jueves, 25 de mayo de 2017

LAS VERDADERAS HISTORIAS DETRÁS LOS CUENTOS INFANTILES: EL PATITO FEO


LAS VERDADERAS HISTORIAS DETRÁS LOS CUENTOS INFANTILES: EL PATITO FEO

"No importa si naces en un patio de patos, siempre y cuando salgas del huevo de un cisne."
Hans Christian Andersen

Buenas tardes, mis queridos. Aquí estoy nuevamente para ofrecerles una encantadora entrega de la saga “Las verdaderas historias detrás de los cuentos infantiles”, esta vez dedicada a una de las más entrañables y famosas historias de Hans Christian Andersen: "El patito feo".



EL PATITO FEO

El patito feo” (“Den grimme ælling”) es un cuento clásico-contemporáneo escrito por el autor danés Hans Christian Andersen. Gira alrededor de la figura de un patito más grande, torpe y feo que sus hermanos. El cuento fue publicado por primera vez el 11 de noviembre de 1843 en Copenhague, y fue incluido más tarde en la colección  "Nuevos cuentos de hadas. Primer libro. Primera colección. 1844." (Nye Eventyr. Förste Enlazar. Förste Samling. 1844."). La historia se volvió a publicar el 18 de de diciembre de 1849 en "Cuentos de hadas. 1850." ("Eventyr. 1850.") y el 15 de diciembre de 1862 en "Cuentos e historias. Primer volumen. 1862." ("Eventyr og Historier. Förste. Enlazar 1862."). Ha sido traducioa a varios idiomas y publicado en todo el mundo, y se ha convertido en el  cuento más famoso cuento de Hans Christian Andersen.
El cuento fue el cuarto y último en el volumen que incluye "El Ángel" ("Englen"), "El ruiseñor" ("Nattergalen") y "La pareja de enamorados (Trompo y pelota)" ( "Kjærestefolkene [Toppen og bolden]"). El volumen se agotó casi inmediatamente y Andersen escribió el 18 de diciembre 1843: "El libro se está vendiendo como pan caliente. ¡Todos los documentos lo están alabando, todo el mundo lo está leyendo!" 
La historia del patito feo fue completamente imaginada por el autor danés y no está inspirada en ningún cuento de hadas tradicional. Andersen concibió  el relato en 1842 mientras disfrutaba de la belleza de la naturaleza durante su estancia en la casa de campo de Bregentved. Inicialmente pensó llamar al cuento "Los cisnes jóvenes", pero, sin querer echar a perder el elemento sorpresa en la transformación del protagonista, se inclinó por "El patito feo". 


LA HISTORIA

Un huevo misterioso llega al nido de una pata que vive en una granja del campo.  Cuando los polluelos nacen, todos son delicados y graciosos, salvo el protagonista de la historia, que resulta ser un patito muy feo, desproporcionado en tamaño con respecto a sus hermanitos y con un graznido muy fuerte, estridente y molesto. El patito feo se convierte en  el hazmerreír de todos los animales de la granja y no recibe más que picotazos, empujones y burlas, incluso de sus propios hermanos. Ni siquiera su madre desea tenerlo con ella.
Cansado del maltrato el patito huye y vive diversas aventuras. Una tarde de otoño ve una bandada de grandes y hermosas aves levantando el vuelo y siente algo que jamás había sentido, aunque ignora que esas aves majestuosas son cisnes. Poco después llega el invierno y el patito casi muere congelado. Cuando llegó la primavera, el patito feo se encuentra con tres bellos cisnes y queda tan impresionado que se acerca a ellos, aunque está seguro de que lo picotearán hasta la muerte. Pero los majestuosos animales nadan a su alrededor  y lo acarician con sus picos. Entonces se ve reflejado en el agua y descubre que él también es un cisne.


