MISTERIOSA BUENOS AIRES I
"Las calles de Buenos Aires
ya son mi entraña."
Jorge Luis Borges
Como toda ciudad populosa, Buenos Aires está
repleta de historias, mitos y leyendas. Muchas tienen que ver con relatos de épocas pasada; otras han surgido en
tiempos actuales y son objeto de controversias varias. Todas ellas dan un marco
de misterio a una ciudad que es, sin dudas, una de las más lindas del mundo.
Bienvenidos a nuestra "Misteriosa Buenos Aires".
-La estación fantasma
(Av. Rivadavia 2300, Balvanera)
La estación
Pasco Sur pertenecía a la Línea A de Subterráneos
de Buenos Aires. Fue inaugurada el 1° de diciembre de 1913 y
perteneció al trayecto original de este ramal, siendo el primer tramo del
subterráneo de Buenos Aires, que unía las estaciones Plaza de Mayo
y Plaza Miserere. Pasco Sur se encuentra aún en el
andén opuesto a la actual semiestación Pasco, no exactamente al
frente, sino corrida algunos metros.
Hacia
la década de 1950, la Corporación de Transportes de la Ciudad de Buenos
Aires realizó diversas reformas en la línea de subte. Estas reformas
alcanzaron a las estaciones Pasco y Alberti (la
estación posterior a la citada Pasco), cuyos andenes sur y norte
respectivamente fueron clausurados. Luego de su cierre, las
plataformas permanecieron con sus luces apagadas a la vista del público, dando
origen a múltiples versiones sobre su clausura. Las versiones oficiales indican que "la estación fue abandonada por cuestiones
operativas". Pasco Sur se encuentra entre dos
estaciones muy cercanas entre sí (Alberti y Congreso), y
para realizar este trayecto la formación debía arrancar y frenar casi al
instante. Entonces, para evitar que los trenes se detuvieran tan seguido entre
estaciones muy transitadas como Plaza Miserere y Congreso, los
andenes de Pasco Sur y Alberti Norte fueron
cerrados.
Al
poco tiempo del cierre del andén se construyó un muro de ladrillos en el
borde con un espacio enrejado en su parte superior para ventilación. Allí
se almacenan materiales y herramientas utilizadas en el mantenimiento de la
línea. Ocasionalmente las luces en la estación quedan encendidas y se observa
desde los trenes que los azulejos, la boletería, los molinetes y los
carteles nomencladores de chapa enlozada están intactos.
Uno
de los mitos tejidos alrededor de la estación abandonada cuenta que, hace
muchos años, una mujer se encontraba en el altar esperando a su novio para
casarse, pero recibió por parte de sus amigos una terrible noticia: su amado se
había arrepentido y no se presentaría a la boda. La muchacha sufrió una crisis
nerviosa y corrió a la boca de subte, arrojándose luego a las vías. Desde
entonces, entre las estaciones Pasco y Alberti, se vio
deambular al fantasma de la infortunada mujer, ataviada con su vestido de
novia. El fantasma sólo fue visto los días sábados por la
tarde, dentro del horario en que habría tenido lugar la boda, de haberse
realizado. La historia cuenta que después de varios años, el novio fue
mortalmente acuchillado en la calle San José y a partir
de ese momento, jamás volvió a verse a la etérea figura flotando por las
estaciones Alberti y Pasco. Otra
versión de esta historia asegura que la
novia fue obligada por sus padres a casarse con alguien que no amaba y que por
ello decidió suicidarse. Para
agregarle más misterio al asunto, cuando uno se aleja de la estación Pasco
Sur, puede observar una cruz blanca pintada sobre el túnel.
Guillermo
Barrantes en su libro “Buenos Aires es leyenda” cuenta que
hacia 1913, cuando se iniciaron las primeras excavaciones para construir una
estación, el terreno cedió de repente, sepultando vivos a dos obreros italianos, Giuseppe y Leonardo. “No
se dijo nada, se mantuvo en secreto y se construyeron Pasco y Alberti, que son
dos estaciones extrañas, como mutiladas, en las que se usa solo la mitad”,
cuenta Barrantes. En los registros periodísticos de la época no se menciona
nada sobre el accidente.
Decenas de testigos aseguran que pueden verse de vez
en cuando pasajeros vestidos de época en los andenes de la estación y fantasmas
de los obreros trabajando.
