martes, 31 de enero de 2023

FUERA DE MI MURO


FUERA DE MI MURO

“Fuera,
hoy mi fe te condena.
Fuera, fuera, ¡fuera!”
"Fuera de mi vida", Valeria Lynch

Es oficial. Según una nota publicada por el diario “Clarín”Facebook ha metido la cola en el 20 % de los divorcios acaecidos en los últimos tiempos. Así lo revela un estudio realizado en los EE.UU., aunque se supone que el triste fenómeno tiene alcance mundial. Parece ser que la mentada red social es, en la actualidad, la mayor causa de problemas en las relaciones amorosas. Celos, reencuentros con antiguos amantes o pretendidos y fotos por demás indiscretas, hacen estragos en noviazgos y matrimonios. Las aventurillas que antaño se mantenían en secreto, tal como Dios manda, toman estado público gracias a Facebook, Twitter y otras redes sociales. “Lo vemos cada vez más. Un cónyuge se conecta con alguien que conoce de su época de estudio. La persona está sentimentalmente disponible y empiezan a comunicarse a través de Facebook”, declaró el Dr. Steven Kimmons, psicólogo clínico y consejero matrimonial del Centro Médico de la Universidad de Loyola, de Chicago. Y ya sabemos todos como termina tan inocente comunicación: con un enredo de alcoba de aquellos. Difícil es resistirse al influjo de un antiguo novio, amante o amigo con derecho a roce. Es de público conocimiento que donde hubo fuego cenizas quedan.
Una encuesta realizada por la Academia Estadounidense de Abogados Matrimoniales reveló que el número de divorcios donde se mencionan pruebas obtenidas en las redes sociales (con Facebook a la cabeza) aumenta día a día. En estas redes no sólo se recolectan pruebas de infidelidad, sino que también se hallan argumentos para discutir la tenencia de los hijos. Parece que hay más de un pavote que sube a Facebook alguna foto en la cual aparece despreocupadamente prendido a un porro, lo que impacta de forma negativa en su pretensión de obtener la custodia de sus vástagos.
El intercambio de historias personales en las redes sociales deja, según los expertos, las vidas de los usuarios expuestas a cualquier ojo atento que busque material para la polémica. Lo que antes se contaba, cafecito mediante, en un ámbito privado, se pregona ahora a los cuatro vientos. En algunos casos, por maldad irrefrenable. En otros, por boludez absoluta.
Otro estudio, realizado por el Departamento de Psicología de la Universidad de Guelph, coincide con lo antedicho. “Facebook permite el acceso a información a la que de otra forma no accederíamos y esta información carece muchas veces de contexto”, declaró Amy Muise, una de las responsables de este estudio. Para ella, la red social “está exponiendo a la gente a más detonantes de celos.” Los sentimientos de inseguridad con respecto a nuestra pareja pueden provocar comportamientos repulsivamente inquisitivos y Facebook facilita y favorece ese deplorable accionar. Lo que también facilita Facebook (y este estudio corre por mi cuenta) es la proliferación de mariconazos cuyas novias o amantes se enteran de que la relación que mantenían con los susodichos ha llegado a su fin gracias a que los señores cambian su estado civil desde un sobrio “comprometido” a un prometedor “soltero”. Cierto es que cobardes hubo siempre, pero nunca tuvieron tantas herramientas como hoy en día para tirar la piedra y esconder la mano.
Casos de parejas famosas rotas por las redes sociales hay muchos. La preciosa Eva Longoria soportó que su maridito -la estrella de la NBA, Tony Parker- tuviera un entuerto amoroso con una amiga de Facebook. Pero el descubrimiento de algunos mensajes de texto comprometedores que el señor en cuestión intercambiaba con una conocida en común, Erin Barry, esposa de Brent Barry, compañero de Parker en el equipo de la NBA "San Antonio Spurs", fue la gota que rebalsó el vaso. El ex marido de Sandra Bullock, Jesse James, tenía entre sus seguidores de Twitter a su desfachatada amante, la tatuadora Michelle “Bombshell” McGee, y cualquiera podía ser testigo del intercambio de mensajes entre los clandestinos tórtolos. Triste quilombete de cabotaje fue el que se desató con la confirmación y posterior ruptura de la pareja formada por Martín Redrado y la exuberante Luciana Salazar, que ventiló todo el asunto en Twitter y no se privó de caratular públicamente a su ex de “perverso”, entre otras perlitas. Porque una vez disuelta la pareja no se acaba la cosa: una ruptura puede eternizarse en muros virtuales, sobre todo si los involucrados en el desastre tienen amigos en común y ganas de seguir rompiendo las pelotas.
Pero no sólo los famosos se complican la vida con las redes sociales. Muchos noviazgos y matrimonios ignotos se ven amenazados por amigos y amigas cibernéticos. Aún si esos amigos pertenecen a una misma familia: la nota de “Clarín” cita el caso de Marisa, una mujer que asistió con estupor a la publicación de una foto que su suegra colgó en Facebook. En la mentada fotito, su amorosa madre política sostenía en brazos a una hermosa beba y proclamaba con felicidad (no exenta de malevolencia) la presentación en sociedad de su pequeña nieta. Marisa, que no tenía hijos, se enteró de esta forma poco ortodoxa de la doble vida de su esposo. Si le pegó a la suegra o le pegó al marido, no se sabe. Pero ambos se merecían flor de patada en el culo.
Como dato inútil pero fastidioso, les comento, amables lectores, que cada vez son más las mujeres de mi relación que cierran sus cuentas de Facebook presionadas por sus mosqueadas parejas, quienes no soportan que sus amadas reciban piropos, besos y abrazos virtuales de otros señores que sospechan más interesantes que ellos. El “no uses minifalda” de tiempos menos tecnológicos ha derivado en “no tengas Facebook, ni Twitter, ni ninguna otra red social donde puedas relacionarte con otros especímenes masculinos”. Cosa por demás lamentable, ya que la cosa empieza cerrando Facebook y termina con una pierna previsoramente encadenada a la pata de la cama.
La conclusión que saco de lo expuesto es que urge volver a tiempos más prudentes, donde las relaciones de pareja, clandestinas o no, estaban resguardadas por ese misterio insondable llamado “privacidad”. Cosa harto difícil, a decir verdad.

Sobre todo para mí, que a bocona no me gana nadie.

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