miércoles, 25 de julio de 2012

EL DISCRETO ENCANTO DE SER UNA TEEN


EL DISCRETO ENCANTO DE SER UNA TEEN

“El adolescente es un ser extraño, inocente como un ángel, orgulloso como un príncipe, valiente como un héroe, vanidoso como un pavo real, perezoso como un asno, indomable como un toro, irritable como una damisela.” 
 Stanley Hall

Hace mucho, pero mucho, pero mucho mucho, que yo no soy adolescente. Cosa que, como ustedes comprenderán, tiene sus pro y sus contra. Las contras son varias:
*No puedo comerme un kilo de helado sin acusar recibo de semejante bacanal en mi rechoncha humanidad.
*No puedo dormir los domingos hasta las 3 de la tarde sin que nadie me rompa las pelotas.
*No puedo colgar posters de señores agraciados en las paredes de mi habitación sin que se me acuse de vieja desubicada.
*No puedo peinarme como Cindy Lauper (Ustedes dirán, con justa razón, que hoy en día ninguna señorita se peina como Cyndi Lauper. Con la bonhomía que los caracteriza sabrán disculpar que vuestra servidora se haya quedado en los ’80).
Los pro podrían englobarse en uno grandioso y abarcativo:
*Estoy a salvo de las gazmoñas, anodinas y desabridas publicaciones para teens.