HANS CHRISTIAN ANDERSEN: EL PATITO FEO

Hans Christian Anderson confesó que “El patito feo” era un reflejo de su propia vida. Cuando el crítico Georg Brandes cuestionó a Andersen acerca de si iba a escribir su autobiografía, el poeta afirmó que ya había sido escrita.
El escritor nació el 2 de abril de 1805 en un barrio de la ciudad de Odense, Dinamarca. Sus padres, Anne Marie Andersdatter y Hans Andersen, lavandera y zapatero remendón, respectivamente, eran  muy pobres. Su casa se reducía a una sola habitación cuyos muebles estaban fabricados con la madera que, con esfuerzo, iban reuniendo.  El pequeño Hans Christian nació en una cama de matrimonio fabricada con los restos de un ataúd, y quizás por este macabro detalle, siempre lo atormentó la idea de ser enterrado vivo. De hecho, cuentan que antes de dormir, dejaba encima de su cuerpo una nota en la que podía leerse “No estoy muerto”. 
Andersen tenía una muy buena relación con su padre, un hombre inteligente y autodidacta que  vivió con la frustración de no haber podido estudiar.  Hans Andersen fabricaba juguetes para su hijo  y le leía cuentos de “Las mil y una noches” y de  La Fontaine,  y comedias de Ludvig Holberg, padre del teatro danés. Según Andersen, esos eran los únicos momentos en los que su padre sonreía. También tenía una estrecha relación con su abuela paterna, una mujer de finos modales, que aseguraba provenir de una noble familia alemana venida a menos. Relegada a la pobreza, cuidaba del jardín del manicomio municipal, donde estaba recluido su esposo. A causa de la locura de su abuelo, el pequeño Andersen tuvo que soportar numerosas burlas de sus compañeros de clase, que, además, no aceptaban su extraño aspecto (desgarbado, con gran nariz y de torpes movimientos) ni sus modales afectados. 
En 1816, cuando Andersen tenía once años, su padre regresó enfermo de luchar en las guerras napoleónicas y pasado un breve tiempo falleció. El pequeño Hans comenzó a trabajar como aprendiz de tejedor, primero, y de sastre, después. Sin embargo, cuando en 1819 su madre consiguió una nueva pareja,  decidió marchare a Copenhague con la intención de ser artista.
Andersen fracasó en sus intentos de ser cantante de ópera y actor, pero Jonas Collin, director del Teatro Real de Copenhaguedecidió tramitarle una beca para que pudiera acabar sus estudios. Según él, Andersen tenía gran potencial como escritor pero debía pulirse en la escuela. Entre 1822 a 1830, Hans pasó por dos colegios, en Slagelse y en Elsinor, que se convirtieron en un verdadero calvario para un muchacho de su sensibilidad. Allí se vio enfrentado a unos compañeros que lo rechazaban por sus rarezas y a un profesor, Simón Meisling, que se convirtió en su peor enemigo.  Sin embargo, su férrea voluntad pudo más que todo y en 1829 publicó su primer cuento. Diez años después ya era un escritor establecido.
Hans Christian Andersen alcanzó gran renombre con sus cuentos de hadas y tuvo acceso, gracias a ellos, a círculos sociales muy exclusivos. Tuvo que ocultar sus pobres orígenes, el analfabetismo de su madre y el  hecho de que su tía era regente de un burdel. Además de los cuentos de hadas que lo hicieron famoso, y cambiaron para siempre el modo en que se perciben los niños, como sujetos y como lectores, Andersen escribió obras de teatro, novelas, poesía, libros de viajes y periodismo. También fue un artista intérprete o ejecutante, a quien le encantaba leer su obra en voz alta, y un animador que mantenía a los niños hechizados mientras usaba tijeras para crear figuras de papel de dragones, princesas, sirenas y trolls. Era muy querido y, por lo general, un invitado bienvenido en todas partes, especialmente después de hacerse famoso.
A pesar de su enorme éxito, su vida familiar no fue muy serena. Mientras viajaba por el mundo, su madre murió en un a causa del alcoholismo y su media hermana, que se había dedicado a la prostitución, de sobredosis en el Barrio Rojo de Copenhague. 
La tortuosa sexualidad de Hans Christian Andersen se mantuvo oculta durante medio siglo después de su muerte en 1875, sobre todo porque la familia de su amigo y benefactor Edvard Collin controlaba sus papeles y deseaba evitar la vergüenza, pero en la actualidad se acepta que, aunque con frecuencia se imaginaba enamorado de mujeres, se sentía atraído sexual y emocionalmente por los hombres jóvenes. Sus diarios y cuadernos indican que estaba aterrorizado y avergonzado por el sexo, y se especula que murió virgen. Se enamoró profundamente del hijo de Collin, y, solía visitar burdeles en París, donde, para sorpresa de las chicas, solo quería hablar. 
Durante mucho tiempo, Hans Christian Andersen estuvo obsesionado por el recuerdo de su abuelo paterno, que padecía demencia y, antes de ser internado, deambulaba por las calles de Odense con hojas y flores en el pelo. Con el tiempo, el escritor se volvió más excéntrico y descuidado, y, como su abuelo, fue objeto de burlas en la calle. 
Con 62 años, Andersen no vivía una mala vida. Había sido declarado ciudadano ilustre de su Odense natal, y nombrado Consejero de Estado por el rey de Dinamarca. La fama y la gloria le sonreían, pero en lo personal se sentía solo y abandonado. Nadie de su familia vivía, no se había casado y  no tenía hijos ni pareja. En los últimos años de su vida, trabó gran amistad con dos familias judías de Copenhague, los Henriks y los Melchior, ambas con hogares repletos de niños, a quienes entretenía  con sus figuritas de papel.  Cuando el escritor enfermó de cáncer en 1874, Dorotea Melchior no quiso que muriera solo en un hospital y decidió llevarlo a su casa, donde lo cuidaron con esmero y trataron de que pasara lo mejor posible su última Navidad. Andersen luchó contra la enfermedad durante ocho meses y falleció en Copenhague el 4 de agosto de 1875. 
El enorme talento de Hnas Christian Andersen lo llevó de patito feo a cisne, tal como lo retrató en el más famoso de sus cuentos.

