores más viejos de La Higuera, el pueblo boliviano donde el Che fue asesinado, juran que cuando el guerrillero exhaló su último aliento el cielo se ensombreció en pleno día y el alma de Don Ernesto ascendió a las alturas, envuelta en una especie de luz enceguecedora, cual si fuera Patrick Swayze en la última escena de “Ghost”. La locura, al contrario de lo que se cree, es sumamente contagiosa, y la costumbre de estos bolivianos de prenderle velitas al Che y rogarle por “milagros” de todo tipo, cruzó las fronteras y se instaló en nuestras tierras cómodamente.


LA JUANA FIGUEROA: LIVING LA VIDA LOCA

La Juana Figueroa era una salteña jacarandosa adicta a los amores prohibidos. Un día, el salvaje del marido, amparándose en su condición de cornudo, la mató de un fierrazo en la cabeza. Fin de la historia, dirán ustedes. No, fin de la historia no: principio. Porque a partir de ese momento la Juana pasó a engrosar la lista de “santos” populares. Tiene una serie de fieles que le encienden velas y le rezan para que interceda ante Dios y se cumplan sus peticiones. Imagino que la mayoría de sus devotas serán mujeres que quieren mantener en el anonimato a sus “patas de lana”, pero no sé.


JUAN BAUTISTA BAIROLETTO: LA DELINCUENCIA SANTA

Este señor era, a todas luces, un delincuente. Ladrón, e incluso asesino (en su haber carga con la muerte de una joven madre a la que, supuestamente, él y su cómplice confundieron con un policía), fue considerado, en la década del ’30, el “enemigo público número dos” en Argentina ( el “número uno” era otro forajido famoso “Mate Cosido”, con “s” de costura, ya que, según se dice, una refriega le había dejado una cicatriz en la cabeza al mejor estilo Harry Potter).
Yo no sé que fascinación morbosa despiertan en el vulgo los delincuentes. Lo cierto es que Bairoletto (también catalogado como un Robin Hood de las pampas, amigo de los pobres y enemigo de los ricos) ha sido “canonizado” por el pueblo. Hasta su tumba se acercan muchas personas a dejar ofrendas y hacerle pedidos de todo tipo, ya que se lo considera “milagroso”. Aunque usted no lo crea.
 

 CARLOS GARDEL: MI BUENOS AIRES QUERIDO

Gardel es, sin ninguna duda, una de las figuras más importantes y queridas de la cultura popular argentina. Aún hoy sigue en boga el famoso latiguillo “Cada día canta mejor”.
El 24 de junio de 1935, el avión en el que viajaba se estrelló en Medellín, Colombia, en condiciones que nunca fueron aclaradasGardel murió con sólo 45 años y ahí nació el mito.
Hay un culto popular que rodea la figura del cantante y consiste en colocar un clavel en la solapa izquierda de la estatua que lo representa en el Cementerio de la Chacarita, donde descansan sus restos, y un cigarrillo encendido, también en su mano izquierda. Hasta aquí la cosa sería bastante comprensible. Pero va más allá. Hay quienes creen que  el “Rey del Tango” es un “santo” y que puede conceder “milagros” a sus seguidores. 


SAN SON: DEL QUE COME SALIÓ COMIDA, Y DEL FUERTE SALIÓ DULZURA

¿Quién carajo es San Son? ¿El “Santo Patrono de los Patovicas”? Parece que se trata del forzudo héroe bíblico, “canonizado” como consecuencia de la engañosa primera sílaba de su nombre (con este descabellado criterio podríamos tener un “San Día”, que sería el “Santo Patrono de los Fruteros” o un “San Dalia”, que haría lo propio con los fabricantes, vendedores y reparadores de zapatos).
San Son es representado siempre acompañado de un león al que le está retorciendo el pescuezo o algo así. Es un “santo” muy requerido por los que tienen penas de amor, al igual que San Marcos y San Jorge. Y tiene devotos que le encienden velas, le rezan oraciones sacrílegas y le piden la solución a sus problemas.
Debo reconocer que San Son me cae simpático. Por lo menos no era un chorro.

 
  
EVITA: OH, DIOS, POR TU INFINITA MISERICORDIA INSPIRASTE A EVA UN AMOR GRANDE AL PRÓJIMO…

Evita Perón es una figura controvertida de la historia argentina. Se la ama o se la odia. No es mi intención detenerme en la biografía política de Eva,  harto conocida. Pero quiero llamar la atención sobre un hecho que me parece de lo más absurdo: hay gente trabajando para la “santificación” de Evita y para su nombramiento como “Patrona Benemérita” de los países del Mercosur. Entre las intenciones de estos trasnochados se encuentra “reconocer su gloria eterna, junto a Dios Nuestro Señor”  y bregar porque los cristianos en apuros apelen “a su memoria, siempre bendita”.
Acá hay algún fumado (unos cuantos fumados, mejor dicho). Y algunos de ellos, no se sorprendan, pertenecen a la Santa Iglesia Católica.
Queridos hermanos sacerdotes, dejen la marihuana y pónganse a laburar.