Prosiguiendo con mi concienzuda investigación acerca de las revistas argentinas, caí como peludo de regalo, precisamente, entre las glamorosas páginas de la “Para Teens”. De movida, nomás, me encontré con dos bellas mozas ataviadas (¡sí, adivinaron!) a tono con el Mundial. Las chicas portan bombacha y camiseta con los colores de la enseña patria. A mí, que vengo de ver tantos culos, me parecen tan arropadas como señoritas victorianas. El título de la nota en cuestión, donde las pendejas festejan pero sin revolear el corpiño, es “Outfits mundialeros”. Frente a este apelativo me siento un Tiranosaurio Rex: no tengo ni la más puta idea de lo que significa la palabra “Outfits”.
Sigo mariposeando por la “Para Teens” y me topo con otra señorita, flequilluda ella, con una guitarra en la mano. Pero no se equivoquen: esta piba no sabe cómo tocar el mentado instrumento. Ni siquiera canta. Por eso los ¿profesionales? de la “Para Teens” le tiran una idea fabulosa: “Todas soñamos con que un músico hermoso nos dedique un día una canción, pero hasta que ese día llegue, ¿por qué no ser vos la que regale un tema a tu boy? ¿Cómo? La cosa es así: vos le contás tu romántica historia a un grupo de músicos y compositores y les indicás el género de música que te gusta, ellos se encargan de crear un tema en ese estilo, vos se la regalás a tu chico y quedás ¡como una diva! ¿No es súper original?” Sí, es súper original y súper idiota. No quiero ni imaginarme el nivel que tendrán estos “músicos y compositores”. Tampoco quiero imaginarme lo boludas que pueden llegar a ser las canciones nacidas de tan peregrina idea. Las historias de amor entre adolescentes no son, precisamente, la que viven Francesca y Robert Kincaid en “Los puentes de Madison” o Elinor y Edward en “Sensatez y sentimientos”. Son más bien pavotas. Ojalá que las chicas no se ofendan. Además, no creo que a ningún pibe le haga gracia que su girl le dedique una melodía impregnada de baba. Salvo que sea un mariconazo hecho y derecho. No olviden que yo tengo un hijo de 15 años y sé con que bueyes aro.
Aparece luego una nota que, en la “Para Teens”, es una extravagancia igual que un perro a cuadros, igual que un gato azul. El artículo en cuestión se intitula “Capitalismo: Una historia de amor” y versa sobre el último documental de Michael Moore. La verdad, no creo que haya una sola adolescente que sepa, siquiera, quién es Michael Moore. Y si lo sabe, seguro que no lee la “Para Teens”. Seguro, seguro.
Pegadita a Michael Moore hay una pibita a la cual le tiraron el catálogo completo de Alba en su dulce carita de manceba. Para mí que los profesionales de la “Para Teens” tienen algún curro con los de Maybelline o los de Revlon. Porque es innecesario que una niña de 15 años se maquille tanto. Innecesario y nefasto. En 1983 las chicas de 15 años éramos frescas como rosas. Ignorábamos qué era el make-up. Ignorábamos la existencia de un elemento pringoso llamado base de maquillaje. Ignorábamos en qué consistía un polvo. Perdón. El polvo. Y jamás de los jamases nos teñíamos el pelo, so pena de ser catalogadas como descaradas atorrantitas (por eso conservo aún hoy la calentura con el peinado anaranjado de Cyndi Lauper). Teníamos 15 y parecíamos de 15. A lo sumo de 16.
Rememorando mis venturosos 15, no puedo sustraerme al pérfido encanto de otro artículo de la “Para Teens” orientado a que las niñas tengan una idea cool acerca del vestido que lucirán en la noche más importante de sus pequeñas vidas. Porque si hay algo fundamental en el universo de la “Para Teens” es la moda. La revista asegura que este año, a tono con el boludeo de Tim Burton, se viene con todo la onda “Alicia en el País de las Maravillas”. Esto no quiere decir, como supondrán los más despistados, que la niña deberá entrar al salón donde se celebre la deseada festichola del brazo de un conejo. No, no. Esto quiere decir que los trajes quinceañeros tendrán muchas gasas y volados. Y encajes y volados. Y todos tendrán corsets y escotes strapless. Convengamos en que Burton esta vez meó fuera del tarro e inventó una Alicia boba, desabrida y vieja. Pero Alicia, señores, la verdadera Alicia, no usa ni usará gasas, encajes, voladas y corsets. Y menos que menos escotes strapless. A lo sumo, se le verá una puntilla miserable porque la enagua se le asoma debajo de la pollerita. Y gracias. Pero esta distorsión malsana de las pilchas de Alicia no es lo más alarmante de este folletín. Lo más alarmante son los precios de los vestidos que la “Para Teens” propone para la apoteósica joda. Ofrece un modelito de Laurencio Adot que es una bicoca: US$ 1.800. Y otro, del mismo diseñador, que resulta, indudablemente, una ganga imperdible: US$ 2.300. Las botinetas que sugiere la revisteja son de Ricky Sarkany. El precio de las mismas no aparece. Mejor.
La “Para Teens”, queridos amigos, tiene una obsesión mal disimulada con el retoño de Lewis Carroll: resulta que para convencer a las mozuelas de tirarse encima ropas carísimas y bastante insulsas, los profesionales del pasquín inventaron un verso deplorable y plantean “un encuentro de Alicia de niña y ya como mujer, para reencontrar la libertad de su infancia” (¿?). Según estas gentes modernas “la propuesta es borrar los límites entre la realidad y lo imposible”. Cómo se hace esto no sé. El quid de la cuestión es conseguir un look aventurero y desinhibido, apto para tirarse de cabeza en una madriguera y jugar al croquet con la Reina de Corazones. Look que se alcanza con “distintos tipos de algodones, cuero, terciopelos y encajes de lana”. Ah.
Pero no todas las niñas quieren volados, conejos, sombrereros y reinas enculadas. Hay chicas que están para otra cosa muy distinta. Son aquellas a las cuales la “Para Teens” sugiere una “propuesta rockera y descontracturada al estilo Sex Pistols”. Sí, ya sé. Yo también me cagué de risa cuando lo leí. Las chicas de la “Para Teens” están tan cerca de los Sex Pistols como la Mona Jiménez de "Stairway to Heaven". Pero los profesionales de la revistita les hacen creer otra cosa. Total, para tener el estilo de los Pistols basta con lucir “hombros bien marcados, vestidos de noche adherentes y sensuales, pero por sobre todo las tachas, lentejuelas, encajes y estampados jugados.” No sé, no sé. Yo a Johnny Rotten con un vestido adherente nunca lo vi. Por ahí ustedes sí.
La “Para Teens” sigue y sigue mostrando ropas y accesorios para las chicas cool. Las sigue mostrando hasta el infinito y más allá. Permítanme ser una grosera y gritar a los cuatro vientos que los asesores de moda de la revista viven en una nube de pedos. ¿A qué ente en su sano juicio se le ocurriría gastar $ 165 en una vincha o $ 98 en una boina tejida? ¿A qué ser vivo cuyo coeficiente intelectual supere los 25 puntos se le antojaría ostentar en su cabecilla una coronita de plata y nácar para que todo el mundo se le ría insensiblemente en la cara? Sobre todo sabiendo que la mentada coronita cuesta $ 720. Otra bicoca.
No contentos de aconsejar a las adolescentes acerca de las bombachas que deben usar (bombachas que, como ustedes imaginarán, cuestan entre $150 y $200, que para usar calzones comprados en la feria está una que tiene mil años), los profesionales de la “Para Teens” se meten a dar consejos en asuntos del corazón. Ay, ay, ay, ay. Con los de la “Cosmopolitan” bastaba. Parece que la teen quiere conquistar un teen. Y no sabe para dónde disparar. Así que los profesionales le tiran una serie de consejitos de lo más deplorables:

 “En primer lugar, es de gran ayuda que hables con tus amigas y amigos, ellos seguro te contarán sus experiencias y también vas a poder confesarles tus miedos. No hay duda de que charlando vas a aprender un montón.”
Sorprende que la “Para Teens”, que se hace tanto la cancherita, tenga un desconocimiento tan bochornoso acerca del comportamiento adolescente. Sobre todo del comportamiento adolescente femenino. Si nuestra pobre teen les cuenta a sus amigas que ha perdido el apetito por un jovenzuelo, su secreto se esparcirá por doquier como reguero de pólvora. Y además, la chica correrá el bruto riesgo de que otra teen, probablemente más agraciada que ella, tire toda la carne al asador para llamar la atención del mentado borrego. Nada hace más atractivo a un hombre que ser deseado por una mujer que no es una. Pibes feos y pavotes se han visto acosados por mozalbetas que en circunstancias normales no les hubieran dado ni la hora, sólo porque algunas teens desprevenidas confesaron que se bebían los vientos por los susodichos. Así que, querida teen, cerrá el pico. Ya.

