martes, 28 de junio de 2011

DESPABILANDO AL CHICO COSMO


 DESPABILANDO AL CHICO COSMO

“El sexo sólo es sucio si se hace bien.” 
 Woody Allen

Siempre he sostenido, gratos lectores, que este espacio pretende ser la más de las veces un servicio desinteresado para socorrer a las damiselas en apuros. Para tal menester echo mano a mi lamentable experiencia con el sexo masculino y a unas cuantas revistas femeninas empeñadas en que la mujer de hoy sea una explosiva mezcla entre Claudia Schiffer y la Cicciolina. Hay que ser bella, moderna, elegante y glamorosa, pero también hay que saber comportarse como un putón hecho y derecho cuando la situación lo amerita. Estas publicaciones suelen disparar la psicosis femenina a la estratosfera: las chicas Cosmo y afines pierden contacto con su prosaica realidad y acaban convencidas de que viven en un capítulo de “Sex and the City” y que Mr. Big las espera recostado en la Torre Eiffel. Situación que no es tan dramática si la chica es chica, pero resulta un bochorno si la chica dejó de ser chica hace rato y araña los infortunados cuarenta.
Habrán notado ya que entre todas las revistas femeninas que andan pululando por ahí mi favorita es la “Cosmopolitan”. Cierto es que, con fines absolutamente científicos, hojeo cada tanto la “Glamour”, la “Ohlalá!” o la tradicional “Para Ti”. Pero estos pasquines tienen tantas y tantas páginas dedicadas a la moda que termino fastidiada, abrumada y harta: las modelos son lo suficientemente flacas y altas como para recordarme que peco de diminuta y rolliza. La ropa es talle cero y, para que me entre, tendría que estar seis meses muerta. Además, es carísima. Pero la “Cosmopolitan” es otra cosa: cada tanto exhibe alguna pilchita, pero está dedicada casi íntegramente al sexo. Abunda en trucos, tips, movidas y consejos para sacarle chispas al colchón. Y tiene un extravagante argot que alude al orgasmo como “la Gran O”, al monte de Venus y aledaños como “la Zona V” y a las partes masculinas como “la Zona Sur”, que resulta de lo más pintoresco.Mucho ha sugerido la “Cosmo” a señoras y señoritas. Y, como si eso no fuera suficiente, se atreve, esta vez, a aconsejar a los muchachos. Así que, sólo por hoy, este espacio pretende ser un servicio desinteresado para socorrer a mozalbetes en apuros. Si es que queda alguno.
Intérnense conmigo, por favor, en este explicativo artículo intitulado descaradamente “Adiviná qué quiere ella en la cama”. Va a ser provechoso para masculinos y femeninas por igual, siempre y cuando tengan dentro de sí el maravilloso espíritu Cosmo. Porque es de público conocimiento que las chicas quieren cosas y los chicos se las niegan sistemáticamente. De pajarones que son, nomás.

ADIVINÁ QUÉ QUIERE ELLA EN LA CAMA

Hay una leyenda urbana dando vueltas por ahí que asevera que cuando la dama pide sexo el caballero jamás le dice que no. No vamos a discutir aquí su veracidad, aunque yo, como imaginarán, la pongo en tela de juicio sin ningún reparo. Según la “Cosmo”, cuando la chica quiere fiesta el chico echa mano a los pitos, las matracas y el papel picado. Supongamos que así fuera. Parece que, una vez que el muchacho se decide a complacer a la jovenzuela, no sabe muy bien que hacer con los mentados artículos de cotillón. Porque la piba es una hincha pelotas y hoy quiere pito, mañana matraca y pasado mañana maracas y serpentinas. Y el pobre tipo no tiene cómo saber si la cosa viene de carnaval carioca o de mascarada veneciana.Pero la “Cosmo”, la bendita “Cosmo”, le acerca al mocito desesperado una serie de pistas para saber qué quiere la chica. A ver si se aviva de una vez por todas.

SEXO REVOLTOSO

Qué se entiende por sexo revoltoso, no sé. Pero barrunto que debe ser sexo de lo más corriente convenientemente aderezado con una guerra de almohadas y algunos cantitos típicos de los viajes de egresados. Sexo con mucho ruido. Y esperemos que no con pocas nueces. Porque ya se sabe que el ruido es harto engañoso. Y si es demasiado exagerado, posta que una está inventando una “Gran O” de aquellas.Para saber si la chica quiere sexo revoltoso el chico debe prestarle especial interés a su ropa interior y pensar en los corpiños, las bombachas y los ocasionales portaligas como si fueran los envoltorios de una apetitosa golosina. Si la chica tiene una bombacha de algodón común y silvestre no anda buscando sexo revoltoso. Si viene con prendas de encaje, sí. Está deseosa de que la ropa intima le sea arrancada con ferocidad y barbarie.Otra señal confiable para saber si la muchachuela quiere consumar el acto de forma vivaracha y bulliciosa es su lenguaje corporal. Si la chica aprieta más que de costumbre y sus lengüetazos son más tórridos, pretende un revolcón mucho más rudo que en las ocasiones en las que se hace la lánguida. Otros indicadores son el maquillaje (decía mi tío: "La mujer es como el indio, cuando se pinta quiere guerra"), el atuendo provocador y los zapatos rojos (para ser absolutamente sincera, debo confesar que lo de los zapatos rojos es de mi cosecha).

