miércoles, 10 de junio de 2015

I THINK I LOVE HIM


 I THINK I LOVE HIM

“I woke up in love this morning, I woke up in love this morning. 
Went to sleep with you on my mind…”

Cuando lo vi por primera vez yo tenía once años. Literalmente, caí redonda. No podía existir un hombre (un chico) más hermoso. Por lo menos, yo no había conocido nunca a alguien tan lindo. Brad Pitt y Johnny Depp debían tener once años como yo. A lo sumo, doce. Así que él estaba a salvo de cualquier comparación incómoda con estos galancetes. Era perfecto.
Además de ser lindísimo, cantaba bien. El enamoramiento fue total. Y tan profundo que aún hoy le hago un tirito a Mr. Cassidy sin ningún atisbo de remordimiento para con mi abnegado esposo. Absolutamente.
Recuerdo que en aquella época feliz no había en mi día nada más importante que sentarme a las doce del mediodía frente al televisor a ver “The Partridge Family”. Era un ritual sacrosanto. Debo reconocer que los capítulos en que Keith (David) tenía novia me rompían un poco las pelotas. Pero los miraba igual, con una mezcla de masoquismo y baboseo de lo más pintoresca.
Para ese entonces y como consecuencia del platónico metejón con David empecé a garrapatear mis primeros poemas. Lamentablemente, tan selectas obras de arte se han perdido para siempre. Si fuera una mujer normal diría que se extraviaron en alguna mudanza, pero no: un día me dio un ataque de locura e hice una fogata con mis más caros papeles. El brote pirómano lo tuve alrededor de los catorce años. Cero que, simbólicamente, con ese fueguito demencial cerré las puertas de la infancia.
Pero volvamos a los once. Cuando yo tenía once, Keith Partridge tenía diecisiete, pero David Cassidy andaba alrededor de los veinte y pico. Y yo sacaba cuentas. A los dieciocho, a lo sumo a los veinte, si ahorraba lo suficiente (si me privaba de las figuritas con brillantina y los alfajores Capitán del Espacio), podía comprar un pasaje a California e ir a buscarlo. Él iba a estar un poco viejo (consideren ustedes que a los once años cualquier espécimen que tiene más de veinte es cuasi anciano), pero, la verdad, no importaba. “El amor no te pregunta la edad”. Creo que el autor de la cita es Danny Partridge.
A los doce me enteré por una revista “Hola” (en Argentina David Cassidy no existía) que el autor de mis desvelos preadolescentes se había casado con una tal Kay Lenz. Un golpe terrible, pero no fatal. ¿Para que existía el divorcio, después de todo? (En esa época, y aunque ya era bastante grandecita, yo me imaginaba el divorcio como un apoteósico revoleo de utensilios de cocina. Con un par de platos por la cabeza la tal Kay Lenz quedaba fuera de combate y todos contentos).
A los trece, después de que habían levantado “The Partridge Family”, volví a toparme con David en una serie policial que pasó sin pena ni gloria llamada “Man Undercover”. Debo reconocer que me decepcioné bastante. Cuando protagonizó la serie en cuestión Cassidy andaba por los veintiocho. Era irremediablemente viejo (mucho más viejo de lo que yo podía imaginar cuando especulaba con comprar un pasaje a California para ir a buscarlo). Y no cantaba. Con la sabiduría de los cuarenta y dos me doy cuenta de que a los veintiocho el tipo era un bombonazo. Pero yo tenía trece. Y decidí que lo nuestro (lo mío) no iba más. Bye, bye, love.
Pasaron muchos años. Pero donde hubo fuego cenizas quedan. Lo primero que hice cuando me senté frente a una computadora fue poner en el buscador de Google “David Cassidy”. Y volví a caerme literalmente redonda. Qué preciosura. Para mí no habrá jamás otro igual. Soy su fan incondicional. A veces pienso –cuando me pongo prudente y circunspecta- que en realidad soy fan de tener once años. Puede ser. Pero tener once años sin David Cassidy para mí es inconcebible.
Como verán, hoy tuve un ataque de baboseo nostálgico. Ya pueden Brad Pitt y Johnny Depp emprender la retirada con la cabeza gacha. Simon Baker y Michael C. Hall deberán aceptar su derrota. David Cassidy fue, es y será el rey de mi corazón.

Creo que lo amo.









No hay comentarios:

Publicar un comentario