-El Zanjón de Granados
(Defensa 755, San Telmo)
En Defensa 755 se encuentra El Zanjón de Granados, redescubierto accidentalmente en 1985 bajo una casona
construida en 1830. Se trata de una serie de túneles construidos
hacia el 1780 por familias adineradas que pudieron entubar por cuenta propia el
arroyo que pasaba por el lugar, conocido como el Tercero del Sur. Es
que además de provocar inundaciones cuando llovía, el arroyo traía los restos
de los animales que se faenaban en las afueras de la ciudad. Los túneles que se
descubrieron formaban la desembocadura, ya que el Río de la Plata, en aquel
momento, estaba sólo a 150 metros: la ribera era lo que hoy es la Avenida Paseo
Colón.
Según el escritor Manuel Bilbao,
el primer descuartizamiento en la ciudad de Buenos Aires ocurrió el 14 de
noviembre de 1845. Este macabro hallazgo se hizo, precisamente, en el arroyo
el Tercero del Sur. Los vecinos
divisaron un bulto flotando en las aguas, que resultó ser un torso humano. La cabeza y
las extremidades fueron diseminadas en las proximidades del lugar. La
policía trabajó con empeño y descubrió que la víctima era Antonio Pose, un español que había estado al servicio de Rosas. Los asesinos, que convivían con
la víctima en un cuarto de conventillo de la calle Chile 344, eran un portugués y una gallega que lo mataron mientras
dormía para robarle. Luego lo descuartizaron, envolvieron los restos en
arpillera y los arrojaron al arroyo y sus alrededores. El asesino fue fusilado en la plaza San Martín, y su cómplice, condenada al presidio de mujeres
por tiempo indeterminado. Fue liberada luego de la batalla de Caseros.
Esta y muchas otras historias son las que se citan cuando se habla de
los espectros que deambulan por El
Zanjón de Granados.
-La Torre del fantasma (Benito Pérez Galdós 390, La Boca)
Conocido como el Castillo de La Boca, el edificio que se alza en el cruce de la
avenida Almirante Brown con la calle Wenceslao Villafañe y la avenida Benito
Pérez Galdós, tiene más de cien años. Ocupa un terreno con forma de trapecio
que fue adquirido por una rica estanciera de la zona de Rauch, María Luisa Auvert Arnaud, para hacer
allí una casa de renta. La construcción del
edificio estuvo a cargo del arquitecto Guillermo
Álvarez, un hombre nacido en 1880 en la gallega provincia de Orense, hijo
de un carpintero que emigró hacia la Argentina en 1885. Por su ascendencia
catalana, Auvert Arnaud le pidió que
la obra tuviera la impronta de esa Cataluña lejana, por lo que el arquitecto le
imprimió al edificio la estética que imperaba en Barcelona.
Con planta baja y
dos pisos, en la ochava (une las tres calles) la construcción (terminada en
1908) está rematada por una torre con almenas. Es el único sector del edificio
que tiene un tercer piso. La parte superior de la torre incluye un tanque de
agua, posiblemente el primero de ese tipo que se instaló en La Boca.
Cuando María Luisa Auvert Arnaud vio el precioso
edificio, optó por convertirlo en su vivienda. Lo decoró a su gusto, trayendo
hasta plantas desde España. Cuenta la leyenda que entre esas plantas llegaron a
Buenos Aires algunos hongos alucinógenos, en los que habitaban los follet, unos
pequeños y traviesos duendes que
convirtieron el lugar en inhabitable. Maria Luisa abandonó el edificio y volvió a
Rauch.
El mito cuenta
que más tarde, una bella mujer llamada Clementina, artista plástica que había
llegado a Buenos Aires por cuestiones de estudios y una de las tantas inquilinas que pasaron por
el lugar cuando se convirtió en casa colectiva, se instaló en la torre
del castillo. Y agrega que, cierta vez, los
duendes fueron fotografiados por un periodista que entrevistaba a la joven
pintora, provocando su enojo, que desembocó en el suicidio de Clementina, por
instigación o por acción directa. Algunos aseguran que la bella pintora de
arrojó al vacío; otros, que se descerrajó un tiro en la cabeza.
Se dice que el fantasma de Clementina suele aparecer en la torre del Castillo de la Boca.
-Iglesia Santa Felicitas (Isabel La Católica, entre Pinzón y Brandsen, Barracas)
Felicia
Antonia Guadalupe Guerrero y Cueto, popularmente conocida como Felicitas
Guerrero, fue una adinerada dama porteña, considerada en su época como
la "mujer más bella de la República Argentina". A los 15
años se casó con el hacendado sexagenario Martín de Álzaga, con
quien tuvo dos hijos que murieron en la infancia. A los 26 ya era viuda; seguía
siendo hermosa y muy rica. Se la disputaban dos jóvenes impetuosos, Enrique
Ocampo y el estanciero Samuel Sáenz Valiente, quien ganó
el corazón de la joven y con quien planificó un nuevo casamiento. Ocampo,
que la cortejaba desde siempre, no soportó el desprecio y pidió verla antes de
la boda. Discutieron y él le asestó dos disparos. Felicitas murió
al día siguiente, la mañana del 30 de enero de 1872. Según la familia Ocampo,
los Guerrero mataron a Enrique; según los Guerrero,
el desesperado pretendiente se suicidó. La familia de la joven muerta hizo
construir en su honor la Iglesia de Santa Felicitas.