ALGO NUEVO

A veces los hombres se ponen aburridos. Reiterativos. Rutinarios. Insoportables. Tienen una tendencia muy marcada a la repetición. Y repiten, repiten, repiten. Como loros amaestrados. ¿Cómo saber si la chica está harta de su falta de imaginación y exige nuevas peripecias eróticas? Sencillo: si la fémina está juguetona, hace chistes, coquetea y se la ve con la energía muy alta, es hora de proponerle alguna novedad. Salvo que sea bipolar, porque en ese caso hay que ajustarle la medicación.La mujer que quiere probar cosas novísimas se comporta de manera muy particular: convida a su chico con un bocado de su comida o lo provoca preguntándole si siempre fue así de feo o se puso tan malcarado ese día (¿?). El masculino no debe dejar pasar jamás la oportunidad que la femenina le ofrece. Según los sexólogos que  despliegan sus conocimientos en la “Cosmo”, probar nuevas posturas o sensaciones mantiene bien alto el deseo sexual a través del tiempo.No sé, no sé. Yo, cuando leí algo nuevo, imaginé cosas más jugosas que un cambio de postura o un gel lubricante efecto calor. Pero ya se sabe que yo soy una degenerada.

SEXO ROMÁNTICO

Cuando llegan los aniversarios, los cumpleaños y otras celebraciones pavotas, la muchacha quiere sexo romántico. Hay que ofrecerle, entonces, un encuentro tierno y dulce, dejar de lado las frases carnales y murmurarle al oído las boludeces que salen en los “Dos Corazones”. O, en su defecto, en los sobrecitos de azúcar. Que también dicen cada gansada. No hay que rebuznarle a la señorita “Me encantan tus lolas” porque eso de romántico no tiene nada. Hay que dorarle la píldora y ensayar un edulcorado “Me encanta estar así, cerca de vos.”Ya sabemos nosotros, queridos leedores, lo que el vulgo entiende por romanticismo: el encendido compulsivo de velas, velitas, velones y cirios pascuales. Yo no termino de comprender la obsesión por las velas que tienen las gentes modernas. Soy un ente extraño que sólo prende velas cuando cumple años, se corta la luz o quiere pedirle a San Marcos que algún desgraciado “venga, venga y nada lo detenga”. La “Cosmo” le dice a los muchachos ávidos de conocimiento amatorio: “El buen amante es aquel que conecta sensiblemente con las necesidades del otro.” Así que si la piba quiere velitas, se prenden velitas. Y sanseacabó.

RAPIDITO Y SILENCIOSO

Saber si la chica quiere un rapidito (porque el rapidito a mitad de semana puede ser muy sexy) es harto sencillo: la locuela se restregará contra el masculino como un gato en celo o lo abrazará por la espalda. Cierto es que, para desgracia del sexo débil, no todos los señores ofrecen una espalda como la de Jared Padelecki con el cual, como habrán conjeturado, estoy obsesionada. Mucho menos un traste como el del susodicho. Pero, así y todo, cuando las damas quieren un rapidito se prenden del espinazo del caballero como garrapatas acaloradas.La gente de la “Cosmo”, que a veces se pasa de estrafalaria, asegura que si la mozalbeta está cansada pero busca al mozalbete en la cama, lo que quiere es “sexo de corta duración, un rapidito que la satisfaga sin agotarse.” Para mí, los rapiditos en la cama son toda una novedad. Porque la cama, señores, es para tomarse su tiempo. Los rapiditos hay que dejarlos para los callejones, los zaguanes y los pasillos. Para el asiento de atrás del auto. Para los terrenos baldíos y las obras en construcción. Las sábanas ameritan un poco más de dedicación.

