sábado, 24 de diciembre de 2016

CÓMO EVITAR DISCUTIR CON TU PAREJA EN NAVIDAD


CÓMO EVITAR DISCUTIR CON TU PAREJA EN NAVIDAD

“El amor no es un arte, es una pelea cuerpo a cuerpo por sobrevivir.”
Jorge Díaz

Es un clásico, mis queridos. Llega la Navidad y llegan todo tipo de quilombos. Sobre todo, quilombos con nuestra pareja. Es una época crítica, en la que estamos más sensibilizados que de costumbre, nos acordamos de quienes ya no están, nos vemos obligados a compartir mesa con los que sí están pero no soportamos, etc., etc. Las emociones están a flor de piel en esta supuestamente alegre temporada y nos predisponen malamente a la riña, con las temibles consecuencias que esto acarrea. Porque cuando necesitamos reñir lo hacemos usualmente con la persona que más cerca tenemos. Y esa persona es, por supuesto, nuestra media naranja.
Para evitar las peleas navideñas con nuestra pareja, la experta en consejos de amor Paloma Corredor, del sitio web About en español, nos acerca una serie de tips orientados a calmar las aguas y evitar incómodos desbordes. Haciendo gala de mi proverbial espíritu de servicio, se los acerco hoy para que les saquen el máximo  provecho posible. De nada.


Para evitar quilombos y quilombetes es esencial identificar claramente las situaciones que pueden provocarlos. Cuando las situaciones están debidamente identificadas, hay que trabajar para que la cosa no se desmadre. Haciendo concesiones pero también reclamando respeto por nuestros sentimientos.

-¿Con quién celebrar las fechas en cuestión? Tradicionalmente, los matrimonios/concubinatos suelen dividirse entre las dos familias. Nochebuena con los míos, Navidad con los tuyos. Nochevieja con los tuyos, Año Nuevo con los míos. Parece sencillo, sí. Pero no lo es tanto. Por eso hay que sentarse a hablar y llegar a una forma de repartirse que satisfaga a ambos. Paloma nos dice, además, que es muy importante reservar una fecha para festejar solos, sin suegras, cuñadas y otros entes malignos. Porque la pareja en soledad se conecta mejor. Y también las Navidades merecen tener su touch romántico. Para poder sostener este festejo en pareja hay que neutralizar a los parientes invasivos y a las madres adictas a los chantajes emocionales.

-Vida social: Vayan juntos a los festejos que los entusiasmen a ambos y solos a los que no. No arrastren a sus parejas a ridículas cenas con los compañeros de oficina, las condiscípulas del secundario o los pibes con los que van a pelotear cada miércoles. Estar a contragusto en una cena/festejo es sumamente estresante y predispone a la mitad de la naranja arrastrada a la celebración ajena a belicosidades varias. Ni hablar si el/la susodicho/a se pasa toda la noche con una cara de traste apoteósica. Ambos miembros de la pareja se sentirán incómodos. Y de la incomodidad al quilombo hay un pasito cortito, cortito.

-Regalos. Establezcan un presupuesto, sobre todo si los pesitos escasean y el derroche está absolutamente vedado. No gasten en boludeces dinero que  luego les va a faltar para pagar los servicios. Pacten si el regalo a recibir será una sorpresa o si prefieren contarle al otro antes del desembolso lo que quieren o necesitan. Eviten los regalos prácticos. A nadie le gusta que le regalen una caja de pañuelos o un set de toallas. Ni siquiera un paraguas. Ni hablar de repasadores. Regalar un repasador a una mujer es una irrefutable declaración de guerra. Si se trata de regalar al resto de la familia, pónganse de acuerdo en qué y a quién. No obsequien a su sobrino carnal una pista para autos y a su sobrino político un llavero. Sean equilibrados.

-Compromisos navideños: Además de decidir qué  regalar y a quién, hay otros temas en los que es mejor ponerse de acuerdo para evitar posteriores grescas. Por ejemplo, ¿tienen ganas de que la parentela festeje en nuestra casa? ¿Prefieren repartir obsequios para Navidad o para Reyes? Hablen de todo eso antes de que empiecen las Fiestas, no esperen a último momento, cuando ya están un poquito empinados. El alcohol favorece las posturas belicosas.

-Las relaciones familiares: Si no tienen buena relación con algún miembro de su familia que tienen que ver durante una cena o celebración, pídanle a Dios que los obsequie con el don de la misericordia. Tengan paciencia y apelen al sentido del humor. No manden a la suegra a la puta que la parió. No se vayan a las manos con las cuñadas. No estrangulen al primo borrachín o a la prima alzada. No atraganten con un pedazo de turrón de maní a la tía venenosa. Rían y beban. Pero, sobre todo, rían.

-Gustos diferentes: Puede que a uno de ustedes le encanten las fiestas ruidosas  y el otro prefiera vegetar en casa. Que uno sea religioso y le guste ir a Misa de Gallo y el otro considere la Navidad una fiesta de tipo social. Estas diferencias no son, necesariamente, una fuente de quilombos. Hay que dejar que cada miembro de la pareja haga lo que desee y, al mismo tiempo, buscar puntos en común para tener, en algún momento, una celebración conjunta.

Hasta aquí, los consejos de nuestra amiga Paloma. Son bastante acertados aunque, según mi humilde opinión,  no creo que sirvan para evitar los clásicos quilombetes navideños. Es que si una Navidad sin regalos no es una Navidad, tal como rezaba Jo March en “Mujercitas”, una Navidad sin alguna puteada tampoco lo es.  Yo he vivido, a lo largo de mis improductivos más de cuarenta años, verdaderas trifulcas navideñas, y, con el paso del tiempo, las recuerdo como lo mejor de las Fiestas. Porque está bueno pelearse de vez en cuando. Y reconciliarse está mucho mejor.

Me despido de ustedes con un cuentito de Eduardo Galeano que oficiará como obsequio navideño para todos mis amables lectores. No tiene mucho que ver con la Navidad, pero sí con esto de juntarnos y rompernos los cuernos porque sí, porque nos queremos:

“Pongamos por caso, Bolivia: en 1978, cinco mujeres voltearon una dictadura militar. Paradójicamente, toda Bolivia se burló de ellas cuando iniciaron su huelga de hambre. Paradójicamente, toda Bolivia terminó ayunando con ellas, hasta que la dictadura cayó.
Yo había conocido a una de esas cinco porfiadas, Domitila Barrios, en el pueblo minero de Llallagua. En una asamblea de obreros de las minas, todos hombres, ella se había alzado y había hecho callar a todos.
–Quiero decirles estito –había dicho–. Nuestro enemigo principal no es el imperialismo, ni la burguesía ni la burocracia. Nuestro enemigo principal es el miedo, y lo llevamos adentro.
Y años después, reencontré a Domitila en Estocolmo. La habían echado de Bolivia, y ella había marchado al exilio, con sus siete hijos. Domitila estaba muy agradecida de la solidaridad de los suecos, y les admiraba la libertad, pero ellos le daban pena, tan solitos que estaban, bebiendo solos, comiendo solos, hablando solos. Y les daba consejos:
–No sean bobos –les decía–. Júntense. Nosotros, allá en Bolivia, nos juntamos. Aunque sea para pelearnos, nos juntamos.”
Buenas Fiestas.

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