¿ORIGEN REAL?

En el año 2001, en los albores de los festejos por el bicentenario del nacimiento de Hans Christian Andersen, comenzó a sonar con fuerza el rumor de que el escritor era hijo ilegítimo del  príncipe Christian de Dinamarca, que se coronaría rey en 1839, y la bella condesa Elise Ahlefeldt. Supuestamenete,  la condesa disimuló en todo momento su embarazo y confió el recién nacido a su lavandera, y el futuro monarca veló por la esmerada educación del niño proporcionando a esa humilde mujer los medios económicos suficientes para vivir.
Esta versión había sido expuesta en 1987 en una biografía sobre el autor titulada "H.C. Andersen, el mito" ("H.C. Andersen – En Sand Myte"). En dicho libro Jens  Jørgensen,  rector de la de escuela de Slagelse en la cual cursó estudios el célebre cuentista danés, relató con toda clase de detalles y fechas la escabrosa historia. Según el autor, en 1804, el príncipe Christian (de 18 años) y Elise  (de 16) iniciaron un romance y el rey prohibió la relación, aunque no consiguió evitar un que naciera un hijo fruto del amor de los jóvenes. Con la publicación de su libro, Jørgensen dejó flotando en el aire varias preguntas. ¿Por qué Andersen fue bautizado por un cura y no por el vicario como los demás niños pobres de Odense? ¿Por qué era el único niño de su clase que tenía privilegios en la escuela? ¿Por qué el hijo de un zapatero pobre podía ir al castillo de Odense y jugar con el príncipe Frits, quien posteriormente se constituyó en el rey Federico VII de Dinamarca? ¿Por qué fue becado a la escuela latina de Slagelse? ¿Por qué fue nombrado oficial siendo aún estudiante en Kongens Livkorps, un título militar que sólo se concedía a los hijos de la nobleza? 
A otros biógrafos les ha llamado la atención que el niño, pese a crecer en un entorno tan miserable, fue tratado como un pequeño rey. En un tiempo en el que la explotación infantil era cotidiana y los castigos corporales muy frecuentes, el pequeño Hans  siempre asistió a la escuela y jamás fue golpeado, a pesar de ser un pésimo estudiante.  También señalan que el escritor fue sostenido económicamente por algunos nobles y  fondos de la realeza, y que pronto en su adolescencia,  Andersen comenzó a frecuentar amistades de mayor nivel. El príncipe Frits (futuro Federico VII de Dinamarca) conservó su relación hasta la muerte. De hecho, Andersen fue la única persona que no pertenecía a la familia que pudo velar su cadáver. Para cuando Christian fue coronado, Andersen era un escritor de cierto prestigio y ya había sido incluido en el círculo más íntimo del rey. En 1844 fue invitado a una excursión marítima y entre los asistentes se encontraba Franziska Enger, conocida como Fanny: su padre era el propio monarca y había sido entregada a una criada después de nacer. Estos biógrafos explican el cuento "El patito feo" con la teoría del bastardo real: el animal al que todos desprecian resulta proceder de una especie tan elegante como el cisne. En 1848, Hans Christian Andersen se sintió profundamente afectado por la muerte del rey; según algunos, se estaba despidiendo de su padre. Se cuenta que último año de su vida, 1875, firmó un autógrafo como el Rey Christian IX. 


