miércoles, 25 de diciembre de 2019

CÓMO EVITAR LA ANGUSTIA Y EL ESTRÉS QUE PROVOCAN LAS FIESTAS


CÓMO EVITAR LA ANGUSTIA Y EL ESTRÉS QUE PROVOCAN LAS FIESTAS

“Al empezar el año todo es esperanza. Al terminarlo todo se ha hecho experiencia.”
 Mamerto Menapace

Gracias a Dios, el año 2016, sindicado como pésimo por casi todo el mundo, llega  a su fin. Y, como cada vez que un año bueno o malo  expira, aparecen los replanteos: ¿cómo seguir avanzando?, ¿hemos cumplido con los objetivos que nos habíamos propuesto en los albores de enero? Responder estas sencillas preguntas nos sume, la mayoría de las veces, en un pantano de desesperación: rara vez alcanzamos las metas pretendidas y casi nunca sabemos cómo seguir avanzando y, muchísimo menos, hacia dónde corno vamos. Para evitar el desánimo y el desespero que suelen ahogarnos en estas fechas, la revista “Pronto”, edición digital, nos ofrece una serie de tips aportados por Bernardo Stamateas, terapeuta familiar, licenciado en psicología, sexólogo clínico y autor de varios best sellers de autoayuda, intitulada “¡Socorro, fin de año! ¿Cómo evitar la angustia y el estrés que provocan las fiestas?”
Stamateas arranca explicando que los cierres no tienen por qué mortificarnos y que, muy por el contrario, deberíamos tomarlos como una oportunidad para reponer energías e ir por aquello que aún no pudimos concretar. Para ayudarnos en esta tarea ciclópea, los tips:

- “Las fiestas deben estar basadas en el placer y no en el deber, es decir, son para encontrarnos sólo con aquellas personas que tenemos ganas de ver.  Generalmente en las fiestas se impone el deber y terminan convirtiéndose en una gran simulación que termina provocando angustia.”  Es una perogrullada, sí, pero no está mal repetirla todas las veces que podamos: LAS FIESTAS DEBEN ESTAR BASADAS EN EL PLACER NO EN EL DEBER. Es absolutamente nocivo, amén de antinatural, juntarnos a despedir el año con gente que detestamos. Incluso si esa gente pertenece a nuestra familia, política o no.  Asumamos de una vez por todas que no somos los Ingalls. Ni siquiera somos los locos Addams. Nuestras familias no son idílicas. Tenemos parientes bastante chotos. No los invitemos ni aceptemos sus convites. Protejámonos.

-“No filosofar ni debatir sobre temas profundos. Es una fiesta para divertirse, para cerrar una etapa y ponerle fin al año, lo ideal es que las conversaciones sean amenas.” Es de público conocimiento que, para tener las fiestas en paz, hay que evitar hablar de temas controversiales. Olvídense de los choriplaneros y los globoludos. Olvídense de River vs. Boca y del Papa Paco. Nada de reproches o agravios. No a los discursos rimbombantes, las arengas políticas y  los sermones estúpidos. Fuera las lamentaciones y las quejas, las historias de peloteras pasadas y los recuerdos tristes. Eviten caer en la tentación de criticar a los miembros de la familia que no están presentes (es difícil, ya sé, pero hagan el esfuerzo).

- “No forzar los vínculos: si a lo largo del año no vi a mi tío, por ejemplo, no trato de reencontrarme con él justo ahora.” Las celebraciones de fin de año no son buen momento para reencontrarse con nadie. Si durante un año no mantuvimos contacto con algún pariente por algo será. 

- “Algunas personas se bajonean por los que ya no están. Una buena alternativa es separar un momento del brindis para recordarlos y permitirse ahí la libre expresión de emociones: ya sean las lágrimas o la nostalgia. El dolor es parte de la vida y no hay que reprimirlo. La felicidad no se consigue negando los momentos de tristeza.” Sabio consejo del Licenciado Stamateas: si bien la queja deportiva está terminantemente prohibida en la cena de Nochevieja, es natural que alguno de los comensales se sienta triste o melancólico evocando a alguien que ya no está. Si somos nosotros, tratemos de que nuestras emociones no arrastren a los demás al desconsuelo. Si es algún otro, seamos empáticos con esa persona. 
-“Muchos tapan el vacío con la pseudo felicidad. Emborracharse es un ejemplo de esto, nos da euforia, no felicidad. Se tiene que dejar a cada uno sentir el nivel de felicidad que tenga y pueda.” Ser feliz es siempre un privilegio y jamás una obligación. Aturdirnos y aturdir a los demás no nos hará más felices. Muchísimo menos emborracharnos y terminar dando lástima o generando peleas y conflictos. Brindemos decorosamente.
- “Otro tema es el de los balances. Ellos sirven si me ayudan a ver lo que tengo por hacer sin pararse en lo negativo. En lugar de decir 'no logré esto, no logré aquello', me tengo que plantear: 'no obtuve esto pero sí eso y aquello'. Además no hay un único balance sino muchos, porque en la vida uno tiene muchísimas metas de corto, mediano y largo plazo. Siempre hay que salvarlos. Ver los logros independientemente de las faltas.” Personalmente opino que los balances están de más. A mí jamás me dio bien un balance: ni a los quince, cuando me obligaban  a hacerlos en la mítica Escuela Nacional de Comercio Nº1 de Avellaneda, ni a los treinta, cuando todavía tenía un fisiquito decoroso, ni ahora. Olvídense de los balances. Los únicos números rojos que nos interesan son los que canta Sabina.
Hasta aquí, amables lectores, los consejos que la revista “Pronto” y Bernardo Stamateas nos acercan generosamente para que este 31 de diciembre aflojemos con el drama. Me despido de ustedes con el maravilloso poema que Julio Cortázar escribió el 31 de diciembre de 1951:
 HAPPY NEW YEAR

Mira, no pido mucho,
solamente tu mano, tenerla
como un sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar a tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestas tu mano en esta noche
de fin de año de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas.
Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Así la tomo y la sostengo,
como si de ello dependiera
muchísimo del mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres.

¡Feliz Año Nuevo para todos! 

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