 RODRIGO: UN LARGO CAMINO AL CIELO

Que Rodrigo Bueno era un bombonazo está fuera de toda discusión. Que tenía un carisma extraordinario, también. Pero de ahí a “canonizarlo” hay un largo, largo trecho.
Rodrigo era un cantante cuartetero que, en la madrugada del 24 de junio de  2000, cuando regresaba de dar un concierto en City Bell, se mató en un terrible accidente. Tenía apenas 27 años.
A partir de ese momento, comenzaron los “milagros” de Rodrigo. Al costado de la autopista donde se mató se levantó un “santuario” donde los peregrinos se acercan, no sólo a rendirle su admiración al artista, sino también a encender velas y a realizar pedidos, fundamentalmente de trabajo y salud. Se supone que su “misión divina”, tal como la de Gilda, era “traer alegría a la Tierra”.
Por supuesto, y debido a mis inquietudes pseudo antropológicas, también fui a sacar fotos al “santuario” de Rodrigo, pero esta vez sin mi marido, para tener total libertad de acción.

Muchos de ustedes estarán pensando, sin duda, que soy una irrespetuosa y una maleducada y que merezco ser devorada por las llamas del Infierno (Infierno en el que, de más está aclararlo, no creo). Pero no es para tanto. Es más, tengo un par de propuestas para engrosar la lista de los “santos populares”. Se podría “canonizar” a Luca Prodan y a Alfonsín, nombrándolos, respectivamente, “Santo Patrono de la Ginebra” y “Santo Patrono de la Democracia”.
¿Qué lleva a los argentinos a creer todas estas sandeces? Qué se yo. Sólo sé que en mi billetera llevo una estampita de “San John Lennon” (siempre fui una anglófila detestable) y que, cada tanto, le pido alguna cosita. 

Pa’ ver si cumple, nomás.

martes, 3 de enero de 2012

5 COSAS QUE AUMENTAN EL DESEO SEXUAL EN LAS MUJERES


5 COSAS QUE AUMENTAN EL DESEO SEXUAL EN LAS MUJERES

“Para las mujeres el mejor afrodisíaco son las palabras, el punto G está en los oídos, el que busque más abajo está perdiendo el tiempo.” 
 Isabel Allende

Parece, carísimos lectores, que en los albores del Siglo XXI son muchas las damas y damitas que se encuentran desganadas. En lo que a sexo se refiere, of course. Los motivos de este desgano suelen ser de lo más variados. Algunos de ellos están íntimamente relacionados con situaciones médico-orgánicas (bajos niveles de testosterona, hipotiroidismo, aumento de prolactina o ingesta de ciertos medicamentos). Otros, en cambio, responden a factores de origen psico-social (estrés, baja autoestima, mala relación en la pareja o aburrimiento). Si bien en ambos casos es insoslayable la visita a un médico o a un terapeuta, existen una serie de cositas para ayudarnos a superar las motivaciones del segundo. Por lo menos, eso es lo que jura la revista “Muy interesante” en un artículo publicado en su sitio web (los que creían que vuestra servidora sólo leía la  descerebrada revista “Cosmopolitan” y el degenerado diario “Clarín”, estaban, como siempre, más cerca del prejuicio que de la verdad verdadera).
Según Meredith Chivers, investigadora de la Universidad de Queens, Canadá, para poder mantener relaciones sexuales satisfactorias es requisito imprescindible una buena estimulación del cerebro femenino. Empeñados en facilitarle las cosas a los masculinos embarcados en tan complicada estimulación, médicos, neurocientíficos y psicólogos han identificado en la última década algunos truquitos que ayudan a despertar el deseo femenino.  Haciendo gala una vez más de mi bonhomía para con todos y todas, se los acerco hoy, esperando que las desganadas dejen de serlo  en un santiamén. De nada.

-Chocolate: De acuerdo con un sesudo estudio publicado en la revista “The Journal of Sexual Medicine”, las mujeres que ingieren, al menos, una tabletita de chocolate negro al día experimentan mayor deseo sexual y tienen relaciones sexuales más placenteras. Contra lo que muchos suponen, el chocolate es un alimento que, además de ser riquísimo, nos aporta múltiples beneficios: entre otras cosas, favorece la producción de serotonina, un neurotransmisor que lleva a una señal nerviosa que produce felicidad, y es una regia fuente de anandamina, un compuesto que activa receptores cerebrales que producen placer y lucidez mental.  El truco del chocolate, cara gente, funciona a cualquier edad: no hace falta ser una jovenzuela para experimentar las glorias de un Toblerone engullido con alegría y buena disposición. Ni hablar si una se zampa, sin repetir y sin soplar, una caja de Mozartkugelns: quedará tan predispuesta al acto como la lúbrica Mesalina de los idos tiempos romanos.

