miércoles, 11 de diciembre de 2013

MISTERIOSA BUENOS AIRES XIV


MISTERIOSA BUENOS AIRES XIV

"Las tardecitas de Buenos Aires
tienen ese qué sé yo, ¿viste?
Salís de tu casa, por Arenales.
Lo de siempre: en la calle y en vos..."
Horacio Ferrer

Bienvenidos, gratos lectores, a una nueva entrega de "Misteriosa Buenos Aires".


-Hospital de Clínicas José de San Martín (Córdoba 2351, Recoleta)

El Hospital de Clínicas José de San Martín es un hospital-escuela dependiente de la Universidad de Buenos Aires y se encuentra ubicado en el barrio de Recoleta, en la Avenida Córdoba 2351. Fue fundado por el salteño Cleto Aguirre. 
Los orígenes del actual Hospital de Clínicas se remontan al año 1877, cuando comenzó su construcción. Un año más tarde -y aún sin terminar- fue escenario del conflicto por la federalización de la ciudad de Buenos Aires, funcionando como cuartel de rifleros y hospital de concentración de heridos. La atención a la comunidad comenzó poco después del conflicto de 1880.
En los pasillos del hospital de circula una historia oscura: la de Pascual Colombo. La leyenda cuenta que Colombo llegó a la Ciudad de Buenos Aires proveniente de una provincia del norte para cumplir su gran sueño: convertirse en un médico reconocido. Obligado a trabajar para sobrevivir el joven empezó a descuidar sus estudios, lo que lo llevó a reprobar sus exámenes una y otra vez, aunque jamás perdió las esperanzas de ser médico.
Hasta que un día todo cambió. Un llamado desde su provincia natal le informó que su madre había muerto. La razón: una explosión de vesícula. Colombo nunca se perdonó no haber llegado a convertirse en médico y salvar a su madre. Desequilibrado, abandonó todo y comenzó a frecuentar el Hospital de Clínicas, donde, amparado por la oscuridad de la noche, operaba de vesícula a los pacientes que indefensos descansaban en las salas de internación.


-Palacio de Aguas Corrientes (Avenida Córdoba 1950, Balvanera)

El Palacio de Aguas Corrientes (llamado oficialmente Gran Depósito Ingeniero Guillermo Villanueva) es un edificio emblemático de la ciudad de Buenos Aires. Fue construido para alojar los tanques de suministro de agua corriente de la creciente ciudad a fines del siglo XIX, envueltos en una arquitectura suntuosa de materiales importados. Se encuentra en la Avenida Córdoba 1950, barrio de Balvanera y es un Monumento Histórico Nacional. El edificio es uno de los más exuberantes de Buenos Aires, y una muestra de la arquitectura ecléctica que encantaba a las clases altas que gobernaron la Argentina hasta 1916. El estilo puede encuadrarse dentro del impuesto en el Segundo Imperio Francés, y se destacan las piezas de cerámica policromada y los abundantes ornamentos en la fachada. En su interior funcionan el Museo del Patrimonio Histórico, el Archivo de Planos Domiciliarios, y dependencias administrativas de la empresa. 
Ramón Gutiérrez e Ignacio Gutiérrez Zaldívar cuentan en su libro “Buenos Aires, Obras Monumentales” dos historias fantásticas que circularon sobre el edificio: “Se dijo que era una réplica de un Palacio de Bruselas destruido por un bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial. Y no faltaron quienes relacionaron su revestimiento de cerámica con la Madre Patria: de Sevilla habría llegado Casajús, autor de la decoración, que al comprobar que su obra no era apreciada en la medida de sus expectativas, decidió terminar con su vida.”
El arquitecto Jorge Tartarini,  director del Museo del Agua y de la Historia Sanitaria de AySA, asegura que escuchó otras historias fantásticas relacionadas con el imponente edificio: que el Palacio iba a levantarse en India y de casualidad se armó acá,  que una pareja de enamorados a los que no se les permitió casarse se ahogaron en los tanques de hierro que alberga el edificio y que el Palacio fue pensado para ser la sede de la Casa de Gobierno argentina. "Las leyendas urbanas tienen que ver con la fuerte presencia que tienen [estos edificios] en la ciudad. Las leyendas vienen bien. No es que uno las destierre porque son de difícil comprobación o porque son «fantasías». Al contrario, enriquecen la presencia como patrimonio del edificio", sostiene Tartarini.