 “¡Ojo! No todas las relaciones son iguales. No existe una fórmula mágica para que tu muchachito se enamore de vos: algunos te podrán decir que la clave es mirarlo de forma sugerente para llamar su atención, otros te indicarán que te hagas la indiferente y no faltará quien te aconseje que le des celos. Por esta razón, está bueno conocer distintas historias para, luego, encontrar aquellos tips que más se aplican a tu situación particular y ponerlos en marcha.”
Si conquistar a un hombre fuera tan sencillo como mirarlo de forma sugerente, hacerse la indiferente o darle celos, el mundo no estaría lleno y lleno de pobres solteronas que se han quedado sin ilusión y sin fe. No hay que engañar a la teen tan vilmente: levantarse a un tipo no es tan fácil. Hay tipos que jamás de los jamases reparan en la pobre chica, aunque la mencionada se ponga en pelotas frente a sus ojitos esquivos. Es imposible hacer que alguien se enamore de una. Si se tiene que enamorar, se enamorará. Y si no, rumbeará para otros lares, por más que le prendamos 100 velas a San Expedito. Que según dicen es el más gauchito de todos los santos, pero para estas cosas no da bola.

 “Lo más probable es que, si te gusta alguien, no sólo sea una atracción física sino que, además, compartan intereses. A lo mejor miran las mismas películas o programas de televisión, escuchan música parecida o se cruzan en recitales, leen libros y revistas similares, a los dos les encanta el deporte o salen a los mismos lugares a divertirse. A partir de ahí, entonces, es de donde tenés que emprender tu plan de conquista. Porque si bien los chicos son distintos a nosotras, eso no quiere decir que no nos puedan gustar cosas similares. Al contrario, lo más probable es que cuanto más hablen, más cosas en común encuentren.”
Lo más probable es que, si a los 15 te gusta alguien, lo tuyo sea calentura hecha y derecha. De eso me acuerdo. Poco importa el asunto de los intereses en común. Mejor. Porque no los tendrán. La teen se agasajará con “Crepúsculo” y el teen jugará a la “PlayStation”. La teen escuchará a Axel y el teen se espantará ante la inmunda telaraña de azúcar que bloquea los oídos de la muchachuela. La teen leerá la “Para Teens” y el teen no leerá nada. Y así durante los siglos de los siglos, amén.

 “El primer paso es ir acercándote con la mejor onda y generar conversaciones sobre esos temas que los apasionan a los dos y, así, ir construyendo una confianza que se base en la conexión. El pilar de toda relación es compartir esas actividades que los entretienen a los dos. Pasarla bien y reírse mucho es fundamental. De a poco, demostrale lo copada que sos y lo mucho que podrían divertirse si se animaran a pasar más tiempo juntos.”
Tanto boludeo me pone mal. Ya dije que la teen y el teen no tienen nada en común ni lo tendrán jamás. Los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus, ¿capisci? Y siempre lo serán. Así que es al divino botón que la teen intente demostrar lo copada que es. Más le vale tener un culo grande o unas tetas decentes.

 “Todo en su justa medida, no dejes que la ansiedad te juegue en contra. Una recomendación: no lo ahogues con dos mil mensajitos de texto por día, 300 llamadas al celular o 45 e-mails porque lo vas a asustar. Andá de a poco, y siempre confiá en vos.”
Debo reconocer que en este punto los genios de la “Para Teen” tienen razón. Porque los hombres siempre se sienten asfixiados y gritan destempladamente que las mujeres somos unas hincha pelotas. Y el teen este no va a ser la excepción.

