miércoles, 2 de noviembre de 2016

DÍA DE MUERTOS


DÍA DE MUERTOS

"Dime cómo mueres, y te diré quién eres."
Octavio Paz

Pasada ya la fiesta de Halloween (fiesta que reivindico aunque los amigos me abucheen) nos quedan dos caminos: guardar las truculencias para el año próximo o seguir festejando. Este año, como novedad, elijo seguir festejando. Y por eso me traslado a esta tierra maravillosa que mi padre soñó conocer y es muy cara a mis sentimientos: México. México y su maravilloso Día de Muertos.
El Día de Muertos, que se celebra el 1 y 2 de noviembre, ha sido designado por la Unesco como un Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y es una festividad que fusiona elementos de la cultura prehispánica y la religión católica, en la que se honra a los difuntos con coloridos altares, ofrendas y música. Se trata de uno de los festejos más emblemáticos y conocidos de México, que celebra el retorno temporal de familiares y seres queridos fallecidos y tiene una mirada única sobre un tema tan inquietante como la muerte.
Para los pueblos originarios de México, la muerte tenía un significado completamente distinto del que tiene el pueblo mexicano actual.  Era parte de un ciclo interminable que alternaba vida y muerte, y no estaba relacionada con los conceptos de castigo, expiación de culpas, infiernos y paraísos. La llegada de la religión católica al continente, de la mano de la Conquista, incorporó estas nociones en el imaginario aborigen, así como la conmemoración católica del Día de los Fieles Difuntos que coincide (y esto no es casualidad) con una las ceremonias relacionadas con los ciclos de la agricultura y los festejos a la fertilidad que celebraban los indígenas a finales de octubre y principios de noviembre. 



LOS MUERTOS NOS VISITAN

La tradición  mexicana indica que los muertos llegan cada doce horas entre el 28 de octubre y el 2 de noviembre.
En algunos lugares de México el  día 28 se destina a honrar a quienes fallecieron a causa de un accidente o de manera trágica, y el 29, a los ahogados.
En los días 30 y 31 espera la llegada de los niños que murieron sin ser bautizados quienes son llamados limbos o limbitos. El 1º de noviembre se esperan las almas de los chiquitos o angelitos, menores que fallecieron antes de cumplir los 12 años, a quienes se les ofrendan flores blancas, juguetes, platos llenos de dulces, panecitos y veladoras. El día 2 se espera la llegada de las almas de los fallecidos en edad adulta.


CALAVERAS

Las famosas calaveras, símbolo del Día de Muertos, tienen  sus orígenes en el tzompantli, muro de calaveras que tanto toltecas, mexicas y mayas instalaban en lugares especiales de sus ciudades (frente a los templos de los dioses de la agricultura y del Sol y los campos para el juego de pelota.
El tzompantli, que en nahua significa “hilera o fila de cráneos”, era un  altar  donde se exponían los cráneos de los prisioneros de guerra y esclavos que eran sacrificados para honrar a los dioses. Las representaciones de dioses de sus cráneos descarnados, además, se extiende  a lo largo de las culturas más importantes de México. Las ofrendas funerarias de calaveras talladas en el sur de Mesoamérica y en la costa del Golfo de México eran comunes en la época precolombina.


CEMPAZÚCHITL

El cempazúchitl o cempasúchil (Tagetes erecta) es otro de los símbolos del Día de Muertos. Su nombre en nahuatl significa "flor de veinte pétalos". Florece luego de la temporada de lluvias, justo para la temporada de la celebración. Está presente en los altares y ofrendas,  aunque no es la única flor que se utiliza el Día de Muertos. También se usan la flor de terciopelo, el gladiolo y la nube.
En el siglo XIX  se consideraba al cempazúchitl  una flor de las clases bajas, debido a su fuerte olor y su color estridente. Hoy, por el contrario, es impensable imaginar un Día de Muertos sin la flor. La tradición dice que los mexicas la utilizaban para adornar las tumbas pues creían que esta maravillosa flor podía guardar en su corola el calor de los rayos solares e iluminar el camino de retorno de los muertos.
La costumbre indígena se mantiene en algunos sitios y se siguen utilizando las flores, no sólo como un adorno, sino para facilitar el retorno de las almas a la tierra. Se esparcen los pétalos a lo largo en el trayecto de la casa al cementerio y se colocan velas y otro tipo de ofrendas.
Los aztecas usaban el cempazúchitl  para empolvar la cara de sus presos antes de que fueran ejecutados porque pensaban que era una forma de evitar que sintiesen la muerte.
Cada año se cosechan en México casi 2 millones de estas flores para la celebración del Día de Muertos.


CATRINAS

Las catrinas son otro símbolo del Día de Muertos mexicano. Originalmente, la Catrina era una mujer elegante y bien vestida, relacionada con las clases altas. La que dio origen a la asociación con el Día de Muertos es obra del caricaturista José Guadalupe Posada. Originalmente llamada La Calavera Garbancera (garbanceros eran los indígenas que imitaban a los europeos), vio la luz en 1910. “La muerte, es democrática, ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera”, aseguró Posada refiriéndose a su creación. Más tarde,  la  Calavera Garbancera fue retratada por Diego Rivera en 1947 en el mural "Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central".  En dicho trabajo, Rivera la adornó con una estola de plumas y la bautizó Catrina.


LOS ALTARES

La elaboración de altares para los fallecidos es uno de los rituales más especiales del Día de Muertos. Con este rito se honra la muerte pero también se piensa en el futuro: los que hoy ofrendan a sus muertos serán mañana los ofrendados. La tradición marca que hay altares de dos, tres y siete niveles. En el primero se encuentran representados el cielo y la tierra. En el segundo, se agrega el purgatorio.
El más completo cuenta con la imagen de un santo, las almas del purgatorio, sal para purificar, pan de muerto (una comida tradicional de esta fecha), los alimentos favoritos del fallecido, sus fotografías y una cruz de semillas o frutas.
Las flores de cempasúchil son un elemento indispensable en los altares al igual que las velas. Y tampoco puede faltar un mantel blanco, agua, sal, copal o incienso, calaveritas de azúcar (otro dulce tradicional de la celebración) y papel picado.

Hasta aquí, mis queridos, este pequeño homenaje a una celebración que no tiene nada que envidiarle al Halloween gringo, aunque quienes las comparan hacen una importante salvedad: en Halloween se le teme a los muertos. En el Día de Muertos, se los abraza.
Me despido de ustedes, como no podía ser de otro modo, con la bendita palabra de mi amado Ray Bradbury: "Mentalmente vio una calavera con letras de azúcar: RAIMUNDO. Me compraré mi propia calavera, pensó. Y de esta manera trampearía a la muerte que siempre gotea en la lluvia sobre la ventana, o chilla en el chirrido de la vieja puerta o queda suspendida como una pálida nubecita sobre la orina. Trampear a la Muerte que el tamalero enfermo ha enrollado en tamales, la Muerte envuelta en una mortaja de fina tortilla de maíz."

Buenas tardes.

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