Según la “Cosmopolitan” estas son las cuatro variantes sexuales que pretenden las mujeres. Pensarán ustedes, y con justa razón, que son bastante pobres. Pero para empezar están bien. Tampoco es cuestión de atosigar al masculino con propuestas de sexo tántrico, olvidando que el tipo no es Sting. O de hematofilia, ignorando olímpicamente que el caballero no es Dexter Morgan. O de cualquier cosa retorcida y puerca que se nos ocurra, porque el hombre Cosmo, por mucha prensa que le haga el pasquín, es tan inofensivo como un Boyero de Berna ahíto de clonazepan. Y dudo que un hombre que no sea Cosmo pierda el tiempo leyendo estas gansadas.
Aquí termina esta parrafada orientada exclusivamente al público masculino pero de la cual las señoritas despistadas pueden sacar provecho. Ahora los gentilhombres saben cómo elucidar qué clase de sexo quiere su chica sin que la damita tenga que hacer uso de esa estupidez enorme que es el lenguaje. Porque si la mozuela anda diciéndole al pibe “Hoy quiero pito”, “Hoy quiero matraca” u “Hoy quiero a Rita Lee cantando Lanza Perfume” pierde el glamour y el misterio y deja de ser una chica Cosmo para convertirse en una lamentable chica Paparazzi.
Como se imaginarán, amables gentes, a pesar de mi favoritismo por la “Cosmopolitan”, yo chica Cosmo no soy. En primer lugar, porque dejé de ser chica hace rato. Y en segundo, porque no doy el target. Es triste, lo sé. Pero es la verdad desnuda. No podría ser una chica Cosmo aunque tuviera veinte años. Veraz es que en 1965, Sue Williams posó para “Playboy” midiendo apenas 1,50. Pero eran otras épocas. Hoy en día, para ser celebrada, distinguida y cosmopolita hay que ser lunga. Dicho todo lo que había que decir, me retiro hasta la próxima. Agradezco a los benévolos individuos que han leído esta enorme gansada hasta el final.

Agradezcan ustedes que la pavota que gasta $15 en la “Cosmopolitan” soy yo.

domingo, 19 de junio de 2011

EL PARAÍSO PERDIDO


EL PARAÍSO PERDIDO

“No hay sueño más grande en la vida que el sueño del regreso. El mejor camino es el camino de vuelta, que es también el camino imposible.” 
Alejandro Dolina

Cuando yo era chica había mariposas, había luciérnagas (¿dónde corno se metieron las luciérnagas?) y había potreros con zanjas donde se podía “cazar renacuajos”. Había cumpleaños que se festejaban en las casas y  no en saloncitos con peloteros y castillos inflables, y se sabía a qué hora empezaban esas fiestas pero nunca a qué hora terminaban (siempre me chocaron esas tarjetitas que dicen: “Te invito a mi cumple – De 17 a 19:30 hs”). Había vacaciones de verano que eran eternas, y Carnavales donde se jugaba con bombitas de agua, y partidos de fútbol “Solteros contra Casados” que se disputaban en el medio de la calle.
Ya sé que estarán pensando. Que yo fui chica hace mil años. Pero tampoco es para tanto.

SALAMINCITOS Y MORTADELITAS: ¿LOS EMBUTIDOS NO SE COMPRABAN EN LA FIAMBRERÍA?

Siempre tuve una memoria elefantina. Todavía no decido si eso es bueno o malo, pero, gracias a este don, mis primeros recuerdos de infancia se remontan a mis tres añitos.
Yo era la segunda de dos hermanas, así que tenía los privilegios inherentes a los más pequeñitos. Hasta que un día, mamá y papá nos sentaron y nos dieron la gran noticia: había un hermanito en camino.
“Bueno, entonces yo me voy de casa”, dije convencida. Y, en cuanto los mayores se distrajeron un poco, salí a la calle, di media vuelta manzana y me escondí en el galpón de la casa de mi abuela. Mientras me buscaban, yo me reía como el Perro Patán de Pierre Nodoyuna, y me imagino que, cuando me encontraron, me habrán dado un buen chirlo en el culo (de esa parte no me acuerdo).
La panza de mamá fue creciendo, ante mi evidente disgusto, y la gente empezó a preguntarme boludeces, algo clásico en los mayores, que se dirigen a los chicos con un lenguaje idiota y una condescendencia repulsiva:
-¿Qué querés que tenga tu mamá? ¿Una mortadelita o un salamincito?
A mí me confundía bastante esta estúpida pregunta (no se olviden que tenía tres años). Y, cuando nació mi hermano, lo fui a ver esperando encontrarme con un salchichón primavera. Pero, en lugar del mentado salchichón, me encontré con un bebé rojo y arrugado al que odié inmediatamente. Después lo quise y, además, lo adopté como mascota.