Acá se acaban las recomendaciones para que nuestra cara niñita se lance a la conquista. Hay que reconocer que los de la “Para Teens” le avisan que esta sarta de pavadas puede no dar resultado. Pero a no bajonearse, por este teen que no le dio bola habrá cientos y cientos que sí se la darán.
Continuando con mi sesuda investigación descubro que si hay algo en lo que la “Para Teens” se destaca, además de la moda, son los test. Porque una teen tiene que saber ciertas cosas. Y para saberlas, nada mejor que un test. Contestando unas preguntitas triviales la muchachuela podrá saber cómo besa, en qué estado está su corazón, si es una trendsetter (¡Help! ¡I need somebody! No sé qué corno es una trendsetter), qué busca en un chico y cuánto falta para que conozca a su próximo novio. Esto último suena más a videncia que a test, ya se. Puede ser, puede ser. Porque la “Para Teens” también tiene su costado esotérico y anda jodiendo con el Horóscopo Maya. Que es el último alarido de la moda. El Horóscopo Maya tiene animalitos, como el Horóscopo Chino. Pero son animalitos latinoamericanos. Los mayas estos son los que anduvieron esparciendo la idiotez de que en el 2012 (el 22 de diciembre, para ser más justos y precisos) se acabará el mundo tal como lo conocemos. Algún día me detendré en la huevada maya, de la cual desconfío desde que leí por ahí que los tipos “sabían que nuestro sol es un ser vivo que respira y que cada cierto tiempo se sincroniza con el enorme organismo en el que existe” (¿¿¿¿¿¿??????). Pero este no es el momento. Acá estamos con el fin rastrero de lapidar a la “Para Teens”. 
Yo creo que los editores de las revistas femeninas forman parte de una gran conspiración orientada a pulverizar los sesos de las mujeres y a convertirlas en algo así como las poseídas de Stepford. Para quien no leyó la novela de Ira Levin, diré que estas poseídas tienen un aspecto impecable, una cabeza hueca, una voluntad lastimosamente anulada y un servilismo para con sus hombres que da asco. El siniestro plan para convertir a las mujeres en boludas totales a través de sus lecturas revistiles estaría orquestado más o menos así:
 -De 0 a 12 años: cualquier revista que se ocupe de las gansadas de Cris Morena.
-De 12 a 18 años: “Para Teens” y sucedáneas.
-De 18 a 35 años: “Cosmopolitan” / “Glamour” (las más putonas se inclinarán por la “Cosmopolitan”, que es la revista de las calenturientas y las más it optarán por la “Glamour” que es… más glamorosa, valga la redundancia).
-De 35 años en adelante: “Para ti” y sucedáneas.

A veces es doloroso hacerse cargo de la realidad. Pero hay que hacerlo, hay que hacerlo. La “Para Teens” existe. Es una amenaza para nuestras niñas en formación. Aunque a esta altura del set tengo la lastimosa sospecha de que nuestras niñas ya están echadas a perder.

Que me perdonen las chicas.

viernes, 20 de julio de 2012

¿TE ACORDÁS, HERMANO, QUÉ TIEMPOS AQUELLOS?


 ¿TE ACORDÁS, HERMANO, QUÉ TIEMPOS AQUELLOS?

"Tere que te tere que te uha uha uha". 
El Boxitracio

Cada vez que comento con una de mis amigas cholulas (“cholula”, entrañable palabra que nos legó Mariano de La Torre, creador de “Cholula, loca por los astros”, tira cómica que apareció en la revista “Canal TV”, desde 1958 a 1968 y cuyo personaje principal era una jovencita que  se la pasaba persiguiendo a los famosos para conseguir autógrafos, y era capaz de montar guardia veinticuatro horas, con tal de ver en persona a su ídolo favorito) alguno de los quilombetes de Ricky Fort  termino, invariablemente, metiéndome en un tema que me obsesiona: los chocolatines “Jack” y sus codiciados muñequitos sorpresa. Nunca pude completar una colección de muñequitos “Jack” y creo que el asunto me dejó secuelas psicológicas que perduran hasta el día de hoy. A tal punto que, hace un par de años (a la vejez, viruela), me embarqué en la engorrosa empresa de completar la colección de superhéroes y villanos que acompañaba las “Cajitas sorpresa Jack”.
Juro que la idea inicial era comprar dos o tres cajitas hasta que apareciera la ansiada “Mujer Maravilla”, pero todo se desbandó.
La primera cajita que compré traía como sorpresa al “Pingüino”.
-Ah, ¡mirá qué lindo el “Pingüino”!
Otra cajita.
-Ah, ¡mirá qué lindo “Wolverine”!
Otra cajita.
-Ah, ¡mirá qué linda “Supergirl”!
A esta altura de los acontecimientos, la “Mujer Maravilla” seguía sin aparecer y las “cajitas sorpresa” se habían convertido en un vicio imparable.
-Raquel, ¿por qué no dejás de comprar “cajitas”? Tenés un montón de muñequitos repetidos. (Mi marido no dice ni mu frente a mis desenfrenos económicos, pero el asunto de las “cajitas” ya era preocupante).
-No puedo.
-¿Por?
-Porque me falta uno.
-¡Dejate de joder!
-¡Me falta uno, me falta uno, me falta uno! ¡Me falta uno malo con capa verde! (Conozco bastante bien a los personajes de “DC”, pero alguno de “Marvel” se me escapa).
-“Dr. Doom”. (La cara de mi hijo era una mezcla de conmiseración y fastidio).
-¡Ése! ¡Me falta ése!
Ustedes no pueden imaginarse lo insoportable que puede llegar a ser una marmota de cuarenta años a la que “le falta uno”.
Al final, conseguí “el que me faltaba” en Parque Rivadavia y pude dormir en paz.
Cada vez que miro, orgullosamente, mi colección completa de superhéroes y villanos, no sé por qué, me retrotraigo a mi infancia. A mi viejo comprando pizza y merengues cada vez que ganaba Boca (hoy en día viviríamos a pan y agua) y a mi abuelito trajinando en la quinta. Y a una serie de eventos, objetos y personajes que extraño terriblemente.


