martes, 24 de septiembre de 2013

REMEMBER THIS MONSTER?


REMEMBER THIS MONSTER? 

 “Todo en la tierra se aleja alguna vez. La luna y el paisaje. El amor y la vida.”
 Jorge Debravo 
"Las despedidas siempre duelen, aun cuando haga tiempo que se ansían." 
Arthur Schnitzler

 Ya lo decía Vox Dei allá por los ’70: “Todo concluye al fin, nada puede escapar. Todo tiene un final, todo termina…” Deprimente, cierto. Pero no por eso menos real. Lo que en estos días ha llegado a su fin, después de ocho temporadas (intensas y no tanto), fue “Dexter”, la serie de Showtime que nos enamoró a muchos y nos enfureció a otros tantos.
El personaje de Dexter Morgan fue creado por el novelista norteamericano Jeff Lindsay, quien publicó la primera aventura de nuestro psicópata favorito, “Darkly Dreaming Dexter”,  en el año 2004. En el 2006, y tomando como inspiración esta primera obra de Lindsay,  la cadena Showtime puso en el aire una serie que provocó sentimientos encontrados, polémicas varias y un desbande feroz de hormonas femeninas: las que estábamos acostumbradas a ver a Michael C. hall como el dulce e irremediablemente gay David Fisher de “Six feet under” lo redescubrimos más estilizado y con cuchillo en mano y morimos de amor.
Dexter, hermano solícito, novio y marido convincente, padrastro encantador y buen compañero de trabajo, forense especializado en el análisis de salpicaduras de sangre en el Departamento de Policía de Miami, fue, en realidad, un muy bien camuflado asesino en serie cuyos instintos criminales fueron educados y direccionados a la eliminación limpia y eficaz de tipos malos. Durante ocho años se dedicó a limpiar Miami de lacras varias. Los primeros cuatro, de forma brillante. Los últimos dos (con la irrupción de Hannah, un personaje a todas luces odioso e innecesario, que vino a regenerar a  un psicópata al que adorábamos precisamente por ser un psicópata y, para colmo, por medio del romance, tan fuera de lugar en “Dexter” como un artículo sobre la teoría de la relatividad en la “Cosmopolitan”), bastante más tristemente. Y terminó solito y solo, reconvertido en leñador hipster, luego de despedir a su hermana, asesinada por el último y deslucido villano que le tocó enfrentar, y renunciar a su hijo y a la mujer que amaba (todavía me estoy preguntando a quién se le ocurrió semejante estupidez), con los que pensaba huir hacia nuestras vapuleadas pampas.
Lejos de la brillante conclusión de “Six feet under”  o el emotivo corolario  de “F.R.I.E.N.D.S.”, el final de “Dexter” ha dejado disconformes a muchos de sus seguidores. A algunos, la muerte de su hermana Deb (a la que a esta altura de los acontecimientos queríamos más que al protagonista de la serie, dado que él se había convertido en algo tan insufrible como un vampiro enamorado de “Crepúsculo”), nos pareció injusta e innecesaria. Otros se quedaron con las ganas de que el Departamento de Policía de Miami en pleno se enterara de que el bueno de Dexter era, en realidad, el sanguinario Carnicero de la Bahía. Muchos patalearon porque la conclusión de la serie dejó muchos interrogantes abiertos: ¿desapareció para siempre el instinto asesino de Dexter Morgan, mitigado en los últimos tiempos  por su relación con Hannah?, ¿siguió matando?, ¿transmitió su locura asesina al pequeño Harrison? Y los menos se quejaron porque la historia no tuvo un happy end digno de una película de Disney, con Dexter, Hannah y Harrison devorando hamburguesas en el McDonalds de Corrientes y Carlos Pellegrini.
A pesar de la calidad argumental que la serie fue perdiendo en las últimas temporadas, despedirnos de “Dexter” nos cuesta. Cierto es que aún nos quedan las novelas de Jeff Lindsay, que nos ofrecen una realidad paralela a la del show televisivo donde Brian Moser, el hermano de sangre de Dexter, y Rita, la esposa de nuestro amable monstruo, están vivitos y coleando, Astor y Cody, sus hijastros, presentan inquietantes rasgos de psicopatía, y Harrison no existe: Rita da a luz a una nena y no a un varón. Pero no es lo mismo.
Termino esta pequeña crónica con lágrimas en los ojos (ya se sabe que yo lloro por cualquier nimiedad) y deseando fervientemente que Michael C. Hall encuentre pronto otro papel que le permita lucirse como se lució con Dexter, a quien vamos a extrañar. Mucho. Y con uno de los pequeños monólogos de la voz interior de nuestro sospechoso héroe, quizás el más representativo del depredador que amamos y que ningún guionista fumado consiguió que dejáramos de amar, ni siquiera colgándole una rubia idiota del brazo: “El FBI estima que hay al menos 50 asesinos en serie activos en los Estados Unidos… No nos reunimos en convenciones, no intercambiamos secretos, ni tarjetas de Navidad… Pero a veces me pregunto cómo será para los demás….. El único sonido que escucho, el único en todo el mundo… es el latido de mi corazón.”

Buenas tardes.

2 comentarios:

  1. totalmente de acuerdo con vos Raquel, me hubiese encantado que todos sus compañeros se enteraran que él era el carnicero de la bahia... habia miles de finales emocionantes que podrian haber hecho, eligieron uno de los peorcitos jeje. A parte si la serie continuara, con lo boludo que lo transformaron a Dex seguro no se aguanta ni 2 capitulos que viaja a la Argentina para reencontrarse con Hanna

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  2. Lo que le falto al final de Dexter fue precisamente eso: emoción. Y le sobro Hannah!

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