martes, 14 de febrero de 2023

CASADAS HACE MIL: ¿QUÉ HACEMOS CON SAN VALENTÍN?


 CASADAS HACE MIL: ¿QUÉ HACEMOS CON SAN VALENTÍN?

"La vida es una larga preparación para algo que nunca ocurre."
W.B. Yeats.

Llega San Valentín y, como todos los años, revistas y sitios webs femeninos se convierten en una azucarada pasarela donde desfilan bombones, besos de película y corpiños colorados. Hay cientos de notas dedicadas a la celebración del Día de los Enamorados, que nos dicen cómo vestirnos el 14 de febrero, qué regalar, qué comer y qué películas ver, y montones de test para descubrir si el señor con el que compartimos colchón (a veces a regañadientes) es, en realidad, el amor de nuestras vidas. También hay, por supuesto, notas que apoyan, contienen y aconsejan a la pobre mina que está soltera en San Valentín, cosa que me parece muy bien, pero debo decir que nadie, absolutamente nadie, se acuerda de otra mina más pobre todavía (porque seguro es mucho más gorda y mucho más vieja): la que está casada en San Valentín. Y no casada hace uno o dos  añitos y todavía tiene ganas de encender una velita o calzarse una tanga roja.  Casada hace mil. Y es espectadora de esta empalagosa celebración con una mezcla dramática de envidia y asquito.
Para ella, para la pobre casada que sabe que todo este asunto del Día de los Enamorados es una reverenda pelotudez pero no puede dejar de sentir un dejo de desolación cuando, haciendo zapping, recala en el canal donde Ryan Gosling apretuja con frenesí a Rachel McAdams, va este subversivo opúsculo que recrea una nota aparecida en el sitio web del diario El País en febrero de 2016 y se intitula “Aparta, Cupido: celebremos el anti San Valentín”. Porque la cosa no se trata de dejar de celebrar: se trata de llevarle la contra a la mayoría. Como siempre.

TIPS PARA CELEBRAR EL ANTI SAN VALENTÍN

-Sacar afuera tu yo sorprendente

En E.E. U.U., el país donde el Día de los Enamorados se celebra con más ímpetu, se festeja también, hace ya más de una década, un San Valentín alternativo bautizado como Quirkyalone Day. Algo así como el Día del Solitario Estrafalario, que no propone celebrar la fecha en soledad, sino abrir nuestra mente a la sorpresa. No importa si somos solteras, casadas o el amor de nuestra vida es nuestro perro. Lo que busca este festejo es una alternativa en positivo para celebrar el romanticismo, la libertad y la individualidad, que resulte, además, un buen antídoto a la versión marketiniana que nos venden de San Valentín. Las ideas que proponen son fáciles en concepto y ejecución, aunque a mí no me convencen demasiado, porque las encuentro poco festivas, insuficientemente estrafalarias y nada sediciosas: salir a pasear por una zona de nuestra ciudad que aún no conozcamos (premisa maravillosa si una vive en París pero irrealizable si vegeta en Avellaneda, porque el único lugar de Avellaneda que no conocemos es Villa Sapito y la verdad que muchas ganas de ir no tenemos), probar a dejarnos el celular en casa (cosa que una hace todo el tiempo, sin necesidad de portar talante festivalero), preparar una receta que aún no hayamos probado (o sea, cocinar, actividad que llevamos a cabo durante todo el puto año), cambiar los muebles de sitio (boring) o incluso organizar una fiesta adulta de pijamas (¿cuánta gente lo suficientemente ridícula conocemos como para engancharse en ésta?).   
Dicen los celebradores del Quirkyalone Day  que el efecto terapéutico de las actividades previamente enumeradas es inmediato. Permítanme dudar de su palabra y presentar mi propia lista de propuestas para que las casadas hace mil podamos sacar afuera nuestro yo sorprendente:
-Salir a pasear por una zona de nuestra ciudad que sí conocemos y donde casualmente viven los vecinos que suelen traer a sus mascotas a defecar a nuestra sufrida vereda. Llevar a nuestros animalitos para pagarles con la misma inmunda moneda o, en su defecto, hacernos de una buena provisión de yerba usada, cáscaras de banana y otras porquerías por el estilo para decorar amorosamente y con espíritu festivo el frente de sus casas.
-Darnos el gusto de una vez por todas y estrellar el celular contra la pared que nos resulte conveniente. Basta de llamadas de números desconocidos ofreciéndonos cosas que no queremos y de grupos de WhatsApp compuestos por gente que no tiene nada que hacer y manda boludeces a las tres de la mañana. 
-No cocinar. ¿Quieren comer? Vayan a la fonda, como diría mi abuela. 
-Dejar que los muebles donde están. Y si juntan polvo, mejor.
-No organizar fiesta alguna. No necesitamos juntarnos con un puñado de adultos tan desengañados como nosotras.
-Conseguir una botella de algo. O dos.