“EL CHUPETRÓMETRO”

Hay algunas madres incomprensibles que se jactan de que sus vástagos no usan chupete, como si semejante hazaña significara un alto coeficiente intelectual o les augurara un futuro brillante como físicos nucleares. Yo usé chupete hasta los tres. No, hasta los cuatro. Bah, mientras pude.
Pero llegó un día aciago en el que tuve que dejar el chupete. Situación que hubiera sido altamente traumática de no haber existido el querido “chupetómetro”.
El “chupetómetro” era un cilindro transparente y  enorme, con el cual contaba Carlitos Balá en su exitosísimo programa de televisión, que poco a poco se iba llenando con el aporte de los pequeños televidentes. Aporte de chupetes, obvio. Allí fueron a parar los míos (porque tenía varios), lo que me permitió superar de manera fácil y divertida el abandono de tan preciado adminículo.
Tengo entendido que el “chupetómetro” volvió a la TV argentina de la mano de Julián Weich y su programa “Justo a tiempo”. Pero no es lo mismo, no es lo mismo, ¡no es lo mismo! Qué se yo, será porque hace rato que no uso chupete.


LA REVISTA  “ANTEOJITO” Y LAS MARAVILLOSAS CRIATURAS DE GARCÍA FERRÉ

La revista “Anteojito” apareció el 8 de octubre de 1964 y, durante años, acompañó a los chicos argentinos al colegio. Fue una de las tantas creaciones de Manuel García Ferré. Traía artículos con temas escolares, pero también historietas encantadoras: “Pelopincho y Cachirula”, del uruguayo Fola, y otras con personajes de García Ferré: “la bruja Cachavacha”, “el hada Patricia”, “Hijitus”, “Larguirucho” (que nunca supe qué corno de bicho era, aunque sí recuerdo que era bastante acomodaticio: a veces estaba de parte de los malos y a veces, de parte de los buenos), “Oaky”, “el Profesor Neurus” (tampoco supe jamás qué corno de bicho era “Pucho”, el fiel acompañante del malvado Profesor). Otro misterio para mis pocas luces fue el “Boxitracio”.
La “Anteojito” traía también muñequitas de papel (que siempre fueron mi delirio) y algunos juguetes de cartón para armar con las cajitas de los quesitos “Adler”, las “Comiditas” de Blanca Cotta, recetas fáciles para que los pibes  hiciéramos  despelote en la cocina.
Lamentablemente, debido a la crisis tremenda que sufrió la Argentina en el año 2001, “Anteojito” dejó de publicarse, después de 1925 números, que, durante 37 años, acompañaron a generaciones de chicos argentinos.
Lloré mucho cuando desapareció la revista. Sentí que desaparecía un pedacito de mi infancia.  


LAS GOLOSINAS

Ya me he referido varias veces a los entrañables chocolatines “Jack”. Venían con una sorpresa, un juguetito diminuto pero muy bien logrado, y, cada tanto, se lanzaba al mercado una nueva colección de muñequitos. Nadie completaba las colecciones, siempre había algún muñequito “difícil” que nos cagaba la vida.
Otras golosinas populares por aquel entonces eran las “gallinitas” y los “heladitos calientes” (¿?). Las “gallinitas” tenían una base de oblea sobre la que aparecía una figura de azúcar un tanto sospechosa que, con bastante buena voluntad, podía ser una gallina. Los “heladitos calientes” tenían un cucurucho y otra figura de azúcar de colores oficiaba de helado.
Los caramelos “Sugus”, que aún hoy se comercializan, eran los más famosos en esa época. La gracia era comprar un puñado de caramelos de distintos colores, quitarles las envolturas y hacer una torre, bastante difícil de morder pero muy pintoresca. Los “Sugus” confitados eran lo máximo. También estaban las “mielcitas” y una golosina que sólo yo recuerdo, el “Angelito Negro”, bastante parecido a la “Kremokoa”, pero más rica.
Otra golosina que venía con “sorpresa” era el chupetín “Topolino”. Eso sí, las sorpresas eran bastante más humildes que las que traían los “Jack”.
En la puerta del Cementerio de Avellaneda (vaya lugar para estas lides) se vendía el codiciado “turrón japonés”, un fardo de distintos colores, que se comercializaba en un carrito, como los maníes y las garrapiñadas. Era una mole bastante grande y, cuando comprabas, te cortaban un pedazo y te lo envolvían en papel encerado.
Otras golosinas que se vendían en carrito eran  el “algodón de azúcar” y las “manzanas acarameladas”. Y los helados. Esperar al carro del heladero era toda una aventura.

