miércoles, 18 de septiembre de 2013

MISTERIOSA BUENOS AIRES III


MISTERIOSA BUENOS AIRES III

"Cuando en el mundo ya no quede nada,
en Buenos Aires, la imaginación."
Joaquín Sabina/Fito Páez 
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Buenas noches, mis queridos. Aquí estoy nuevamente para ofrecerles la tercera parte de “Misteriosa Buenos Aires”, para que sigamos descubriendo esos rincones de la ciudad que nos maravillan y nos desafían.


-Pozo de las Ánimas (Bartolomé Mitre 326, Plaza de Mayo)

El monumental edificio donde funciona hoy la Sede Central del Banco Nación ocupa toda una manzana y es una espléndida obra realizada por el arquitecto y pintor argentino Alejandro Bustillo Madero, nacido en Buenos Aires en 1889. Fue construido entre 1940 y 1945.
El edificio donde se levanta el banco en la manzana de Rivadavia, Reconquista, Bartolomé Mitre y 25 de Mayo fue, en épocas de la colonia, un pequeño cementerio. Algunos historiadores reconocen que el solar era conocido como el Pozo de las Ánimas en los siglos XVIII y XIV, y que hay registros de hechos inexplicables atribuidos a fantasmas y aparecidos que pululaban por el predio, que era evitado por los transeúntes, sobre todo de noche. La leyenda cuenta que los espectros siguen en el lugar. Se ha reportado, varias veces, la presencia de una niña que se pasea llevando un farol encendido que brilla por las ventanas en la oscuridad de la noche. También se cuenta la historia de un policía de la Federal que detuvo a un hombre vestido de negro que se evadió desvaneciéndose en el aire. 
Una versión, negada por las autoridades del Banco, asegura que uno de estos espectros quedó registrado en la cámara Nº 4  del circuito cerrado de seguridad. Aparentemente, dicha cámara filmó a una niña de aspecto fantasmal, con una muñeca en sus manos, caminando en un sector del segundo piso del edificio.
Los empleados de limpieza y vigilancia del Banco aseguran que por las noches oyen y ven fantasmas en los largos y oscuros pasillos del edificio.


-Cementerio de la peste (Av. Caseros, entre Matheu y Pasco, Parque Patricios)

El Parque Florentino Ameghino también llamado Plaza Florentino Ameghino, está ubicado en el barrio de Parque Patricios. Se encuentra limitado por las calles Monasterio, Santa Cruz, Caseros y Uspallata.
Este predio perteneció a José Antonio Escalada y a Carlos Escalada.  Allí falleció a muy temprana edad la esposa de José de San Martín, la señora Remedios de Escalada, el 3 de agosto de 1823.
El 20 de diciembre de 1867, el solar fue comprado por la Municipalidad de Buenos Aires a Claudio Mejía y se inauguró allí el Cementerio Público del Sud, que se vio desbordado a causa de la epidemia de fiebre amarilla de 1871. El 10 de mayo de 1872 se aprobó la creación de un monumento en el lugar en recuerdo a los fallecidos por la fiebre amarilla de 1871. Su autor fue el escultor uruguayo Juan Manuel Ferrari.
El Cementerio fue clausurado definitivamente el 24 de agosto de 1882. Posteriormente muchos cuerpos inhumados en el predio fueron trasladados a otros cementerios, tal como sucedió con los cadáveres del escritor José Mármol y del médico Francisco Muñiz,  pero algunas tumbas permanecieron debajo de la superficie del actual parque, como la de la esposa del general Gregorio Aráoz de Lamadrid.  Una leve ondulación en el parque, paralela a la calle Santa Cruz, recuerda el sitio exacto donde se encontraban las fosas comunes.
Existe una leyenda que dice que si alguien se para frente al monumento en honor a los fallecidos por la fiebre amarilla a la mañana muy temprano, cuando apenas sale el sol, y en absoluto silencio, podrá escuchar los llantos y lamentos de quienes aún se encuentran enterrados en la plaza.


 -Casona de Cuitiño (Avenida Independencia 3549, Boedo)

Ciriaco Cuitiño  fue un oficial de policía de la Confederación Argentina, líder del grupo parapolicial conocido como La Mazorca, una fuerza de policía política que actuó en la ciudad de Buenos Aires durante el largo gobierno de Juan Manuel de Rosas.
Cuitiño, de origen mendocino, estableció relación con Rosas en el año 1834. John Lynch, en su trabajo sobre Rosas, lo definió como el más despiadado de los carceleros y verdugos de Rosas. Luego de la derrota de Caseros, que determinó la caída del gobierno rosista, Cuitiño fue juzgado por los crímenes que se le atribuían, condenado a muerte y ejecutado  el 29 de octubre de 1853 en la Plaza de Mayo.
Ciriaco Cuitiño fue el primer habitante del barrio de Boedo. Su morada, una vieja casona que se conservó en pie hasta el año 1925, estaba ubicada en lo que hoy es Avenida Independencia 3549, en la intersección Avenida Boedo.  Tenía un amplio jardín al frente de la casa, al cual se accedía por una puerta enrejada flanqueada por dos grandes pilotes. El sendero principal permitía acceder a una típica galería criolla que culminaba en la parte de arriba con un estupendo balcón.
Los vecinos del lugar aseguran que el espíritu de Cuitiño aún deambula por la zona.