LAS “PEPONAS”: CORTITA COMO PATADA DE CHANCHO

Mi hermana Cristina y mi prima Vivi tenían casi la misma edad. Las dos eran altas y tenían el pelo largo y lacio. Mi mamá y mi tía tenían la enfermiza costumbre de vestirlas igual, así que cuando yo heredaba la ropa que ya no les iba, tenía dos pantalones rojos, dos remeras azules, dos vestidos verdes…
Mi viejo tenía muchos primos y cada tanto aparecía alguno de visita trayéndonos regalos. Cierta vez, uno de estos primos apareció con tres “peponas” (esas muñecas de trapo que estuvieron tan en boga en una época). Las de mi hermana y mi prima tenían el pelo y las patas largas (dos muñecas iguales, para seguir con la estúpida tradición familiar de las mellizas paridas por distintas madres). La mía, en cambio, era cortita como patada de chancho, tenía unas patitas minúsculas y cuatro rulos chotos en la cabeza.
Siempre odié a esa muñeca. Para mí era insultante. En esa época, yo todavía conservaba la ilusión de pegar el estirón milagroso, pero la guacha fue premonitoria: así quedé, redondita como un oso de peluche, con las patitas cortas y cuatro rulos chotos en la cabeza.
Pasaron algunos años y regalé la muñeca. Cosa de la que ahora me arrepiento. Tampoco era Chucky.

EL PECULIAR GUSTO CINEMATOGRÁFICO DE MI MAMÁ: TIBURÓN, DELFÍN Y MOJARRITA

Cuando éramos chicos mi vieja nos llevaba muy seguido al cine. No hacía falta llegarse hasta la Capital; por aquel entonces todavía existían los entrañables cines de barrio, esos que fueron desapareciendo para dar lugar en sus instalaciones a dudosas iglesias que le ordenan a uno “Pare de sufrir”, como si fuera tan fácil.
Mamá nos llevaba al cine, pero sus gustos en cuestión de películas eran deplorables: nos comimos tres o cuatro de los superagentes Tiburón, Delfín y Mojarrita y nos cuantos bodrios insoportables con Palito Ortega, Carlitos Balá y Las Trillizas de Oro. La verdad, con esta primera aproximación al séptimo arte, no sé como no salimos más tarados.
Además, mi vieja (despelotada como ella sola) jamás se fijaba a qué hora empezaban las películas, así que caíamos en el cine a la mitad de uno de estos engendros, veíamos el final y después veíamos el principio. Nos íbamos del cine cuando la película llegaba al punto exacto donde la habíamos empezado a ver. Y después teníamos que armar la historia como si fuera un rompecabezas.

EL FUNERAL DE JUAN BONDIOLA: LLOREN, CHICOS, LLOREN

Yo tenía, alrededor de los seis años, un muñeco bastante feo al que había bautizado Juan Bondiola (no sé por qué le había puesto ese nombre, quizás porque había quedado traumatizada con las mortadelitas y los salamincitos). Era un monigote algo tétrico, parecido a esos muñecos de ventrílocuo que aparecen en las películas de terror y cobran vida propia. Pero a mí me gustaba Juan Bondiola. El espantajo tenía su encanto.
Vale aclarar que nunca jugué a las muñecas de forma tradicional. Nunca fui mamá ni maestra, pero sí peluquera sádica (les cortaba el pelo hasta dejarlas prácticamente calvas) y cirujana sádica también (les abría la panza con un cuchillo para ver qué tenían adentro, desilusionándome, casi siempre, porque la mayoría eran huecas).
Un día dictaminé que Juan Bondiola había muerto.  Con anterioridad, había dado por muerto a un monito a cuerda que tocaba los platillos, pero ese juguete había tenido un entierro absolutamente privado. Para Juan Bondiola yo quería algo grandioso, así que organicé un funeral con todas las de la ley. Invité a mis amiguitos del barrio y le di al muñeco cristiana sepultura en un tanque de agua lleno de arena, al que previamente le había pegado en el frente una figurita de San Martín para que se pareciera más a una tumba (Juan Bondiola no tenía nada que ver con San Martín, pero ese era un detalle menor).
Los chicos observaban la ceremonia fúnebre en silencio, pero yo no quería silencio:
-Lloren, chicos, lloren.
A los pibes, pobres, no les salía llorar por la muerte de un muñeco ajeno que, además, nunca había estado vivo, así que se escupían las yemas de los dedos y se pasaban la saliva por la cara para simular un llanto desconsolado. Un asco, ya sé, pero cuando uno es chico hace esas cosas.