 
“TITANES EN EL RING”

“Titanes en el Ring” era un programa televisivo argentino de lucha libre, creado por Martín Karadagián en 1962. Los luchadores eran una serie de personajes, muchos de ellos sumamente carismáticos, que hacían las delicias de los pibes de las décadas del ’60 y del ’70. Los más destacados eran “El Caballero Rojo”, “Gengis Khan”, “Yolanka”(que promocionaba un yogurt), “Ulises el griego”, “Pepino el payaso” y “El ancho Rubén Peucelle” (eso en mis tiempos, porque mi marido, que es algunos años mayor que yo, se acuerda de “Jean Pierre, el beatle francés”). Y estaba, obviamente, “La Momia”. Se suponía que “La Momia”, tal como rezaba la cancioncita con la cual este atípico gladiador entraba en escena, “castigaba a los malos y defendía a los buenos”. Se ve que yo no debía tener  la conciencia muy tranquila que digamos, porque le tenía un cagazo bárbaro. Más tarde apareció “La Momia Negra” y esa era mala en serio.
Además de los luchadores había en el programa una serie de personajes que le daban una nota de color, como “La Viudita Misteriosa”, que le llevaba flores a Martín Karadagián y “El Hombre de la Barra de Hielo”, que no sé qué carajo hacía (disculpen mi ignorancia).
El árbitro más famoso era William Boo, que era malo, malo, malo. Los chicos lo odiábamos. Y él parecía disfrutar de ese odio infantil.
La última pelea del programa era la de Martín Karadagián que, como era el “dueño” del circo, ganaba siempre.
¡Qué lindo era “Titanes en el Ring”! Cada vez que veo un atisbo de “100 % Lucha” me deprimo.

 

LOS CARNAVALES

Carnaval, hoy en día, es sinónimo de gente en pelotas. No entiendo cómo se puede tardar tanto tiempo como dicen elaborando un traje que tiene dos lentejuelas, cuatro plumas y deja al descubierto la mayor parte de la anatomía humana.
Carnavales eran los de antes. Bien tempranito empezaba en el barrio la “guerra de agua”. Los más recatados te mojaban con un pomo (el “Bombero Loco” era el más promocionado). Los desenfrenados te liquidaban con un baldazo de agua. Y los dañinos te tiraban “bombitas”, pequeños globitos que llenaban con agua y que, cuando te golpeaban, dolían como la puta madre.
La “guerra de agua” tenía un principio y un fin, aunque nunca faltaba algún descolgado que te mojaba a las 8 de la noche, cuando ya estabas cambiadita e ibas, contenta y feliz, a tomarte un helado.
Los pibes del barrio también solíamos disfrazarnos. No con dos lentejuelas y cuatro plumas, que en esa época no se usaba mostrar el culo, sino con disfraces altamente elaborados: las bolsas de arpillera en las que venían las papas se convertían, con bastante maña y algo de pintura o hilos de bordar en trajes indígenas al estilo  Pocahontas. Las polleras, blusas y collares sustraídos a las madres, tías y abuelas, servían para convertir a cualquier pibita en una gitana hecha y derecha. Había remeras rayadas para los presos y pantalones viejos desflecados para los linyeras. Ya he hablado en otra ocasión de mi fabuloso atuendo de “Mujer Maravilla”: una bombacha de streech azul y un retazo de cortina roja, convenientemente aderezados con papel glasé metalizado, y unas botas de lluvia pintadas con témpera. También había caretas de plástico: a los cuatro años tuve una de Cleopatra, y creo que ahí empezaron mis delirios de grandeza.
En Domínico había un corso bastante modesto. A mí nunca me gustó demasiado el corso (cuando era muy chiquita mi papá me llevó al de la Boca y un psicópata me pegó con un martillo de plástico en la cabeza, cosa que me dejó traumada para toda la cosecha), pero cada tanto me daba una vueltita por el del barrio, corriendo el riesgo de que algún otro psicópata carnavalesco me pegara en el lomo con un pañuelo mojado. La gran atracción del corso de Domínico era la comparsa de travestis “Los Mimosos de Villa Corina”. Cabe destacar que en esa época los travestis eran otra cosa: los “mimosos” no tenían siliconas y alguno hasta podía aparecer con un atisbo de bigote.
El Carnaval de entonces tenía una nota trágica: cuando llegaba febrero y nadie te mojaba sabías, aunque no quisieras aceptarlo, que te habías convertido en un adulto.

 
LOS PARTIDOS “SOLTEROS CONTRA CASADOS”

Los partidos “Solteros contra Casados” se disputaban en medio de la calle. Se cortaba la mentada callecita de esquina a esquina y allá iban los atletas del barrio a correr detrás de la pelota. Las mujeres y los chicos oficiábamos de tribuna. Por razones obvias, siempre alentábamos a los casados que, además de su condición de futbolistas, eran padres y maridos.
Estos eventos deportivos se celebraban en fechas especiales, generalmente los 1º de enero o los 25 de diciembre. Y eran todo un espectáculo.
A pesar del aliento con el que contaban los casados, siempre ganaban los solteros. Los casados podían ser muy habilidosos, pero llevaban consigo una buena dosis de ravioles domingueros y vino con soda, así que su estado físico era, en la mayor parte de los casos, bastante deplorable. Los solteros no tenían panza y, aunque, a Dios gracias, en esa época los patovicas brillaban por su ausencia, estaban en mejor forma.
Los partidos “Solteros contra Casados” fueron desapareciendo poco a poco. Como todo lo que tiene que ver con esa etapa maravillosa que es la infancia. 