-La niña del puente Uriburu (Av. Sáenz 1500, Nueva Pompeya)

El popularmente llamado Puente Alsina, cuyo nombre oficial fue José Félix Uriburu hasta 2015 en que se le dio el nombre de Ezequiel Demonty, es un puente que cruza el Riachuelo, uniendo la Avenida Sáenz del barrio Nueva Pompeya de la Ciudad de Buenos Aires, con la localidad de Valentín AlsinaPartido de Lanús, provincia de Buenos Aires.
El primer puente en la zona data de 1885.  El puente actual, que corresponde al estilo neocolonial, fue inaugurado el 26 de noviembre de 1938. El ingeniero que se encargó del diseño fue José Calixto Álvarez.
Varias personas han reportado haber visto en el puente el espectro de una niña. Los vecinos cuentan que, a mediados de los años ’90, vivía sobre sobre la calle Tilcara (a pocos metros de Perito Moreno) una familia muy numerosa,  compuesta por una mujer y sus cinco hijos, cuatro varones y una mujer. El padre los había abandonado y la familia vivía como podía. Dos de los hijos mayores pedían ayuda en los colectivos aduciendo tener una grave enfermedad. Los otros dos estudiaban, aunque casi siempre estaban en la calle. Rebeca, la  menor de los hermanos, no iba a la escuela y ayudaba a su madre en la casa. La niña era maltratada por su familia, y sólo comía dos o tres veces por semana, porque los alimentos escaseaban y los varones estaban primero.
Cuando Rebeca cumplió los doce años, intentó escaparse de su casa, pero no tuvo éxito. La paliza que se ganó por esa osadía fue el principio del final. Una noche de invierno, luego de un día agotador de maltratos e indiferencia, Rebeca preparó sopa de pollo. La sirvió y se quedó sin comer, como casi siempre. Y, ante la mirada atónita de su familia, bebió unas gotas de arsénico que había conseguido y murió casi instantáneamente.
La noticia de la muerte de Rebeca conmovió al barrio. Dicen que fue noticia en una pequeña columna del diario Crónica.
En la zona dan por sentado que la niña que aparece algunas veces en el puente es Rebeca. En las madrugadas frías de julio, puede vérsela cruzando la calle o caminando por el depósito de chatarra que se encuentra en la zona.


-Salvador María del Carril y Tiburcia Domínguez (Junín 1760, Cementerio de la Recoleta)

Salvador María del Carril fue una importante figura de los primeros tiempos de la historia argentina. Nació en San Juan en 1789 y estudió leyes. Fue gobernador de su provincia en 1823, cuando tenía en 24 años, y removido de su cargo en 1825 cuando propuso implantar una Constitución laica, inspirada en el modelo británico. Del Carril se mudó  a Buenos Aires para participar en la política nacional. Apoyó firmemente al Presidente Rivadavia y animó al General Juan Lavalle para que fusile a su amigo de la infancia, Manuel Dorrego, pensando que esto contribuiría a prevenir la guerra civil.
Del Carril vivió exiliado en Uruguay durante el gobierno de Rosas. Allí conoció a su esposa Tiburcia Domínguez,  25 años más joven que él. Salvador María y Tiburcia contrajeron matrimonio el 28 de septiembre de 1831 en la iglesia Nuestra Señora de Mercedes, en la Banda Oriental. Los primeros años del matrimonio fueron difíciles  y con grandes penurias económicas.  En ese tiempo llegaron sus siete hijos.
Cuando el matrimonio pudo regresar al país, Salvador María volvió a brillar: fue legislador, constituyente, vicepresidente y miembro de la Corte Suprema. Influyente y poderoso era además socio de Urquiza en varios negocios, y poseía grandes extensiones de campo.
Del Carril fue muy conocido por sus problemas maritales. Aparentemente, Tiburcia era muy gastadora y su marido llegó a publicar una carta en los principales diarios porteños, afirmando que ya no sería responsable por las deudas de su esposa. Ella se sintió tan humillada que juró no volver a dirigirle la palabra. Y cumplió: durante los siguientes 21 años  jamás habló delante de su marido y ni siquiera se dirigía a sus hijos delante de él.
Tiburcia vivió la vida al modo de Salvador María hasta que él falleció de pulmonía, en 1883. Entonces, encargó un imponente mausoleo para su marido en el Cementerio de la Recoleta donde él se observa muy cómodo sentado en un sillón mirando al horizonte. Y luego contrató al arquitecto francés Alberto Fabré para que construyera, en Lobos, el hermoso palacio “La Porteña”, inaugurado cuando ella cumplió 89 años. Tenía tres plantas, salones, biblioteca, capilla, y numerosas habitaciones para invitados. Hermosos tapices, espejos y escalinatas de ensueño fueron adornados con objetos preciosos. El parque fue diseñado por el paisajista Carlos Thays. Poseía 240 especies de árboles y hacia allí se dirigía toda la alta sociedad bonaerense para participar de fiestas y reuniones.
Tiburcia murió en 1898, quince años después que su marido. En su testamento pidió que su busto fuera colocado de espaldas al monumento de Salvador María. Esa posición es la muestra del rencor acumulado durante los años de matrimonio. Sus palabras fueron: “No quiero mirar en la misma dirección que mi marido por toda la eternidad…”.

Hasta aquí, amables lectores, todo lo que tenía para ofrecerles hoy. Me despido de ustedes con un pensamiento de Jorge Luis Borges: "Buenos Aires es la otra calle, la que no pisé nunca, es el centro secreto de las manzanas, los patios últimos, es lo que las fachadas ocultan, es mi enemigo, si lo tengo, es la persona a quien le desagradan mis versos (a mí me desagradan también), es la modesta librería en que acaso entramos y que hemos olvidado, es esa racha de milonga silbada que no reconocemos y que nos toca, es lo que se ha perdido y lo que será, es lo ulterior, lo ajeno, lo lateral, el barrio que no es tuyo ni mío, lo que ignoramos y queremos". 

Buenas noches.

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