ENTRE DRÁCULA Y EL ENTIERRO PREMATURO: EN DEFENSA PROPIA

Alrededor de los ocho años comencé a ver películas de terror, vicio que mantengo hasta hoy en día. Y, aunque siempre me hago la cancherita, tengo que reconocer que, en ese tiempo, me impresionaban bastante. Pero no podía dejar de verlas, eran algo así como la atracción del vacío.
Hubo una película de Roger Corman, interpretada por Ray Milland, “El entierro prematuro”, que era una adaptación bastante libre de un cuento de Edgar Allan Poe. El protagonista estaba obsesionado con ir a la tumba estando vivo, víctima de una enfermedad llamada catalepsia. Para mí, ser enterrada viva era el mayor de todos los horrores. Rezaba todas las noches para no contagiarme la catalepsia. Esa película me dejó una secuela de por vida: en una escena, Milland se levanta de su ataúd y deambula por una bóveda que había acondicionado especialmente por si se daba el terrible contratiempo del entierro prematuro. Cuando se lleva a la boca una copa en la que, supuestamente debía haber agua, descubre que lo que hay en el recipiente son unos gusanos gordos, cortitos y anillados. Desde ese día no pude volver a comer ñoquis.
Con “Drácula” (vaya uno a saber con qué versión) también me quedé muy impresionada. Tenía miedo de que el Conde me atacara cuando estaba durmiendo. Así que, cuando me iba a dormir y, a escondidas de mi abuela que dormía en la misma habitación que yo, me llevaba un cuchillo que escondía debajo de la almohada. Una ristra de ajo o un crucifijo hubieran sido mucho más efectivos, pero mi razonamiento era: “Si aparece un murciélago, lo corto en dos con el cuchillo y ya está”.

MUNDIAL ’78: QUEMÁ ESAS CARTAS

A la mayoría de las nenas no nos gustaba el fútbol. Pero en 1978 había tal exaltación con el asunto del Mundial que terminamos viendo todos los partidos y hasta aprendiéndonos los nombres de los jugadores. Incluso teníamos un cantito, con música de Raffaella Carrá que decía más o menos así: “Aaaaaa, Marito Kempes qué bien que está; eeeeee, de Tarantini me enamoré…”, y no me acuerdo más. Todas teníamos nuestro favorito, el que nos gustaba (ninguno se parecía a David Beckham, la verdad, pero era lo que había).
Con las chicas de la escuela habíamos tomado la delirante costumbre de escribirnos cartas de amor y firmarlas con los nombres de los jugadores. Cartas bastante pavotas. Yo tenía un fajo bastante importante de esas misivas en mi cartera (en esa época no se usaban las mochilas) y mi vieja, como era su costumbre, me revisó todo y las encontró. Azuzada por mi abuela, que era una asturiana de lo más jodida, me rompió todo y me cagó a pedos: “A ver si te dejás de tantas boludeces y te ponés a estudiar”.
Mi mamá todavía tiene la pérfida costumbre de revisar los papeles ajenos. ¡Hay que tener un cuidado!

WONDER WOMAN: LA MARAVILLA DE TENER DIEZ AÑOS

A los diez años colapsó mi cordura, que ya venía bastante enclenque y me convertí en la Mujer Maravilla. Rompía las pelotas todo el día con el lazo de la verdad, el avión invisible y los brazaletes antibalas. Me la pasaba haciendo tiaras de cartón y papel brillante y no tenía otro tema de conversación que no fuera Lynda Carter.
Llegó febrero, y con febrero, los Carnavales. Y yo me encajeté con disfrazarme de Mujer Maravilla (en aquel entonces los chicos todavía se disfrazaban para Carnaval; Halloween no existía y todos tan contentos). Obviamente, no nos daba el cuero para comprar o alquilar un disfraz, así que mi hermana Cristina, que tenía doce años, me lo armó como pudo: una bombacha de streech azul (¡qué antigüedad!) y un pedazo de cortina roja que andaba tirado por ahí. Todo aderezado con estrellitas y firuletes de papel glasé metalizado. El cinturón, la tiara y los brazaletes fueron lo más fácil de lograr: cartón y papel brillante. Para el calzado, hubo que pintar de rojo un par de botas de lluvia y adornarlas también con papelitos plateados.
El traje era bastante trucho, pero yo estaba exultante. Ese fue, sin duda, el mejor disfraz que tuve en mi vida.
Han pasado muchos años desde aquellos días, y, ¡adivinen qué colecciono! ¡Muñequitas de la Mujer Maravilla!

LOS SANTOS SACRAMENTOS: CRISTIANA COMO LA  HOSTIA 

Poco tiempo después, me percaté de que la lora no había tomado su Primera Comunión (¡ni siquiera había sido bautizada!). El perro se encontraba en la misma condición de herejía, pero lo que a mí me obsesionaba era cristianizar a la lora. Así que organicé todo para que el solemne evento se llevara a cabo. Dibujé unas cuantas estampitas surrealistas: loros con cálices, hostias y sospechosos ángeles de la guarda velando por ellos. Invité a un par de amigas de la escuela a lo que fue una ceremonia de lo más bizarra: primero salpiqué a la lora con agua (que, obviamente, no era bendita), a modo de bautismo, y después le hice tragar una hostia hecha con girasol machacado. El bicho no se resistió, pobre.
Más tarde, mis amigas y yo comimos un bizcochuelo preparado por mi mamá, y me quedé tranquila: ante cualquier evento desgraciado, la lora tenía asegurada su entrada al Paraíso.