La
construcción de Santa Felicitas fue obra del reconocido
arquitecto Ernesto Bunge. La iglesia no posee un estilo definido,
aunque la fachada ostenta reminiscencias neogóticas y neorrománicas, elementos
que se repiten en su interior. La capilla impresiona por la originalidad de sus
líneas, la esbeltez de sus torres y las figuras de ángeles dispuestas en
simetría. En el vestíbulo se encuentran dos blancas estatuas de mármol de
carrara. La de la derecha representa al yerno de los donantes; en el pedestal
lleva la siguiente inscripción: “+ Martín de Álzaga - Marzo 17 de
1870”. A la izquierda, la imagen de una madre con su hijo encarnan
a Felicitas con su pequeño hijo Félix, fallecido a
los 6 años. En su pedestal se lee “+ Felicitas G. de Álzaba - Enero de
1872”y “+ Félix de Álzaga – Octubre 3 de 1869”.
El
interior del templo es de una sola nave con crucero y cúpula, y llama la
atención por la riqueza de su decorado, que combina mármoles, estucos, y
pinturas de mérito. La bóveda del crucero ha sido decorada con escenas
simbólicas en la que resaltan los dorados. El altar mayor, los laterales y el
púlpito son de mampostería policromada. En los cuatro ángulos del crucero se
encuentran las imágenes de los Apóstoles.
La capilla
posee tres altares: en el Altar Mayor se encuentra la
imagen de Nuestra Señora del Rosario; en el lateral izquierdo, la
imagen de Santa Felicitas, mártir sacrificada junto a sus siete
hijos; y, en el altar lateral derecho, la imagen de San Martín de Tours,
patrono de la Ciudad de Buenos Aires.
Los
vitrales son de origen francés y el piso de mosaicos españoles. Las lámparas
del templo, con numerosos caireles de cristal, aún conservan sus tubos de gas
de carburo. En la antesacristía se pueden ver los bustos de los donantes: Doña
Felicitas Cueto de Guerrero y Don Carlos J. Guerrero.
La Iglesia
de Santa Felicitas fue abierta al culto el 30 de enero de 1876, en
ocasión de cumplirse el cuarto aniversario de la trágica muerte de la señora de
Álzaga.
En los
jardines aledaños existe una reproducción de la Gruta de Lourdes, obra
dirigida por el ingeniero G. Kreutzer. Fue inaugurada el
8 de diciembre de 1898 y las esculturas son obra al artista italiano Juan
Bellotti.
La leyenda
cuenta que Felicitas pasea por detrás de las rejas de la
iglesia todos los 30 de enero. Llora. Algunos le dejan pañuelos atados a los
barrotes o cintas blancas esperando lograr suerte en el amor. Si aparecen
mojados, con lágrimas de Felicitas, habrá deseos cumplidos y el
amor por fin llegará.
Se dice
que cuando la iglesia fue restaurada por primera vez, el arquitecto encargado de
la tarea descubrió que todos los ángeles de la fachada tenían el ala derecha
caída, cosa que nadie vio como una casualidad: Felicitas había
sido herida en su hombro derecho.
-La nieta de Napoleón (Junín 1760, Cementerio de la Recoleta)
En el 9 de mayo de 1847, llegó al puerto de Buenos Aires el Conde Alejandro Walewski (hijo de Napoleón y de la Condesa María Walewska), junto a su esposa María Ana Ricci (quien estaba a punto de dar a luz), en representación del gobierno francés, para negociar con el Brigadier Manuel de Rosas el bloqueo francés del puerto porteño.
-La nieta de Napoleón (Junín 1760, Cementerio de la Recoleta)
En el 9 de mayo de 1847, llegó al puerto de Buenos Aires el Conde Alejandro Walewski (hijo de Napoleón y de la Condesa María Walewska), junto a su esposa María Ana Ricci (quien estaba a punto de dar a luz), en representación del gobierno francés, para negociar con el Brigadier Manuel de Rosas el bloqueo francés del puerto porteño.
Rosas se preocupó en extremo por su comodidad y los alojó en una vivienda que había preparado especialmente para el matrimonio, en la calle De La Piedad 177 (hoy Bartolomé Mitre).