-Enviar purpurina por venganza a un ex

Este movimiento causa furor en el extranjero y consiste en enviar a nuestro ex un sobre con millones de partículas en su interior de ese polvo finísimo y brillante, tan difícil de limpiar. Parece que esta es la mejor manera de salpicar con  nuestro odio a los imbéciles que nos abandonaron o nos metieron los cuernos. Aunque ustedes no lo crean, hay una página web (Ship Your Enemies Glitter) que por la módica suma de 10 dólares se ofrece a realizar el trámite.
Nosotras, las casadas hace mil, sabemos muy bien que nuestros ex no son nuestros enemigos. Han tenido el decoro de desaparecer de nuestras vidas antes de convertirse en maridos, y eso se agradece. Nuestro verdadero enemigo está en casa y no hay purpurina que alcance para hacerlo pagar por todos estos años de tribulación y bostezos. Además, el guacho no vale los 10 dólares ni ahí.

-Sumarse al movimiento anti San Valentín

Hay varios grupos en Facebook que incitan a una rebelión masiva contra Cupido y su estúpido Día de los Enamorados (como Cupid Sucks Anti San Valentín). A través de ellos podemos informarnos de las actividades anti San Valentín que se organicen en localidades aledañas a la nuestra. Según la nota de El País, acercarse a estos grupos sólo ofrece ventajas: entre los anti San Valentín puede surgir algún baboso que le ponga likes consuetudinarios a nuestros gift y memes y, por obra y gracia del amor y a costillas nuestras, se convierta en un pro San Valentín.
También podemos elegir ostentar nuestro orgullo antiamor celebrando el 13 de febrero el Día del Soltero. Este agasajo empezó como una iniciativa para encontrar pareja y derivó en una reivindicación de la soltería, estado civil que muchos juzgan ideal.  La comunidad online que organiza planes para este día es cada vez más nutrida: para sumarse a ella basta con poner en el buscador de  Facebook  Día del Soltero.
A las casadas hace mil, estas comunidades anti San Valentín no nos sirven, por una sencillísima razón: sus integrantes son damas y caballeros sub 30 o a lo sumo sub 35, en general desengañados por un romance que no llegó  a buen puerto pero con la secretísima ilusión de volver a estar en pareja, no importa cuántos memes o gift insurgentes posteen. Nosotras somos mucho más viejas que ellos y estamos hartas en serio. No tenemos ni la energía ni la fuerza de voluntad para deshacernos del masculino que supimos conseguir, pero si el destino se encargara por nosotras de este engorroso menester, no querríamos volver a ver a un hombre ni en figuritas. El que se quema con leche, ve una vaca y llora. Y quemarse con leche es algo mucho más serio que  divorciarse después de dos escasos años de matrimonio o soportar que un pavote sin agallas nos abandone por WhatsApp. Mucho más serio.

-Organizar un cinefórum para ver "My  Bloody Valentine”  

Reunirnos con otra gente que reniega del Día de los Enamorados a ver My Bloody Valentine” ("Sangriento San Valentín", George Mihalka, 1981) o cualquier otra película que sirva como antídoto a las reposiciones de comedias románticas con las que nos bombardean el 14 de febrero es una buena opción. Según El País,  la idea es convocar a parejas, solteros, amigos y vecinos a ver cine que defenestre a San Valentín y organizar un coloquio posterior para explayarnos sobre la película con el mismo rigor con el que hablaríamos del cine de John Ford.  Además de My  Bloody Valentine”   sirven para esta graciosa actividad filmes como “X-Ray” (“Rayos X”, Boaz Davidson, 1981), “Valentine” (“Un San Valentín de muerte”, Jamie Blanks, 2001), “The Loved Ones” (“Seres queridos”, Sean Byrne, 2009) y  “A Horrible Way to Die” (“Una manera horrible de morir”, Adam Wingard, 2010), aunque yo recomiendo la remake de “My Bloody Valentine” del año 2009 (Patrick Lussier) porque al finalizar la película podemos debatir horas y horas acerca de lo lindo que es Jensen Ackles (y, sí: estamos hartas pero ciegas no somos).

-Si nada de esto funciona, tomarnos el palo 

Irse a la miércoles es siempre una buena elección en fechas estresantes como San Valentín, Pascuas, Navidad, etc. El País nos aconseja evitar los epicentros del amor como París, Venecia o Londres (si tuviéramos la posibilidad de viajar a París, Venecia o Londres no estaríamos quejándonos de la vida en un blog que no lee nadie) y sorprendernos visitando ciudades fuera de las rutas preestablecidas para el Día de los Enamorados. Para las solteras, las tres ciudades con mayor garantía de éxito son, según un informe de  The ASW Globalist, Shanghai, Estocolmo y Melbourne. Para los solteros, según The Richest,  Río de Janeiro, Miami y Bangkok. Según la BBC, las cinco ciudades estrella para conseguir  palenque ande ir a rascarse son Buenos Aires, Austin, Copenhague, Montreal y Ciudad del Cabo.
Las casadas hace mil ya tenemos palenque. Lo que queremos es huir. Mandarnos a mudar a un lugar donde jamás puedan encontrarnos. Yo estoy entre  Ittoqqortoormiit (Groenlandia) y Adamstown (Islas Pitcairn).

Hasta aquí, mis queridas, la recreación de la nota anti San Valentín publicada el sitio web del diario El País. Bonita nota de la que se deduce que el 75 % de los anti San Valentín están desesperados por dejar de serlo. El otro 25 % somos nosotras.
Me despido de ustedes con una frase del financista, filántropo y asesor político estadounidense Bernard Baruch, aplicable a la elección de marido, presidente o pareja para jugar al truco: Confía en el hombre que prometa menos; será el que menos decepcione.”

Buenas tardes. 

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