martes, 30 de septiembre de 2014

SEXO ORAL


SEXO ORAL

“Si dos mujeres cuchichean y paran bruscamente cuando te acercas... es sin duda que hablan se sexo. ¡Y si una de ellas es tu mujer, seguro que hablan de ti!” 
Arthur Miller

Parece que, a la hora de hablar de sexo con nuestros amigos del mismo género, hombres y mujeres enfrentamos la situación de maneras disímiles.  Si bien para ambos es mucho más fácil abordar asuntos íntimos entre pares, las formas de comunicación sobre la sexualidad son absolutamente distintas entre Adanes y Evas. Ya se sabe: los hombres son de Marte, las mujeres somos de Venus. La historia de nuestras vidas.
Los hombres no tienen muchas pretensiones en lo que espacio físico se refiere   para poner la lengua en acción: pueden hablar de sexo en ámbitos tan diversos como la oficina, el entretiempo de un partido de fútbol, un bar, una partidita de truco o el proceso de elaboración del asadito dominguero. Mientras se llenan la boca de maníes o tratan de pinchar un chorizo esquivo,  los señores suelen alabar delanteras descomunales o traseros importantes sin ningún empacho. Pero que quede clarito: los hombres nunca hablan específicamente de sus mujeres, concubinas,  amantes, novias o amigas con derecho a roce.  Hablan de la mujer  en general. No, de la mujer, no. Hablan de la mina, con todo lo que este epíteto implica.  De lo buena que está una mina, de sus generosas curvas y de lo que haría si la señorita en cuestión le hiciera una caída de ojos. Pero nada más. Jamás comparten con los amigos  sus inquietudes o temores con respecto a la sexualidad ni hacen referencia a  su modo de vivirla. Si son muy fanfarrones, pueden referir alguna peripecia que los deje bien parados, pero en general se trata de  experiencias reales más bien anodinas ornamentadas con  fabulosos pormenores imaginarios, tal como si de  arbolitos de Navidad eróticos se trataran. O de odiseas imaginarias en su totalidad. Hablar de sexualidad no implica para ellos ningún tipo de intimidad: se habla del culo de una señorita como de un gol de Palermo.
Las mujeres, en cambio, cuando hablamos sobre sexo, intimamos. Somos mucho menos pudorosas que los varones a la hora de contar experiencias, plantear temores o tratar de esclarecer dudas. Solemos aconsejarnos entre nosotras y contarnos los tips que leemos en la “Cosmo”. Nada escapa a nuestro parloteo infinito: posiciones, tamaños, orgasmos, lencería y juguetes eróticos. No es que seamos degeneradas: es que nosotras vivimos la amistad de un modo completamente diferente a los varones y estos pelos y señales que damos en lo que al sexo respecta, los damos también en otras áreas de nuestras vidas. Y, como para nosotras la amistad es un vínculo sacrosanto donde la vergüenza no tiene cabida y, además, nos gusta hablar, charlamos sobre nuestras gracias y desgracias carnales como si habláramos de un crío con varicela o de cuánto cuesta un kilo de tomates.
Las damas, además, no hablamos del hombre en general. Ni hablamos del chongo, ese efebo anónimo que ya dejó de pertenecer  al mundo homosexual y  se instaló en el universo femenino con su sunga y sus abdominales marcados.  Hablamos de nuestros hombres, concubinos, amantes, novios o amigos con derecho a roce. Pasados, presentes y futuros.  Somos tan generosas con nuestras amigas (o tan indiscretas) que ponemos sobre la mesa dimensiones, pericias, potencias e impotencias. Contamos con qué frecuencia tenemos sexo, si alcanzamos o no alcanzamos el puto orgasmo, si nuestros amantes son cariñosos o ariscos y cómo son las instalaciones del hotel alojamiento donde nos refocilamos con nuestra última conquista.  Nuestra verborragia erótica se centuplica si tenemos un amante, que pasa a ser, por obra y gracia del afecto y de la solidaridad de género, en el amante de todas.
Según la Licenciada Adriana Arias, psicóloga y sexóloga, co-autora de los libros “Locas y Fuertes” y “Bichos y Bichas del Cortejo”, junto a Cristina Lobaiza (Del Nuevo Extremo), y asidua colaboradora del sitio web Entre Mujeres, que es como una “Cosmo” digital, “el permitirnos participar junto con los amigos y amigas de un espacio tan importante como la sexualidad en nuestras vidas, siempre es nutricio y enriquecedor”.  
Así que, queridas mías,  a no sentirse culpables. Esas lenguas siempre prontas a ventilar las intimidades más íntimas de los masculinos que supimos conseguir son, simplemente, herramientas para nuestro crecimiento como mujeres y como personas.  

¡Y a nosotras, ¡nos encanta crecer!

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