viernes, 2 de noviembre de 2018

CEMPASÚCHIL, LAS LEYENDAS DE LA FLOR DEL "DÍA DE MUERTOS"


CEMPASÚCHIL, LAS LEYENDAS DE LA FLOR DEL "DÍA DE MUERTOS"

"Las flores siempre hacen que la gente sea mejor, más feliz y más útil. Son el sol, la comida y la medicina para el alma."
 Luther Burbank

El "Día de Muertos", que se celebra el 1 y 2 de noviembre en México y ha sido designado por la Unesco como un "Patrimonio Inmaterial de la Humanidad", es una festividad que fusiona elementos de la cultura prehispánica y la religión católica, en la que se honra a los difuntos con coloridos altares, ofrendas y música. Se trata de uno de los festejos más emblemáticos y conocidos de México, que celebra el retorno temporal de familiares y seres queridos fallecidos y tiene una mirada única sobre un tema tan inquietante como la muerte.
Su origen se remonta a las culturas mesoamericanas que habitaban el territorio mexicano antes de la llegada de los españoles, como las etnias mexica, maya, mixteca, texcocana, zapoteca, tlaxcalteca y totonaca. Originalmente, según el calendario mixteca, se celebraba durante el noveno mes del año solar.
La supervivencia de esta tradición luego de la llegada de los colonizadores y el proceso de evangelización se explica en la fusión sincrética de la tradición mesoamericana con la católica, por ello el "Día de Muertos" coincide con festividades cristianas, como el "Día de Todos los Santos" y el "Día de los Fieles Difuntos".
El "Día de Muertos" es tradición levantar un altar doméstico, llamado altar de muertoscon ofrendas en homenaje a los muertos. En él se ponen alimentos, bebidas, ropas, objetos valiosos, adornos, calaveras, flores y hierbas aromáticas, con los que se obsequia a los muertos como muestra de afecto y recuerdo. Todos los símbolos que rodean al "Día de Muertos" tienen un profundo significado que se remonta a tiempos ancestrales. Tal es el caso de la flor emblemática de la celebración, la flor de cempasúchil.
La flor de cempasúchil, conocida también como  damasquina, tagete, clavel chino o clavelón de la India, es una especie de la familia Asteraceae, nativa de México, donde se encuentra en estado silvestre principalmente en los estados de Chiapas, México, Morelos, Puebla, San Luis Potosí, Sinaloa, Tlaxcala, Oaxaca, Jalisco y Veracruz. El nombre cempasúchil proviene del náhuatl y significa  flor de veinte pétalos.
Cuenta la leyenda que Xóchitl y Huitzilin eran dos niños aztecas que acostumbraban jugar juntos en el campo. A medida que fueron creciendo, nació entre ellos un profundo amor. Cada tarde, subían la montaña para llevarle flores a Tonatiuh, el dios Sol, quien les ofrecía su cálido abrazo y bendecía a la pareja. Entre sus rayos deslumbrantes, Xóchitl y Huitzilin juraron amarse para siempre.
Desafortunadamente, cuando Huitzilin tuvo edad suficiente fue llamado para luchar en la guerra y defender a su pueblo. Fue herido en la batalla y, finalmente, murió. Xóchitl, loca de dolor, corrió a la cima de la montaña e imploró a Tonatiuh que la reuniera para siempre con Huitzilin. El dios se sintió conmovido y envió un rayo de sol fulminante que convirtió a Xóchitl en una flor de color intenso, tal como la luz que la había bañado.
La flor permaneció cerrada, hasta que un día llego hasta ella un amoroso colibrí, que se posó en su centro, y no era otro que Huitzilin. Entonces, se abrió inmediatamente, desplegando veinte vibrantes pétalos y un aroma intenso y misterioso. De este modo, Xóchitl y Huitzilin se unieron para siempre. Por eso, mientras existan las flores de cempasúchil y los colibríes, el amor de los jóvenes vivirá.
Gracias al olor característico de la flor de cempasúchil que se coloca en los altares en el "Día de Muertos", los espíritus pueden guiarse y encontrar el camino hacia el espacio que los recibirá con sus bebidas y alimentos favoritos, y con el inmenso amor de sus familiares y seres queridos que los extrañan.
La leyenda tiene otra versión, igual de hermosa, que dice que en un valle vivía una bella mujer llamada Xóchitl que llamó la atención de Tonatiuh, dios del Sol, que se enamoró profundamente de la joven. Día a día, el dios recorría su camino y pasaba por la casa de la joven, donde ella peinaba sus largos cabellos. Tonatiuh decidió, entonces,  adquirir forma humana para acercarse a su amada. 
El dios se cubrió con ropa y un sombrero, se acercó a la joven y la invitó a ver juntos como caía la noche. Xóchitl se enamoró profundamente de Tonatiuh. Y juntos pasaron veinte noches llenas de felicidad, aunque a los enamorados les partía el corazón tener que despedirse cuando se acercaba el día. Movida por la curiosidad, Xóchitl quiso saber dónde se iba su amado, así que una noche, después de despedirse de él, lo siguió.
Cuando el dios Sol llegó a una colina, se despojó de sus ropajes y emergió con todo su brillo. El resplandor de Tonatiuh cegó a Xóchitl, quien huyó asustada y sin rumbo. La joven tropezó y cayó a un barranco, perdiendo la vida.
Tonatiuh descubrió el cuerpo de su amada, y con dolor lo acarició con sus rayos. La tristeza del dios provocó que derramara una lágrima, que al tocar el cuerpo de Xóchitl la transformó en una hermosa flor de veinte pétalos brillantes como los rayos del sol: la flor de cempasúchil.
Pero, ¿cómo llegó está preciosa flor a los cementerios y a los altares del "Día de Muertos"? De acuerdo con las fuentes históricas , los pobladores prehispánicos de Malinalco adornaban las tumbas de sus muertos con flores de tonalxóchitl, amarillas y pequeñas, porque, según sus creencias, guardaba en su centro el calor brindado por los rayos del sol. Los aztecas al ver este ritual, comenzaron a decorar sus ofrendas con flores de cempasúchil, más grandes y llamativas, a la que consideraban, además,  como un símbolo de la vida y la  muerte. 

Hasta aquí, amables lectores, esta pequeña semblanza de la flor de cempasúchil, precioso símbolo del "Día de Muertos". Me despido de ustedes con un pensamiento de Ralph Waldo Emerson: "Las flores son una orgullosa afirmación de que un rayo de belleza supera a todas las utilidades del mundo".

¡Feliz Día de Muertos!


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