-Club de Pescadores de Buenos Aires (Avenida Costanera Rafael Obligado, Palermo)

El Club de Pescadores Buenos Aires es un tradicional club de pesca ubicado en el barrio de Palermo en la ciudad de Buenos Aires. Emblema de la Costanera Norte y del Río de la Plata, su bella sede central es una de las imágenes más entrañables de la ciudad. El edificio, declarado Monumento Histórico Nacional, se recorta contra las aguas del río con su característico estilo inglés. El Club, que tiene un espectacular muelle de 512 metros, cuenta con un acuario de especies autóctonas del Río de la Plata. Fue inaugurado el 16 de enero de 1937, pero la primera gestión para construirlo ya se había realizado en julio de 1924. Es que los socios del club buscaban tener la sede y el muelle que reemplazara al primero que habían tenido a la altura de la calle Ayacucho. En ese lugar, al que se conocía como “el muelle de los franceses” (lo usaba una empresa carbonera de ese país para bajar sus cargas y llevarlas en tren hacia la zona de Retiro), se había fundado el club el 3 de agosto de 1903. Pero dos años después, una sudestada terminó con el muelle y la casilla que usaban.
Se dice que el lugar presenta gran cantidad de actividad paranormal, debido a que en los alrededores fallecieron varias personas, víctimas de las inclemencias del tiempo, accidentes y suicidios. La leyenda cuenta que en el acuario se puede percibir el espíritu de una niña.



-El último taxi (Av. Guzmán 680, Cementerio de la Chacarita)

Según cuentan Guillermo Barrantes y Víctor Coviello en su libro “Buenos Aires es leyenda” existe en el barrio de Chacarita un mito que habla de un taxi cuyo conductor sólo recoge a personas que salen del conocido cementerio. Se dice que quien suba a este sospechoso vehículo, será convertido en cadáver y dejado nuevamente en el camposanto para su descanso eterno. Los floristas de la zona aseguran haberlo visto: cuentan que su conductor es un hombre delgado y pálido, que pasa lentamente por la puerta de la necrópolis. Parece que el taxi es cuestión es un auto bastante viejo y su patente, como no podría ser de otro modo, reza RIP 666.
Se supone que el origen de esta leyenda urbana se remonta al hallazgo de una muchacha muerta sobre la tumba de su madre. Parece que, según conjeturaron los vecinos de Chacarita, la chica había ido a presentarle sus respetos a su difunta madre y, ya fuera del cementerio, se subió al temido RIP 666. Iba pensando en su madre y no prestaba demasiada atención a su entorno, pero de pronto comenzó a sentir muchísimo frío. En ese momento, notó, además, que el taxista era un individuo pálido, de aspecto cadavérico. Y al verse reflejada en el espejo retrovisor, comprobó con horror que era el mismo aspecto que tenía ella. El taxi volvió al cementerio, y allí la dejó, porque ya estaba muerta.
La historia resulta increíble, pero, así y todo, mucha gente que visita a sus muertos en el Cementerio de la Chacarita, no tomaría jamás un taxi en la puerta de dicho camposanto, aunque hay quienes aseguran  haber subido al taxi mortal y haber escapado de su maldición por los pelos. Uno de ellos comentó que, cuando iba en el taxi, vio la imagen de su padre muerto andando en bicicleta al lado del automóvil, cosa que lo sacó del sopor en el que había empezado a caer y le permitió tirarse del taxi. Contó también que veía constantemente al taxi fantasma pasar frente a él lentamente, con los ojos del macabro conductor clavados en su persona. 