EL BESO QUE NO FUE: SIGA PARTICIPANDO

Éramos un poquito más grandecitos cuando empezamos con el asunto de los “asaltos” (no, no salíamos a afanar a nadie; los “asaltos”, como muchos de ustedes recordarán, eran reuniones en casas de familia a las que las chicas llevaban la comida y los chicos la bebida y se bailaba y se morfaba lindo).
Recuerdo especialmente uno de esos “asaltos”. Yo “salía” (en realidad no “salíamos” a ningún lado, pero era una forma de decir) con un compañerito de grado, y estábamos en la terraza a punto de concretar el ansiado primer beso. Mucho nervio, mucho tembleque, y, de repente, un grito: “Los varones se van porque rompieron una silla (en realidad no me acuerdo si era una silla, pero algo rompieron) y el papá de Claudia se enojó.”
Y ahí se fue mi galán, con todos los otros muchachitos expulsados, y yo me quedé sin beso y maldiciendo a los desubicados que habían roto el mentado mueble.

TRECE AÑOS: FIN DE FIESTA

Los trece años llegaron casi sin que me diera cuenta. Cuando me quise acordar, estaba en el patio de la escuela llorando y abrazando a esos compañeros con los que había compartido los mejores años de mi vida. A la mayoría de ellos no los volví a ver. Con otros me reencontré ahora, gracias a las maravillas de Internet.

Todo lo que vino después tuvo su encanto, pero la niñez, señores, (y esto se lo discuto a cualquiera) es, sin duda, el auténtico Paraíso perdido.
Me despido de ustedes con una preciosa frase de Tom Stoppard: "Si llevas tu infancia contigo, nunca envejecerás."

Buenas tardes.

jueves, 9 de junio de 2011

CHICA COSMO BUSCA



CHICA COSMO BUSCA
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"Si realmente el periodo de noviazgo es el más bello de todos, ¿por qué se casan los hombres?” 
Søren Kierkegaard

Aunque una crea que la chica Cosmo nació en la Luna y nunca abandonó su terruño, no es así. De ninguna manera. La chica Cosmo es tan terrícola como cualquiera y, como en la vida de cualquiera, hay en la suya momentos en los que está sola. Sin pareja, bah.
Una mujer normal aprovecharía este tiempo precioso para conectarse con su yo interno. Para disfrutarse y disfrutar de lo que ama hacer. Para explorarse y aprender. La chica Cosmo, no (recuerden que la chica Cosmo vive en función al chico Cosmo: son dos medias naranjas, dos medias manzanas, dos medios pollos). La chica Cosmo necesita, urgentemente, salir a cazar un partenaire.
Ya sabrán ustedes con qué bueyes aramos cuando hablamos de los profesionales Cosmo. Son personas extravagantes que, en lugar de darle a la chica dos buenas cachetadas y bajarla del inmundo limbo en el que vive, le siguen la corriente y la azuzan para que sea cada vez más boluda (sospecho que lo hacen porque si la chica se avivara un poco dejaría de comprar el pasquín donde los profesionales Cosmo dan rienda suelta a su sabiduría y éstos se quedarían sin un lindo currito).
Antes de proseguir con este artículo, quiero dejar claro que, gracias a mis investigaciones (que incluyen leer pavadas a troche y moche) he llegado a la conclusión de que la chica cosmo tiene entre 15 y 35 años. ¿En qué se convierten las chicas Cosmo después de los 35? No lo sé, y tampoco quiero preguntarlo. Pero imagino que las ex chicas Cosmo son las señoras Para ti.
Hecha la pertinente aclaración, prosigo. 
Los profesionales Cosmo insisten con que la frase que las mujeres repetimos como una letanía “No hay hombres, no hay hombres”, es una falacia. Para demostrarlo elaboraron una interesante lista de lugares a los cuales la chica Cosmo debe asistir si quiere enganchar algo. Porque hombres hay, dicen. Lo que sucede es que las mujeres no saben dónde buscarlos. Y confeccionaron, también, otra pequeña lista con las cosas que atraen a los chicos Cosmo. Pero antes, unos consejitos:

CONSEJOS PARA ENGANCHAR SÍ O SÍ SEGÚN LOS PROFESIONALES COSMO

1-Romper el hielo: Supongamos que la chica Cosmo está en la cola del cine (los profesionales no aclaran qué tipo de película debe ir a ver la chica para encontrarse con algún posible candidato, pero presumo que será algún bodrio con Bruce Willis). No debe pretender iniciar una conversación (sería un esfuerzo intelectual para el cual, evidentemente, no está preparada). Basta con señalar el poster de la película en cuestión y preguntar, como al descuido: “¿Será tan buena como las anteriores?”.
Si el tipo no contesta, a no desesperarse. La chica Cosmo debe fingirse corta de vista y pedirle al señor que le lea el msn que acaba de recibir. A partir de ahí, se arma una charla. ¡Qué fácil, pero qué fácil resultó el chico Cosmo!
Supongamos ahora que la chica Cosmo está en un bar. La jovenzuela debe acercarse al muchacho que ha elegido como viable, y decirle, así, de la nada: “¿Me parece a mí o este mozo está un poco alterado?”/ “¿A este lugar lo remodelaron?”/ “La música está buenísima”. Con estas sesudas frases la chica Cosmo generará empatía.
Luego de generada la empatía, la chica Cosmo debe tirarse a la pileta. Inventará, para eso, una historia intrincada en la cual una hipotética amiga no llega, la batería del celular murió y su perro tiene moquillo. Luego invitará al tipo a acompañarla. Y ya está. ¿Vieron que ustedes no tienen novio porque no quieren?
Si la chica Cosmo se pone demasiado nerviosa como para encarar a algún artista famoso (no vaya a ser que Cristian Castro le diga que no), los profesionales Cosmo le aconsejan tirarle los galgos a algún cantante, actor o escritor (¿¿¿¿¿?????) de segunda, que estará chocho de que alguien lo reconozca, aunque sea una marmota.

2-Tener una actitud irresistible: Cuando la chica Cosmo está noviando todos los chicos Cosmo quieren tener algo con ella. Cuando está sola, nadie le da bola. Según los profesionales esto se debe a que cuando una está bien atendida sus niveles de dopamina (un neurotransmisor relacionado con el buen humor y la sociabilidad) suben, y eso atrae (Che, ¿esto no será demasiado compliqueti como para que lo entienda la chica Cosmo? ¡Estos profesionales se fueron al carajo!). Así que, la chica debe darle al vibrador sin asco y sin temor a enviciarse.

3-Actuar para conquistarlo: Acá los profesionales son bien claritos: ¡nada de sonrisas! La mayoría de los varones toman una sonrisa como algo amistoso, antes que romántico (esto se sabe, of course, gracias a una encuesta). Lo que la chica Cosmo debe hacer es levantar las cejas por un instante (en dirección a él, como si estuviera asombrada), de modo tal que sus ojos se vean mucho más grandes y esto llame la atención del chico. Después, inclinar su cabeza hacia uno de sus hombros, esconder la barbilla y volver a mirarlo. Yo no sé, pero para mí esto es una huevada. Ya bastante pavota se ve la chica Cosmo sin jugar a ser Betty Boop.

4- Capturar al macho alfaEsto era un tanto engorroso, pero yo lo resumí así: no sólo en los grupos de lobos existe un macho alfa. En los grupos de chicos Cosmo, también (la diferencia es que éstos no mean los muebles ni las paredes, creo). La chica Cosmo, obviamente, quiere capturar al macho alfa. Para ello debe acercarse a un macho beta, gamma o delta y mostrarse interesada en el susodicho. El macho alfa no lo tolerará y reclamará para sí la tenencia de la chica Cosmo.

Después de estos sabios consejos, viene lo que ustedes estaban esperando. La lista de lugares donde atrapar a un desprevenido chico Cosmo.

PESCA GARANTIZADA

Locales de tattoos: La chica Cosmo deberá pasar horas eligiendo el diseño que estampará en su desperdiciado trasero. En algún momento, algún nabo se le va a acercar.

Palermo Sexy: La chica Cosmo deberá yirar los días de semana, en el horario del almuerzo, y temprano a la tarde, por los alrededores de la placita Serrano, a ver si engancha a un turista.

Casas de deportes: Estos lugares convocan a varones con niveles altos de testosterona. Entre camisetas de Boca y zapatillas Nike, la  chica Cosmo puede encontrar al chico Cosmo de sus sueños. Basta que de vueltas por el local, como una imbécil.

Locales vintage: Los tipos con onda se visten con un toque vanguardista o retro. (Ah, mirá vos). Estos piolas compran su ropa en los locales vintage porteños de Palermo, San Telmo y en la galería Bond Street. Así qué, chica Cosmo, a seguir yirando.