El 12 de mayo la Condesa dio luz a su hija Isabel Walewska, quien nació con graves problemas de salud. Isabel fue bautizada el día 13 de junio siendo su padrino José Le Predour, almirante de la flota francesa, y su esposa la Vizcondesa de Chavannes, la madrina. Para el cuidado de madre e hija, Rosas envió a su medico personal el Dr. Lepper.
Pese a los cuidados recibidos, Isabel falleció y fue sepultada en el Cementerio de la Recoleta el 2 de julio de 1847. Dos días después, el 4 de julio, tras fracasar su misión diplomática, el Conde Waleski, su esposa y toda la delegación partieron rumbo a Montevideo.
En 1881, durante la intendencia de Marcelo T. de Alvear (más adelante Presidente de la Nación), se realizaron grandes reformas al cementerio y se perdió el rastro de la tumba de Isabel.
El historiador Osvaldo Ituarte, un experto sobre la historia del cementerio, asegura que sus restos descansan en la tumba de Todos los Santos Sánchez de Velazco y Trillo (más conocida como Mariquita Sánchez de Thompson), ya que el matriminio Walewski, la conoció durante su exilio en Montevideo. Habrían sido trasladados allí luego de la
remoción del sepulcro original.En 1881, durante la intendencia de Marcelo T. de Alvear (más adelante Presidente de la Nación), se realizaron grandes reformas al cementerio y se perdió el rastro de la tumba de Isabel.
Una leyenda dice, que el hallazgo de los restos de la pequeña
condesa no se debió al azar, sino debido
a que su fantasma lloraba por las noches y condujo a un grupo de ciertos
valientes exploradores hasta el sepulcro de la señora Thompson. Cuando los
archivos se examinaron, se constató que era la pequeña quien había sido alojada
allí después de la reforma. El mito cuenta que su llanto aún es audible en
ciertas ocasiones.
Hasta aquí, mis queridos, esta apasionante entrega de Misteriosa Buenos Aires, para que sepamos que no hace falta soñar con castillos escoceses: los fantasmas están ahí, al alcance de nuestra mano. Me despido de ustedes con un bello poema de Jorge Luis Borges:
LA RECOLETA
Buenas noches.
LA RECOLETA
Convencidos de caducidad
por tantas nobles certidumbres del polvo,
nos demoramos y bajamos la voz
entre las lentas filas de panteones,
cuya retórica de sombra y de mármol
promete o prefigura la deseable
dignidad de haber muerto.
Bellos son los sepulcros,
el desnudo latín y las trabadas fechas fatales,
la conjunción del mármol y de la flor
y las plazuelas con frescura de patio
y los muchos ayeres de a historia
hoy detenida y única.
Equivocamos esa paz con la muerte
y creemos anhelar nuestro fin
y anhelamos el sueño y la indiferencia.
Vibrante en las espadas y en la pasión
y dormida en la hiedra,
sólo la vida existe.
El espacio y el tiempo son normas suyas,
son instrumentos mágicos del alma,
y cuando ésta se apague,
se apagarán con ella el espacio, el tiempo y la muerte,
como al cesar la luz
caduca el simulacro de los espejos
que ya la tarde fue apagando.
Sombra benigna de los árboles,
viento con pájaros que sobre las ramas ondea,
alma que se dispersa entre otras almas,
fuera un milagro que alguna vez dejaran de ser,
milagro incomprensible,
aunque su imaginaria repetición
infame con horror nuestros días.
Estas cosas pensé en la Recoleta,
en el lugar de mi ceniza.
por tantas nobles certidumbres del polvo,
nos demoramos y bajamos la voz
entre las lentas filas de panteones,
cuya retórica de sombra y de mármol
promete o prefigura la deseable
dignidad de haber muerto.
Bellos son los sepulcros,
el desnudo latín y las trabadas fechas fatales,
la conjunción del mármol y de la flor
y las plazuelas con frescura de patio
y los muchos ayeres de a historia
hoy detenida y única.
Equivocamos esa paz con la muerte
y creemos anhelar nuestro fin
y anhelamos el sueño y la indiferencia.
Vibrante en las espadas y en la pasión
y dormida en la hiedra,
sólo la vida existe.
El espacio y el tiempo son normas suyas,
son instrumentos mágicos del alma,
y cuando ésta se apague,
se apagarán con ella el espacio, el tiempo y la muerte,
como al cesar la luz
caduca el simulacro de los espejos
que ya la tarde fue apagando.
Sombra benigna de los árboles,
viento con pájaros que sobre las ramas ondea,
alma que se dispersa entre otras almas,
fuera un milagro que alguna vez dejaran de ser,
milagro incomprensible,
aunque su imaginaria repetición
infame con horror nuestros días.
Estas cosas pensé en la Recoleta,
en el lugar de mi ceniza.
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