ANÁLISIS DEL CUENTO

El psicoanalista Bruno Bettelheim señala en su libro "Psicoanálisis de los cuentos de hadas" ("The Uses of Enchantment: The Meaning and Importance of Fairy Tales", 1976)  que el patito feono no tiene que hacer frente a las tareas, pruebas o ensayos del héroe típico cuento de hadas: "Las cosas están simplemente predestinadas y se desarrollan en consecuencia, sea o no el héroe el toma alguna acción." Advierte, además, que "El patito feo", como otros cuentos de Hans Chistian Andersen, es un relato para adultos, porque conduce la fantasía de los niños por un camino equivocado: “El muchacho que se siente incomprendido y despreciado desearía ser de una especie diferente, pero sabe perfectamente que no lo es”.
En "The Annotated Hans Christian Andersen" (2008), la experta en literatura infantil María Tatar observa que Andersen sugiere que la superioridad del patito feo reside en el hecho de que es de una raza diferente a la chusma del corral, y que la dignidad y superioridad morales y estéticas están determinadas por la naturaleza y no por la realización.
Para la psicoanalista Clarissa Pinkola Estés, autora de "Mujeres que corren con los lobos"  ("Women Who Run with Wolves", 1992), “El patito feo” es un cuento que ilustra el camino para encontrar el grupo de pertenencia: "Los significados esenciales que aquí nos interesan son los siguientes: el patito del cuento es un símbolo de la naturaleza salvaje que, cuando las circunstancias la obligan a pasar penurias nutritivas, se esfuerza instintivamente en seguir adelante ocurra lo que ocurra. La naturaleza salvaje resiste instintivamente y se agarra con fuerza, a veces con estilo y otras con torpeza. Y menos mal que lo hace, pues, para la mujer salvaje, la perseverancia es una de sus mayores cualidades.
Otro importante aspecto del relato es el de que, cuando el sentimiento anímico particular de un individuo, que es simultáneamente una identidad instintiva y espiritual, se ve rodeado por el reconocimiento y la aceptación psíquicas, la persona percibe la vida y el poder con más fuerza que nunca. El hecho de descubrir a la propia familia psíquica confiere a la persona vitalidad y sensación de pertenencia."
Pinkola Estés destaca que, cuando decide alejarse, el patito feo sufre un doble exilio interior y exterior, tal como les sucede a muchas mujeres que buscan su identidad y su lugar en el mundo. Por regla general, el exilio se inicia por presiones culturales y sociales,  ya que las personas se hacen eco de las imágenes negativas que su entorno les ofrece sobre ellas. En muchas culturas, por ejemplo, se espera que una niña se comporte de una cierta manera convencional y tenga una serie de valores preestablecidos y se rechaza a la que no encaja en estos parámetros. 
El camino para encontrar el grupo de pertenencia no es fácil e implica poder aceptar la propia identidad: "El patito se encuentra en un tris de perder la vida. Se ha sentido solitario, ha pasado frío, se ha congelado, lo han hostigado y perseguido, han disparado contra él, ha sido abandonado, no le han dado de comer, se ha quedado absolutamente desamparado, al borde de la vida y la muerte sin saber lo que iba a ocurrir a continuación. Y ahora viene la parte más importante del cuento: se acerca la primavera, se acelera la llegada de la nueva vida, es posible un nuevo giro, un nuevo intento. Lo más importante es resistir y perseverar, pues la vida salvaje promete lo siguiente: después del invierno, viene siempre la primavera".