-Yoga: Es sabido que el yoga tiene múltiples beneficios físicos y mentales. Pero, además, científicos de la Escuela Médica de Harvard, EE. UU, han comprobado que la repetición de las posturas o asanas propias de esta actividad durante al menos doce semanas consecutivas consigue aumentar el deseo, la excitación, la lubricación y el número de orgasmos en mujeres de 22 a 55 años, cosa que no debe extrañarnos, si tenemos en cuenta que los precursores del yoga son los mismos calentones que pergeñaron las delicias del Kama Sutra. El yoga genera, según los expertos en el tema, estímulos mentales asociados a la excitación sexual.

-Colesterol a raya: Mucho más sorprendentes que los resultados de consumir chocolate o practicar yoga regularmente son aquellos que devienen de mantener el colesterol a raya. No porque sean más sensacionales. Simplemente, porque una no podría imaginarse jamás  que las pocas ganas de chichoneo que la atormentan tengan relación alguna con un colesterol descontrolado. Katherine Esposito y sus colegas de la Segunda Universidad de Nápoles, Italia, han demostrado que las mujeres con niveles altos de colesterol y otras grasas en sangre experimentan un importante descenso de la excitación, el orgasmo y el deseo. Por su parte, Annamaria Veronelli, de la Universidad de Milán, ha relacionado los problemas de disfunción sexual femenina con diabetes, obesidad y baja actividad de la glándula tiroides. Mantenerse sanitas es, como verán, indispensable para no dejarse ganar por la inapetencia sexual.

-Inteligencia: Según un experimento llevado a cabo en el King’s College de la Universidad de Londres, Inglaterra, con más de mil parejas de hermanas gemelas, las mujeres con mayor inteligencia emocional -habilidad para manejar los sentimientos propios y ajenos- tienen el doble de orgasmos que el resto de las féminas (no me pregunten en qué afectó a este portentoso estudio que las muchachas sondeadas fueran hermanas gemelas porque no tengo ni la más puta idea). Tim Spector, uno de los responsables del mentado experimento, declaró, a la luz de los resultados del mismo, que no cabía duda de que "la inteligencia es una ventaja incluso en la cama". Con respecto a esta optimista afirmación, yo tengo mis serias dudas: para mí, cuanto más boluda es una, mejor la pasa. Pero ya lo dije cienes y cienes de veces: yo no soy especialista. Ni en esto ni en nada.

-Una copa de vino: Hace algunos años, investigadores de la Universidad de Florencia, Italia, reclutaron a 800 mujeres de 18 a 50 años de edad para averiguar si beber vino tinto tenía algún efecto sobre la libido femenina. El experimento, cuyos resultados fueron publicados por la revista “Journal of Sexual Medicine”, revelaron que consumir una o dos copas de vino al día aumenta el deseo sexual. Los científicos sugieren que se debe a que los antioxidantes de dicha bebida aumentan el flujo sanguíneo en zonas claves del organismo. De más está aclarar que  una o dos copas de vino no son ni una botella ni una damajuana: un poco de alcohol predispone a la hora del amor, pero si nos pasamos de rosca con el vinito lo más probable es que terminemos roncando y con el pescado sin vender o que nos pongamos belicosas como la aquí escribiente y terminemos a los golpes con nuestro partenaire por cualquier nimiedad.

Hasta aquí, mis queridos, aquellas cositas que la revista “Muy interesante” señala como propiciadoras  del deseo sexual femenino. Cualquiera puede comprarse un chocolate. No sé si un Toblerone, pero un Tokke, sí. Cualquiera puede animarse a practicar yoga (en muchos Centros de Jubilados o clubes de barrio dan clases gratis). Cualquiera puede ponerse las pilas y dejar de comer porquerías para controlar de una vez por todas a ese colesterol díscolo. Cualquiera puede acceder a una copita de vino diaria, basta con no hacerle asco al tetrabrik. Lo de la inteligencia es un poco más difícil, pero no estamos hablando de  ser un experto en geometría de Riemann: estamos hablando de poder apreciar y expresar de manera justa nuestras propias emociones y las de otros y usar nuestra sensibilidad con el fin de motivarnos, planificar y realizar de manera satisfactoria nuestra vida. Cosas que, según los expertos, se pueden aprender. Así que las damas y damiselas desganadas tienen mucho para hacer con el fin de llevar una existencia más feliz y más plena.
Me despido de ustedes, mis amores, con una frase rotunda de la picante Mae West: “Un orgasmo al día mantiene lejos al médico.”

…Y es mucho más rico que una manzana.