LOS  “SEA MONKEYS

Las estafas son deplorables, pero la estafa a la niñez es la más deplorable de todas. En la década del ’70 todos los chicos argentinos fuimos estafados por un vivillo que tuvo la genial ocurrencia de promocionar a las artemias salinas como pequeños monitos de agua que vivían en un castillitos encantadores y formaban familias tradicionales, con papás, mamás y simpáticos hijitos.
En un sobre de papel o cartón o qué se yo, se vendían los huevecitos de las artemias en estado latente. Había que ponerlos en una pecera y esperar a que crecieran. En realidad, nunca crecían demasiado (para verlos se necesitaba una lupa) y tampoco utilizaban ni la montaña rusa que venía en el “Parque de diversiones” ni corrían carreras en la pista “Derby”. Eran unos bichitos de mierda parecidos a los camarones o a “Plancton”, el malo de “Bob Esponja”. Pero yo era tan boluda cuando era chica que pensaba que iban a crecer, con la coronita con las que se los veía en las publicidades y todo (mi hijo dice que no eran coronitas, que eran tres prolongaciones que tenían en la cabeza, pero para mí eran coronitas y sanseacabó).
Todos los chicos queríamos tener “Sea Monkeys”. Todos llorábamos y pataleábamos cuando nuestros padres se resistían a comprarnos los huevecitos de los mentados monos. Y todos esperamos sentados a que los bichos crecieran.
Todavía seguimos esperando.


LAS FIGURITAS

Hoy en día siguen existiendo las figuritas: figuritas de “Puka”, de “Tinker Bell” (se llamaba “Campanita” en ese tiempo en el que nadie osaba dudar de la sexualidad del “Ratón Mickey”, del mismo modo que “Goofy” se llamaba “Tribilín”) y de cuanta huevada aparece en televisión. Pero figuritas eran las de antes.
Por ignorar olímpicamente el tema, no voy a hablar de las figuritas “de los varones”. Recuerdo, sí, que había “cuadradas” y “redondas” y que, en su mayoría, estaban relacionadas con el deporte.
Las figuritas “de las nenas” eran bellísimas. Había unas grandes como tarjetas postales, que representaban a distintas damas con trajes típicos de diferentes lugares. Los vestidos eran aterciopelados. Un sueño. Y estaban, por supuesto, las figuritas “con brillantina” (como maestra jardinera doy fe de que no hay nada que seduzca tanto a una pibita como la brillantina). Comprábamos álbumes e intentábamos completarlos, pero las figuritas eran como los muñequitos del “Jack”. Siempre había alguna “difícil”. Y los álbumes quedaban siempre con algún hueco que delataba que nos habíamos dado por vencidas o que las figuritas se habían dejado de fabricar.

Podría seguir horas y horas enumerando todo aquello que formó parte de mi infancia: el “Segelín”, que servía para cortar figuras de telgopor (el juguete que nunca pude tener y me quedó como una de las tantas asignaturas pendientes de mi vida), los “Calquitos” (que servían para que, aquellos niñitos brutos para el dibujo, adornaran decentemente sus cuadernos), el “Yo-Yo”, el “Tiki Taka”, las galletitas que venían en latas de 5 kg y se vendían sueltas (no tenían ni comparación con los paquetitos de morondanga que venden ahora), el “Ital Park”, el “Rasti”… 
Pero paro acá. Porque soy una maricona y ya me puse a llorar.

Y porque tengo que ir a lavar la ropa.

    

martes, 17 de julio de 2012

TOP TEN DE PELÍCULAS DE TERROR QUE ADELGAZAN II


TOP TEN DE PELÍCULAS DE TERROR QUE ADELGAZAN II

"Inventamos horrores ficticios para ayudarnos a soportar los reales."
Stephen King

Dispuesta a que consigan esa cinturita de avispa que tanto añoran sin levantar el culo del sillón, les ofrezco aquí la segunda y última parte del Top Ten de películas que adelgazan según un esperanzador estudio de  la Universidad de Westminster (Reino Unido). De nada.


 6) “A Nightmare on Elm Street” (Wes Craven, 1984): 118 calorías

A Nightmare on Elm Street” (“Pesadilla en la calle Elm”), filme de 1984, escrito y dirigido por el talentoso Wes Craven, es considerada una de las mejores películas de terror de la historia y una de las más innovadoras.
Varios jóvenes de una ciudad pequeña tienen pesadillas en las que son perseguidos por un hombre deformado por el fuego, que usa un guante terminado en afiladas cuchillas, sombrero  y un sweter rayado rojo y verde. Si durante el sueño alguno es asesinado, muere irremediablemente en la vida real.
El monstruo resulta ser un asesino al que los padres de estos jóvenes quemaron vivo hace varios años tras descubrir que había matado a varios niños.
A Nightmare on Elm Street” nos ofrece la primera aparición del paradigmático psicópata del cine de terror adolescente de los años 80sFreddy Krueger, interpretado magistralmente por Robert Englund, quien dio vida al personaje en otras siete secuelas y una teleserie.
Sus frases promocionales: "Si Nancy no se despierta gritando, es que no despertará jamás" o "Hagas lo que hagas, nunca te duermas" marcaron toda una época.