-Hospital Municipal José Tiburcio Borda (Dr. Ramón Carrillo 375, Barracas)

El Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial José Tiburcio Borda es un hospital psiquiátrico de la Ciudad de Buenos Aires, que ha sido una de las principales instituciones dedicadas a la salud mental en la República Argentina, así como un importante centro de investigaciones en neurobiologíapsicopatología y relaciones psiquismo-cerebro. Junto con el contiguo Hospital Braulio Aurelio Moyano, es la sede central de la escuela neurobiológica argentino-germana, crecida al abrigo del psiquiatra alemán Christofredo Jakob, que inauguraría allí dentro el Laboratorio de Clínica Psiquiátrica.
Fue fundado el 11 de noviembre de 1865 con el nombre de Hospicio de San Buenaventura, y rebautizado Hospicio de las Mercedes el 8 de mayo de 1888. Entre 1905 y 1993, el hospital dependió de la administración nacional, llevando sucesivamente los nombres de Hospital Nacional Neuropsiquiátrico de Hombres (desde 1949) y Hospital Nacional José T. Borda (desde 1967), este último en honor al psiquiatra José Tiburcio Borda, en su momento titular de la Cátedra de Psiquiatría en la Universidad de Buenos Aires. Desde 1993 está asociado a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Con un pico poblacional de casi 6000 internos a fines de la Primera Guerra Mundial, hoy aloja alrededor de 1400 y atiende ambulatoriamente a varios miles más. Desde 1931 cuenta con consultorios externos de psiquiatría y neurología a instancias de la Liga Argentina de Higiene Mental.
La leyenda cuenta que Solaris, un paciente que llegó al Hospital Borda asegurando ser de otro planeta, iluminó un tiempo a los internos con sus fiestas energéticas. Durante su estadía en el neuropsiquiátrico, Solaris –a quien describen como un hombre delgado, de ojos grandes, muy blanco y completamente lampiño– se reunía con alrededor de 50 internos para recitar un mantra.  Los testigos afirman que, durante el rito, parecía iluminarse.
Aparentemente, Solaris –quién desapareció un 25 de diciembre– dejó escritos indescifrables. Además, se dice que el grupo sanguíneo de este hombre que decía ser un alien no encajaba con ningún patrón conocido. 
Hay dos películas basadas en este extraño personaje, “Hombre mirando al sudeste” (Eliseo Subiela, 1986) y “K-Pax” (Iain Softley, 2001).

Hasta aquí, todo lo que tenía para ofrecer por hoy. Me despido de ustedes con la letra de un bello tango musicalizado por Julio de Caro y escrito por Ernesto Sábato:

AL BUENOS AIRES QUE SE FUE


Cuando la dureza y el furor de Buenos Aires
hacen sentir más la soledad
busco un suburbio en el crepúspulo, y entonces,
a través de un brumoso territorio de medio siglo
enriquecido y desvastado por el amor y el desengaño,
miro hacia aquel niño que fui en otro tiempo.

Melancólicamente me recuerdo
sintiendo las primeras gotas de una lluvia
en la tierra reseca de mis calles sobre los techos de zinc.
"Que llueva, que llueva, la vieja está en la cueva",
hasta que los pájaros cantaban y corríamos descalzos,
a largar los barquitos de papel.

Tiempos de las cintas de Tom Mix y de las figuritas de colores,
de Tesorieri, Mutis y Bidoglio,
tiempo de las calesitas a caballo,
de los manises calientes en las tardes invernales,
de la locomotora chiquita y su silbato.

Mundo que apenas entrevemos cuando estamos muy solos,
en este caos del ruido y del cemento,
ya sin lugar para los patios con glisinas y claveles,
donde una chica casadera cantaba algo de un pañuelito blanco,
mientras planchaba la ropa del hermano.

Cuando la dureza y el furor de Buenos Aires,
hacen sentir más la soledad,
salgo a caminar por esos barrios que tímidamente, con vergüenza,
conservan algún minúsculo tesoro de un pasado menos duro,
una maceta con malvones, alguna reja rezagada.

Pero ya Boedo no es el que cantó De Caro,
ni Chiclana la calle de Esthercita,
ni Puente Alsina en la vieja barriada
que vio nacer al poeta callejero.

En vano buscaremos las muchachas
en torno del gringo y su organito,
ansiosamente mirando la cotorra,
esperando de su pico la buenas suerte o el amor.

Feliz de vos, Homero Manzi, que te fuiste a tiempo,
cuando aún era posible escribir esas canciones de trenzas y almacenes,
cuando todavía los espíritus no estaban resecados,
por la ferocidad y la violencia.

Ya no hay novias detrás de las persianas,
esperando al gringo y su monito.
Ya murió el último organito
y el alma del suburbio se quedó sin voz.

Buenas tardes.

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