viernes, 3 de abril de 2015

5 TIPOS DE VAGO CON LOS QUE UNA DAMA PUEDE CRUZARSE EN SU DIARIO Y SACRIFICADO TRAJINAR


5 TIPOS DE VAGO CON LOS QUE UNA DAMA PUEDE CRUZARSE EN SU DIARIO Y SACRIFICADO TRAJINAR

“…hay demasiados cafés en la Argentina y mucha gente vagando en horas insólitas. Cuando cruzo la ciudad en el auto y veo las confiterías llenas de parroquianos a toda hora, me pregunto qué hace esa gente.” 
Cristina Mejías

“Me parece que me estoy acostumbrando
a la vida del relajo.
Que se vayan al carajo,
no nací para el trabajo.
Soy vago.”
Turf , “Vago

A todas las mujeres nos pasó alguna vez. Las más avispadas pudimos huir despavoridas antes de que un romance tan mal avenido nos arrastrara a la catástrofe. Las otras se ensartaron como churrasco de croto. Les pasó a nuestras madres y les pasará a nuestras hijas. Porque ninguna fémina, ni grande ni chica, ni gorda ni flaca, ni buena ni mala, está exenta de la tragedia griega que significa enamorarse de un vago.
Se preguntarán ustedes, mis queridas, cómo termina una mujer medianamente inteligente enredada con un indolente sin remedio. Facilísimo: hartas de los caballeros ocupados que no tienen tiempo para llamados telefónicos edulcorados y kilométricos, eternas horas de chat y románticas citas a las diez de la mañana, muchas damas se encandilan con estos sátrapas que les endulzan la oreja y les tienen la vela todo el día con el único y vil propósito de asaltar sus heladeras y enquistarse en sus colchones.
Con el fin de que mis gratas lectoras no caigan en la trampa de estos señores inescrupulosos y terminen manteniendo vagos, he elaborado una pequeña lista con los tipos de zángano más comunes, cosa de que, si se llegan a cruzar con alguno, pongan, sin dudarlo, pies en polvorosa. Porque ya lo dijo José Hernández en su “Martín Fierro”: “…la miseria, en su afán de perseguir de mil modos, llama en la puerta de todos y entra en la del haragán.” Y las mujeres tenemos que procurar de cualquier modo que esa puerta no sea la nuestra.

5 TIPOS DE VAGO CON LOS QUE UNA DAMA PUEDE CRUZARSE EN SU DIARIO Y SACRIFICADO TRAJINAR

-EL ARTISTA: Lejos de mí afirmar que los artistas son vagos. Ni siquiera osaría insinuarlo. Un enunciado así atentaría contra mi naturaleza: siempre sostuve que la hormiga era una hija de puta egoísta y que la cigarra debía ser subsidiada por el Estado. Pero aclaremos los tantos: para ser artista no basta con evitar enjabonarse los tobillos, ir por la vida en una nube de porro y saber dos o tres acordes de guitarra para destrozar “Rasguña las piedras” cada vez que se presenta la ocasión. Ser artista implica un compromiso y una dedicación que muchos señores que juran ser la reencarnación de Jimi Hendrix no tienen ni tendrán jamás. ¿Se imaginan a Ronnie James Dio tomando mate y rascándose los piojos en un espacio tomado por trabajadores de la cultura? No, claro.

-EL QUE NO GUSTA TRABAJAR BAJO PATRÓN: Cada vez que un hombre dice que no le gusta trabajar bajo patrón yo, con la hijaputez que me caracteriza, pienso que el bajo patrón está de más. A ese hombre no le gusta trabajar. Y punto. Se embarcará en cientos de empresas sospechosas que fracasarán rotundamente. Invertirá dinero propio y ajeno (nuestro, en el peor de los casos) en negocios condenados al naufragio. Y siempre estará esperando que le paguemos la Coca.

-EL MILITANTE: ¿Qué puede esperar una dama de un hombre que un día laborable a las diez de la mañana está con una banderita en la puerta de la embajada de Yibuti exigiéndole al imperialismo que deje de robarle la lluvia a un país que ni siquiera saber ubicar en el mapa de África? ¿O en un estadio celebrando -también con una banderita, por supuesto- al político corrupto de turno? Nada, mis queridas, nada. El militante usa sus altos ideales políticos, su sed de justicia social o su adhesión incondicional al proyecto nacional y popular para no laburar.

-EL  QUE SIEMPRE ESTÁ ENFERMO: Que un pibe simule un dolor de barriga o se ponga un secante en el zapato para que le suba la fiebre  con el fin de faltar a la escuela, más que enojarnos nos provoca ternura. Que lo haga un inútil de treinta años que pretende zafar del taller o la oficina es una calamidad. El señor que siempre está enfermo no está enfermo un carajo. Es un vago sin cura que le escapa a sus obligaciones amparándose en un termómetro y un paquete de pañuelos descartables.

-EL EXPLOTADO: El caballero explotado es aquel que no dura más de tres meses en ningún empleo, porque tiene tanta, pero tanta mala suerte, que siempre termina trabajando (o haciendo que trabaja) en lugares regenteados por capitalistas feroces que abusan de él de todas las formas imaginables y le arranca la plusvalía a tiras.

Hasta aquí, caras mías, los cinco tipos de vago más comunes con los que pueden toparse en su diario y sacrificado trajinar. Seguramente habrá algunos más, pero mi experiencia en el tema no es tanta: casi siempre tuve la viveza de enredarme con señores responsables que me pagaron todos los vicios. Hombres sarmientinos que, aún cuasi muertos, partieron cada mañana a cumplir con sus obligaciones, dejándome a mí felizmente sumida en el sueño de los justos. Y cuando no fue así, mis relaciones fueron más bien fugaces. Porque para vaga y malentretenida  ya estoy yo.

Buenos días.

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