SÍNDROME DE PATITO FEO

El Síndrome de Patito feo, también denominado trastorno dismórfico corporal (TDC) (anteriormente conocido como dismorfofobia) es un trastorno somatomorfo que consiste en una preocupación fuera de lo normal por algún defecto, ya sea real o imaginado, percibido en las características físicas propias (autoimagen). Si dicho defecto existe, la preocupación y ansiedad experimentada por estas personas es excesiva, ya que lo perciben de un modo exagerado. El afectado puede quejarse de uno o varios defectos: de algunas características vagas, o de su aspecto en general (global), causando malestar psicológico significativo que deteriora su desempeño social o laboral, hasta el punto de manifestar síntomas ansioso-depresivos severos, el desarrollo de otros trastornos de ansiedad y aislamiento social.
Se trata de un cuadro psicopatológico descrito por primera vez en 1891 por el italiano Enrico Morselli (1852-1929), quien acuñó el término dismorfofobia en 1886.
El TDC fue reconocido por la Asociación Psiquiátrica Americana en 1987 y fue registrado y reconocido oficialmente como trastorno psiquiátrico en 1987 en el DSM-III-R. Desde entonces se ha cambiado el nombre de dismorfofobia a trastorno dismórfico corporal.
En su práctica, Freud tuvo al menos un paciente con este trastorno; el aristócrata ruso Sergéi Pankéyev, llamado por el célebre psicoanalista el hombre de los lobos (der Wolfsmann), con el fin de proteger su identidad. Pankejeff manifestaba una excesiva preocupación por su nariz​ e incluso llegó al punto de evitar exponerse en público.

Hasta aquí, gente bella, esta artículo dedicado a uno de los cuentos infantiles más amados del mundo. Me despido hasta la próxima con una frase del neurólogo, psiquiatra, etólogo y pionero en la investigación de biología de los comportamientos, Boris Cyrulnik, autor del libro "Los patitos feos. La resiliencia: una infancia infeliz no determina la vida": "Basta una minúscula señal para transformar al patito feo en un cisne."

Buenas tardes.


Ilustración 1: Janusz Stanny,
Ilustración 2: David Gilson
Ilustración 3: Giorgio Trevisan
Ilustración 4: Estatua de  Hans Christian Andersen y  el patito feo  del  escultor Georg John Lober, Central Park, New York City, U.S.A 
Ilustración 5: Christian Birmingham
Ilustración 6: Daniela Gallego
Ilustración 7: Boris Pac


miércoles, 17 de mayo de 2017

10 COSAS QUE NUNCA DEBERÍAS DECIR SOBRE SU PENE


10 COSAS QUE NUNCA DEBERÍAS DECIR SOBRE SU PENE

“Me gusta cuando callas porque estás como ausente.”
Pablo Neruda

Todos y  todas tenemos partes de nuestro cuerpo a las que les tenemos especial cariño, ya sea porque las consideramos particularmente bellas o porque sentimos que son el soporte de nuestra masculinidad/feminidad. Nos jode que alguien opine negativamente sobre  esas partes y vivimos como una afrenta atroz cualquier comentario que las descalifique. En el caso de los varones (por lo menos, en el de la mayoría) esa parte indiscutible es el pene. Sobre esta vara de la hombría, el amor y la justicia, más vale no opinar negativamente, por lo menos en presencia de su orgulloso portador (con las amigas podemos arrancarle el cuero a tiras).  Para que no cometamos la torpeza de decir sobre el pene de nuestro bienamado alguna cosa que pueda herir su sensibilidad de macho, el sitio web EnFemenino nos ofrece una sesuda nota intitulada 10 cosas que nunca deberías decir sobre su pene. Vivimos en una falocracia, mis queridas. Aprendan a callarse la boca.

