miércoles, 12 de junio de 2013

NO ES PECADO


NO ES PECADO

"Puede que el sexo sea pecado, pero sabe divino." 
Mae West

Corrían otros tiempos (mucho más oscuros que los actuales), cuando nuestras sufridas madres se reunían con otras damas tan sufridas como ellas para ponderar las virtudes de las jarras y las fiambreras de plástico, porque el plástico era moderno y todo lo moderno debía ser de plástico. Un poco más acá en el tiempo, estas tertulias se abocaron a las ventajas de utilizar unas ollas carísimas, muy bonitas, eso sí, pero totalmente prescindibles para señoras y señoritas haraganas como la aquí escribiente, quienes sólo hacen uso de las cacerolas para calentar salchichas y hervir huevos. Alguna afortunada habrá asistido, también, a una reunión de cosméticos Mary Kay, donde, por lo menos, no intentaban venderle artículos que perpetuaran su condición de chef ad honorem y hasta podía ligarse una limpieza de cutis gratis. Pero con el arribo del prometedor siglo XXI, las reuniones privadas para promocionar y comercializar productos han dejado de ser propiedad exclusiva de las vendedoras de recipientes plásticos, baterías de cocina y  maquillaje, y han sumado a señoras muy sueltas de cuerpo que ofrecen a sus congéneres todo tipo juguetes sexuales, además de disfraces y ropa interior hot. Ellas son las asesoras  Tuppersex, damas versadas en entuertos sexuales, dispuestas a compartir su experiencia y conocimiento con gentes deseosas de condimentar su vida erótica y conectarse con su sexualidad desde un lugar más lúdico.
El Tuppersex es un fenómeno que nació en el sur EE.UU., alrededor del año 2000 y fue instalándose, poco a poco, en otros países. Se basa en el procedimiento de promoción  y comercialización de productos eróticos realizando reuniones privadas en las que las asesoras se dedican a mostrarle a las asistentes los productos en venta, explicándoles, además, en qué consisten, cómo se usan, y ayudándolas a resolver cualquier tipo de duda que surja en el encuentro. Los productos ofrecidos van desde vibradores y dildos hasta todo tipo de cosmética erótica, pasando por velas, disfraces, lencería y material de bondage suave. Las ventajas del Tuppersex saltan a la vista: cualquier dama bien dispuesta puede hacerse de un bonito sex toy sin necesidad de sonrojarse ni de pasar ningún tipo de apuro en un sex shop tradicional. Las que son nóveles en estas puercas lides pueden, además, hacer cientos de preguntas y desasnarse con alegría. Y todas, toditas, pueden tocar los productos, olerlos e incluso probarlos, si se trata de aceites para masajes, lubricantes saborizados o geles tentadores.
De la mano de una amiga de la adolescencia, asesora Tuppersex  e incipiente cómica de stand-up, tuve oportunidad, este fin de semana, de asistir a una jacarandosa reunión donde, además de divertirme, pude ver en vivo y en directo objetos cuya existencia conocía sólo porque había leído acerca de ellos en la “Cosmo”. Y de manotear alguno, además. Cosa de convencerme de que estos adminículos generadores de placer no son tan amenazadores como pensaba. Ninguno me mordió ni se metió de prepo en mi cartera. Una pena.
La reunión se inició con la presentación, por parte de una de las asesoras, de los productos de sex shop en venta, con una minuciosa y amena descripción acerca de los usos que pueden dársele a cada uno. Las damas presentes pudimos verificar texturas, olores y sabores, y comprobar, además, que existe una cantidad asombrosa de juguetes sexuales. Para una ignorante como yo, que nunca avanzó más allá de un par de calzoncillos, fue sumamente revelador  conocer detalles sabrosos acerca de los estos aparatitos complacientes: existen vibradores con MP3, que se mueven al ritmo de la música, mariposas vibradoras a control remoto, esposas de peluche para el bondage de mentiritas, plumitas slow touch  orientadas a cosquilleos atrevidos y otros artilugios que ofrecen sensaciones incandescentes, amén de una variedad interesante de lubricantes y aceites saborizados. Mención aparte merecen los disfraces y la lencería hot: mi alma de bataclana tembló de emoción frente a unas pezoneras rojas en forma de corazón engalanadas con flecos, igualitas a las que usaba la divina Candy Barr en sus shows de burlesque.
En la segunda parte de la reunión, las féminas allí convocadas pudimos disfrutar de un pequeño show organizado por otra de las asesoras, que se animó al stand- up y nos divirtió con un monólogo que versó sobre juguetes y jugueteos eróticos, aderezado, además, con graciosas anécdotas personales. Después vinieron las compras (sí, sí, hubo compras, pero no me pregunten qué compré: lo dejo a vuestros criterios) y el cafecito. Y la vuelta a casa con la certeza de que nuestras mamás también hubieran revoleado el bol y manoteado el portaligas si hubieran podido, pobrecitas.
Hasta aquí, mis queridas, esta pequeña crónica acerca de mi feliz debut en las reuniones de Tuppersex. Me despido de ustedes con una picante frase de la diosa Mae West, digna de ser tenida en cuenta: "Cada vez que no tengo nada que hacer y mucho tiempo para hacerlo vamos a la cama”.

Buenísimas tardes.



Bazar Erótico Itinerante

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