7) “Paranormal Activity” (Oren Peli, 2007): 111 calorías

“Paranormal Activity” (“Actividad paranormal ) es una película escrita y dirigida por el israelí Oren PeliLa historia se centra en una joven pareja conformada por Katie (Katie Featherston) y Micah (Micah Sloat), que es atormentada por un ente paranormal en su propia casa. La cinta es presentada como un documental, usando el material registrado por la cámara que los protagonistas instalaron.
Para mí esta película es un embole importante y las únicas calorías que podría gastar mirándola son las que gastaría durmiendo 86 minutos.


8) “The Blair Witch Project” (Eduardo Sánchez y  Daniel Myrick, 1999): 105 calorías

The Blair Witch Project” (“El proyecto de la bruja de Blair”), es una película independiente de terror psicológico, escrita y dirigida por Daniel Myrick y Eduardo Sánchez en 1999. Relata la historia de tres jóvenes cineastas (Heather DonahueJoshua Leonard, y Michael C. Williamsque desaparecieron mientras caminaban en las Colinas Negras, cerca de Burkittsville, Maryland, en 1994. Habían ido  a ese lugar con la intención de filmar un documental sobre una leyenda local conocida como “La bruja de Blair”. La película afirma que los tres jóvenes no fueron vistos nunca más, y años más tarde, todo su equipo fue encontrado. Este metraje recuperado es, supuestamente, el film que los espectadores están viendo.
La verdad es que a mí esta película me aburrió soberanamente. No gastaría una sola caloría volviéndola a ver.


9)  “The Texas Chain Saw Massacre” (Tobe Hooper, 1974): 107 calorías.

“The Texas Chain Saw Massacre” (“La masacre de Texas”) es una película de terror independiente de 1974, producida, escrita y dirigida por Tobe Hooper. La película cuenta la historia de dos hermanos adolescentes que viajan en compañía de unos amigos a Texas con el objetivo  de visitar la tumba de su abuelo, supuestamente profanada. Pero son atacados por un psicópata con una motosierra y una máscara de piel humana,  Leatherface (Gunnar Hansen), quien es auxiliado en estos sangrientos menesteres por su querida familia, compuesta por caníbales y desquiciados.
Leatherface (Cara de cuero), aparece cada tanto en precuelas y secuelas de la película original, con mejor y menor suerte.
La historia de la película “The Texas Chain Saw Massacre” está basada en los crímenes de Ed Gein, un asesino en serie de Wisconsin. Gein cometió sus asesinatos durante la década del ‘50 e inspiró a otras películas de terror como “Psicosis (Alfred Hitchcock ,1960) y “The Silence of the Lambs (“El silencio de los inocentes”, Jonathan Demme, 1991) Tras matar a sus víctimas, Gein usaba sus pieles para hacer máscaras y sus huesos para construir muebles, similares a los que aparecen en la película de Hoope.


10) [Rec] (Jaume Balagueró y Paco Plaza, 200): 101 calorías

“[REC]”es una película de terror española dirigida por Jaume Balagueró y Paco Plaza rodada como falso documental, en el año 2007.
La película es narrada por una periodista Ángela Vidal (Manuela Velasco) y un operador de cámara, Pablo (Pablo Rosso), que van a documentar cómo es la vida nocturna de una estación de bomberos con la esperanza de grabar alguna misión importante. El cuartel recibe una llamada de emergencia de un edificio, que responden tres bomberos acompañados de los periodistas. Y ahí encuentran caos, gente rabiosa, griterío, a los que se le suman los movimientos de la cámara y las corridas de los supuestos documentalistas. El resultado es algo que a mí me hace doler la cabeza.
“[REC]”tuvo una remake yankee tan fastidiosa como la original titulada  “Quarantine” (“Cuarentena”), dirigida en el 2008 por John Erick Dowdle.
Como verán, odio los falsos documentales.

Debo confesar que soy bastante escéptica frente a esto de que el cine de terror ayuda a quemar calorías. He pasado toda mi vida en cines, video bares  y sillones del living degustando películas de esas que generan genuino terror y cortan la digestión del susto (y también de las otras, las que generan asco, risa o nos hacen llorar de pena por lo malas que son) y, la verdad, una sílfide no soy.  Pero, quizás, lo que en mí no funciona, funcione, sí, en alguien más afortunado. Me despido de ustedes con una cita de  Stig Dagerman, que no tiene mucho que ver con adelgazar pero tiene mucho que ver con el terror: “Dos cosas me llenan de horror: el verdugo que hay en mí y el hacha que hay sobre mi cabeza”.

Buenas tardes.