Inauguraciones: Los hombres cool son abonados seguros a cualquier estreno o apertura: restó, obra de teatro under o boliche. Para allí debe enfilar la chica Cosmo.

Muestras y tributos: Si la chica Cosmo es fan de la cultura pop o de la música de los ‘80, por ejemplo, debe frecuentar estos eventos. Algún tipo que no sea trolo debe haber.

Causas nobles: Este consejo de los profesionales provocó mi repugnancia, decididamente. Los depravados incitan a la chica Cosmo a enfilar para Greenpeace. Una vez allí, en lugar de interesarse por la suerte de las focas canadienses o por la preservación del Amazonas, la chica deberá interesarse por la entrepierna de los ecologistas. Un asco.

Bicicleterías: Dicen los profesionales Cosmo que estos negocios están llenos de chicos con espíritu aventurero y buen físico. La poca experiencia que tengo en materia de hombres me alcanza para refutarlos: salir con un ciclista es un embole.

Sospecho que mis lectoras, al igual que yo, no son ni lo suficientemente jóvenes ni lo suficientemente glamorosas como para ir a buscar hombres a la galería Bond Street. Pero, ¡a no desesperarse! Yo, que no tengo tanta sabiduría como los profesionales Cosmo, pero soy bastante imaginativa, hice una pequeña lista de los lugares donde ustedes, mis caras mitades de algo, pueden aventurarse para pescar un señor que las ame por los siglos de los siglos. Amén. Ahí va.

PESCA GARANTIZADA II

El cuartel de bomberos: Es, lejos, mucho más emocionante que la bicicletería. Además, hay que ser muy machito para ser bombero.

La garita de sepultureros del cementerio más cercano: Cabe aclarar que los sepultureros suelen estar todo el día en pedo (pobres, hay que bancarse el laburo de mierda que tienen). Así que, para obtener un partenaire por este lado, hay que apersonarse en el cementerio bien tempranito, cosa de enganchar alguno sobrio.

La Iglesia Maradoniana: No sé ni que carajo es, pero me imagino que debe estar llena de hombres. Bastante nabos, ya sé, pero tampoco es cosa de pretender la chancha y los veinte.

El vestuario masculino del club del barrio: Una hace como que se equivocó y entra. Por ahí tiene la misma suerte que Carmen Maura en “¿Qué he hecho yo para merecer esto?”(encuentro cercano en el vestuario, para el que no vio la película).

Las obras en construcción: Ahí hay tipos seguro. Y, además, no le hacen asco a nada.

La comisaría: Acá también hay tipos seguro. Sólo para casos de desesperación extrema.

El consultorio del urólogo: ¿Qué? ¿También lo querés sanito? ¡Dejate de joder!

Los profesionales Cosmo, siempre tan atentos, elaboraron para la chica otra lista: la de los objetos que ejercen una enfermiza atracción sobre los chicos Cosmo.

COSAS QUE ATRAEN A LOS CHICOS COSMO

Objetos con ruedas:
 Si la chica Cosmo posee una carretilla o un changuito de esos que se usan para ir a la feria, ya tiene asegurada media conquista.

Crucigramas & co: ¿¿¿¿¿¿?????? Los chicos Cosmo adoran demostrar su inteligencia, por lo tanto la chica Cosmo debe hacerse la estúpida (cosa que no le insumirá demasiado esfuerzo) y preguntarle, revoleando los ojitos: “¿A ver esta palabra? Tubérculo comestible de origen americano, cuatro letras, empieza con “p” y termina con “a”. ..”

Remeras con leyendas: Algo que sea divertido, aconsejan los profesionales Cosmo. Algo que el  chico Cosmo entienda. No sé, ¿la tabla del dos?

Tragos exóticos: La chica Cosmo debe pedile al barman un “Lady Love” o un “Viuda Alegre”: él querrá saber quién es tan sofisticada (confieso, avergonzada, que no sé qué corno tiene el “Lady Love” y, menos que menos, el “Viuda Alegre”; estoy hecha un fósil en serio).

Tecnochiches: Cualquier aparato de última generación es capaz de hipnotizar al chico Cosmo. Una Play Station o una XBOX 360 lo amarrarán a la chica para siempre.

Estos son los objetos que atraen al chico Cosmo. De gentil que soy, nomás, yo también hice una lista de lo que atrae a los hombres a los que una puede apuntar si no es una chica Cosmo (lista que resultó bastante escueta):

COSAS QUE ATRAEN A LOS BOMBEROS, SEPULTUREROS, ALBAÑILES, ETC.

El colchón: Huelgan los comentarios.

El control remoto: Aquí también huelgan.

Ya ven, queridas mías, hombres es lo que sobra. Lo que hace falta es saber buscar.

Buenas tardes.