10 cosas que nunca deberías decir sobre  su pene
1) Mi exnovio lo tenía más… ¡DIFERENTE!: Aunque tu ex haya tenido un pene de colección, el mejor pene que viste en tu vida, jamás oses comentarlo. Mucho menos frente al pene de tu actual. Se sentirá agraviado y quizás, hasta opte por hacerse el muertito en justa venganza. Ponete un poco en el lugar del tipo, ¿cómo te sentirías vos si tu media naranja elogiara las lolas turgentes de su ex frente tu delantera alicaída o piropeara su trasero devastador frente a esa cosa que vos tenés atrás? Mal, ¿no es cierto? Las comparaciones siempre son odiosas y son especialmente odiosas cuando los comparados son los atributos sexuales.
2) ¡Me estás haciendo daño! Creo que está torcido: Los seres humanos somos asimétricos. Científicamente comprobado. Pero decirle a un hombre que tiene el pene torcido es una torpeza imperdonable. Otra vez, ponete en lugar del tipo, ¿cómo te sentirías si te dijera, alarmado, que tenés una teta más grande que la otra? Sentido común, por favor.
3) Aunque sea pequeño, a mí me gusta: Muchas somos las damas que pensamos que el tamaño no importa. O, por lo menos, no importa tanto. Más vale maña que fuerza. Ya nos hemos preguntado varias veces en este espacio de qué sirve un pene descomunal si su propietario es un inútil o un egoísta. Pero los hombres no piensan así. Para los hombres el tamaño es fundamental. Ellos miden a sus contrincantes con esta vara casi mística que es el pene. Hacer alusión a su pequeñez es una ofensa atroz.
4) El sexo oral... No es por mí, ¡ES POR TI!: Parece que, para los redactores de EnFemenino, está frase puede traducirse como una forma sutil de decirle a nuestra media naranja que necesita una ducha. No podemos ser tan brutas. Y si el señor en cuestión de verdad necesita una ducha, debemos ser precavidas y sugerir un erótico baño de a dos. Jamás insinuar que su pene necesita agua y jabón. ¡Jamás!
5) Tu pene tiene un color raro, ¿no?: A, ay, ay. ¿Estamos frente a un pene y lo único que se nos ocurre decir es que tiene un color raro? Hay mujeres que no ven un pene ni siquiera en sueños, ¿quiénes somos nosotras para andar con tantas vueltas? Salvo que el pene en cuestión sea verde u ostente los siete colores del arcoíris, cállense la boca, por favor.
6) ¿Está ahí? No siento nada: Si te pasa esto, esperá a que termine el encuentro erótico y dales salida de tu vida al señor y a su pene de manera elegante. Nadie te pide que te sacrifiques junto a un pene que ni fu ni fa, pero hay formas civilizadas de decir las cosas.
7) Mi ex aguantaba más tiempo…: ¿Otra vez con tu ex? ¿Y por qué no quedaste con él, infeliz? Dejá de atormentar al pobre tipo.
8) ¡¡¡Qué bonito es!!!: Alto ahí, señoras. Los penes no son bonitos. Son portentosos, descomunales, increíbles, regios… pero no bonitos. Bonitos son los gatitos, los duendecitos que venden en Cariló y los escarpines que teje la abuela (¿todavía quedan abuelas que tejen?). El adjetivo bonito será percibido por tu partenaire como una afrenta a su virilidad. Nada de ternuras con el pene, por favor.
9) ¿Crees que cuando seas anciano encogerá tu pene?: Ay, Dios. ¿No es delito ser tan boluda? ¿A qué mujer con los patitos más o menos en fila puede ocurrírsele preguntar semejante cosa? Viví el hoy, nena, que es lo único seguro que tenemos. No le hagas este tipo de preguntas a un hombre salvo que tu intención sea que huya despavorido.
10) ¿Podemos jugar con tu pene?: Quizás él se emocione al escuchar esta frase, imaginando juegos lúbricos que los elevarán al pináculo del éxtasis. Pero si los juegos que vos pretendés exceden lo erótico y apuntan más a dibujarle al sufrido pene de tu amado la cara de Peppa Pig con un fibrón (con los dos ojos del mismo lado, cosa que me perturba mucho), callate la boca. Los hombres no desean que tomemos sus penes para la chacota. Un pene no es un juguete, please.
Hasta aquí, damas y damitas, el artículo de EnFemenino acerca de las cosas que jamás debemos decir sobre el pene de nuestro hombre, por lo menos en su presencia. Con un poco de calle o sentido común, el mentado folletín sería más que innecesario. Pero ya se sabe que las chicas modernas tienen menos calle que una pantufla. Y cero sentido común. Por eso hace falta guiarlas en los vericuetos del amor y el erotismo.
Me despido de ustedes con un preciado pensamiento de Ernest Hemingway: “Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar.

Buenas noches.

martes, 9 de mayo de 2017

VERÓNICA, EL ROSTRO DEL AMOR II


VERÓNICA, EL ROSTRO DEL AMOR  II

"La ociosidad es la madre de todos los vicios; las telenovelas, el vicio de todas las madres."


Tal como lo he prometido, hoy les traigo la segunda y última parte por las telenovelas de Verónica Castro que marcaron mi adolescencia y pusieron su granito de arena para convertirme en lo que soy: una llorona irremediable.
 


