miércoles, 23 de agosto de 2023

LA LECCIÓN DE ANATOMÍA


LA LECCIÓN DE ANATOMÍA

“Las culturas sexualmente progresivas nos dieron las matemáticas, la filosofía, la literatura, la civilización y el resto. En cambio las sociedades sexualmente restrictivas produjeron la Edad Media y el Holocausto.
Alan Moore

Dando vueltas por Internet, como es mi insana costumbre, me encontré con varios sitios web (entre ellos el inefable Entre Mujeres), que se han hecho eco de la palabra sapiente del doctor Juan Carlos Kusnetzoff, autor del libro “La mujer sexualmente feliz. Del mito a la verdad científica”, e intentan derribar algunos mitos que todos  y todas tenemos arraigados en nuestro arcaico  pensamiento. Como a las mujeres no nos viene nada mal esto de derribar falsas creencias acerca de nuestra sexualidad y a los hombres, tampoco, hoy les acerco esta lista de adulterinas afirmaciones borradas de un plumazo por el doctor Kusnetzoff. De nada.


Mito 1: El hombre necesita más sexo que la mujer
No es así, señores. Esta frase, que más de un vivillo usó para justificar incontinencias y deslices varios, es tan falsa como una moneda de goma. Los hombres la han utilizado durante años,  poniendo cara de mártires y jurando que han tenido que salir a buscar fuera de casa entrepiernas ardientes porque biológicamente ellos necesitaban más y sus mujeres menos y no querían atosigarlas. Qué sátrapas. “Biológicamente la mujer está capacitada para vivir con plenitud todas las etapas de la relación sexual (deseos, placer, orgasmo) en forma equivalente, si no similar, al hombre”, aclara Kusnetzoff.
Mito 2: El himen se rompe al perder la virginidad
Según el especialista, muchos hombres y mujeres imaginan al himen como un muro lacrado, infranqueable si no es por medio de la penetración. Algo que se tiene que romper, como si fuera de porcelana china. Pero no es así, mis queridos ignorantes. El himen es elástico y ya viene con un orificio de fábrica, que es el que permite que las mujeres vírgenes puedan, por ejemplo, usar tampones. En la primera vez, el orificio del himen se agranda.
Mito 3: El punto G es difícil de encontrar
“Casi siempre se constata que la zona es fácil de estimular, en especial, con los dedos del compañero”, afirma un optimista Kusnetzoff. ¿Cómo encontrar el esquivo puntito? Basta con deslizar el dedo dentro del conducto vaginal y efectuar una leve presión hacia arriba. Se siente como una pequeña rigurosidad o montañita. ¿Vieron qué fácil? Parece que lo que es difícil no es encontrar el punto G sino encontrar un señor que lo encuentre, valga el trabalenguas. Nuestra escritora amiga, Isabel Allende, postula que el punto G está en los oídos. Se ve que ella tampoco encontró un señor que se lo encontrara en otro lado.
Mito 4: Todo el clítoris está a la vista
No se equivoquen, señores. Lo que se ve a simple vista sólo es la punta del iceberg. “El clítoris está formado por un tronco y una zona más abultada, el glande, que es lo único visible bajo los labios menores”, detalla el doctor. “La estimulación tanto del tronco como del glande provoca su erección y aumento del volumen”, agrega.
Mito 5: Todo pasa en el mismo orificio
Muchas personas confunden la uretra con la vagina y piensan que hay un solo orificio, cuando, en realidad, hay dos, “uno que permite la evacuación de la orina (el meato uretral) y otro que comunica la vagina con el exterior (el orificio vaginal o himeneal), por donde se evacua la sangre menstrual, se realiza el parto y penetra el pene en la relación coital”, explica el sexólogo.
Mito 6: El placer pasa por los genitales
El doctor reconoce que el clítoris y los labios menores producen placer al estimularse. Pero no son las únicas fuentes de placer del cuerpo femenino: “en la mujer otras partes del cuerpo son erógenas: la cara interna de los muslos, los pezones, la boca, las orejas, el cuello, etc.” No las olvidemos. Tampoco olvidemos que, muchos sabios y filósofos, sostienen que el órgano sexual por excelencia es el cerebro. Y que de poco valen labios y clítoris si el cerebro no está suficientemente estimulado.
Mito 7: Las mujeres con senos pequeños son frías
Debo confesar que esta pavada no la había escuchado nunca. Creer que las tetonas son piras humanas  y las menos dotadas pectoralmente, damas de las nieves, es, según Kusnetzoff “una tontería”. “Varones y mujeres tendemos a asociar los grandes pechos (y en general la figura voluptuosa) con un temperamento apasionado”. Basándonos sólo en el prejuicio, agrego yo. El padre de todos los males.
Mito 8: Hay penes que no se adaptan a la vagina
Ningún pene es tan descomunal ni ninguna vagina tan estrecha como para que suceda esto. Tuerca/tornillo. La naturaleza es sabia.
Mito 9: Hay vaginas muy cortas
No. No hay vaginas muy cortas. Ya les dije que la naturaleza es sabia. Existe sí, el vaginismo que es una afección que dificulta el coito, debido a la contracción involuntaria de los músculos del tercio inferior de la vagina. Cuyas causas son psíquicas (ya hablamos de lo mucho que el cerebro tiene que ver con el buen sexo).
 Mito 10: Fuimos creadas para reproducir
Durante siglos nos hicieron creer que las damas fuimos concebidas por Dios o por la Naturaleza como estúpidas probetas a las que nos estaba vedado todo atisbo de placer erótico.  “Los genitales poseen, tanto en hombres como en mujeres, la doble función de reproducción y placer sexual”, dice Kusnetzoff. “Los ovarios segregan dos hormonas: los estrógenos y la progesterona, que determinan los caracteres sexuales secundarios femeninos”, agrega el especialista.
Hasta aquí los 10 mitos derribados por la sapiencia del doctor Juan Carlos Kusnetzoff. Alguno más debe haber, porque la sexualidad femenina fue durante mucho tiempo un tema tabú. Yo he conocido, aunque parezca descabellado, chicas que creían que la primera vez que tenían sexo o si lo hacían de paradas no podían quedar embarazadas.
Me despido de ustedes con un texto de Manuel Puig sin desperdicio: “(...) Alguien inventó que el sexo podía ser fuente de mugre y de degradación. Penetrando a una señora se la degradaba. Se les podía haber ocurrido que de ese modo se la enaltecía, pero, por desgracia, eso no se le ocurrió a nadie. De modo que el peso moral del señor lo cargó la mujer. Si un hombre tenía grandes necesidades sexuales era un modelo de salud. Y si una mujer tenía necesidades sexuales incontroladas era ninfómana o, como decían en mi pueblo, tenía fiebre uterina.
Buenas tardes.

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