CARA A CARA 

“Cara a cara” fue la segunda telenovela que Verónica Castro filmó en Argentina, en 1983. El galán que le tocó en suerte esa vez fue Pablo Alarcón.  En esta historia la chaparrita es Laura, una muchacha que llega a Buenos Aires desde los Estados Unidos para enterarse de que su familia está en la ruina y piensa salvarse casándola con Tonio (Pablo Alarcón), el hijo de un tano forrado en guita y acreedor, además, del padre de la muchacha. Después de mucho pataleo, Laura se casa con Tonio y en un arranque de incontinencia verbal, le cuenta que se ha casado con él por conveniencia y le informa que jamás podrá ser su mujer. En la mismísima noche de bodas (que pintaba para embole mal) el padre del novio es asesinado y el pobre muchacho es timado por el padre de Laura y un malvado secuaz, Frank, que lo dejan en Pampa y la vía. El matrimonio de Laura y Tonio se anula, y el galán venido a menos se emplea como barman en una moderna discoteca muy frecuentada por Laura, que termina noviando con un millonario pero perdidamente enamorada de su ex, haciendo gala de un gataflorismo escandaloso.
A esta altura de los acontecimientos, llega a la Argentina una acaudalada alemana buscando  a su hijo perdido. Que puede ser Tonio o puede ser Frank, no se sabe. Frank se enamora de ella, pero la alemana lo rechaza, no sea cosa de andar repitiendo la historia de Edipo. Tonio se va a Italia y Laura se ennovia con Frank. Finalmente, se descubre que el padre de la chica es un desgraciado, que asesinó al padre de Tonio y a su propia esposa, crímenes por los cuales termina en gayolaLaura pierde toda su fortuna, su hermano enloquece, su tía se muere, etc. (este etc. incluye todo tipo de calamidades). La alemana descubre que su hijo perdido es Tonio y parte hacia Italia para buscarlo. Frank la va a despedir y se besan apasionadamente. Laura los pesca con las manos en la masa y, al verse sola y engañada, va a su departamento y se suicida. Una novela que termina para el culo, al mejor estilo “Piel naranja”.


YOLANDA LUJÁN

1984 fue el año de “Yolanda Luján”. En esta nueva telenovela filmada en Argentina, Verónica Castro fue Yolanda, una joven y humilde muchacha viviendo con su padre enfermo, situación que la lleva a conocer al Dr. Juan Carlos Hidalgo Del Castillo (Víctor Laplace). Cuando el padre de Yolanda muere, la chica entra a trabajar como mucama en la casa de Juan Carlos. Ambos se enamoran, situación que provoca el repudio de toda la familia Hidalgo del Castillo. Sólo el padre de Juan Carlos aprecia a Yolanda; los demás, especialmente la abuela del galeno, no la pueden  ver ni en figuritas.
Juan Carlos tiene un hermanastro malo malísimo que también se enamora de Yolanda y le complica la vida a los tórtolos de todas las formas imaginables (y no). Pero nada puede contra el amor, y el romance sigue hasta que Yolanda queda embarazada.
Embarazada y todo, la pobre Yolanda es acusada de un asesinato que no cometió. La pobre chica termina encarcelada, padeciendo dolores e injusticias, hasta que conoce a otro joven médico que también se enamora de ella. A pesar de que su amada está en prisión, Juan Carlos decide casarse con ella. Poco después Yolanda da a luz a su hijo, se descubre el nombre de la verdadera asesina, la chica sale de la cárcel con la frente en alto y todos son felices y comen perdices. Una pavada.


AMOR PROHIBIDO

A esta altura del partido (1986), Verónica Castro tenía algo podridos los argentinos, pero eso no evitó que filmara una última novela en nuestro país y que las gansas como yo la viéramos, más por inercia que por otra cosa. En “Amor Prohibido”, Verónica es Nora, una mujer joven y atractiva obligada por su madre a casarse con Francisco, un hombre mayor, viudo, rico, dueño de una tienda de ropa y con dos hijos en edad de merecer.  Nora y Francisco van rumbo a su luna de miel y sufren un terrible accidente, que deja al viejo más maltrecho de lo que estaba y, además, impotente. Como Nora era la que manejaba el auto accidentado, siente una enorme culpa ante la virilidad perdida de su esposo, y permanece a su lado, soportando sus celos enfermizos.
Cierto día, la hija de Francisco conoce a Miguel Ángel (Jean Carlo Simancas), un joven dueño de un supermercado, y por intermedio de ella, Miguel Ángel conoce a Nora (y esto me suena a “Piel naranja”). Miguel Ángel y Nora se enamoran perdidamente, con las complicaciones que semejante pasión aportan a la historia.
Cuando Francisco se entera de la relación sentimental que une a Nora y Miguel Ángel, intenta asesinar al muchacho y lo hiere gravemente. Luego intenta hacer lo mismo con Nora, pero ella lo enfrenta y él no consigue lastimarla. Miguel Ángel se repone y decide irse con Nora, para vivir su amor libremente. Francisco  los persigue con la ladina intención de asesinarlos a ambos, pero, justicia divina de por medio, sufre un infarto y revienta como un sapo. Nora y Miguel Ángel se quedan juntitos y felices. Ya se sabe: muerto el perro se acabó la rabia. (Y era “Piel naranja”, nomás, con el final cambiado, eso sí, porque en la original los tórtolos mueren, ¡y el pobre Alberto Migré se comió cada puteada!).


ROSA SALVAJE

Nuevamente instalada en su México natal, Verónica Castro filmó “Rosa Salvaje”, con Guillermo Capetillo como galán. La novela narra la historia de Rosa García, una chica humilde, bruta y machona. Cierto día, Rosa se da una vuelta por un barrio de ricos y tiene la feliz idea de robar ciruelas del jardín de una mansión. Es sorprendida por Dulcina Linares, una mujer ambiciosa y vanidosa, y su sirvienta Leopoldina, quienes la  amenazan con llamar a la policía. Para fortuna de Rosa, en medio de tan desagradable altercado, llega el hermano de la dueña de casa, Ricardo, quien intercede por ella y, además, le regala unas ciruelas. La chica se enamora de su benefactor, quien es presionado constantemente por sus hermanas, Dulcina y Cándida,  para que se case con una mujer rica. Decidido a fastidiarlas, opta por casarse con Rosa. En el medio se mete Leonela Villarreal, una ricachona malvada que le había echado el ojo a Ricardo. Si bien el muchacho termina enamorándose de Rosa, no puede evitar que ella se entere de que su boda sólo se había celebrado para joderle la vida a sus cuñadas y no puede perdonarlo.
Mientras Rosa y Ricardo van y vienen, Federico Robles, el ambicioso abogado de los Linares, embaraza a Cándida provocando la furia de Dulcina, con quien mantenía una relación oculta. Cierta noche, la despechada hace rodar por las escaleras a su desprevenida hermana, quien pierde su embarazo. Leonela, para evitar que Rosa y Ricardo se reconcilien, trama un plan para acostarse con Ricardo y conseguir que Rosa los vea en pleno idilio. Cosa que sucede. Ricardo se compromete con esta malvada mujer y Rosa queda como bola sin manija.
Posteriormente, Rosa, que está embarazada,  se reencuentra con su madre, Paulette Mendizábal, quien la había entregado al nacer, ya que era soltera. Por supuesto, Paulette es una mujer con mucho dinero (ninguna madre reencontrada en una telenovela es pobre). Paulette consigue que Rosa se convierta en una muchacha fina y distinguida (clásico) y la chica se dispone a parir sola (clásico), sin poder perdonar a Ricardo por su desliz, a pesar de que éste jura amarla. Ricardo abandona a Leonela para irse de viaje, y la muy dañina decide matar a Rosa, atropellándola con su automóvil. Pero le sale el tiro por la culata, porque al huir de la escena del crimen es arrollada por un tren.
A esta altura de los acontecimientos, hay un quilombo familiar que no involucra a Rosa, que termina con la mitad del clan Linares muerto y la otra mitad,  en cana. Rosa casi se muere al parir. Pero no se muere. Y vuelve con Ricardo, el único Linares que zafó de los cuetazos, el ácido muriático y los barrotes.

Después de “Rosa Salvaje”, la Castro siguió filmando telenovelas, pero yo me puse de novia y comencé a vivir mis propias peripecias románticas, que poco tuvieron que envidiarle a las de Verónica. Así que es aquí donde termina el cuento.
Me despido de ustedes, mis queridos, con más nostalgia que la que cargaba cuando empecé a escribir este artículo telenovelesco. Habiéndome instalado por un rato en los '80, me cuesta horrores volver a dejarlos. Caigo, cómo no, en la tentación de creer que todo tiempo pasado fue mejor.  Pero, por suerte, lo tengo a Quevedo para reubicarme en el Siglo XXI: “Cuando decimos que todo tiempo pasado fue mejor, condenamos el futuro sin conocerlo.” Será así, nomás.

Buenas tardes.